JOSÉ ENRIQUE DE AYALA (*)
El ultraderechista holandés Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad (PVV).
Holanda respira aliviada, y con ella Europa, tras el fracaso del Partido por la Libertad (PVV) del ultraderechista, islamófobo y antieuropeo Geert Wilders en las elecciones generales a la Cámara de Representantes, que tuvieron lugar el pasado miércoles 15 de marzo. Un fracaso, a pesar de haber subido, respecto a las de 2012, del 10,1 % al 13,1% de los votos emitidos y de 15 a 20 escaños, porque hasta hace poco más de un mes las encuestas le daban como vencedor, y Wilders abrigaba esperanzas de ser primer ministro, lo que hubiera sido desastroso para los Países Bajos y para la Unión Europea. El populismo de extrema derecha ha perdido el segundo asalto de su batalla contra la democracia liberal europea, tras la derrota del candidato del Partido de la Libertad en las elecciones presidenciales en Austria, en diciembre.
La victoria del primer ministro Mark Rutte, al frente del liberal Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), se ha visto favorecida por la altísima participación, del 80,4%, 5,8 puntos más que en 2012, producida probablemente por el miedo al PVV, y también por la firmeza del primer ministro en el enfrentamiento con el Presidente turco Recep Erdogan, a cuenta de la prohibición de entrada a ministros turcos en el país, que ha sucedido justo antes de las elecciones y ha sido muy bien recibida en la sociedad holandesa. De todas formas, se trata de una victoria un tanto sombría, pues el VVD ha bajado del 26,6% al 21,3% del voto emitido, y de 41 a 33 escaños, de los 150 que tiene el Parlamento.
Además, para alcanzarla, Rutte -que ya había gobernado con el apoyo parlamentario del PVV entre 2010 y 2012- ha tenido que tomar una deriva derechista y reticente hacia la emigración, hasta hacer suyas algunas de las proclamas de Wilders, llegando a decir que al que no le gusten los valores de su país, que se vaya. Como en otras partes, la extrema derecha, aunque no gane directamente, ejerce suficiente presión como para forzar a los partidos conservadores o liberales a escorarse hacia la derecha, lo que no deja de ser una lamentable victoria indirecta de los extremistas.
La alta proporcionalidad del sistema electoral holandés -con una circunscripción única y un umbral de entrada en el Parlamento de sólo un 0,67%- produce una enorme dispersión del voto. Trece partidos han obtenido representación parlamentaria y Rutte necesitará al menos tres, además del suyo, para conseguir formar una mayoría, lo que no será fácil de conseguir. Los mejores candidatos son los liberales del D66 –que han subido de 12 a 19 escaños– y los demócrata-cristianos del CDA –que han subido también de 13 a 19-. El cuarto podría ser la Unión Cristiana (5), o -menos probablemente- la Izquierda Verde, el partido que más sube -de 4 a 14 escaños– en estas elecciones.
El más perjudicado es el socialdemócrata Partido del Trabajo o laborista (PvdA), que se derrumba estrepitosamente –del 24,8% al 5,7% del voto y de 38 escaños a 9–, pasando de ser el segundo partido del país, muy cerca del primero, a ser el séptimo, rozando la irrelevancia. Es sin duda la consecuencia de haber formado parte desde 2012, como socio minoritario, de un Gobierno de gran coalición con el VVD y haber aceptado una política neoliberal y de recortes sociales que lógicamente ha decepcionado a su electorado.
La deriva social-liberal de muchos partidos socialdemócratas europeos, inaugurada por Tony Blair en el cambio de siglo, y su colaboración en las políticas de austeridad predominantes en la UE, les están llevando al desastre, ya que -ante su asimilación a los partidos de centro-derecha- los trabajadores y las clases medias más perjudicadas por la crisis buscan la solución a sus problemas en otras propuestas, en muchos casos en las populistas.
Próxima parada, Francia
Próxima parada, Francia, en las presidenciales del 23 de abril y el 7 de mayo, y en las legislativas que las seguirán un mes después. La cuestión de quién se enfrentará en la segunda vuelta de las presidenciales a la ultraderechista Marine Le Pen está aún abierta, porque podría ser el neoliberal Emmanuel Macron, salvo que Alain Juppé sustituyera a François Fillon como candidato de la derecha, en cuyo caso la cosa estaría más reñida. En cualquier caso, es probable que el candidato del Partido Socialista Francés sea cuarto, como consecuencia, aquí también, de las políticas liberales de François Hollande, que han hecho perder al PSF su alma de izquierdas y con ella gran parte de sus votantes.
Es de esperar que Le Pen pierda las presidenciales francesas en la segunda vuelta, ante el rechazo republicano del resto de los partidos, como Wilders ha perdido las legislativas holandesas, pero, como él mismo dijo, no será fácil volver a encerrar el genio en la botella una vez que se le ha soltado. El mensaje de xenofobia, ultranacionalismo y anti-europeísmo ha calado en buena parte de la población europea y puede exacerbarse si se agrava el problema de la emigración o los atentados terroristas.
No será la derecha –presionada por los extremistas- la que luche ardientemente contra estos sentimientos, aunque formalmente los rechace. Si la socialdemocracia no se recupera y vuelve a sus raíces en defensa de los desfavorecidos, los populismos pueden seguir creciendo y el equilibrio político europeo puede cambiar dramáticamente. A peor, por supuesto.
(*) José Enrique de Ayala es miembro del Consejo Asesor de Asuntos Europeos de la Fundación Alternativas
Hay 2 Comentarios
Interesante, gracias.
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Publicado por: Abogados Divorcio Express | 14/03/2023 13:32:37
Alguien dice que la Unión Europea, lo mismo que Estados Unidos, están sufriendo una crisis morl o de derechos humanos.
Un saludo
Publicado por: Juliana Luisa | 20/03/2017 20:57:36