BRUNO ESTRADA LÓPEZ (*)
Una Oficina de Empleo en la Comunidad de Madrid. / CARLOS ROSILLO
En el libro ‘La Revolución Tranquila’ reflexiono sobre cómo la izquierda puede recuperar la hegemonía cultural perdida desde finales siglo pasado. Esta recuperación se hará a partir de un proceso social más complejo que en el pasado, ya que el trabajo no ocupa el mismo espacio de centralidad que hace un siglo.
Tal vez el ejemplo que mejor muestre esos cambios en el mundo del trabajo sea el cartel que, durante la primavera árabe, mostraba un manifestante tunecino con la brutal contundencia de las frases cortas: ‘La llave de la libertad es el trabajo’. La libertad para ese hombre que vive en una ‘sociedad de la necesidad’ es sinónimo de salir de la pobreza, de acceder a un bienestar material mínimo. Por eso el trabajo en esas sociedades adquiere una dimensión tan omnipresente.
Sin embargo, en las ‘sociedades de la abundancia’, cercanas en muchos casos a situaciones de pleno empleo, esa libertad es más ambiciosa ya que está vinculada a la consideración del trabajo como un espacio de autorrealización, de proyección y desarrollo personal. Resulta evidente que esa diferente percepción, individual y colectiva, del trabajo tiene una profunda relación de osmosis con el cambio de valores en esas sociedades.
Por eso, la hegemonía cultural de la izquierda en el siglo XXI se construirá a partir de la confluencia de diversas hegemonías: del mundo del trabajo, del feminismo, de la ecología, de la democratización de cada vez más aspectos de la toma de decisiones sobre nuestra vida, etc. Las imprescindibles alianzas entre el mundo del trabajo y otros movimientos sociales y políticos deben plantearse desde dos perspectivas:
- La creciente multiplicidad de sujetos y luchas transformadoras hace que los sindicatos ya no sean el único espacio de socialización de los trabajadores, como sucedía en el pasado, aunque no puede olvidarse que seguirán jugando un papel esencial. El conflicto capital-trabajo sigue siendo muy importante para construir sociedades más igualitarias.
- Los sindicatos, y los nuevos movimientos sociales, deben construir alianzas que, si bien no tienen que girar siempre alrededor del mundo del trabajo, no les son ajenas a los trabajadores en tanto que ciudadanos, como las cuestiones medioambientales, de derechos humanos, etc. De esta forma los sindicatos hoy en día vendrían a recoger las palabras que E. Berstein ya dijo hace más de cien años: una organización que quiere defender a los trabajadores no puede estar ajena a la lucha por los derechos de otros grupos sociales.
La magnífica película británica ‘Pride’ (Orgullo) nos ofrece una deliciosa narración de la unión que se produjo en los años ochenta en el Reino Unido entre el movimiento por los derechos de los gays y lesbianas y la lucha de los mineros contra el cierre de las minas decretado por Margaret Thatcher. Dos colectivos que partían de dos situaciones sociales radicalmente diferentes, urbana y transgresora una, rural e incluso conservadora en los valores la otra, pero a los que les unía el hecho de ser los excluidos de la sociedad.
Aquellos actores sociales y políticos de la izquierda que no apuesten por estos elementos poco a poco irán quedando al margen de la Historia. Dirección a la que se dirige gran parte de la socialdemocracia europea, aún enfangada en la Tercera Vía, sin capacidad de dar una respuesta satisfactoria a los profundos cambios que han sucedido, y que están sucediendo.
Toda revolución requiere definir al sujeto revolucionario, pero en esta Revolución Tranquila, confluencia de muchas hegemonías, lo más correcto es hablar de una pluralidad de sujetos, ya no estamos hablando del icónico trabajador industrial masculino. Ni se van a utilizar siempre similares métodos a los de las grandes luchas obreras del siglo XIX y XX. En la medida que los sujetos revolucionarios son, y serán, cada vez más plurales las alianzas serán más complejas y horizontales.
Será necesario tejer nuevas redes de alta densidad social, plataformas y coaliciones amplias a veces incluso esporádicas para reivindicaciones puntuales. De esta forma se podrán coordinar acciones de protesta y de propuesta cuyo objetivo es construir una sociedad más democrática y más justa, compuesta por mujeres y hombres cada vez más libres.
(*) Bruno Estrada López es adjunto al secretario general de CCOO
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