(*) INMA BALLESTEROS Y ANA BELÉN SÁNCHEZ
El 5 de junio celebramos el día mundial del medioambiente. Este mismo día hace 45 años se iniciaba la Conferencia de Desarrollo Humano en Estocolmo. Era la primera vez que la comunidad internacional se reunía para hablar sobre medioambiente y buscar soluciones a la ya entonces creciente degradación ambiental. Fue un momento determinante en el desarrollo de políticas sobre protección del medio ambiente: se aprobó la creación del Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUMA), se comenzó el primer Programa de Acción Ambiental de lo que entonces era la Comunidad Europea, y se iniciaron los esfuerzos por entender mejor y encontrar soluciones a problemas globales como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad o la desertificación.
Once años después, en 1983, el llamado Informe Brundtland definía un nuevo concepto, el de desarrollo sostenible, por el que se trataba de reconciliar el desarrollo económico, la protección de los recursos naturales del planeta y el bienestar de todos sus habitantes, presentes y futuros. Hablamos a partir de entonces de los tres pilares del desarrollo (económico, medioambiental y social). A partir de ese momento el nuevo concepto de desarrollo sostenible se convierte progresivamente, aunque más en la teoría que en la práctica, en el objetivo final de las políticas de todos los países del mundo.
No obstante, y atendiendo a la complejidad del concepto desarrollo, UNESCO y la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible demandaron la inclusión de la cultura como cuarto pilar. Hasta ahora la cultura había sido considerada como parte del pilar social, hablándose de la sostenibilidad socio-cultural.
Es asumido que la cultura cubre todos los aspectos de la vida, incluidos los sociales. Habermass ya entendió el mundo de la vida asumiéndolo desde el punto de vista del individuo, de la cultura y de las sociedades, pues entre la cultura y las sociedades se produce una interacción continua. En este sentido, sabemos que la cultura moldea y articula el concepto de desarrollo y es imprescindible tomarla en consideración en cualquier acción que se quiera llevar a cabo. Uno de los múltiples estudios llevados a cabo para evidenciar la interrelación de la cultura con la sostenibilidad fue liderado en 2015 por la Universidad de Jyväskylä en Finlandia[1].
En el documento se destaca el poder de influencia de la cultura para contextualizar e interrelacionar los otros tres pilares del desarrollo, pues es la cultura la que proporciona contenido y significado a la acción del hombre sobre la tierra. Además, se pone en evidencia que la cultura es la raíz de la toma de decisiones, y este rol es fundamental para plantear un nuevo concepto de desarrollo al que debemos aspirar.
Por ello es necesario un enfoque de doble vía, por un lado de carácter sectorial implicando a los diferentes ámbitos de la creación, y por otro reclamando la presencia de la cultura en las políticas públicas económicas, sociales y medioambientales. Hay que destacar que las políticas públicas más efectivas han recibido informes sobre los aspectos culturales implicados, mejorando los resultados al entender de manera más profunda el contexto de aplicación[2].
Aún queda un largo camino para incorporar a las políticas públicas en España este doble enfoque sobre cultura y sostenibilidad. Por un lado sería necesario que las instituciones culturales redujeran su impacto ambiental y se comprometieran a reducir paulatinamente sus emisiones contaminantes, involucrando a su público y usuarios en este camino. Nuestro país es un referente cultural en el mundo y miles de personas visitan cada día nuestros museos, nuestras bibliotecas y centros culturales, teatros y demás centros de artes escénicas.
Aprendizaje y conocimiento
Tenemos una oportunidad de oro para que estos lugares se conviertan en altavoces y sirvan como lugar de aprendizaje y conocimiento sobre sostenibilidad. Podemos aprender de otras experiencias. El Museo Británico, por ejemplo, ha incluido la protección de la biodiversidad, el paisaje y la naturaleza, la reducción de la energía, el uso de energía solar y el reciclaje como elementos claves en la gestión y diseño de sus instalaciones. Lo ha hecho además involucrando a sus trabajadores y ampliando sus derechos ambientales en el lugar de trabajo.
Por otra parte, es imprescindible integrar la cultura en las políticas públicas en España para revertir el nivel de degradación ambiental de muchos de nuestros ecosistemas: alrededor del 50% de nuestros recursos hídricos se encuentran en mal estado[3], en gran medida debido al excesivo uso de productos químicos agrícolas. El 99% de los españoles[4] respiran aire contaminado cada día y las emisiones de CO2[5] y otros gases responsables del cambio climático han subido de nuevo.
Necesitamos cambiar nuestra relación con la naturaleza y pasar de ver nuestros ecosistemas como proveedores ilimitados de recursos (agua, alimentos, energía) a respetar los tiempos de regeneración de cada ecosistema, mucho más largos que nuestro usar-y-tirar y reconocer que nuestra supervivencia depende de su buen estado. Se trata pues, de cambiar nuestra forma de desarrollo y ‘conectarnos con la naturaleza’ tal y como nos recuerda Naciones Unidas en el día de hoy.
Queremos dejar constancia de que la evolución de la sociedad debe ir enfocada a un modelo más sostenible. Esto implica romper con moldes devastadores en lo económico y alienantes en lo cultural. Es necesario trabajar conjuntamente por una modernidad basada en el paradigma de la sostenibilidad y reconectar al ser humano con la naturaleza, integrando la diversidad cultural de los pueblos y utilizando una nueva cosmovisión como elemento articulador de una práctica cultural más inclusiva.
[1] Conclusions from the COST Action IS1007 Investigating Cultural Sustainability. University of Jyväskylä, 2015.
[2] Politics, policy and culture, Coyle, B. and Ellys,R. Westview Press, 1994.
[3] Informe sobre sostenibilidad en España 2016, Fundación Alternativas, 2016.
[4] Calidad del aire en el Estado español 2015, Ecologistas en Acción, 2015
[5] Inventario Nacional de Emisiones 1990-2015, Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medioambiente, 2017
(*) Inma Ballesteros es directora del Observatorio de Cultura y Comunicación de la Fundación Alternativas y Ana Belén Sánchez es coordinadora del Área de Sostenibilidad de la Fundación Alternativas
Hay 1 Comentarios
Muchas gracias por este artículo. Es importantísimo, en efecto que desde nuestras instituciones culturales apoyemos la causa del desarrollo sostenible. No sólo en el ámbito del medio ambiente sino también en otras áreas dentro de los Objetivos de Naciones Unidas como la igualdad de género. Proyectos expositivos o talleres culturales formativos son una plataforma ideal para crear concienciación social en este aspecto. Gracias por la inspiración.
Publicado por: Belen Garcia-Noblejas | 05/06/2017 17:17:55