NICOLÁS SARTORIUS (*)
Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea.
I.- Los resultados del último Eurobarómetro, hecho público esta semana por la Comisión Europea, desmienten las teorías catastrofistas de aquellos que sostienen que es creciente el desapego de los europeos, respecto a la UE, en sí misma. Lo que revela esa encuesta es, sin lugar a dudas, que a los ciudadanos no nos gusta nada como están discurriendo los asuntos europeos, pero de ahí no se desprende para nada que no seamos partidarios, en especial los españoles, de unirnos cada vez más. Por ejemplo, mientras el 66% de los europeos apoya una política exterior común y un 75% respalda una seguridad y defensa para los 28 estados miembros, en España el apoyo alcanza el 78% y el 83% respectivamente en ambas políticas. Y estamos hablando de política exterior, de seguridad y defensa, es decir, del núcleo duro de la soberanía de los estados. Si pasamos al espinoso tema de las personas que vienen de fuera, mientras el 69% de los europeos desea una política común de migración y el 66% es partidaria de ayudar a los refugiados, para el caso de nuestro país las cifras son del 82% en el tema de inmigrantes y del 89% en el de los refugiados. Por último, el 91% de los españoles respaldamos el mercado único y la libre circulación de mercancías, servicios y capitales; el 71% apoyamos el euro, frente al 58% de los europeos. Y el 84% estamos a favor de la unión para la energía.
II.- ¿ Qué indican estas cifras tan contundentes? Algo muy sencillo y revelador. Que los europeos y, sobre todo, los españoles queremos más y mejor Europa, no menos o, como dicen algunos, menos Europa pero mejor. Teoría, esta última, falsa y peligrosa porque no es posible tener menos Europa pero mejor. La experiencia ha demostrado, así lo reconoce el Libro Blanco de Juncker sobre el futuro de Europa, que la deplorable gestión de la crisis económica que nos ha conducido a la no menos lamentable situación actual, se ha debido a que la Unión no tenía los instrumentos adecuados para hacer frente a una crisis tan dura, es decir, que nos habíamos quedado a mitad del camino. Con una moneda común pero sin una unión económica y menos aún fiscal. Con un sistema bancario desarbolado y una deuda astronómica, sin una unión bancaria y menos una mutualización de la deuda. Etc, etc.
III.- En consecuencia, ante la próxima cumbre de Roma a finales de marzo, en el 60 aniversario del Tratado que lleva el nombre de esa ciudad, ni un paso atrás si no dos hacia adelante. O todos juntos, si eso es posible, o con aquellos que deseemos ir más lejos, a través del mecanismo de las cooperaciones reforzadas que se contemplan en el Tratado de Lisboa. Método que ya se ha utilizado en el caso del euro y de Schengen, sobre las fronteras. Lo que puede ser suicida es quedarse inmóviles mientras todo se mueve, a gran velocidad, a nuestro alrededor. Y tengo la impresión de que no todos los países van a querer avanzar y, menos aún, al mismo ritmo. Si pretendemos la unanimidad no progresaremos y el gran proyecto europeo correrá el riesgo de venirse abajo. Hagamos caso, pues, a los ciudadanos europeos y, en especial, a nuestros compatriotas y caminemos sin vacilar hacía una unión económica, social y política cada vez más estrecha.
(*) Nicolás Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas
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