No sé por qué extraña razón nos pasamos la vida elogiando aquellos que se consideran “normales”. Tanto en la vida pública como en la privada. Es como si con dicho adjetivo hubiéramos resumido lo mejor que puede decirse de una persona. Sin embargo, la historia de la humanidad nos confirma todo lo contrario. ¿De qué nos ha servido la “normalidad” de aquellos que se consideran defensores de la patria y sin embargo no han dudado en dejar a sus ciudadanos sumidos en la pobreza? ¿De qué ha valido la “normalidad” de algunos políticos que, colmados de premios y honores han bombardeado al prójimo hasta la extenuación? ¿De qué sirve la “normalidad” de aquellos que dan clases de moral en público y en privado hacen todo lo contrario?
"Anímese a ser resultamente anormal, un poco raro, hágame el favor. Le bastará con ser usted mismo". Aurelio Arteta-Jude Law
Tendríamos que hacer un poco de memoria. ¿Aprenderemos algún día de nuestros errores? No lo creo, de lo contrario, tendríamos otro modelo de sociedad; más equitativa, libre y solidaria. ¿Por qué el establishment cuenta en sus filas, con tantos mandatarios perturbados y sin embargo se les sigue considerando “normales”? ¿De qué le ha servido al mundo tanto discurso propagandístico apelando a la “normalidad”?
Estoy hasta el gorro de la supuesta “normalidad”. Si creemos que la indolencia, la falta de empatía o la insensibilidad son atributos indispensables para alcanzar el éxito, vamos por mal camino. Más que una condición imprescindible para alcanzarlo, deberíamos considerarlo una maldición de nuestro tiempo.
Se supone que el hombre o la mujer “normales” son los que se atienen a lo establecido. Se entiende que son considerados buenos ciudadanos y que no dan problemas. Sin embargo, no puedo dejar de preguntarme: ¿Cómo evitar no tener dificultades en la vida? ¿Qué respuestas espera un sistema que no se ha cansado de mentirnos respecto a esa normalidad? De una vez por todas, ¿Quién pone a esta gente tan "normal”en puestos de suma responsabilidad? ¿Quién dictamina lo que es normal y lo que no?
De lo que se trata -como en todo- es de no crear problemas. Y sobretodo de no cuestionar situaciones delicadas para el grupo al que pertenecemos. Ser uno más, un ser “normal” un humano medio, corriente y complaciente. ¿Para qué buscar complicaciones? En el fondo lo que queremos es tranquilidad. Quedarnos al calor del grupo, preservar nuestra identidad, sin provocar fisuras. En definitiva, se trata de ser de los nuestros. Es igual que seamos uno más del rebaño, entre tantos tampoco se nota demasiado.
Lo sepamos o no, predicamos la mediocridad como ideal. Es decir, hacemos de la carencia de principios el valor más venerado. Que nadie descuelle, que nadie sobresalga, todos hemos de ser iguales en aras de la “normalidad”. Aurelio Arteta lo definía a la perfección: “Sólo si soy como los demás me pongo a resguardo, de modo que me adelanto a consagrar la norma de mi parroquia como lo bueno. Puesto que no deseo ser libre, sino estar arropado, evito las opciones: el distinto es siempre mi enemigo”.
De seguir así, corremos el peligro de acabar siendo superficialmente uniformes. La realidad dejará de ser diversa, todo se convertirá en apariencia, no existirá la autenticidad. Me ha costado muchos años irme desprendiendo de ataduras impuestas. No eran convicciones razonadas, sino algo que había ido adoptando desde mi niñez. Es solo, cuando las cosas empiezan a tambalearse que empezamos a hacernos preguntas. ¿Quiénes somos en realidad? ¿Nos conocemos realmente? ¿Cuál es la finalidad de nuestra existencia?
En definitiva, nos dejamos llevar por el temor a lo diferente. En el fondo somos víctimas de la irracionalidad del miedo. Siempre he aprendido más de aquellos que no se han conformado con el papel que les han repartido. Nos pasamos la vida intentando no angustiarnos, y sin embargo no hay evolución posible sin sufrimiento. Opto mil veces antes por la inseguridad de los fracasados, que por la soberbia de los triunfadores.
Quisiera tener mi propia moral, no dictada desde fuera ni desde arriba, sino desde dentro. No deberíamos pasarnos la vida juzgando al resto. En realidad no conocemos a nadie, somos unos desconocidos para los demás, incluso lo somos para nosotros mismos. Hay una realidad última, pura, absoluta que nada tiene que ver con la “normalidad”. Somos seres complejos, contradictorios, confundidos, en esencia la humanidad no puede ser “normal”. Y sin embargo, hemos interiorizado que la felicidad está en ser amantes del orden. Para no ver nuestra propia miseria, hemos decretado la miseria general.
Afortunadamente la vida sigue sorprendiéndonos. Casualmente, de quienes más he aprendido es de aquellos que no son parte de los que conocemos como “seres normales”: de mi hermana pequeña, con parálisis cerebral, siempre presente en mis escritos- y de nuestra teckel Frida. A veces, me confundo y llamo a mi hermana con su nombre y a la perrita con el suyo. Helvia al darse cuenta no para de reírse. Lo que provoca que Frida le salte encima a la velocidad de un rayo.
Mi hermana (la que sería considerada la menos normal de todos nosotros), me ha enseñado que no debemos guardarnos ninguna emoción importante en nuestro interior. No debemos matar nada dentro de nosotros antes de que nazca. Ella y sus emociones son pura verdad. A su manera nos expresa: “No os preocupéis por mí, siento, luego existo”. Con su ejemplo nos muestra que el mejor camino para evolucionar es desmontar y anular creencias llenas de estereotipos. Ideas que a la larga se acaban convirtiendo en trabas, en cárceles. No hay nadie que me haya influido y querido tanto, como aquella pequeña niña de largas y negras trenzas, en su eterna silla de ruedas y esta larguirucha cazadora de sueños que es nuestra adorada Frida. ¿Significa esto que para mucha gente no soy normal? Bendita sea entonces mi “anormalidad”.
Helvia y Frida
Raquel y Miss Daisy (Frida)
Hay 5 Comentarios
yo pienso que somos diferentes por definición y eso no se puede evitar. Dentro de la "normalidad" existen diferencias y también hay similitudes entre los "diferentes"; buscar la normalidad cuando somos diferentes tal vez sea uno de los errores más importantes de los seres humanos, y tal vez sea esta la forma de intentar evitar los conflictos.
Siempre hemos visto los conflictos como una guerra en la que podemos perder lo que somos todo lo que tenemos, Y esto siempre que no se trate de necesidades básicas y fundamentales es una actitud conservadora que trasciende lo objetivo para adentrarse en lo subjetivo que es donde realmente se originan los conflictos.
Publicado por: Vicent | 22/11/2014 10:06:41
Cuando veo a esos amantes del orden de manual, con su camisita y con su canesú, pienso en quién los planchará las camisas y elegirá las corbatas. Por no decir quién le cuidará a los hijos ó al perro. ¿De que orden hablan, del suyo ó del resto?. Esa es la clave, que casi siempre quieren imponer su orden a los demás.
Publicado por: Carlos Martinez | 20/11/2014 9:07:47
Hola MARTA: no estoy muy deacuerdo contigo. No pienso que sea cándido el discurso ni utópico como los "normales" dirían. Hay opciones también de escuelas distintas en las que no hay esos moldes. Aunque no siempre están al alcance de todos. En el fondo no es fácil, claro que no. Pero de eso mismo se trata, de esforzarnos por superar esa dificultad, o pensabas que íbamos a conseguir ser nosotros mismos sin dificultades como la que mencionas u otras? Sería mucho más facil si le gustara el fútbol, sí. Y más aún si fuera el mejor de la escuela. Pero entonces, probablemente, estaría en otro camino.
Publicado por: Arturo | 18/11/2014 18:01:33
No creo que en esta opinion se omita el sufrimiento que conlleva "querer ser diferente, es decir uno mismo". Yo lo veo como una manifestacion del sufrimiento que conlleva comportarse con unas reglas establecidas socialmente y poco sustentadas en la esencia humana. En mi experiencia, conlleva mas sufrimiento (constante en el tiempo) intentar tener una vida basada en patrones , que el sufrimiento mas intenso y menos duradero de intentar ser tu mismo.
Publicado por: Vanesa | 18/11/2014 15:26:23
Qué de acuerdo estoy, pero cuántos matices tiene este texto. Lo noto sobre todo en los niños: tengo dos hijos y por un lado está este discurso oficial, cándido y bienpensante de que cada uno siga su ritmo, de respetar sus tiempos y su imaginación. Pero ay como no quepa en el molde, como el fútbol no le interese, como lea o hable antes o después de la media. Se disparan las alarmas: llama la profesora, la madre lo apunta al grupo por miedo a que se quede fuera y no sea "normal".
Este discurso es tramposo, oficialmente qué bonito es ser uno mismo, pero te espera un frío calvario como no entres en la caja.
Publicado por: Marta | 18/11/2014 13:54:14