LUIS PALOMO (*)
Una consulta en un Centro de Atención Primaria de Sant Adrià del Besòs. / ALBERT GARCIA
El 12 de abril se celebra el Día de la Atención Primaria y este año hace cuarenta de la conferencia de Alma-Ata, hecho que está en el origen de su implantación y desarrollo en España. Menudearán los análisis para sumarse a estas celebraciones porque, además, la Atención Primaria no pasa por sus mejores momentos. Sufre las consecuencias de los recortes, que se manifiestan, entre otras cosas, en la pérdida de la universalidad para colectivos vulnerables (emigrantes); en la implantación de los copagos farmacéuticos, que han afectado, sobre todo, a pensionistas y desempleados; en la reducción progresiva de su financiación y, como consecuencia, en pérdidas de puestos de trabajo, en la no reposición de las bajas, en incrementos de personal subempleado y precario, en el deterioro de los edificios y del equipamiento, etc.
A todo ello hay que sumar deficiencias crónicas que no se han subsanado como, por ejemplo, las limitaciones en el acceso a pruebas diagnósticas; la no inclusión de las clases dirigentes, especialmente del mutualismo administrativo (MUFACE); la ausencia de su cuerpo de conocimientos en la enseñanza universitaria y, en términos más generales, el creciente hospitalocentrismo, la sobremedicalización de la sociedad y la utilización demagógica de las promesas asistenciales por parte de los políticos.
A pesar de estos inconvenientes, que han llevado a gran parte de los profesionales desde la frustración al nihilismo, y a pesar de la escasa presencia de la participación comunitaria, la Atención Primaria española aporta fuertes ventajas administrativas, como racionalizar la oferta asistencial; compartir la historia clínica; ampliar el horario asistencial; los centros de salud son más accesibles; hay posibilidad de programar la asistencia; se han introducido criterios de gestión en algunos procesos asistenciales; se evalúa la calidad; se contemplan mecanismos de incentivación, han mejorado los sistemas de información, etc.
Además, la Atención Primaria española sigue contando con el aprecio de la población y, a nivel internacional, es considerada una atención primaria prestigiosa y fuerte en los análisis comparativos, al mismo nivel que las mejores consideradas de Europa: Reino Unido, países nórdicos, Portugal, etc. En la práctica, el éxito de la Atención Primaria parece debido, en gran medida, a un sobreesfuerzo de los profesionales (pese a su elevada temporalidad y bajo nivel salarial en comparación con otros países europeos), lo cual ha permitido compensar los defectos del sistema, las deficiencias estructurales y la ausencia de liderazgo en los niveles de gestión y de organización profesional. Dicho esfuerzo se sostiene por la vocación de esos profesionales de dedicación al enfermo, a pesar de todas las dificultades.
Equidad, prestigio, universalidad
Para que la Atención Primaria siga contribuyendo a la mejora de los indicadores de salud, es necesario que el sistema sanitario supere los obstáculos específicos a la atención equitativa y atienda las necesidades de salud de las poblaciones desfavorecidas, y esto requiere planificación centrada en la equidad con herramientas efectivas y prácticas, y la evaluación del impacto en salud de las medidas favorecedoras de equidad. En los momentos actuales de crisis económica, la actividad de los servicios de salud debe intentar disminuir las desigualdades sociales injustas, y no contribuir a crear nuevas desigualdades (servicios diferenciados para ricos y pobres, vía privatizaciones y copagos, por ejemplo).
Es necesario retirar el RDL 16/2012, porque es una barrera al acceso universal a la asistencia sanitaria para la población más necesitada, fundamentalmente inmigrantes en situación irregular; o para ciudadanos europeos sin recursos que viven en España, o para padres, madres, abuelos y abuelas que llegan a España fruto de un proceso de reagrupamiento familiar. Cinco años después de la entrada en vigor del RDL, eran 873.000 las tarjetas sanitarias retiradas.
Otra medida de legitimación social y política del sistema sanitario consiste en incluir los derechos a la protección a la salud y a la asistencia sanitaria en el Capítulo II del Título primero en una futura reforma de la Constitución y en integrar todos los sistemas públicos de protección sanitaria en un sistema único basado en la condición de ciudadanía española, suprimiendo a los efectos sanitarios las mutualidades de funcionarios y los sistemas de protección existentes para otros profesionales específicos.
Respecto a las demandas de los profesionales, cuando estos abandonan el nihilismo y la cultura de la queja, los profesionales más motivados reclaman: 1/ más financiación; 2/ más autonomía organizativa en los centros de salud para adecuar su estructura, su funcionamiento y sus prestaciones a las capacidades disponibles y a las características de la población; 3/ cambios normativos que favorezcan la flexibilidad organizativa y la dotación de personal; 4/ más acceso a pruebas diagnósticas y más capacidad resolutiva; 5/ más facilidades en la coordinación con el hospital y con los servicios sociales; 6/ mejoras en los sistemas de información para evaluar discrecionalmente actividad, calidad y resultados; 7/ incentivación de la persecución de la excelencia; 8/ acuerdos con la administración transparentes y revisables, basados en criterios de calidad de la actividad y de los resultados en salud; 9/ estímulos a la formación continuada y a la investigación; y 10/ favorecer la participación efectiva de la comunidad.
En el documento de la Fundación Alternativas ‘La Atención Primaria española: Situación actual y perspectivas cuarenta años después de Alma-Ata’, concluimos, entre otras cosas, que el modelo organizativo de la Atención Primaria no ha logrado exprimir todas sus posibilidades debido a los corsés propios del conjunto de la Administración pública, especialmente la contratación y gestión del personal; al decrecimiento de la financiación; al abandono de la gestión propia a favor de las gerencias unitarias y hospitalarias; y al descuido del conjunto de la Atención Primaria por parte de los gestores (abandono de la participación social y profesional, falta de estímulos, desprecio hacia la enfermería, etc.), a pesar de lo cual pensamos que la Atención Primaria española, en cuanto nivel asistencial bien definido, por su buena contribución a los indicadores de salud, a la satisfacción de la población y al ajuste de los costes sanitarios, hoy por hoy no tiene una alternativa organizativa global mejor.
(*) Luis Palomo es doctor en Medicina y especialista en Medicina Familiar y Comunitaria
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