ANA BELÉN SÁNCHEZ (*)
Un operario instala placas solares en un tejado.
Sin duda España es un país de contrastes. A pesar de ser uno de los países que disfruta de más horas de sol del mundo, estamos a la cola en su aprovechamiento. Alemania, con muchas menos horas de sol, tiene instalada ocho veces más energía solar fotovoltaica que España. Hay varias razones que explican esta paradoja. Una de ellas tiene que ver con las enormes dificultades existentes para autoabastecerse energéticamente en España. En países vecinos como Portugal o Francia, no sólo no se dificulta este tipo de instalaciones, sino que se promueven. Y lo hacen por varias razones: económicas (reducción de la factura energética individual y colectiva, como país), ambientales (reducción de la contaminación y lucha contra el cambio climático) y sociales (creación de empleo e innovación industrial).
En estos momentos en los que los ministerios de Energía y Medio Ambiente están trabajando en la nueva Ley de Cambio Climático y Transición Energética es bueno echar un vistazo a estos países y ver qué podemos aprender de estos casos.
Consenso político y seguridad jurídica: Tanto en Portugal como en Francia las leyes energéticas cuentan con el apoyo de la mayor parte de los partidos políticos. Los objetivos de producción con fuentes de energía renovables y de descarbonización del sistema han sido negociados y debatidos y han contado con la participación de la ONGs, sindicatos, empresas, gobiernos locales y regionales y demás grupos interesados en el tema. Los costes del sistema se analizan con cuidado y la tarifa se calcula en función de costes reales. En Francia se lleva hablando de este tema (y de otros muchos relacionados con la economía verde como la protección de la biodiversidad, los edificios bajos en consumo de energía y otros) desde 2007, momento en el que el presidente Sarkozy comienza un proceso de diálogo social sobre la relación entre la economía, la sociedad y la ecología en Francia denominado Grenelle de l’Environnement. Ocho años después, en 2015, y con otro gobierno en el poder se aprueba la nueva Ley de Transición Energética francesa que establece el objetivo de reducir un 25% de producción nuclear del país y el compromiso de producción de un 40% de energía con fuentes de energía renovable en 2030.
Creación de empleo y desarrollo industrial: Una de las razones por las que en Portugal se ha mantenido el apoyo a las renovables incluso durante los peores años de la crisis económica ha sido el enorme potencial de creación de empleo descentralizado y no deslocalizable de este tipo de instalaciones. Más de mil pymes se dedican a la instalación y mantenimiento de las pequeñas y grandes instalaciones fotovoltaicas que existen a lo largo del país. Además, el sector empresarial cuenta con la confianza que da la estabilidad legislativa existente en relación a la política energética. En otras palabras, no tienen miedo a continuar sus inversiones en el sector porque saben que la ley no cambiará mañana. Esta es una diferencia fundamental con el caso español, donde la inestabilidad normativa ha reducido el atractivo del mercado renovable a niveles mínimos (en 2016 España se situaba en la posición 28 de 40 países analizados por E&Y, por debajo de países como Turquía, Filipinas, Marruecos o Egipto). El resultado en empleo ha sido devastador. España destruyó prácticamente la mitad del empleo en el sector, pasando de 143.000 personas empleadas en 2008 a 75.000 en 2015. En Alemania la política de transición energética conocida como Energiewende también fue aprobada con un amplio consenso político del parlamento, que tras el accidente nuclear de Fukushima en 2011 puso fin al cierre de todas las nucleares en 2022 y propuso que el 80% de la electricidad fuera producida con renovables en 2050.
El papel de los gobiernos municipales: En Alemania la revolución energética renovables ha sido liderada por los gobiernos municipales que tradicionalmente han apostado y apoyado el autoconsumo descentralizado en tejados de edificios y granjas en primer lugar y a través de las ‘huertas solares’ más tarde. El ayuntamiento de Múnich fue uno de los primeros en hacerlo. Para ello se 'remunicipalizó 'la empresa eléctrica, lo que permitió apostar por las renovables. Y se hizo por una cuestión económica y de creación de empleo. Muchos municipios le siguieron y se transformaron en grandes productores renovables que ahora ‘exportan’ su energía a poblaciones vecinas menos avanzadas en el camino renovable.
Innovación empresarial: Alemania sigue siendo un país innovador en este campo, no sólo en el desarrollo de la tecnología, sino también en la relación entre productores y consumidores. Por ejemplo, la empresa EON está fomentando el autoconsumo entre sus clientes haciendo uso de las posibilidad que abre la economía digital a través de su servicio SolarCloud, por el que sus clientes pueden utilizar una cuenta de electricidad virtual para almacenar la energía producida y consumirla en el momento que la necesiten. Pueden utilizar la energía para recargar el vehículo eléctrico por ejemplo, compartir la energía producida con amigos o venderla a los vecinos. En Francia, EDF ha lanzado su servicio integral para proyectos energéticos para hogares y empresas que tiene al autoconsumo (con energía solar o eólica) como eje. Existe una garantía de compra por parte de EDF de la electricidad sobrante. Los autoproductores firman un contrato con la empresa 20 años. En Portugal EDF ha diversificado su negocio y ofrece instalaciones de autoconsumo, movilidad eléctrica y auditorías energéticas para hogares y empresas.
Una legislación sin trabas: El elemento fundamental en los tres casos ha sido la normativa que facilita, no dificulta, el autoconsumo energético. En Portugal las instalaciones más pequeñas (hasta 1,5 kW) no necesitan ningún trámite, las medianas (hasta 200 kW) sólo necesitan comunicación previa (que puede hacerse por internet) y las grandes sólo deben informar a la empresa eléctrica. Se ha previsto que exista un impuesto que deberán pagar las instalaciones que autoconsuman una vez que este tipo de instalaciones superen el 3% del total de la energía instalada, que no resulta desincentivador en ningún caso. Se calcula que para una vivienda sería de unos 3 € al año. En Francia se están dando ayudas de 1.200 € a lo largo de 5 años para las instalaciones pequeñas (hasta 3 kW) y de 10.000 € para las más grandes, y existe un marco de licitación para instalaciones de autoconsumo. Otro de los elementos interesantes aprobado en Francia es la posibilidad de que existan instalaciones de autoconsumo colectivo, lo que permite que comunidades de vecinos puedan autoconsumir la energía de sus instalaciones solares integradas en sus azoteas.
¿Y España? Aquí sin embargo varios elementos de la normativa actual desincentivan las inversiones: largos y complicados trámites administrativos, la necesidad de instalar doble contador y por supuesto el peaje de respaldo (también conocido como impuesto al sol) impiden de facto este tipo de instalaciones. En cualquier caso, lo más complicado es la incertidumbre normativa. El tribunal constitucional ya ha puesto en entredicho varias secciones del RD 900/2015. ¿Quién va a querer invertir bajo un marco regulatorio cambiante? Casi nadie. Según la Unión Española Fotovoltaica (UNEF), sólo se han registrado 16 MW de autoconsumo, el 0,01% del consumo eléctrico total. Se calcula que el saldo positivo en retornos fiscales y costes anuales evitados al Estado supondrían 73 M€ de la instalación de 100 MW al año de este tipo de proyectos.
Nuestros vecinos ya han demostrado que las instalaciones de autoconsumo no sólo no son perjudiciales para el sistema energético del país, sino que pueden ayudar (y de hecho son claves) para avanzar en la transición energética, hacer posible la innovación tecnológica y luchar contra el cambio climático. Entender el acceso, la producción y el consumo de la energía como un derecho de todos permitiría encontrar soluciones de consenso que beneficiarán a la mayoría y que colocarán a España en la senda de la innovación, de la creación de empleo verde, de la lucha contra la pobreza energética y la reducción de la contaminación.
(*) Ana Belén Sánchez es coordinadora de Sostenibilidad de la Fundación Alternativas.
Hay 1 Comentarios
Es vergonzoso, En los primeros años de la década de los 70 la Comunidad de Castilla y León me concedió una subvención para. junto con otros dos compañeros, estudiar las posibilidades de la energía solar y construir unos paneles solares con ayuda de un centro de investigación madrileño,. Pronto todo desapareció.
La mayor dificultad se encuentra en las grandes empresas, que creen que con ello van a disminuir sus ganancias.
Perdonen. Ha sido un desahogo.
¿Qué podemos hacer?
Un saludo
Publicado por: Juliana Luisa | 23/06/2017 20:15:00