“Cada vez que enseñes, enseña también a dudar de aquello que enseñas” (José Ortega y Gasset).
"El nacionalismo sólo permite afirmaciones y, toda doctrina que descarte la duda, la negación, es una forma de fanatismo y estupidez" (Jorge Luis Borges).
Auby es un diminuto pueblo de las Ardenas belgas. En aquel paradisíaco lugar pasamos unos días junto a mi familia política. Mi suegra se sentía feliz y radiante por volver a estar en su tierra. La casa tenía un pequeño jardín principal con vistas a un grandioso bosque, exuberante y mágico. Allí tuve la suerte de descubrir Un mundo de ayer, la biografía póstuma de Stefan Zweig (1881-1942). Las experiencias y reflexiones del autor austriaco me sirvieron durante aquellos días para recapacitar. Acababa de discutir con mi mejor amigo pocas horas antes del viaje. Últimamente cada vez que sacábamos la cuestión nacionalista a debate (asunto imposible de evadir), acabábamos riñendo. ¿Cómo es posible que no seamos capaces de entendernos? ¿es normal que conociéndonos desde pequeños, seamos de golpe como dos desconocidos? La cuestión nacionalista me genera sentimientos encontrados. Y me resulta complicado y doloroso exponer mi postura porque antes de terminar de explicarla ya se me ha condenado como un adversario.
Con el nacionalismo ocurre lo mismo que con la fe, que si lo racionalizas deja de existir. ¿Por qué tenemos que sentirnos forzosamente patriotas? Las últimas palabras que escuche a mi amigo durante aquella conversación fueron: "No me gusta en lo que te has convertido. Y además te quedarás solo en esta absurda defensa de España!". Lo primero que pensé, es que él no había entendido nada. ¿Cuándo me he resguardado yo detrás de ningún cántico o bandera? ¡Pero si hasta el himno del Barça y del resto de los equipos de fútbol del mundo me aburren soberanamente! Aquellas palabras y nuestro distanciamiento entristecieron mis vacaciones.
Malika Asssimi resume de forma magistral lo que no tuve tiempo ni capacidad de responderle: “ El nacionalismo no es más que un eslogan de etapa para imponer la identidad de los grupos sociales, pero no es valioso como objetivo último. La humanidad es la mejor opción para el hombre.” Dicha reflexión sirve (a mi entender) tanto para los nacionalistas españoles, como para los catalanes y del resto del universo. ¿Cuántas atrocidades no se habrán cometido en nombre de la patria?
Zweig, de ascendencia judía murió en Brasil con 61 años, a causa de una dosis de veronal junto a su esposa Lotte Altmann. Padecía una honda depresión y el agotamiento de deambular de un país a otro sin hogar y con interminables horas de trabajo a sus espaldas. No pudo seguir viviendo con la sensación de que su mundo se descomponía, llevándose consigo mismo el humanismo de una vieja Europa que nunca más volvería a ser la misma. Aislado en la ciudad de Petrópolis, con una mujer enferma y sin posibilidades de finalizar su libro sobre Balzac, el escritor se dispuso a abandonar el mundo, con los ensayos de Montaigne como única compañía. Tal y como señala en su biografía, se sentía impotente ante decisiones políticas que habían determinado su destino: “En nuestro fuero interno reconocíamos que éramos impotentes frente a la gran maquinaría de los estados mayores y las oficinas políticas, y si no nos perseguían, era tal vez porque nuestra palabra y nuestra acción, no podían resultar peligrosas para ellos. El poder político nunca ha tenido en cuenta a las personas, lo que único que les importa son sus propios intereses”.
Habría que ser consciente de la manipulación a la que nos puede someter el poder de turno. ¿Cómo es posible que no hayamos aprendido nada del sufrimiento que llevamos sobre nuestras espaldas? La utilización del nacionalismo en general (por supuesto, también el español y el catalán) ha encontrado en símbolos y banderas la coartada perfecta para difuminar sus abusos y desactivar la presión social. El poder sigue utilizando la bandera como venda para curar heridas seculares y para tapar los ojos. ¿Dónde se ha visto una revolución social que este estimulada o apoyada por el poder? ¿habría cometido Cataluña los mismos errores que España, de haber tenido la misma cuota de poder? ¿existe algún estado que no tenga las manos manchadas de sangre?
En Cataluña se ha puesto en marcha una campaña de propaganda que hace creer a la ciudadanía que separarse del Estado Español vendría a ser lo mismo que la Revolución Francesa, pero sin violencia. Hace escasos días mantuve una interesante conversación con el prestigioso historiador Josep Fontana, el brillante profesor de economía nos confesó una de sus máximas preocupaciones: “En el caso de no producirse la independencia en Cataluña, ¿Quién asumirá la decepción que podrían sentir los independentistas catalanes si se eternizara el proceso?.” Tanto si se consigue como si no, pensé que nos encontrábamos -una vez más- ante la manipulación del poder como estrategia política. Las personas seguimos sin importar, sólo interesa nuestro voto. ¿Cómo pueden jugar de esta forma con los sentimientos? Aunque sean emociones que me cuesta comprender, siento admiración ante un proceso independentista que a todas vistas se conduce de forma pacífica. ¿Mantendrá la derecha española (sigue sin condenar los crímenes de la dictadura de Franco), el mismo comportamiento que hasta la fecha?, ¿se permitirá un cambio sobre la Constitución española?, ¿de no ser así que actitud mantendrá la decimonónica derecha ante aquellos que no quieran ser españoles?
Se afirma que no son los políticos, sino el pueblo de Cataluña, el que lidera este movimiento y que son los partidos los que se han subido al carro. Sin embargo, resulta perverso que el poder en Cataluña haya conseguido alinearse en el mismo bando que los ciudadanos a los que somete. Ocurre lo mismo con Madrid, ¿Cómo es posible que parte de la clase media siga confiando en una clase política incapaz de luchar por sus derechos?, ¿de verdad creen que Mariano Rajoy o Esperanza Aguirre (en la sombra, de momento) peleará alguna vez por intereses que no sean los propios? Conocemos sobradamente el resultado de su "capitalismo popular": desigualdad galopante, culto al dinero, indolencia, corrupción, liquidación del Estado del Bienestar, recortes y mentiras y, por supuesto, la degradación de la democracia. José Luis Sampedro decía que el PSOE era la derecha española y el PP la extrema derecha. Sólo tenemos que observar el comportamiento de nuestra clase política ante el movimiento de los indignados. ¿Alguien desde el poder mandó cortar carreteras, facilitar accesos u organizar mítines en su apoyo?
Margarita Riviere resume de forma admirable lo que algunos sentimos respecto a las naciones: “Los países no son nada, nos los hemos inventado pintando unas líneas y matándonos unos a otros. Cualquier actitud humana que no tenga como eje central a la especie humana en su conjunto me parece una postura biológicamente estúpida, peligrosa, y condenada a la desaparición en el tiempo largo. Lo único que permanece es el ser humano, al menos hasta que consigamos autoextinguirnos.” Está claro que pertenecer a una nación no debería ser un valor si deriva en xenofobia y racismo.
¿Cómo sobrevivir pacíficamente ante dos posturas amando a las dos partes? ¿no hay nadie capaz de entender que lo último que preocupa al poder son sus ciudadanos? ¿cómo es posible que la sociedad civil permita que la peor clase política, la más incapacitada a nivel intelectual, haya manipulado nuestros pensamientos? ¿a dónde vamos con esta gente? ¿es tan difícil comprender que uno este absolutamente lleno de dudas y desconfianza?
De nuevo recurro a Zweig como referente y como salvavidas: “Había que someterse sin tregua a las exigencias del estado, entregarse como botín a la política más estúpida, adaptarse a los cambios más fantásticos; se estaba siempre atado a lo común, por muy enérgicamente que uno luchara contra ello.” El poder es muy consciente que lo que un hombre ha recogido durante su infancia, perdura en él de forma insuperable. Por eso Franco, la Iglesia y posteriormente la derecha democrática hicieron tanto daño, y por eso todavía hoy el problema de España y Cataluña sigue sin resolverse. No hemos avanzado por que no les ha interesado lo más mínimo. Unirnos, crear puentes, significaba perder votos. ¿Por qué no podía catalanizarse España? ¿a qué político le hubiese interesado ni siquiera plantearlo? Una razón más para pensar que es al poder a quien beneficia esta separación.
El nacionalismo español, (insisto, no hablo de los españoles, sino de los intereses partidistas) es el que más se ha consolidado el nacionalismo catalán. El nacionalismo español es el que más ha hecho en España por la independencia de Cataluña. Nunca ha entendido Cataluña y jamás ha tenido interés por cerrar bien sus heridas. Como leí en un mensaje de Facebook: “Ahora tenemos a obreros españoles odiando a obreros catalanes, mientras la burguesía continua riéndose y enriqueciéndose.” Como dice Javier Gallego: “Tanto hablar de la unidad indivisible de la patria y los que van a romperla son los conservadores. Deberíamos entender de una vez por todas que el poder recupera adhesiones gracias a las identidades, entierra sus miserias y nos divide como ciudadanos. Mientras estemos ocupados en definir nuestra relación, no estamos en lo que tenemos que estar: la defensa de la justicia social. Y esa no es nacional, es internacional".
Y aquí esta el epicentro de mis dudas; ¿Necesitamos los seres humanos un nuevo estado o un mundo más justo? ¿cómo es posible que las decisiones políticas acaben siendo más importantes que las personas? ¿porqué esta falta de humanidad hacia la diferencia? Imposible no preguntárselo en serio. ¿Por qué y para qué? ¿con quién vamos? Entonces entra en juego el fervor patriótico. Y llego a la incómoda conclusión de que las patrias me importan muy poco. Como decía Goethe: “El orgullo más barato es el orgullo nacional, que delata en quien lo siente la ausencia de cualidades individuales”. Estoy harto de defensores de la patria, insisto, de un lado y de otro. Y estoy cansado de respetar a los demás y de que me hagan sentir pequeño cuando hablo de lo que yo siento. Posiblemente esté equivocado, o simplemente necesite más tiempo. Pero mi falta de confianza esta basada en hechos, no en dogmas de fe. Quiero pensar por mí mismo y quiero tener derecho a mis propias conclusiones.
Puedo entender que en una coyuntura tan crítica como la actual, muchos catalanes encuentren en la independencia el camino para independizarse también de este sistema injusto y corrompido, pero no parece lógico que sea así, en un territorio donde un gobierno nacionalista con niveles de podredumbre tan altos como en el resto de España, está masacrando con la misma impunidad que el gobierno español los derechos más básicos del Estado social. ¿Cómo es posible que sólo seamos capaces de condenar las miserias ajenas y no las propias? ¿alguien cree a estas alturas que podremos controlar la corrupción siendo un nuevo estado? No es quizás más necesario y urgente intentar cambiar un sistema capitalista injusto que ha acabado con toda ideología que se le oponga? Hasta el comunismo chino es un capitalismo de estado. ¿Con qué justicia social y económica pretendemos soñar cuando sigue sin existir en el mundo un solo tribunal capaz de condenar los delitos económicos?
La ideología del siglo XXI debería ser definitivamente el humanismo global, pero como señalaba Kapucinsky tiene dos peligrosos enemigos: el nacionalismo y el fundamentalismo religioso. Con esto no quiero decir, que esté feliz y conforme en España, pero tampoco lo estoy en una Cataluña que solo pretende mejoras económicas sin tener en cuenta la cuestión social. A mi entender, las personas deberíamos ser la principal de sus preocupaciones. Hasta la fecha, yo no tengo nada que agradecerle ni a España ni a Cataluña. Sólo puedo dar las gracias por amar a los que amo y esto probablemente me hubiese ocurrido en cualquier otro lado del mundo. Nacer donde se nace es una cuestión circunstancial. No podemos hacer una bandera de ello. Tengo muy pocas certezas, pero solo sé que ni el nacionalismo, ni el clericalismo han aportado nada a esta tierra y mucho menos libertad.
Al igual que Zweig y siendo muy consciente de las enormes diferencias existentes entre su situación y la mía no puedo evitar sentirme como él en algunos momentos: “Porque a nosotros, que veíamos en la libertad individual la más sublime conquista de la inteligencia, aquel placer de agresividad y aquel goce del servilismo a la horda se nos parecía el peor y más peligroso del espíritu alemán.” Sin embargo, entiendo que es necesario distinguir entre los aspectos culturales y políticos del nacionalismo. El único punto de encuentro que tengo con ellos es en su diversidad. En la literatura, en arte y en toda clase de aspectos culturales. Pero cuando pasamos a la política y observo a la gente absorta y emocionada ante himnos y banderas, siento un escalofrío que me impide empatizar con ellos. Ni el himno de España ni el Segadors me conmueven lo más mínimo. Es más, las manifestaciones de ardor patriótico son la mejor forma de conseguir que me quede en casa. Me pongo una película de Berlanga, de Wyler o de John Ford y casi toco el cielo en el que no creo.
Stefan Zweig se sintió un ser extraño en un mundo lleno de dolor. Aislado y olvidado se ha convertido en la actualidad en uno de los autores más vendidos. “El Mundo de Ayer”, debería estudiarse en las escuelas de secundaria. Tendría que ser de lectura obligada. De alguna manera habla de nosotros hoy y nos viene a decir sin sutilezas, que el nacionalismo es el hambre de poder templada por el autoengaño. El único nacionalismo real en el que puedo llegar a creer es aquel en el que la liberación de la patria y la revolución social sean una misma cosa. Lamentablemente nada indica que esto pueda llegar a producirse. Si así fuera, por favor, contad conmigo.
Ω
Hay 19 Comentarios
Don Xavier:
-Pues si no entiende ud. por qué Cataluña no tiene el derecho de autodeterminación es que no ha entendido ud. nada de la situación actual. Cataluña no es un ente territorial colonizado sino una parte integrante del territorio nacional de España; no se trata de algo contrapuesto al resto de la nación sino parte de un todo que es propiedad de los que poseen la soberanía nacional: el conjunto de los españoles. No se trata, en definitiva, de que Cataluña pertenezca a España sino de que España pertenece a los catalanes; una propiedad que comparten, en pie de igualdad con el resto de los ciudadanos estén donde estén: canarios, gallegos, andaluces... Por esa razón, ud. tiene derecho ,a través de sus representantes democráticos, a decidir sobre lo que concierne a la Isla del Hierro en asuntos de interés general, del mismo modo en que los herreños tienen un derecho semejante sobre lo que concierne a Vich, pongamos por caso. La soberanía nacional no se trocea y tan absurdo sería negar la potestad de los canarios para decidir sobre Cataluña como la de los Gerundenses de hacerlo sobre Barcelona.
-La ideología conservadora, en este caso, no está del lado de la Constitución sino del de los independentistas. Si hay una idea rancia, tan retrógrada a estas alturas del siglo XXI como para ser tildada de reaccionaria es esa de que en nuestro planeta deban multiplicarse las fronteras. Tanto menos respetable resulta esa idea cuanto más información se tiene sobre los dañinos efectos que el enfrentamiento entre nacionalismos irredentos ha tenido en los dos pasados siglos. Y aun, tanto más triste resulta la visión de las masas enfervorizadas por tal idea dañina cuanto más consciente se es de cómo esa mala hierba emocional ha sido sembrada, abonada y fecundada por una cuidadosa manipulación de las conciencias desde la más tierna infancia. Una manipulación que lleva por ejemplo a convencer a algunos como ud. de que la más descentralizada Constitución de la Historia de España, la que ofrece a los entes autónomos las mayores competencias dentro del ámbito europeo sea llamada sin el menor rubor "centralista" (¡nada menos!).
-¿Y qué edificaría esa Cataluña independiente que no se hubiera probado ya? ¿El socialismo del sXXI que está llevando a Venezuela a la catástrofe? ¿El capitalismo de estado chino, con una población al servicio de los jerarcas del Partido (comunista claro; ¡ay, qué risa!) y condiciones sociales y de trabajo que aquí se asimilarían a la semiesclavitud? Si el Muro de Berlín cayó con tanto estrépito y facilidad no fue por casualidad sino porque la comparación entre capitalismo liberal e intervencionismo marxista deja ejemplos tan netamente diferenciados como las dos Coreas.
-España, según ud., siempre ha querido uniformizar y entonces dígame, ¿cómo es que en España conviven tantas lenguas oficiales?; ¿cómo es que los Austrias juraban los fueros?,etc, etc, etc. Lo que Elliot afirma, por otra parte, es que la corona no se podía arriesgar a tener enemigos interiores con tantos exteriores como la acosaban en Europa y es así como la "Unión de Armas" concebida por Olivares pretendía encauzar los recursos militares del estado hacia un mismo fin. Aparte de esto, Cataluña ha sido siempre un territorio mimado por el Estado: aranceles, inversiones, infraestructuras siempre han ido dirigidas más hacia Cataluña que hacia ninguna otra parte, Castilla incluida, y fue así como la lana castellana perdió sus mercados en tanto los comerciantes catalanes hacían su agosto primero con las importaciones flamencas y luego con las manufacturas catalanas hiperprotegidas desde Madrid.
-Y, en fin, ¿qué es lo que se considera mayoría?. ¿El poco más de un tercio del censo que votó a favor de un Estatut promocionado por todos los partidos nacionalistas? ¿Es esa la legitimidad suficiente para acabar con la patria común de 40 millones de españoles? Como dije anteriormente, no concierne sólo a aquellos a los que los independentistas catalanes consideran dignos de tener el "derecho a decidir" los que se encuentran incluidos en la realidad de Cataluña sino todos cuantos están implicados en la inextricable red de relaciones históricas, sociológicas, económicas y de derecho que ha venido constituyéndose a lo largo de los siglos con el nombre de España: los catalanes que se consideran sólo catalanes; los catalanes que se consideran también españoles; y el resto de los españoles que tienen todo el derecho a considerar a Cataluña como parte de su propia identidad nacional.
Publicado por: Witness | 04/10/2013 17:02:21
Ben dit i raonat Xavier. T'entendran? Et llegiran amb atenció almenys?
Publicado por: JCC | 03/10/2013 16:49:25
Bonito artículo. Me ha gustado, como siempre, el recurso del personaje histórico como fondo del asunto que se debate, aderezado con tiernas notas personales. Felicidades.
Ahora, mis puntualizaciones:
- no todos los que quieren la independencia de Catalunya son nacionalistas. Me pongo como ejemplo, odio las banderas y las bravuconadas patrióticas. Me gusta mi tierra pero también me encanta Tailandia o Irlanda, por poner dos ejemplos muy dispares. Pero creo que cualquier pueblo tiene el derecho a la autodeterminación. Y me sorprende que este derecho no esté reconocido como un derecho fundamental. No se puede negar a palestinos, saharauis o kurdos su derecho a la autodeterminación y zanjar el debate diciendo que son unos nacionalistas aberrantes. Me parece simplista e injusto
- que el poder en determinadas ocasiones se alinie con las demandas del pueblo no invalida estas demandas. ¿Qué deberíamos haber hecho sino cuando nos manifestamos contra la guerra de Irak al lado del gobierno catalán? ¿O contra el atentado de Hipercor, donde estábamos todos juntos? En ambos casos se lucha contra un poder mayor que nos sobrepasa: la sinrazón de una guerra injusta y brutal. Los catalanes tenemos enfrente un poder también mayor que, mediante la cadena de la Constitución (tal como muy bien muestra el chiste de El Faro), podría, llegado el caso, incluso enviarnos, de nuevo, al Ejército español y suspender la autonomía. Es contra este poder que uno se manifiesta. Estar en contra de la independencia es estar a favor del status quo actual. ¿Por qué cuestionamos la independencia y no cuestionamos la pertenencia de Catalunya a España? ¿No es esto más conservador? ¿No es esto alinearse con el poder centralista del Estado español?
- la movilización por el derecho a la autodeterminación no anula el resto de movilizaciones sociales. Ei, que podemos hacer varias cosas al mismo tiempo. Lo que no se puede hacer es, porque nos movilizamos por este derecho, recriminarnos sólo a los catalanes que no luchemos por los derechos sociales. El capitalismo es una fuerza que se ha quedado sin antagonistas desde la caída del muro. Va a costar mucho construir otra cosa. Por cierto, si Catalunya se independizara tendríamos una oportunidad de oro para realizar un proceso constituyente que redefiniera las reglas del juego. De momento nos quedaríamos sin Monarquía y sin Ejército, que ya es mucho.
- Encuentro a faltar un análisis histórico de las relaciones entre Catalunya y España. Porque, seamos honestos, es la Historia la que ayuda a definir nuestras identidades. Tanto si se quiere la independencia de Catalunya como si se quiere su permanencia en España, la Historia es el referente último que define estas identidades colectivas. Pues bien, un historiador tan neutral como es John Elliot afirma que la historia de España ha sido un intento continuo de castellanizar los reinos que la integraban. Desde los tiempos del conde-duque de Olivares hasta el franquismo pasando por la represión de los borbónicos en la guerra de Sucesión, Castilla ha intentado eliminar las instituciones y libertades de Aragón en general y Catalunya en particular. No se ha aceptado nunca la diferencia, el afán del estado español ha sido siempre uniformizar y crear una sola cultura y una sola institución. Y repito, no es una invención nacionalista, sino las conclusiones de eminentes historiadores imparciales. Sin tener en cuenta la historia, que culmina con el portazo al pacto fiscal y el rechazo al nuevo Estatut, nunca entenderemos el presente.
- Por último, estoy de acuerdo con Josep Fontana, ¿qué se va a ofrecer a los que están a favor de la independencia de Catalunya si finalmente se les niega, siendo mayoría? ¿Alguien está dispuesta a convivir con una población mayoritariamente frustrada y resentida? ¿No es más fácil separarse amistosamente si así lo desea la mayoría de los catalanes? A veces la actitud de muchos nacionalistas españoles me recuerda a la actitud machista de aquel hombre maltratador que no quería que su mujer le abandonara. ¿Tanto cuesta aceptar una separación amistosa? La analogía no es ociosa: España se construyó a través de un matrimonio de conveniencia. Espero que finalmente legalicemos el divorcio y que las generaciones futuras no tengan que lamentarse y escuchar "la maté porque era mía".
Publicado por: Xavier | 03/10/2013 14:25:38
Como siempre un poliedro de mil caras, al que para entenderlo y dar solución se necesita escribir una tesis doctoral.
Algo que a la gente nos parece directo y sencillo, se convierte en una enciclopedia llena de variantes y acotaciones.
Confundiendo el sentir, nuestra tierra simple y lisa, nuestra casa, ancestros, costumbres, lengua y tradiciones.
Lo que sabemos y conocemos como nuestro y en donde no somos extraños.
Donde nos sentimos en casa.
Con normativas y ordenamientos que a veces son ajenos.
Y peor aun discutidos y negados.
Desde una inteligencia que marea y atolondra, para al final y a la postre, venir a decirnos que hay que ponerse en la cola y esperar a que nos llamen.
Cuando nos toque el turno.
Siendo y sintiéndonos subordinados de golpe y por el artículo veinte.
No se entiende.
Las banderas, las naciones, las patrias y los países, a veces solo son formas de mover voluntades.
En una dirección y provecho, y a buen precio.
Es lo que sabe la gente y vemos a diario después de los bandazos de unos y otros.
Para ir siempre al mismo sitio.
Sea cual sea la nación.
Publicado por: Márquez | 02/10/2013 16:33:28
La nación es un ente sentimental que se desarrolla con la personalidad desde la infancia. Como tal incorporación forzada de una convención, sólo depende en escasa medida de nuestra voluntad. Nos consideramos españoles, canarios o vascos por que nos han enseñado a serlo no porque haya algo en nosotros que indefectiblemente nos apegue a un cuerpo de nación particular.
Si la nación resulta algo tan contingente, tan artificial como cualquier otra construcción del hombre, su valor no puede ser medido sino con parámetros arbitrarios, subjetivos en último término y, por tanto, tan efímeros como los usos y costumbres que se amontonan en el rimero de la historia.
Algunas de las civilizaciones que pasaron por la tierra de lo que hoy es España llevaban ya afectos propios que la nueva ubicación de sus gentes no modificó: los cartagineses que vivieron en Levante siguieron considerando a Cartago su patria, de igual manera que los griegos del noreste se vinculaban a sus respectivas ciudades-estado. Otros pobladores que aquí quedaron tras sucesivas conquistas, sin embargo, acabaron por identificarse con una conciencia distintiva que los distanciaba de sus respectivas metrópolis. Los hispano-romanos del bajo imperio, alejados ya de la protección de las legiones, no pensaban en Roma como patria; se sabían apartados del poder central y sus afectos se dirigían a la tierra en la que habían nacido. Igualmente, godos y musulmanes, veían en Hispania un lugar de asentamiento generacional con el que alcanzaron una identificación que excedía la llamada de sus lejanas raíces. Para los judíos, igualmente, Sefarad era el centro de su existencia y la Tierra de David, la Palestina del viejo Israel, era más una referencia espiritual y religiosa que patriótica.
En cada caso, la patria surgía de un hábito que se renovaba de padres a hijos mediante el recurso de la vinculación a una tierra tenida como propia. No era tanto una cuestión de derechos como de afectos y tradiciones. La soberanía era entonces un asunto de oligarquías aristocráticas que detentaban la capacidad de decisión mediante sistemas de dominio diversos: esclavitud, servidumbre, clientelismo, etc.
El pueblo, el conjunto de individuos que ocupan un territorio, sólo accedió a la soberanía plena cuando al concepto de nación de raíz ilustrada se le añadió el de representación en las decisiones de gobierno. Sólo entonces la trilogía pueblo-nación-estado se convirtió en una concepción que tendía a adquirir carácter unitario. Con el movimiento romántico, la exaltación de los valores étnicos supuso la eclosión de los nacionalismos. Prácticamente no había estado europeo en que no existiera, con mayor o menor virulencia, una pugna por la soberanía de ciertas partes del territorio entre las élites de diversas tradiciones y el poder político.
La creación de las naciones decimonónicas actualizó el empleo de los mecanismos de refuerzo de las ideas de pertenencia, que elevaron paulatinamente su eficacia con la extensión de las comunicaciones y la proliferación de los medios de difusión. La generación de toda clase de símbolos, el halago a la vanidad de las masas mediante ceremonias comunales, la educación reglada dentro de unos parámetros definidos por el poder local, la manipulación de las opiniones públicas mediante el perfeccionamiento de los mecanismos de propaganda alimentaron la exacerbación de los sentimientos nacionalistas hasta culminar en las aciagas experiencias de destrucción generalizada que conocimos en el siglo XX.
Creo, por otra parte, que habría que contraponer patriotismo y nacionalismo. El primero se basa en el sentimiento positivo de apego a lo que nos ha formado como personas desde la cuna: lengua, costumbres, referencias culturales …, el conjunto de realidades que no necesitan ser pensadas porque surgen automáticamente al movernos en el ámbito conocido del terruño y de las relaciones interpersonales que se constituyen dentro del marco de los primeros años. Eso que los alemanes llaman “Volkgeist” no viene a ser, en definitiva, sino la aptitud, desarrollada desde la infancia, para vivir los usos comunes de la patria con toda naturalidad, sin necesidad de análisis ni de esfuerzo interpretativo. A partir de ahí, existen mecanismos de potenciación del patriotismo basados en el reconocimiento de la proximidad de un grupo humano afín, que puede ser comprendido sin demasiados problemas y que, por tanto, crea cierto estado de seguridad personal. Sobre esa base anímica, el orgullo de ser de un lugar concreto acaso proviene de que, en cierta forma, los hechos cotidianos son sublimados hasta la intemporalidad por un mecanismo ya más elaborado que requiere el conocimiento de todo un corpus de idealizaciones más o menos certeras.
El nacionalismo, en cambio, nace de la exaltación de lo propio frente a lo ajeno. Necesita de la minusvaloración de las otras patrias en la manera en que Arana, por ejemplo, denigra a los españoles llamándolos “maquetos y “corruptores” de las esencias vascas; fenómeno que se repite en otros lugares cuando a los españoles de fuera de la región se los moteja de “charnegos” o de “godos” para resaltar el componente nativo que vincula –irracionalmente- conciencia y territorio. El nacionalismo usa del patriotismo para hacer del individuo un objeto al servicio del grupo, cualquiera que sea la forma en que éste es gobernado. Ya no se trataría simplemente de convivir aprovechando la experiencia de los siglos sino de restringir esa experiencia a unos estrictos límites para luego ampliar su influencia a costa de los demás grupos humanos, así sometidos a un proceso de conquista o de simple exclusión. Si el patriotismo es un producto de la psicología que se expande sin esfuerzo a lo sociológico; el nacionalismo sólo tiene sentido como hecho político, deriva en un programa ideológico con apetencia y voluntad de poder. Me vienen a la memoria ahora los “Discursos a la nación alemana” de Fichte con su énfasis profético en el destino del pueblo germano como “elegido“dominador de culturas inferiores. Una actitud tan arrebatada y particularista puede engendrar, aunque no se lo proponga -y probablemente Fichte sólo se intentaba reanimar el decaído espíritu prusiano tras la derrota ante Napoleón- efectos tan dañinos como los que padecieron los alemanes en el pasado siglo.
Por fortuna, junto a esa corriente que conducía a la enajenada exaltación patriótica, pervivía en la fundamentación crítica de la filosofía clásica la capacidad para suministrar a la sociedad instrumentos con los que paliar los peores efectos del nacionalismo: el racismo, la xenofobia y la intolerancia. Decía Séneca, desde su estocismo cosmopolita y profundamente racional: "Hoc est illud punctum, quod inter tot gentes ferro et igne dividitur? O, quam ridiculi sunt mortalium termini!"
("¿Es esto (la Tierra) ese punto que se divide entre tantas naciones a hierro y fuego? ¡Oh, qué ridículas son las fronteras de los mortales!"
Naturales quaestiones. Praefatio, 8-9.)
Gracias a esa resistencia racional a los excesos del nacionalismo, la realidad de que no existe una vinculación biunívoca entre los seres humanos y la tierra donde nacieron más que como impronta adquirida por implantación familiar pasó a ser comprendida por mayor número de gente, hasta el punto de que, con la expansión de la modernidad, la idea de patria ha ido desplazándose a una posición menos central en la formación del individuo. La adquisición de una personalidad autónoma, la variedad de las experiencias acumuladas durante el desarrollo, la ampliación progresiva del círculo de relaciones humanas acaban por relativizar los sentimientos de pertenencia colocando esos conceptos incorporados en la infancia en una justa dimensión accesoria que no perturba los valores fundamentales de la convivencia.
Por eso, entre otras razones, resulta tan anacrónico el planteamiento secesionista del nacionalismo vasco, catalán o canario. La nación, en un mundo cada día más interdependiente en el que las personas amplían sin cesar el bagaje de influencias cruzadas entre continentes y culturas, tiende a diluirse en un simple aparato administrativo que no condiciona la conciencia personal. La paulatina victoria planetaria de la democracia liberal va dejando muy atrás las reivindicaciones identitarias y la irracionalidad irredenta de los viejos particularismos. Palabras como independencia, autodeterminación o patria han terminado por ser mero recurso con que aglutinar apoyos viscerales, utilizados por rancias ideologías que se resisten a morir. El nacionalismo aranista, cuatribarrado o guanchista ha perdido la senda de la modernidad y deambula como una sombra de aquelarre por la estrechez de las trochas de un bosque cada vez más irreal. Lo que no se le puede de ninguna manera perdonar es el rastro de conflicto, alienación mental e incluso sangre que va dejando en su vagar enloquecido.
Un último apunte. El carácter fundamentalmente dañino del nacionalismo no debería mezclarse con polémicas externas a esa consideración. No deberíamos mezclar la dialéctica izquierda-derecha, ni las discusiones sobre la idoneidad de uno u otro programa o acción de gobierno con la crítica razonada al nacionalismo porque, éste, insidioso como es y manipulador de sentimientos sin el menor escrúpulo (como Zweig bien sabía) aprovecha hasta el más mínimo resquicio en la coyuntura socioeconómica para medrar.
Publicado por: Witness | 02/10/2013 10:41:09
Traduzco, o alargo, el concepto de poder por poder económico cada vez que lo leo en el brillante post. No sé si lo hago porque subyace en el texto de Giralt o porque tengo para mí que, en efecto, los nacionalismos son una herramienta de suma valía para que las elites, entendidas como los conjuntos de personas que más bienes materiales poseen y no como los grupos que integran quienes más sabiduría atesoran, impidan hasta el máximo posible la redistribución de la riqueza, citada como pura matemática social y no como concepto, digamos, marxista. Si ocurriera que con la consulta catalana en el horizonte, ese ente llamado Madrid, que no son más que las elites económicas predominantes en el sistema actual, cediera poder (léase dinero) a la derecha catalana para evitarse así inestabilidades mayores, ¿tardaría la burguesía en traicionar el impulso autodeterminista del pueblo catalán? Tengo para mí que no. Ya habrá logrado lo que le importa y habrá usado de manera bastarda una vez más un sentimiento legítimo que, por principios, no puedo compartir por mi cerval rechazo a las fronteras y a cualquier espuria interpretación que fabriquen los ricos -personas, regiones o naciones- sobre la capacidad de trabajo que poseen quienes tienen menos que ellos; léase Alemania con España o Cataluña con Extremadura, en una licencia generalizadora que no debe tomarse como el principal argumento de este comentario.
Publicado por: Julio | 02/10/2013 4:04:10
En respuesta a GMT.
Creo entender que según su punto de vista la nación (y por ende el nacionalismo), a pesar de ser un hecho no tiene ningún derecho. Y que, axiomáticamente, no hay ningún nacionalismo bueno.
Mi post anterior pretendía precisamente discutir tales afirmaciones que creo ver también, en parte, en el artículo de base de Josep Giralt, el cual, en cambio, apunta en su último párrafo el concepto, para mi clave: la posible coexistencia del nacionalismo o patriotismo con la ética universalista (que el llama revolución social): "El único nacionalismo real en el que puedo llegar a creer es aquel en el que la liberación de la patria y la revolución social sean una misma cosa. Lamentablemente nada indica que esto pueda llegar a producirse. Si así fuera, por favor, contad conmigo. ". No tiene Fe, como usted, en tal posibilidad,.... pero deja una puerta abierta.
En mi modesto caso, sí, tengo esa Fe en este patriotismo ético, no en el que usted imagina. Pero mi patriotismo no es sólo una fe como usted, un tanto despectivamente afirma. Hay un aspecto que necesito esclarecer: ¿Cómo alguien puede construirse una identidad personal prescindiendo de algunos componentes grupales, nacionales, colectivos, o como quiera llamarlos? ¿Debemos renunciar todos a todos ellos? Nadie puede o debe considerar su herencia colectiva totalmente buena pero nadie debe o puede impedirme escoger de ella los elementos que, acertada o equivocadamente, puedan ayudarme a conformar mi propia o colectiva ética universalista. Si no fuera así nos negaríamos la propia libertad y por tanto dignidad, y también las de todos los demás.
Para intentar explicarme mejor me remito a este fragmento del artículo de Fanny Acevedo publicado por la Revista Hoja de Ruta de Nov.2007, en el que podrá ver que hay quien diferencia entre nacionalismo bueno y malo:
continuación...
'''..Tugendhat plantea que esta condición, es decir, estar inmersos en la modernidad en una ética universalista, obliga a generar una identificación nacional sana, a la cual llama patriotismo, que “ da a entender que la identificación con el propio país o la propia minoría puede también ser algo no agresivo, no tiene que incluir ningún desprecio de los otros” . Esto es importante porque sólo si se asume la identidad como un factor ético, se siente responsabilidad por el otro y así “ la responsabilidad es el nexo entre la moral universalista con la identificación con una nación” . Por lo tanto, se debería fomentar el nacionalismo benigno no sólo porque fomenta la responsabilidad moral por el otro, sino también porque se opone a la uniformidad, permitiendo dar cuenta de las distintas tradiciones y contextos. Para respetar al otro no se los debe homogeneizar, sino que se busca el respeto por la diferencia cuya base es la igualdad en la dignidad.
Creo que Habermas estaría de acuerdo con esto, pues como se pudo ver en párrafos anteriores, él también postula como argumento central y de base la identificación con una moral universalista, es decir, la utilización del filtro de universalización es la forma de hacernos responsables por los otros, de aceptar al otro en tanto producto de su elección libre y racional, de una forma no excluyente al modo de nacionalismo perverso.'''
Publicado por: JCC | 01/10/2013 18:31:49
Veo que no me cabe la cita. La pongo a continuación:
En respuesta a GMT.
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Publicado por: JCC | 01/10/2013 18:31:03
En respuesta a GMT.
Creo entender que según su punto de vista la nación (y por ende el nacionalismo), a pesar de ser un hecho no tiene ningún derecho. Y que, axiomáticamente, no hay ningún nacionalismo bueno.
Mi post anterior pretendía precisamente discutir tales afirmaciones que creo ver también, en parte, en el artículo de base de Josep Giralt, el cual, en cambio, apunta en su último párrafo el concepto, para mi clave: la posible coexistencia del nacionalismo o patriotismo con la ética universalista (que el llama revolución social): "El único nacionalismo real en el que puedo llegar a creer es aquel en el que la liberación de la patria y la revolución social sean una misma cosa. Lamentablemente nada indica que esto pueda llegar a producirse. Si así fuera, por favor, contad conmigo. ". No tiene Fe, como usted, en tal posibilidad,.... pero deja una puerta abierta.
En mi modesto caso, sí, tengo esa Fe en este patriotismo ético, no en el que usted imagina. Pero mi patriotismo no es sólo una fe como usted, un tanto despectivamente afirma. Hay un aspecto que necesito esclarecer: ¿Cómo alguien puede construirse una identidad personal prescindiendo de algunos componentes grupales, nacionales, colectivos, o como quiera llamarlos? ¿Debemos renunciar todos a todos ellos? Nadie puede o debe considerar su herencia colectiva totalmente buena pero nadie debe o puede impedirme escoger de ella los elementos que, acertada o equivocadamente, puedan ayudarme a conformar mi propia o colectiva ética universalista. Si no fuera así nos negaríamos la propia libertad y por tanto dignidad, y también las de todos los demás.
Para intentar explicarme mejor me remito a este fragmento del artículo de Fanny Acevedo publicado por la Revista Hoja de Ruta de Nov.2007, en el que podrá ver que hay quien diferencia entre nacionalismo bueno y malo:
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Publicado por: JCC | 01/10/2013 18:27:19
Como le preguntaron a Churchill ¿qué opina usted de los franceses? - No sé , no los conozco a todos. Buen artículo, el nacionalismo es una cuestión de fe. Que existan es un hecho, no un derecho. Decir que un nacionalismo es libertario y humanista llega a la contradicción, porque en la práctica siempre se será primero nacionalista y luego lo demás, porque lo esencial es la nación, y se supone que abarca el resto. Mezclar cultura con derechos políticos es una falacia muy repetida e interesada por los nacionalismos, porque es visceral, se prende el miedo, pero en un país democrático donde todos pueden ejercer en su vida privada y pública su vida cultural no tiene mucho sentido. Aunque reconozco que el conjunto del estado está enfermo en sus instituciones, incluida Cataluña; no está justificado el discurso entre nacionalismo bueno y malo, lo que hay es diferentes niveles de intensidad y de ritmo.
Publicado por: GMT | 01/10/2013 17:01:28
El artículo ataca a los conceptos abstractos: nacionalismo y patria. Sin embargo los achaca a la burguesía dominante, que los usaría para seguir explotando al pueblo. Una hipótesis clásica. Que siempre me ha parecido poco aclaradora. Por un lado se dice que es el pueblo catalán el que ha arrastrado al poder político hacia el independentismo, lo que obliga a conciliar la realidad con la hipótesis: el pueblo ha sido adoctrinado durante décadas por el poder burgués de Jordi Pujol (!!), el político más moderado de la transición española. Pero, ¿quien adoctrinó al catalanismo histórico?, repleto de partidos izquierdistas y movimientos populares. Las naciones existen, son hechos históricos, y se redefinen continuamente por contacto. Parece desprenderse de su exposición que Vd está de acuerdo al afirmar que la actuación política del estado español ha ido creando nacionalistas, propios y periféricos. Ya que advierte la diversidad entre nacionalismos, advierta también la escasa conflictividad social del nacionalismo catalán y saque sus propias conclusiones, aunque permita que exponga las mías:
La libertad individual depende de la igualdad social, del no sometimiento de una clase social por otra, y ésta también del no sometimiento de una nación por otra. El triunfo de la libertad y el humanismo no pasa por la homogenización de la cultura. El nacionalismo catalán es humanista y libertario. Ojalá lo sea el español y podamos vivir como seres humanos libres y colaborar a un mundo mejor.
Publicado por: JCC | 01/10/2013 15:28:37
El nacionalismo es lisa y llanamente podredumbre intelectual, un remedio para incautos, para los de aquí y los de allá.
Giralt muy buena columna, apela a la decencia y a la integridad. Recomiendo leer Todorov, "Nosotros y Los Otros".
Publicado por: antoni vas | 01/10/2013 15:27:49
Todo ésto está muy bien, pero la llave de la caja la sigue teniendo Madrid. No tengo patria, lo importante son las personas y no los estados etc etc. Mucha palabrería si tienes el poder de decidir las inversiones y las infraestructuras. No nos engañemos, esta vez el pueblo es sabio. Cuando tengamos la lleve de la caja ya hablaremos de unificaión, confederación, federación o autonomía.
Publicado por: Pepito Grillo | 01/10/2013 14:46:24
Gracias de corazón por poner palabras a mis sentimientos.
Publicado por: Ipso | 01/10/2013 14:34:11
Si las Urnas electorales pueden ser comparadas con cestos de basura, pues los tecnocratas subdtituyeron a los politicos hace bastante y ahora elejimos a los condotieri de los plutocratas, o a los plutocrastas durectamente como en USA Chile Mexico o COLOMBIA
Ver estos enlaces
http://ernesto-consultoria.blogspot.com/2013/05/la-plutocracia-en-america.html
http://ernesto-consultoria.blogspot.com/2012/07/mitos-y-verdades-sobre-el-capitalismo.html
http://ernesto-consultoria.blogspot.com/2012/11/la-servidumbre-moderna-sistema.html
Publicado por: Ernesto | 01/10/2013 12:36:42
Las banderas usadas como banderines contra la ciudadanía que producen retortijones.
Los síntomas momentáneos, que se esfuman en cuanto hay que levantarse temprano para ir a trabajar y no hay trabajo ni salario.
Tenemos banderas arrinconadas como la juventud nuestra muy bien preparada, que mendiga un trabajo fuera de España porque en su país no encuentra.
Y otras banderas muy importantes también arrinconadas, como nuestros gastos públicos sin consenso y nuestros ingresos nacionales como país.
Y nuestros impuestos a la ciudadanía, otra bandera con jirones, mientras los salarios pagan sin escape posible, hay quienes se lo llevan curdo.
Sin que nadie les pare los pies.
Banderas que defender y levantar tenemos un montón.
Importante no dejarse cegar por personalismos, ni por ideales sentimentales.
Que lo que cuenta es fundamentalmente el coste que suponen los malos repartos públicos.
Desoyendo a la gente de base, y dejándoles siempre los últimos a la hora de poner el plato.
Esa bandera de injusticia y desigualdad es la que nos tiene en vilo al personal.
Creando paro por el descuido de no gestionar bien nuestros fondos.
Que se van a parar mayormente a cubrir intereses en vez de combatir el paro.
Sin crear rendimiento y producción.
Publicado por: Pons | 01/10/2013 11:52:46
Si así fuera, por favor, contad conmigo
Publicado por: Anna Giralt | 01/10/2013 9:54:11
Estoy de acuerdo contigo en algunas cosas, pero creo que hay un detalle que a muchos se le escapa y es que el PP ha engañado a la sociedad, ¿quién iba a imaginar todo lo que ha hecho el PP), ¿creéis que si hubieran sabido los votantes de PP lo que iban hacer, le habrían votado?, yo creo que no, tienen mayoría, pero con mentiras, y si uno miente no es lícito estar donde está, por lo tanto la ciudadanía está desengañada con este gobierno y su partido que lo respalda, y más los catalanes, que además están hartos del desprecio que les hacen, sobre todo la derecha española, esta crisis ha servido al menos, para destapar los trapos sucios de este sistema en que estamos viviendo, por lo tanto queremos que esto cambie, y es un motivo entre otros para un cambio, y pienso que muchos quieren la separación, sin nacionalismos, o cosas por el estilo, vamos yo no soy catalán y creo que muchos catalanes tampoco creen en banderas ni en himnos, ni religiones, pero sí creemos en las personas, y estamos hartos de tanta mentira, yo también deseo salir de este lamentable país-nación, que se llama España, dicen que no es bueno que España se fragmente o se rompa, pero, qué más da si ya estamos divididos (ricos/pobres).
Saludos… Félix.
Publicado por: Félix Francés | 01/10/2013 2:19:51
Es muy fácil i cómodo culpar al poder de todos los males de la sociedad. Sin embargo hay dos elementos que no se qüestionan en este artículo:
1. Mal que nos pese a muchos, la mayoria de los que fueron a votar, votaron a Artur Mas en Catalunya y a Rajoy en España. La sociedad tiene el gobierno que se merece y si tanto nos quejamos de la corrupción e incompetencia de los políticos, hagamos algo más que hablar y actuemos. Es decir, en mi opinión, lo más criticable es la abstención, conformismo e ignorancia de una gran parte de la socieda (ojo, al poder le conviene mucho que el pueblo sea ignorante y analfabeto).
2. ¿Tanto miedo da afirmar que es la sociedad catalana que ha impuesto a Mas una actuación nunca prevista por CIU? El éxito de la via catalana del 11S 2013 no se entiende sin la manifestación del 11S 2012, que, a su vez, no se entiende sin la manifestación del 10J contra los recortes del Estatut, votado por el pueblo catalán. Si el poder y los partidos hubieran orquestado estas manifestaciones, por qué a) CIU está a punto de romperse? b) el PSC está deshecho por batallas internas c) ICV ni siquiera se atreve a confirmar qué votaría en un eventual referéndum y d) el PP teme a Ciutadans?
Publicado por: Helena | 01/10/2013 0:47:25