LUCÍA VÁZQUEZ GARCÍA (*)
Lo más seguro es que muchos de quienes hoy han elegido jugar un papel activo en la lucha contra el cambio climático, comenzaron preguntándose ¿qué puedo hacer yo desde mi experiencia, mi profesión, mis conocimientos? La respuesta puede ser más o menos directa para especialistas en determinadas disciplinas tecnológicas o científicas; para gobernantes, políticos o docentes. Sin embargo, cuando los profesionales del arte y la cultura nos hacemos esa pregunta, la conexión, en un primer momento, resulta extraña.
El cambio climático, por razones obvias, se ha abordado desde campos muy alejados de las Humanidades: la agricultura, la arquitectura, la botánica, la ingeniería… Y son estas disciplinas las que aportan datos actualizados de los cambios que está provocando la era del Antropoceno. ¿Y la cultura?¿y el arte? No existen datos sobre el impacto ambiental de instituciones culturales más allá de los todavía escasos museos que miden la huella de carbono que deja su actividad expositiva, y son pocas las que han conseguido integrar la sostenibilidad en el contenido de sus propuestas.
Para contribuir a llenar este vacío, la Red Española para el Desarrollo Sostenible (REDS) reúne por primera vez en nuestro país, los próximos 4 y 5 de abril, a profesionales del mundo de la cultura para debatir qué papel tienen y pueden jugar las instituciones culturales en la ruta marcada por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
La inmensidad de los ODS hace que su cumplimiento pase por la implicación de la sociedad civil. Sin una transformación social que lleve paulatinamente a la población a modos de vida más sostenibles, no podremos alcanzar las metas propuestas para 2030.
En ese sentido, el arte se erige como una potente herramienta. Un ‘arma’ que integra ciencia, tecnología o filosofía y que abarca lo local, lo regional, nacional e internacional.
La transformación social, en última instancia, es un proceso emocional. Las personas en un momento dado reaccionan, se motivan y empoderan, cambiando su estilo de vida. El arte posee esa capacidad de ser estímulo y motor de cambio social al apelar a la emoción, y ser un vehículo para la misma. Tiene la excepcional habilidad de comunicar simbólicamente, con lo que permite nuevas perspectivas y maneras de percibir e interpretar el mundo y nuestros hábitos. Como afirma Gardner, “el arte proporciona los instrumentos necesarios para abordar ideas y emociones de gran significado que no pueden articular ni dominar a través del lenguaje corriente”.
Respuesta al problema
Cada vez más artistas contemporáneos entienden la obra y el proceso artístico no como un logro técnico y relativamente hedonista, sino como la solución o la respuesta al problema de la sostenibilidad.
Utopías como las ‘Cloud cities’ de Tomas Saraceno, http://tomassaraceno.com/projects/cloud-cities-flying-garden/, instalaciones interactivas que exploran nuevas formas de vivir y sentir nuestro entorno. Realidades virtuales como ‘Solar Reserve (Tonopah, Nevada)’, de John Gerrard, http://www.johngerrard.net/solar-reserve.html#title_02, una simulación hecha por ordenador de una planta de energía solar e instalada en el Lincoln Center de Nueva York. O las poéticas obras de Olafur Eliasson, ‘Riverbed’, ‘Ice Watch’ http://www.olafureliasson.net/archive/artwork/WEK109190/ice-watch, que nos recuerdan, como dice Luis Camintzer, que “el arte es un lugar donde se pueden pensar cosas que no son pensables en otros lugares”.
A medida que el mundo se hace más pequeño y complejo, necesitamos de ese arte que nos hace pensar y sentir. Que nos provee de un profundo conocimiento emocional de la realidad, que nos inspira y ayuda a comprender quiénes somos como especie y cómo hemos llegado a esta situación.
A la cuestión entonces que se plantea en las jornadas de la REDS sobre cuál es el papel de las instituciones culturales, estas, como transmisoras de los valores sobre los que se asienta la sociedad, han de participar activamente en la construcción de una mentalidad nueva, una nueva identidad global, la de socios en un mundo con el mayor reto de su historia por afrontar.
(*) Lucía Vázquez García es jefa de Educación del Museo Picasso Málaga y miembro del Comité Científico de la International Conference for Sustainable Development (ic-sd.org)
Hay 2 Comentarios
Esperemos se cumplan todos los objetivos marcados para la Agenda 2030
Publicado por: Pin Desarrollo Sostenible Ods | 15/11/2020 11:24:14
Muy interesante.
Un saludo
Publicado por: Juliana Luisa | 01/04/2017 20:31:18