Amores Imaginarios

Sobre el blog

El componente humano primordial debería ser el del reconocimiento del otro. Sin los demás no podríamos existir. Por lo tanto, disfrutemos de “otros mundos” y que esa diferencia –en vez de aislarnos- sea el camino para conseguir un mundo más justo, menos convencional y más libre. En este blog rendimos homenaje a algunas de las más significativas creaciones humanas que han marcado nuestra existencia: libros, películas, autores, canciones, etc. y que han estimulado nuestra (mi) necesidad de pensar, sentir y gozar. Al mismo tiempo, es un espacio que indaga sobre la realidad humana e intenta contribuir a la reflexión y al aprendizaje.

Sobre el autor

Josep Giralt Josep Giralt. Trabajó en Canal Plus, en el Congreso de los Diputados y como fotoperiodista en América Latina, África y Asia. Coautor del libro Sentir Etiopía, (RBA), compatibiliza su trabajo como periodista en una Fundación con el de colaborador en tertulias de actualidad en Ràdio Barcelona-Cadena Ser. Anteriormente dirigió durante cuatro años el espacio Películas incómodas en Com Ràdio. Ha publicado artículos y entrevistas en El País, Avui, y El Mundo, entre otros. Su frase: "No sirvo ni para seguir ni para conducir", de Nietzsche; su película: Rocco y sus hermanos, de Visconti. Sus libros: Los ensayos, de Montaigne y Conversaciones, de Cioran.

Doble identidad

Por: | 27 de enero de 2014

Una de las pocas certezas que todavía conservo es que tener conciencia, en el actual sistema, supone a todas luces una fatalidad. El objetivo del mundo dorado de Hollywood era alejar al gran público de la verdad. Su propósito era divertir a las masas, entretenerlas, adoctrinarlas y ofrecerles la ilusión de que otro mundo idílico era posible. Si la maquinaria de Hollywood hubiese dedicado todo su talento y fuerzas mostrando sin ambages las cloacas del sistema posiblemente el triunfo del capitalismo más salvaje no hubiese resultado tan sencillo. Pero es como pedir que desde el interior de la bestia se dinamitase a sí misma. Sustraerse del poder de la iglesia y de los estereotipos marcados a fuego por la maquinaria del cine ha sido privilegio de muy pocos. Incluso la propia gente de la industria se ha dejado utilizar por el propio sistema. Contar la verdad sobre sí mismos, sobre sus inclinaciones sexuales o sus simpatías políticas suponía definitivamente el fin de sus carreras.

La verdad en el cine y en la política solo se ha contado parcialmente.

  Hepburn

Durante más de un año estuve preparando un reportaje sobre chaperos para El País Semanal. Me interesaba el submundo que subyace en mi ciudad y que nada tiene que ver con la Barcelona de diseño y modernidad de la que tanto presumen sus políticos. Poner el foco en otro ángulo del cuadro me sigue pareciendo la mejor forma de acercarse a la poliédrica realidad. Una decena de testimonios me confirmó que la vida de los demás la vemos bajo un barniz que nos engaña.

La mayoría de sus clientes eran hombres casados, padres de familia, abogados, banqueros y profesionales de múltiples y diversas profesiones. Algunas de las vivencias que escuche durante aquellas conversaciones pueden resultar sorprendentes y difíciles de comprender. Me di cuenta entonces de que los seres humanos somos "vírgenes"  tanto ante el horror como del placer. Sin embargo, todo aquello me condujo a hacerme algunas preguntas: ¿Qué empuja a llevar una doble vida?, ¿Se puede mantener en el tiempo una doble identidad? ¿Por qué la sociedad ampara esquemas dignos del pleistoceno, donde la identidad sexual clásica es la norma? ¿Por qué se mantienen las mentiras? ¿No somos todos, en parte responsables de estas falsedades?

 

 

 

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La derrota de la libertad

Por: | 20 de enero de 2014

Las historias de amor, los mitos, las leyendas, poemas, películas, canciones y los lugares de encuentro secretos, forman parte de la vida y de nuestro imaginario colectivo. Sin embargo, siempre he desconfiado de las representaciones que intentan adoctrinarnos mostrando la felicidad como valor supremo. Siempre pienso que hay algo de impostura en ello. Las estampas de familias modélicas y de postales de San Valentín jurándose amor eterno me inquietan. Todo es demasiado difícil para resultar tan sencillo. Douglas Horton lo definía a la perfección: “El arte de la simplicidad es un rompecabezas de complejidad”.

Pillow talk

Rock Husdon y Doris Day o como engañar al público con esteriotipos de cartón piedra. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. 

Hay canciones que tienen el poder de quebrar el alma. Durante años, cada vez que escuchaba “Alfonsina y el Mar” de Mercedes Sosa, pensaba en mi hermana pequeña. Con el tiempo me enteré que era un canción dedicada a la poeta argentina Alfonsina Storni. Y me interese por su vida y obra. Es impresionante la influencia que ejerce sobre nosotros el poder transformador de la curiosidad y la búsqueda. Uno siempre es mejor persona después de haberse adentrando en el interior de otro ser humano intentando comprenderlo. Sin embargo, nunca he dejado de pensar lo felices que hubiésemos sido, si nuestra hermana hubiese podido volar. No me di cuenta entonces, pero el verso no hablaba de ella, sino de otras mujeres como mi hermana mayor, la escritora de cuentos.

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Investigar sobre la poeta desaparecida me sirvió como bálsamo. Cuando descubrí el poema “Date a volar” se convirtió en uno de los versos que me hubiese gustado aprender para recitar a mi futura compañera de viaje. Pero lamentablemente no nací argentino y jamás tendré su poder de oratoria. Entonces no acabé de comprender algunos matices, pero ahora, de adulto, me identifico con cada uno de sus pensamientos. Creo que si la pareja tiene algún futuro, es sin duda alguna en libertad. El miedo y el sentido de la propiedad no conducen a nada más que a la sumisión. ¿Y quién quiere convivir con una persona anulada?

 

Date a volar

Anda, date a volar, hazte una abeja,

En el jardín florecen amapolas,

Y el néctar fino colma las corolas;

Mañana el alma tuya estará vieja.

 

Anda, suelta a volar, hazte paloma,

Recorre el bosque y picotea granos,

Come migajas en distintas manos

La pulpa muerde de fragante poma.

 

Anda, date a volar, sé golondrina,

Busca la playa de los soles de oro,

Gusta la primavera y su tesoro,

La primavera es única y divina.

  

Mueres de sed: no he de oprimirte tanto

Anda, camina por el mundo, sabe;

Dispuesta sobre el mar está tu nave:

Date a bogar hacia el mejor encanto.

 

Corre, camina más, es poco aquello

Aún quedan cosas que tu mano anhela,

Corre, camina, gira, sube y vuela:

Gústalo todo porque todo es bello.

 

Echa a volar, mi amor no te detiene,

¡Cómo te entiendo, bien, cómo te entiendo!

Llore mi vida, el corazón se apene

Date a volar, amor, yo te comprendo.

 

Callada el alma, el corazón partido,

Suelto tus alas, ve, pero te espero.

¿Cómo traerás el corazón, viajero?

Tendré piedad de un corazón vencido.

 

Para que tanta sed bebiendo cures

Hay numerosas sendas para ti

Pero se hace la noche; no te apures

Todas traen a mí.

 

El enamoramiento debería ser una experiencia mítica, inexplicable, casi sagrada. Como un experimento revelador que desafía las leyes de  la naturaleza. No deberían existir intereses creados. Eso es otra cosa, pero definitivamente no es amor. Sé por experiencia que no pueden cobrar mayor importancia las cosas materiales que las personas. De ser así, se pagaría un precio demasiado alto.  Tal y como señala Auguste Comte: "Sólo los buenos sentimientos pueden unirnos, el interés jamás ha forjado uniones saludables."

Alfonsina Storni fue madre soltera, hecho que no era aceptable en su época. Eso no le impidió ser reconocida entre los mejores escritores de su tiempo. El rasgo más característico de su producción fue un feminismo combativo.

Jenn Díaz la describe de la siguiente forma: “Lo importante del feminismo de Alfonsina Storni es que no era una corriente a la que se sumaba, sino que vivía al raso, vivía varonilmente, con mucha fuerza. Se abría paso entre el grupo literario de hombres, más enquistado todavía que la sociedad en sí. En cambio, no hacía otra cosa que mandar mensajes desde su obra. No daba consejos, sino que convertía en libres a las mujeres protagonistas, y de ellas la mujer debía extraer el mensaje. Uno de los valores más importantes de Alfonsina es que le suponía inteligencia a la mujer y le daba el trato que merecía intelectualmente, pero las mujeres que la rodeaban no estaban preparadas para aquel salto y no le seguían el ritmo.”  

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Es triste comprobar, no sin cierto desasosiego, que nuestra cultura, hasta la considerada más ajena a la religión, está completamente sumergida y con frecuencia apoyada en esas viejas ideas de la moral cristiana, creadas hace cientos de años. ¿Cuanto daño ha hecho en las generaciones pretéritas toda esta propaganda paternalista, convencional y castradora? ¿Cómo hubiese sido nuestro mundo si hubiésemos podido crecer sin miedos? 

He llegado al convencimiento de que muchos valores sobre afectos y vínculos entre personas que hoy se admiten como correctos, hunden sus raíces en arcaicos comportamientos. De nuevo el ilimitado peso de las tradiciones y la cultura. 

Durante muchos años tuve una relación muy especial con una mujer que al igual que la poeta argentina padeció un cáncer de mama. A veces pienso que en lo único que coincidieron es en la enfermedad. Alfonsina convirtió la desgracia de ser mujer en una ventaja. Poema tras poema, toda una vida de lucha contra la sociedad y su género y su ámbito, acaba por ganarse a las mujeres. Mi amiga lucho en soledad y silencio. Lamentablemente no contó con las herramientas de la poetisa para exorcizar todo su infelicidad. Durante los últimos veinticinco años de su vida no se sintió una mujer amada ni valorada.

Estuvo trabajando infatigablemente durante décadas para su familia. Nunca recibió una palabra de halago o agradecimiento. Exceptuando un hijo que todavía hoy y en la distancia se lamenta por no haber adivinado aquella soledad en la que ella se encontraba. Al igual que él, me gustaría retroceder en el tiempo y abrazarla hasta hacerle daño. No con la intención de causarle dolor, sino con el propósito de no dejarla escapar de nuevo. Siempre que pienso en ella, recuerdo la frase de Beethoven: “No conozco ningún otro signo de superioridad que la bondad”. Durante los últimos meses de su vida me distancié equivocadamente. Pensé que al no ser testigo de su deterioro me ahorría parte del dolor que me causaría su fallecimiento. Me equivoqué de nuevo, no hay día que no piense en ella.

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¿Quién teme a Virginia Woolf?, de Mike Nichols. Uno de los más devastadores retratos sobre la autodestrucción y soledad de una pareja adulta.

Recojo nuevamente las palabras de Díaz: “Alfonsina no planeó una muerte violenta, aunque por su mente no estuviera previsto el suicidio, la vida de Alfonsina Storni se vio alterada por un cáncer de mama, rompiendo y acabando el curso de su crecimiento personal y literario. A diferencia de otras suicidas, como Sylvia Plath o Virginia Woolf, a las que se les conoce una enfermedad mental, Alfonsina no padecía más tristezas, melancolías y nervios que cualquier persona sensible y emocional como ella.Alfonsina se fue al mar y se arrojó desde el Club Argentino de Mujeres. Encontraron el cadáver horas más tarde dos obreros de la Dirección de Hidráulica. Se la llevaron en ambulancia sin saber que se trataba de la prestigiosa poeta, hasta que el doctor Bellati, al destapar el rostro, la reconoció”.

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Una vez leí en una entrevista una frase que decía: “Existen las parejas, porque es imposible esconderse solo”. Aquella frase me recordó una reflexión que solía escucharle siempre a mi padre: “No se va por la vida de la misma manera cuando sabes que te quieren.” Sin embargo, no puedo dejar de preguntarme por la cantidad de vidas estériles que lo han sido, por no haber tenido el valor de vivir en soledad saltándose las reglas: ¿Somos capaces de amar sin ese absurdo y demoledor sentido de la propiedad? ¿nos hemos planteado alguna vez qué tipo de relación necesitamos?, ¿tenemos miedo a ser libres?, ¿somos capaces de otorgar alas a nuestra pareja? ¿somos todo lo sinceros que deberíamos ser con nosotros mismos?

Algunas personas consiguen vivir en libertad. Y han pagado un alto precio por ello. Pero es evidente admitir que la moral gregaria ha vencido y con una fuerza inusitada. Definitivamente, nos tenemos miedo a nosotros mismos y a lo que haríamos en libertad.

  

 

El País

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