El Estado de Tamaulipas ya no es la frontera entre México y Estados Unidos. Simplemente es la frontera entre la vida y la muerte. ¿Quién manda allí? Desde luego no el presidente panista Felipe Calderón ni el gobernador priista Egidio Torré Cantú, quien llegó al cargo después de que un comando aún por identificar asesinara a su hermano Rodolfo y a toda su escolta, a plena luz del día y solo unas horas antes de unas elecciones que tenía virtualmente ganadas. Pero los jefes del crimen organizado no quisieron. Son ellos y solo ellos –el cartel del Golfo, el de los Zetas— quienes deciden verdaderamente quién gana y quién pierde, quién vive y quién muere.