La lucidez puede convertirse en un arma muy peligrosa. La otra noche asistí a una multitudinaria subasta benéfica. Nunca como hasta entonces había visto tan de cerca el dramático conjunto de gente gris que nos gobierna. Sin duda alguna, nos encontramos ante el más absoluto triunfo de los mediocres y por consiguiente frente a una crisis del sistema.
Fue un evento que bien podría recordar la secuencia del camarote de los Hermanos Max. Los fotógrafos se amontonaban unos sobre otros -para captar la mejor imagen de las autoridades- como si se tratase de la estructura de un hormiguero. Todo lo sucedido en aquel hotel podría sintetizar perfectamente lo que esta pasando en nuestro país. Lo cómico y lo trágico convivieron en el mismo espacio durante toda la noche. No sé muy bien dónde está la oposición y nuestros intelectuales, pero si no pasamos todos a la acción, esto ya no lo salva nadie.
Aquella fue una de esas noches para rebasar cortezas. Una ocasión particular para descubrir que tras la apariencia se puede encontrar la verdadera esencia de las cosas. En un mundo razonable, todo aquel envoltorio no hubiese tenido sentido. Apenas tuve tiempo para detenerme y reflexionar. Algo en mi interior me iba diciendo repetidamente que aquella no era mi gente. Sin embargo, no podía dejar de sentir una cierta euforia al sentirme parte de la historia. Me vi como El hombre invisible de H.G Wells adentrándose en terreno pantanoso. Sin duda, no hay mayor fortuna que pasar inadvertido.
Centro de salud para niños y niñas huérfanos VIH, Mozambique. Foto: Josep Giralt
En una de las paredes del vestíbulo tenían expuesta una foto en blanco y negro de Audrey Hepburn con su firma. Por un momento me imaginé lo espectacular y mágico que tenía que haber sido compartir una velada junto a ella. ¿Cómo de interesante habría resultado una conversación con Jack Lemmon, Fernando Fernán Gómez o Mastroianni? ¿Nos hemos parado a pensar, en cómo es posible este deterioro tremendo de la cultura? ¿Qué ha pasado con aquellas personalidades únicas por las que sentíamos admiración? No caeré en la trampa simplista de decir que cualquier tiempo pasado fue mejor. Todo sabemos que eso no es cierto, pero sí debemos reconocer que este afán de lucro que todo lo infecta es el que ha acabado por contaminar la cultura y la sociedad en general.