JOSÉ ENRIQUE DE AYALA (*)
Imagen de uno de los trenes de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid.
Temprano levantó la muerte el vuelo... A las 7.35 del 11 de marzo de 2014, diez explosiones en cuatro trenes de cercanías sacudieron Madrid, causando 193 víctimas de 17 nacionalidades, y más de 1.800 heridos de distinta gravedad. Gente pacífica que iba a su trabajo o sus asuntos. Fue, y todavía es, el más sangriento atentado terrorista en Europa, si descontamos el que hizo caer, en 1988, a un avión de la PanAm en la ciudad escocesa de Lockerbie. Han pasado 14 años, pero no olvidamos, ni olvidaremos. Los que hicieron estos atentados, los que han hecho todos los atentados, tenían su odio. Nosotros, tenemos la memoria. Y la libertad.
Pocos días después, el Consejo Europeo instituyó, a propuesta del Parlamento, el 11 de marzo como el Día Europeo en Memoria de las Víctimas del Terrorismo. Desde entonces, ha habido en Europa al menos 30 atentados con víctimas mortales, 416 en total. Ámsterdam, Londres, Toulouse, Bruselas, Copenhague, París, Berlín, Manchester, Barcelona…. Y muchas más, decenas de miles, en todo el mundo –principalmente en países de mayoría musulmana– que tampoco podemos olvidar. Todas las víctimas del terror son igualmente dolorosas para la humanidad y todas merecen nuestra solidaridad.
Hoy es un día para el recuerdo de los que ya no están. También para la atención y el apoyo a muchas víctimas que aún andan por nuestras calles, porque sufrieron atentados o porque perdieron a un ser querido, que es también una forma –dilatada– de la muerte. Y, finalmente, es un día para la reflexión. Nada justifica ni explica la matanza de inocentes, si no es el odio irracional y vengativo. Tal vez debamos preguntarnos qué mundo hemos creado en el que la voz de algunos no se oye, y la de otros solo suena a dinamita y a disparos. Y qué podemos o debemos hacer para que esto acabe, más allá ejercer nuestro derecho a protegernos. Cómo vamos a llegar a ese mundo sin violencia que todos deseamos. Sin ningún tipo de violencia. Ni física, ni económica, ni política, ni social.
No podemos odiar, porque nuestro odio es su victoria. No podemos tener miedo, porque nuestro miedo les estimulará para seguir con su locura asesina. Solo podemos derrotarlos si seguimos con nuestra vida normal, a pesar del dolor. Si les demostramos que su maldad es inútil, que nada van a conseguir matando inocentes. Si nos mostramos firmes, serenos, activos, si somos capaces de sobreponernos, de trabajar para proteger a todos y al mismo tiempo para ayudar a todos a comprenderse mejor, el odio no prevalecerá.
Miles nos han dejado a causa del fanatismo brutal de unos pocos. Descansen en la paz que sus asesinos jamás encontrarán. Hay muchos más que siguen viviendo, con el dolor y la ausencia, heridos en su cuerpo o en su alma ¿Qué podemos deciros? No estáis solos. Os necesitamos. Vuestra memoria es nuestra libertad.
(*) José Enrique de Ayala es miembro del Consejo de Asuntos Europeos de la Fundación Alternativas
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