ENRIQUE BUSTAMANTE (*)
Protesta en Torrespaña por la cobertura del referéndum catalán. @GALLEGO_MARGA
Desde numerosas asociaciones y entidades se ha denunciado estas últimas semanas la manipulación sistemática de RTVE al servicio de la perspectiva gubernamental en el conflicto catalán, y su silenciamiento de todas las otras voces en presencia. Pese a que estas críticas han sido sostenidas también internamente por muchos de sus profesionales, han sido respondidas por sus directivos despectivamente, incluso en sede parlamentaria.
Desde muchos medios de comunicación se ha resaltado asimismo la visión militante de la Corporación Catalana de Radio y Televisión por la causa separatista, sin que las posiciones contrarias hayan recibido más que ataques o apelativos negativos. Pese a la irrupción de esta visión ‘pedagógica’ incluso en programas infantiles, los directivos de TV-3 han despreciado estas críticas. En ambos casos, los gestores del servicio público se reclaman abiertamente de su obediencia gubernamental, incluso cuando son reprobados por el parlamento.
La simetría de origen en 2012 de ambas situaciones es todavía más llamativa: en Cataluña, Convergencia i Unió gozó del apoyo de los votos parlamentarios del PP para conseguir la regresión de la regulación catalana en el nombramiento de los directivos y consejeros de la CCRTV, pasando de los dos tercios a la mayoría absoluta en segunda instancia (Ley catalana 2/2012 de 22 de Febrero. DOGC 27-2). En Madrid, el Gobierno del PP consiguió un retroceso democrático similar gracias al apoyo de CIU, para designar a dedo a los gestores y consejeros de RTVE sin ninguna negociación con la oposición (Real Decreto Ley 15/2012 de 20 de abril).
Ni el PP ni el PdCat, heredero de CIU, han pedido perdón estos últimos meses por esta deformación mutua y solidaria del servicio público que ha echado abundante gasolina al fuego en ambos campos. Para más similitud, el Consell Audiovisual de Catalunya, dominado también por el Govern, ha obviado toda condena a la manipulación de TV-3 o de Catalunya Radio, mientras que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia ni siquiera se ha planteado el problema en RTVE.
Caída de las audiencias
En los cinco años transcurridos, ambas radiotelevisiones públicas han caído en picado en sus audiencias, dañando profundamente el peso social del servicio público en la sociedad española y catalana. TVE-1 por ejemplo ha perdido un cincuenta por ciento de su tasa de share, mientras que TV-3 ha perdido 4 puntos y ve su liderazgo relativo amenazado también por las cadenas privadas, aunque en su deriva independentista de septiembre haya conseguido recuperar una parte.
Ahora, después de numerosas batallas, la oposición en el Congreso ha conseguido aprobar una ley (5/2017 de 29 de septiembre) que promete hacer regresar a RTVE al pluralismo, mientras que en Cataluña, ERC y la CUP parecen sentirse cómodos con una visión unidimensional del mundo, sin que la oposición haya conseguido revertir la contrarreforma.
En fin, en ambos ámbitos, el problema no es sólo de pluralismo partidista, sino también de la escasa diversidad de valores de sociedad, del extravío de sus misiones de servicio público. Por casualidad, en estos años ambas entidades estatales han hundido sus inversiones y su labor de promoción de la producción audiovisual independiente y de la cultura en general.
Desde esta perspectiva, dos caras simétricamente deformadas de nuestra sociedad se alimentan también mutuamente. La equidistancia se impone en ocasiones.
(*) Enrique Bustamante es catedrático de Comunicación Audiovisual de la UCM
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