VICENTE PALACIO (*)
Donald Trump, durante una comparecencia en el Despacho Oval. / EVAN VUCCI (AP)
¿Por qué Donald Trump ganó las elecciones a la Presidencia de EEUU? Porque supo echar a la cabeza de las élites políticas y económicas toda la basura que había acumulado EEUU desde el fin de la Guerra Fría. Y mucha de esa basura tenía que ver con las defraudadas expectativas del libre comercio.
Es tal la fuerza del personaje, que a veces nos olvidamos que Trump no inventó el proteccionismo; por el contrario, él es su consecuencia. Cuando entró de lleno en política, en la etapa final de Barack Obama, los mega-acuerdos comerciales estaban bajo sospecha; el TTIP con Europa ya estaba muerto, y el TPP con el Pacífico no convencía a muchos, a derecha e izquierda. Era simplemente cuestión de tiempo que el viento de la ira de los perdedores de la globalización enterrase el libre comercio global. Lo nuevo es que, con Trump, hemos pasado de las legendarias Hawley-Smoot (ley de Aranceles de 1930) y la política del beggar your neighbour (fastidia a tu vecino) del periodo de entre-guerras, a otra variante diferente: el neighbour harassment (acosa a tu vecino). El objetivo principal es que tu vecino mueva ficha, por las buenas o por las malas.
Este presidente es el caos y la incertidumbre continuos: los que mejor lo saben son quienes trabajan (y los que ya no) con él en la Casa Blanca. Una máquina andante de subvertir reglas dentro y fuera de EEUU. Ahora bien, el caos tiene también una capacidad re-ordenadora, sobre todo si se lleva adelante de una manera deliberada, como es el caso. Cunde una sospecha: ¿Y si los episodios del superávit chino/Xi Jin Ping; de Corea del Norte/ Líder Supremo, Kim Jong-un, y ahora Guta-Al Assad; o las salidas de tiesto con el Acuerdo del Clima de París, o el Pacto nuclear con Irán, fueran en realidad partes de una estrategia negociadora bien calculada, y ésta a su vez la Gran Estrategia que le faltaba a EEUU? Pues eso significaría que este presidente sería el más listo de la Historia.
Pero dejemos eso para la nueva Ciencia de la Trumpología (a la que tanto se dedican los mismos expertos denostados por Trump). Lo que está claro es que el caos avanza, y de forma peligrosa. En Europa estamos asumiendo esta nueva Guerra Fría según la cual Moscú ya no es el único villano, sino que hay otros más, dependiendo del momento y del asunto. En realidad, Putin y Trump se refuerzan mutuamente de cara a sus electorados internos, y hay mucho de pantomima en sus represalias mutuas. Al mismo tiempo, se supone que los dirigentes chinos reaccionarán en positivo para compensar a su contraparte estadounidense, aumentando el consumo e importaciones de Norteamérica (en lugar de reducir las exportaciones), o invirtiendo más en EEUU. Pero: ¿y si eso no ocurre? ¿Y si los mercados se vuelven locos un día de estos? Casi sin darnos cuenta, estamos jugando otra vez a lo mismo del pasado: a que el gran accidente no ocurrirá, que nadie detonará una Gran Represalia capaz de hacer volar por los aires el sistema internacional entero.
En realidad, Trump no espera ganar económicamente la guerra comercial con China, Mexico, Europa, ni Rusia. Por definición nadie puede ganar una guerra en la era de la interdependencia. Incluso Trump sabe que no tiene razón en muchos aspectos, que los discursos planos aquí no sirven, que los costes/ganancias conciernen a muchos sectores diversos de la economía, se trasladan desde el empleo o la producción a la inversión y de un sector a otro. Lo que Trump espera de todo esto es ganar la guerra política; dentro de EEUU con las elecciones ‘mid-term’ de noviembre de 2018, y fuera de EEUU ganando prestigio como el único que “habla claro” a las otras potencias. Es verdad que China o Europa pueden apuntar sus represalias de tarifas a productos agrícolas e industriales de los estados y sectores pro-Trump, para debilitarle: Beijing ya ha anuncia aranceles pro valor de 50.000 millones de dólares. Pero es cierto también que las represalias chinas o europeas pueden servir de coartada a Trump para reforzar su victimismo populista.
No sabemos qué va a pasar, pero sí que estamos en un cambio de época donde se dirime el reordenamiento del poder mundial. Como muestra un reciente memorando elaborado para la Fundación Alternativas por el profesor Álex Muns, existen muchos elementos en juego en el enfrentamiento de EEUU con China, el NAFTA, o los europeos, como para saber si la tensión subirá más peldaños o se quedará ahí. Del proteccionismo, se sabe por qué y cómo empieza, pero menos de cómo se puede reducir la escalada, y menos aún cómo acaba. De momento estamos ya a las puertas de segunda oleada de subidas tarifarias a China, que afectarían a bienes de consumo importados de China en telecomunicaciones o informática, por valor de hasta 150.000 millones de dólares. En EEUU y Europa se empieza a hablar de sangre, sudor y lágrimas. Vuelven acordes de una vieja música; la melodía y la letra son nuevas.
(*) Vicente Palacio es director del Obervatorio de Política Exterior de la Fundación Alternativas
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