Nunca pensé que en un período tan corto de tiempo se pudiesen sentir tantas sacudidas emocionales que cuestionaran el sentido de la existencia humana. En mi primer viaje a África aprendí que el camino a la deriva, o al desmoronamiento se puede producir en cuestión de segundos. Acababa de leer “Ebano” de Kapucinsky. Me impresionó de tal forma, que decidí llevarme otro de sus libros: “los cínicos no sirven para este oficio.” Leyéndolo evidencié que pasar por la vida de puntillas es una acción vacía y sin sentido, que para comprender nuestra humanidad, para sentir, explorar y descubrir precisamos de los demás. Cada noche me emocionaba con las reflexiones de su libro, sin imaginar que estaba a punto de experimentarlas en primera persona. Como me hubiese gustado tener entonces su experiencia, inteligencia y capacidad de análisis.
Región del Tigray, Etiopía 2002
Aún hoy y después de tanto tiempo, siento el peso de mi culpabilidad. De nada me sirven los pretextos para tranquilizar mi conciencia. Afortunadamente las personas no somos cosas, sino procesos. Cada cual crece a distinta manera y diferente velocidad.
Mi trabajo consistía en acompañar a un grupo de compañeros periodistas a Etiopía para que conociesen los proyectos de Action Aid. Regresando a la capital, se nos hizo tarde y tuvimos que pernoctar en una especie de motel, ubicado en Maichew a 665 kilómetros al norte de Addis Abeba. Nunca he vuelto a pisar un lugar tan sórdido. Ni en la Ciudad de la basura de México he visto tanta mugre y miseria. El aire de aquel lugar era pesado y los olores nauseabundos. Me asignaron una lúgubre habitación de color ocre marchito sin apenas ventilación. Recuerdo que hacía un frío paralizante y que no entendía como las ratas podían pasearse por encima de nuestras mantas con tanta energía. ¿Es posible que a estas bestias no les afecte ni el frío? Aquel antro se fue llenando poco a poco de camioneros vociferando y de prostitutas. Se respiraba un aíre decadente digno de una película de Peter Glenville de los 60.
Maychew, Tigray 2002 / Fotografía de Josep Giralt