No creo en la providencia, ni en los milagros, ni en lo sobrenatural. Ya me cuesta bastante trabajo entender algunas cuestiones terrenales como para detenerme en aquello que no se puede demostrar. Sin embargo, sí creo en una vida basada en el ejemplo, la vocación y la empatía. “Aporofobia” el libro de Adela Cortina que trata sobre la pobreza me ha hecho pensar en Vicente Ferrer y su legado. En su último trabajo la filósofa ha creado un concepto que antes no existía, “Aporofobia”: "Me pareció que había que construir un verbo que definiese el rechazo que siente la sociedad hacia las personas pobres”. Para caracterizar la pobreza, Adela Cortina la ha considerado desde una perspectiva no sólo económica, sino también social. “Ser pobre implica con frecuencia mala salud, violencia y muchos otros problemas. Enfermedades mentales, adicción al alcohol, a las drogas o una esperanza de vida más corta que el resto de la población son algunas de las contrariedades implícitas en la falta extrema de recursos".
Cristina García Rodero
¿Cuántos ejemplos podríamos nombrar de personas que han dedicado su vida a combatir la pobreza? No hablo de campañas orquestadas por el poder, con ilustres personalidades y sus sustanciosos donativos, ni de sus moralinas burocráticas que se repiten de un tirón como viejos catecismos. No hablo de populismo de manual. Hablo de seres humanos para los que la lucha por la dignidad de las personas ha sido su principal objetivo. Todos podemos ser muy solidarios, pero pienso en algo muy distinto. Hablo de compartir el áspero olor de la pobreza, su soledad, su infinita incomprensión y abandono. ¿Por qué hay tan poca ejemplaridad en el paisaje social?
Cristina García Rodero
La figura de Vicente Ferrer nunca me interesó demasiado. Nos pasamos la vida juzgando a los demás desde el desconocimiento. Y sobre todo tendemos a generalizar. Y generalizar siempre es equivocarse. Un pasado jesuita y algunos prejuicios más hicieron que no me parase a admirar la figura de un ser humano irrepetible. Y así nos va. Vicente Ferrer detestaba los honores y los premios. Y también las generalizaciones. La Guerra Civil le inmunizó de por vida contra los sectarismos, politiqueos y dogmas. A partir de entonces puso toda su energía es combatir la pobreza extrema. No se fiaba ya de grandes proclamas. “No tengo fe en la sociedad, pero sí en las personas”. El horror vivido en la contienda le asestó una herida que solo pudo ir cerrando a medida que fue dándole la vuelta a los espantos sufridos en la guerra: “Ayudar a que la felicidad embarque en la vida de los demás es ayudar a que también desembarque en la nuestra”.
El cooperante comprendió muy pronto que no hay mayor beneficio social para todos que la magnitud cooperativa, que se nutre de la bondad y la justicia. ¿Puede existir mejor legado? Pasado un tiempo del campo de concentración y la guerra, VF se puso a estudiar Derecho. “No sé si me gustará esto de ser abogado. No me veo capaz de defender a uno si sé que es culpable. No lo podré hacer”. En una ocasión asistió a un intento de desahucio. Era una propiedad privada y no pagaban. Cuando Vicente entró en la casa, le dijo al guardia: “¡Vámonos! la necesitan más que nosotros.
Cristina García Rodero
La obediencia ciega puede ser más peligrosa que la desobediencia. El mismo hombre que se negó a dejar a una familia en la calle, consiguió años después, con enorme voluntad y titánico esfuerzo, impulsar en la India un programa de desarrollo único, y que a día de hoy cuenta con más de tres millones y medio de personas destinatarias. Seres humanos que han recuperado su alma y que han dejado atrás la oscuridad de las sombras. Vicente y Anna Ferrer entendieron muy pronto que la pobreza es la falta categórica de libertad.
El modelo de desarrollo de la Fundación Vicente Ferrer es de carácter expansivo. No se trata de una ayuda provisional. Se trabaja siempre sobre la idea de la constancia, generando y manteniendo vínculos allí donde son necesarios. Nacemos solos y morimos solos. Es la condición humana, la soledad. Pero cuando alguien te quiere, te salva de la tragedia. Independientemente de las recompensas que uno tenga en su vida, si no hay amor y justicia no hay nada.
“Es la fobia hacia el pobre la que lleva a rechazar a las personas, razas y etnias habitualmente sin recursos”. Adela Cortina dixit. ¿Quién de nosotros tiene la certeza absoluta de que en algún momento no se puede decantar la balanza y pasar a ser nosotros las sombras de las que hablaba Vicente? Para él las diferencias de lenguas y costumbres no significaron nada. Carecía de prejuicios y de orgullo racial. Para Vicente Ferrer solo había una historia: la de la humanidad.
Para Vicente Ferrer solo había una historia: la de la humanidad.
Cristina García Rodero
“Todos los seres humanos somos aporófobos. Identificarse con el grupo y desconfiar del extraño fue durante mucho tiempo una forma de defenderse de la amenaza de otros grupos tribales. Pero también dentro del propio grupo surge el rechazo al pobre porque rompe las reglas de cohesión interna basadas en dar y recibir. Los pobres no pueden dar, luego nada se espera de ellos”. Vicente Ferrer nos enseñó que no podremos confiar en la humanidad, sino aprendemos antes que hay que controlar la estrecha y claustrofóbica geografía del yo, y acabar con el individualismo competitivo y narcisista. La eficacia de una organización como la de la FVF se suele medir, en la perspectiva convencional, por los logros visibles que se pueden contabilizar. Pero hay otro trabajo que es muy difícil de cuantificar. El trabajo de ayudar a sentir y pensar. La sensibilidad ética de Vicente y Anna Ferrer son la constatación de que en la vida un ejemplo vale más que mil palabras.