DANIEL LEGUINA (*)
Brigadistas luchan contra un incendio en A Coruña. / ÓSCAR CORRAL
El cambio climático no provoca más incendios, pero sí hace que sean más virulentos. La subida de las temperaturas seca vegetación y suelo, aumentando la aridez, lo que facilita las condiciones para el fuego. Galicia ha ardido por los cuatro costados a mediados de octubre, cuando las lluvias debían haber hecho acto de presencia hacía semanas. Cuatro personas han muerto y se calcula que las llamas han devorado unas 35.500 hectáreas.
Según Greenpeace, 2017 está siendo el tercer peor año del último decenio en España -sólo superado por 2012 y 2009-, con casi 101.000 hectáreas quemadas y 11.600 incendios, de los cuales 22 han tenido dimensiones superiores a 500 hectáreas. Hoy en día, el problema de fondo no son los incendios en general, sino aquellos de alta intensidad y difícilmente controlables, los grandes incendios forestales (GIF) en los que arden más de 500 hectáreas, según afirma la investigadora Lourdes Hernández en el último Informe de Sostenibilidad de la Fundación Alternativas.
Este trabajo también establece que los avanzados dispositivos de extinción actuales no han logrado reducir el número de GIF, claro síntoma del estado de vulnerabilidad de las masas forestales. De media al año se producen 23 GIF. Apenas suponen un 0,12% del total, pero en ellos arde el 37% de la superficie media que se incendia anualmente. Grandes incendios que no solo no disminuyen, sino que además son cada vez más grandes, destructivos e imposibles de apagar por los dispositivos de extinción: en la última década se ha incrementado en un 25% su tamaño y en 2015 fueron un 50% más grandes.
Tampoco se han escapado de las llamas Asturias y Portugal -36 personas fallecieron en el país vecino y en junio murieron 64-, y al otro lado del Atlántico, California ha sufrido los peores incendios desde 2007 con 40 muertos, 100.000 evacuados y 90.000 hectáreas calcinadas. Son datos estremecedores que pueden aumentar en los próximos días por el elevado número de heridos. A principios de año en Nueva Zelanda hubo un muerto y más de 1.000 desplazados. En 2016 le tocó el turno a Australia. Es decir, que lo que está detrás de todo no puede ser sólo una política forestal equivocada: hay un factor agravante que es el cambio climático, y que afecta a todo el planeta.
El calentamiento global dio lugar a un verano más caluroso y con menos lluvias, y lo mismo está ocurriendo con el otoño, con temperaturas más altas de lo normal en octubre, según la Aemet. La sequía continuará de manera alarmante, con los embalses al 37% de su capacidad. Es la tendencia para los próximos años.
La situación es muy preocupante y son muchas las voces que llevan lustros avisando de la tragedia. Los recortes del Gobierno a las partidas presupuestarias de medio ambiente perjudican sobremanera a la adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático. Este año, el recorte en el programa de lucha contra la contaminación y el cambio climático ha sido del 45%, pasando su presupuesto de 50,85 a 27,64 millones de euros.
Con menos dinero para el medio ambiente, actuaciones fundamentales como la prevención y gestión de riesgos de sequías e inundaciones que afectan a las cuencas hidrográficas, la mejora del estado de calidad de las aguas y ecosistemas, la conservación y protección del patrimonio de medioambiental, o la gestión de los residuos están juego.
Recortes en enseñanza medioambiental
En un reciente informe de la Fundación Alternativas titulado ‘Educación para la Sostenibilidad en España. Reflexiones y propuestas’, se advierte sobre los recortes en enseñanza medioambiental, que “han hecho desaparecer unidades de sostenibilidad” en las universidades españolas, “principalmente en actividades de sensibilización y educación ambiental”.
El trabajo aclara también que “el cambio social hacia la sostenibilidad sólo será posible si se produce un cambio en la priorización de las políticas que se aplican por parte de los dirigentes, políticos y gestores actuales. No podemos esperar a que las nuevas generaciones lleguen a tomar el poder de las decisiones. La mayoría de los problemas necesitan soluciones inmediatas”.
La causa principal de calentamiento del planeta son los gases de efecto invernadero, provocados por la actividad humana. Según el libro ‘Temperaturas extremas y salud. Cómo nos afectan las olas de calor y frío’, de Cristina Linares, Rocío Carmona, Cristina Ortiz y Julio Díaz, “unas 250.000 personas morirán al año entre 2030 y 2050 como consecuencia del aumento de los efectos de las enfermedades, las alergias, el incremento de los contaminantes atmosféricos, las inundaciones o sequías que provocarán escasez de alimentos, y los desplazamientos de la población más vulnerable”.
Esta obra indica asimismo que los mayores de 65 años es la “población de mayor riesgo” a las olas de calor y frío. Las causas de mortalidad asociadas al calor son el “agravamiento de patologías circulatorias y respiratorias previamente existentes; mientras que para el frío son los procesos infecciosos relacionados con las bajas temperaturas. La mortalidad asociada al calor en España puede llegar a ser, en el año 2100, hasta 12 veces la actual”.
La Agencia Europea del Medio Ambiente avisa sobre la degradación de los ecosistemas naturales debido a la contaminación. La deposición atmosférica de azufre y nitrógeno tiene efectos acidificantes en los suelos y aguas dulces, que afectan a la biodiversidad. En España, la polución causará eutrofización, con mares llenos de algas y medusas que ahuyentarán al turismo.
Las políticas ambientales requieren acción y cooperación a nivel mundial, europeo, nacional y local, y deben alcanzar a todos los sectores económicos y comprometer a la población. Son necesarias soluciones rápidas a un problema muy grave que afecta a todos y para el que cada vez hay menos tiempo.
(*) Daniel Leguina es responsable de Comunicación de la Fundación Alternativas
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