LUIS FERNANDO MEDINA SIERRA (*)
El presidente electo de Ecuador, Lenin Moreno, durante un mitin. / AGENCIA ANDES
El triunfo del candidato oficialista Lenin Moreno en Ecuador ha sido visto por muchos en España como una noticia que llega de ultramar sin pasar de ser un hecho curioso sin mayor relevancia o, en todo caso, mucha menos relevancia que los eventos de Venezuela que suelen dominar todos los titulares de prensa. Pero, curiosamente, aunque la elección presidencial ecuatoriana no afecte directamente a la política española, se puede decir que encierra enseñanzas que son mucho más relevantes para España que cualquier cosa que ocurra en Venezuela. Al fin y al cabo, mientras España y Venezuela son países con realidades políticas y económicas muy distintas, España y Ecuador sí comparten un rasgo común que determina buena parte de su trayectoria económica: carecen de política monetaria propia.
Así como España entró al euro desde la creación del mismo, Ecuador adoptó el dólar como su moneda en el año 1999. Ambas economías se vieron afectadas por la crisis financiera mundial del 2008. Es más, la crisis ecuatoriana tuvo mucho que ver con la española dada la importancia que para Ecuador tienen las remesas que envían sus ciudadanos residentes en España. Sin embargo, a pesar de las semejanzas, los resultados han sido muy disímiles. En Ecuador la recesión duró menos de un año y fue relativamente tenue, mientras que España aún no termina de recuperarse. En buena medida, el triunfo electoral de Moreno responde a los resultados económicos que ha obtenido Ecuador en los últimos años.
¿A qué se deben las diferencias? Antes de entrar a examinarlas, hay que advertir que la dolarización ecuatoriana no está exenta de problemas. De hecho, existen ya varias voces, inclusive dentro del gobierno, que piensan que tarde o temprano se debe abandonar. No es una decisión fácil de tomar, así que hay que estar preparados para muchas vacilaciones e incluso turbulencias.
Pero en todo este episodio de la profunda recesión mundial, Ecuador ha tenido a su favor varios factores. Uno de ellos ha sido un poco de buena suerte. El principal riesgo de renunciar a la política monetaria es que mantener fijo el tipo de cambio en medio de una recesión muchas veces implica adoptar políticas procíclicas que agudizan dicha recesión. En condiciones normales, el banco central puede reducir los tipos de interés para reactivar la demanda agregada.
Pero en un país que trate de mantener un tipo de cambio fijo (o, lo que es lo mismo, que tenga atada su moneda a la de otro país), esta reducción de intereses lleva a una salida de capitales que se refleja en una reducción de medio circulante. El episodio del ‘corralito’ argentino del 2002, y la profunda crisis que se desencadenó, es una ilustración particularmente dramática de este hecho.
Afortunadamente para Ecuador, su recesión coincidió con la recesión del país cuya moneda adoptó. Estados Unidos ha mantenido tipos de interés muy bajos en los últimos años, precisamente como respuesta al estancamiento de la demanda. Esta coyuntura le dio a Ecuador cierto margen de maniobra. Distinto habría sido (o... ¿será?) si el ritmo de las dos economías no hubiera estado acompasado. La política monetaria expansiva de Estados Unidos coincidió con lo que Ecuador necesitaba en ese momento.
El caso español fue muy distinto: la política monetaria de la zona euro fue mucho más restrictiva de lo que España necesitaba para paliar su profunda crisis. En buena medida, esto refleja también una diferencia sustancial entre los dos bancos centrales más grandes del mundo. Mientras el Banco Central Europeo tiene un mandato anti-inflacionario muy estricto, la Reserva Federal de los Estados Unidos busca conciliar metas de inflación y empleo con mucha más flexibilidad.
Regulaciones
Pero no todo fue suerte. Ecuador también demostró que, a pesar de la camisa de fuerza que implicaba haber adoptado la moneda de otro país, con cierta creatividad era posible adoptar políticas anticíclicas. A pesar de que su banco central no controla el medio circulante, tiene cierta incidencia sobre los tipos de interés a través de las regulaciones al sector financiero.
Mediante controles a los flujos de capital (anatema para la ortodoxia) ha podido hacer uso de este margen de maniobra para mantener tipos bajos de interés en los momentos críticos. Además, usando esas mismas regulaciones, durante los años favorables del ciclo económico constituyó reservas, con fondos de los mismos bancos, lo cual hizo menos oneroso rescatar las instituciones financieras en problemas.
Entre economistas hay un largo debate acerca de las ‘áreas monetarias óptimas’, es decir, acerca de cuántas economías, y cuáles, podrían aglomerarse bajo una misma moneda. La crisis española ha demostrado que, por lo menos con su actual arquitectura, el euro no es un área monetaria óptima. Pero el caso de Ecuador demuestra que, aun cuando un país se encuentra limitado por tipos de cambio fijos, una mezcla de pragmatismo en la política monetaria, voluntad política para combatir el desempleo y cautela en la regulación financiera pueden marcar una diferencia significativa. No todos los males vienen de Washington o de Frankfurt.
(*) Luis Fernando Medina Sierra es coordinador del Zoom Económico de la Fundación Alternativas y profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III
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