Un amigo colombiano y otro venezolano me descubren dos vidas americanas unidas dramáticamente a España. Dos historias personales que evocan un pasado ido para siempre y son, o quizá sería más preciso decir para desgracia nuestra que eran, parte de una misma comunidad cultural y sentimental, dos hermanos de la espuma de un océano que en las últimas décadas parece haberse ensanchado.
Guty Cárdenas, cantante y compositor yucateco, tuvo una carrera fulgurante plagada de éxitos en los años veinte en México, viajó a Nueva York, grabó con el sello Columbia Records, fue amigo de Nicolás Guillén con quien escribió en La Habana Canto Negro (redescubierta 80 años más tarde y estrenada en 2010), y en 1931compuso el corrido La República en España. Un canto a las esperanzas e ilusiones que despertó la II República en este lado del Atlántico, trágicamente rotas.
Óiganlo.
La canción le costaría la vida. El 5 de abril de 1932 en la cantina Salón Bach del centro histórico de Ciudad de México (fundada en 1901 y hoy restaurada), Guty tuvo una pelea con dos hermanos comerciantes españoles monárquicos. Uno de ellos lo mató de un disparo. Tenía 27 años. Su asesino volvió a España y no hace falta ni decir en qué bando participó en la guerra.
Qué hubiera pasado si…
Rafael Bolívar Coronado, escritor y poeta venezolano, pero sobre todo bohemio y pillastre, pertenece a lo que el escritor peruano Fernando Iwasaki ha llamado preboom de las letras latinoamericanas en España. Ingresó en el hampa literaria de Madrid a principios del siglo XX, a donde llegó huyendo del dictador Juan Vicente Gómez. Cansinos Assens lo cita en su maravillosa La novela de un literato como uno más entre las decenas de sablistas que recorrían las calles del foro en aquellos días. Pero Bolívar Coronado, -los apellidos son ya una ironía-, era un verdadero artista, un falsario genial –llegó a utilizar 600 seudónimos- pero que nunca plagió.
Publicó una antología de los 45 poetas bolivianos más ilustres, con autores, biografías y versos inventados de cabo a rabo, estudios sociológicos que eran puro embuste y alcanzó la gloria del engaño cuando logró que su compatriota, el escritor y diplomático Rufino Blanco Fombona, creador de la Editorial América, cuyas colecciones Biblioteca del Porvenir y Tiempos Nuevos, divulgaron entre los españoles a los socialistas clásicos y a los novelistas rusos, publicase nueve, nada menos que nueve, crónicas de Indias tan inéditas como falsas.
Bien es verdad que eran obras de títulos y autores irresistibles, que colmaban las ambiciones culturales del editor: La Gran Florida, por Juan de Ocampo, autor también La Nueva Umbría, sobre la conquista de una región imaginaria entre Venezuela y Colombia en 1518; Fray Nemesio de la Concepción, autor de Los caciques heroicos; Fray Salcedo y Ordóñez que describió su viaje a la región de los Chiapas en el más que improbable río Paraguay….
El exceso de confianza y el éxito le delataron. Amigos del editor le empezaron a advertir de que algunas crónicas contenían anacronismos inconcebibles (palabras como “urbanizaciones” en el castellano del siglo XVI) o se desarrollaban en lugares fantásticos. Don Rufino, indignado por la estafa, lo persiguió por cafés y redacciones de periódicos, y el falsario huyó a Barcelona. Allí se amancebó con la hija de un obrero impresor de tendencias anarquistas y llegó a publicar crónicas extraordinarias sobre la guerra de Marruecos, donde jamás había estado, con las anécdotas que recordaba haber escuchado en las tabernas de Málaga.
Se dice que su mujer más de una vez se despertaba por las noches con las carcajadas del tipo a la máquina de escribir.
El propio Bolívar Coronado, que escribió una autobiografía con el título de Memorias de un semibárbaro, explicó el éxito de su estafa citando una frase de Emilio Carrere: “En España viven del libro los que no saben leer”-
Murió en 1924 pobre, alcohólico y tuberculoso. Pero al final logró la inmortalidad por ser el autor de la letra de Alma Llanera, algo así como un segundo himno para los venezolanos.
Cuelgo la versión karaoke por si se animan.