Recuerdo un artículo que leí hace tiempo del psicólogo Pedro Cardeñosa que tenía un titular muy llamativo: La gente malvada gana más dinero. El docente hablaba de una investigación hecha por las universidades de Cornell y Notre Dame, en EE.UU y la universidad Western Ontario en Canadá, en la que se señalaba que los trabajadores calificados como agradables (calidez, amabilidad y cooperación con el resto) suelen tener sueldos más bajos que aquellos a los que básicamente solo les importa su propio bienestar. A continuación, Cardeñosa se preguntaba: ¿Es el dinero una recompensa destinada a la falta de calidad humana? Esta semana Pilar Jérico en su blog de El País, Laboratorio de Felicidad, titulaba así su último artículo: “Cuanto más dinero menos ética”. En ambos hay planteamientos similares, pero coinciden en la siguiente afirmación: La falta de preocupaciones pecuniarias, acaba por alejarnos de la realidad. En definitiva y salvo excepciones, contar con más recursos nos permite vivir en un ambiente con menos amenazas e incertidumbres. Tal y como señala la consultora, el problema surge cuando no miramos mas allá de la propia seguridad personal. Cuando nuestra seguridad se convierte en una burbuja impenetrable que nos hace perder el pulso de lo que ocurre más allá de nuestro pequeño mundo.