NICOLÁS SARTORIUS (*)
Donald Trump, presidente estadounidense, durante un mitin.
I.- El presidente de los EEUU, Donald Trump, ha empezado a apretar el gatillo, con la aprobación o aquiescencia de eso que se llama Occidente, incluida España. Primero, por medio de 59 cohetes ‘tomahawk’ lanzados desde dos destructores con base en Rota. Por lo visto han arrasado la base aérea de Shayrat, en manos del gobierno sirio de El Asad. La acción bélica, sin autorización de la ONU, la ordenó Trump mientras conversaba, y cenaba, con el presidente chino, Xi Ping, en su complejo hotelero de Florida, días antes de que el secretario de Estado Tillerman se reuniera con su homólogo ruso Lavrov para hablar, precisamente, de Siria. Algunos gobiernos, como Gran Bretaña, Francia y la propia Rusia fueron advertidos con antelación del ataque. No así, al parecer, el ejecutivo español, de cuyo territorio zarparon los destructores, hecho que merecería una explicación en sede parlamentaria, lo que ha brillado por su ausencia. La justificación del bombardeo se ha basado en la utilización, por parte de El Asad, de armas químicas contra la población de Jan Sheijun. Como era de esperar, el presidente sirio ha negado tal acusación, pues de ser cierta habría cometido la mayor estupidez de su vida, por otra parte innecesaria en términos militares, siendo secundado, en su negativa, por los rusos y otros aliados. Todo ello recuerda bastante a lo sucedido con la invasión de Irak en la época de Bush junior. Entonces se afirmó, con contundencia, incluido el presidente Aznar, que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva, lo que justificaba una invasión del país y el derrocamiento del dictador iraquí. Luego se demostró que todo fue una patraña, una intoxicación con fines inconfesables. No sé si esta vez estamos ante algo parecido, pero hubiera sido más sensato y honesto que antes de apretar el gatillo una comisión de la ONU hubiera realizado una investigación imparcial sobre la veracidad de los hechos. Porque, en realidad, a quién se ha golpeado. Los cohetes no van a evitar que El Asad siga avanzando en la guerra civil y no es probable que los rusos acepten, sin más, un ataque general contra el actual gobierno sirio hasta el punto de hacerle caer.
II. En el fondo, me da la impresión que los cohetes de Trump son, más bien, una advertencia a Rusia, Irán y quizá a China por lo que pueda pasar en Corea del Norte, a cuyas aguas creía haber enviado una flota que en realidad se dirigía hacía Australia, lo que le hace todavía más peligroso por descontrolado. Además, con escasos días de diferencia, EEUU ha lanzado lo que se ha llamado con escaso criterio ‘la madre de todas las bombas’- no atómicas-, capaz de penetrar en los búnkeres que utiliza el ISIS en Afganistán. Los rusos se han precipitado en declarar que ellos tienen otra aún más potente, lo que indicaría quienes se están dando por aludidos. En este ambiente, un tanto enloquecido, todos ellos se han embarcado en una nueva guerra de armamentos que no augura nada bueno ni nuevo. Y lo peligroso de la situación es que hay algunos influyentes teóricos sobre seguridad que sostienen que es muy poco probable que las grandes potencias se ataquen. Olvidan, en mi opinión, conocidas lecciones de la Historia. Las guerras no empiezan por confrontaciones directas entre grandes potencias, sino por pequeños países que cuentan con grandes aliados. La Iª Gran Guerra comenzó por Serbia y el Imperio Austro-Húngaro, luego, en cadena, Rusia, Alemania, Francia, Gran Bretaña, el Imperio Otomano, EE.UU. La IIª Guerra Mundial por Polonia, con el ataque alemán, y después Gran Bretaña, Francia, la Unión Soviética, EE.UU., etc. Con las guerras de Corea y Vietnam, otro tanto de lo mismo, aunque en estos casos no se acabó en guerras mundiales. Ahora, si no se tiene cuidado, el enfrentamiento puede empezar en Siria con EEUU y luego Rusia, Irán, etc; o en Corea del Norte y EEUU y Corea del Sur. La lección de todo esto es que no siempre las grandes potencias controlan a sus socios menores y deberían tomar medidas para que no se les vayan de las manos... por el bien de todos nosotros.
(*) Nicolás Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas
Hay 1 Comentarios
Desde mi punto de vista deberíamos eliminar la división de la humanidad en naciones. Sé que es muy difícil, pero poco a poco debemos animar a ese cambio de mentalidad. No puede ser que las grandes empresas sean transnacionales, los capitales se puedan mover por todo el mundo siin control, mientras que los seres humanos nos encerramos en pequenos grupo que luchamos entre nosotros. Es un despropósito.
Un saludo
Publicado por: Juliana Luisa | 27/04/2017 11:42:23