ANA BELÉN SÁNCHEZ (*)
La playa de Levante de Benidorm, repleta de veraneantes. / ROSA FUSTER
El año 2017 ha sido nombrado por Naciones Unidas como el Año Internacional de Turismo Sostenible. El objetivo del nombramiento es el de concienciar a la sociedad de la necesidad de practicar un turismo responsable. Es decir, un turismo que respete el medio ambiente y minimice al máximo el impacto que hace sobre el entorno, no sólo a nivel ambiental, si no también cultural.
Sin duda, el turismo es uno de los motores que mueven la economía y el empleo en España. Emplea al 13% de los trabajadores y las trabajadoras de España, casi 2,5 millones de personas. Cada año se bate el récord no sólo de número de turistas que llegan a España sino también de gasto por turista. En 6 años, desde 2010 a 2016, se ha aumentado un 57% el ingreso obtenido por el sector, situándose en 77.000 millones de euros.
España se ha visto beneficiada por la situación geopolítica internacional. Turistas que antes elegían Egipto, Turquía o Túnez como destino de sus vacaciones ahora eligen Portugal, España o Croacia como lugar de descanso. Esta situación ha colocado a España como uno de los principales destinos turísticos del mundo, el tercero más visitado después de Francia y Estados Unidos. Y todo parece indicar que esta tendencia crecerá en el futuro.
En este marco de crecimiento del sector conviene preguntarse, ¿hasta qué punto puede considerarse sostenible el turismo en España? Echemos un vistazo a algunos de los datos recogido en el Informe de Sostenibilidad de España 2017 publicado por la Fundación Alternativas[1] y que explican cómo se ha desarrollado el sector en España:
- Gran concentración de la demanda: Tres comunidades concentran más de la mitad de los visitantes extranjeros. Cataluña, Baleares y Canarias. Más de 44 millones de turistas en total. Si añadimos Andalucía y Madrid, tendremos el lugar de destino del 90% de los turistas extranjeros. En el otro extremo se sitúa La Rioja, Castilla La Mancha y Extremadura, que sólo recibieron a algo más de medio millón de turistas de otros países. Esta concentración de turistas tiene un impacto drástico en la economía y sociedad de los destinos: el sector crece en forma de monocultivo económico, desplazando otras actividades y desmantelando o frenando el desarrollo de un tejido productivo y social alternativo. Las posibilidades de encontrar el empleo que no esté vinculado al turismo son mínimas, no hay incentivos a la innovación ni a la inversión en sectores diferentes, lo que provoca un empobrecimiento social y económico de la población.
- Precariedad laboral: El crecimiento en número de visitantes que llegan a España no se ha visto acompañado de un aumento similar en empleados. Mientras que entre 2008 y 2016 el número de turistas extranjeros aumentó en casi un 20%, el número de plazas hoteleras en un 9% y la rentabilidad media por habitación en 11 puntos, el número de trabajadoras y trabajadores del sector sólo ha crecido un 0,63% en este mismo periodo[2]. La creciente externalización de los servicios de limpieza de habitaciones y bloqueo de la negociación colectiva sectorial resultado de la reforma laboral del 2012, se ha traducido en una reducción drástica de los salarios, un aumento de la carga de trabajo y de la economía sumergida.
- Aumento de la ‘turismofobia’: Ciudades como París, Roma, Venecia o Ámsterdam han sido protagonistas del impacto del turismo de masas que han transformado el entorno de tal forma que han provocado la oposición de la población local a los turistas. En Barcelona, Madrid o Ibiza se han dado situaciones parecidas. Los vecinos han protagonizado diferentes campañas anti-turismo. Se quejan del aumento de precios de la vivienda, de la desaparición del comercio tradicional y del aumento de ruido y suciedad que provocan problemas de convivencia. No ven claras las ventajas que el turismo les reporta. En otros destinos nacionales donde el turismo de masas está aún en una etapa incipiente como San Sebastián, ya han sonado las primeras voces de alerta que llaman a una gestión sostenible del sector que evite situaciones de conflicto entre población local y turistas, como las vividas en esos otros destinos.
- Impacto ambiental y uso de recursos naturales: Se calcula que cada millón de turistas que recibe España consume y genera 11 millones de litros de combustible, 300 millones de litros de agua, 2 millones de kilos de alimento, 25 millones de kilos de CO2 y toneladas de residuos, que ensucian playas y valiosos ecosistemas marinos y terrestres. Se estima que el sector produce el 5% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global. El 75% de estas emisiones se producen durante el viaje y el 20% durante la estancia. El resto están relacionadas con las actividades realizadas en el lugar de destino[3]. Por otra parte, el impacto del cambio climático es más que evidente en las regiones turísticas españolas: aumento del nivel del mar, más olas de calor y aumento de temperaturas medias, más incendios y de mayor gravedad e incremento de lluvias torrenciales y otros fenómenos meteorológicos extremos.
Ante estos retos sólo cabe tomar medidas. Aquí van algunas ideas:
Por un lado, las instituciones públicas, organizaciones turísticas -públicas y privadas- y empresas deben concienciarse sobre el problema y trabajar de forma activa y urgente, incorporándolo en sus estrategias de negocio y en las políticas públicas, evitando quedarse en meras declaraciones de intenciones y ‘greenwashing’ empresarial, y pasar a la acción real, contando con la participación activa de las poblaciones locales. Además, el impacto ambiental de las actividades turísticas debe ser correctamente evaluado y se deben tomar medidas que reduzcan el ruido, la contaminación, la generación de residuos y el uso de energía, apoyando el uso de energías renovables, el reciclado y la movilidad sostenible, basada en transporte público, uso de medios no motorizados y vehículos eléctricos. Es fundamental entender que España no sólo es sol y playa. Disfrutamos de la biodiversidad más rica de Europa. Los 15 parques nacionales, 48 reservas de la biosfera, más de 120 zonas de vías verdes y la extensa Red Natural 2000 pueden ubicar un tipo de turismo de bajo impacto ambiental y mayor impacto (positivo) local. Por último y de manera prioritaria, el respeto por los derechos laborales y el trabajo de calidad debe ser la base las políticas laborales públicas y de recursos humanos empresariales.
[1] Informe sobre Sostenibilidad en España 2017. Cambio de Rumbo, tiempo de Acción. Fundación Alternativas, 2017
[2] Informe de la actividad turística y el empleo 2016. CCOO Servicios, 2017
[3] Organización Mundial de Turismo. Climate Change and Tourism. Frequently Asked Questions. 2017
(*) Ana Belén Sánchez es coordinadora del Área de Sostenibilidad de la Fundación Alternativas
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