¿Quién de nosotros, durante estos últimos meses no ha tenido la desgracia de sufrir más de una noche de insomnio, o una crisis de ansiedad? Es imprescindible hablar de las cosas que nos duelen. Todo en nuestra vida debería ser una lucha contra la neutralidad. Contra nuestra propia neutralidad. Aquella que no nos examina y provoca nuestra abulia y parasitismo. La que debería enfrentarnos a la peor versión de nosotros mismos. Lo real sucede cuando uno se golpea. “La ignorancia y el oscurantismo en todos los tiempos no han producido más que rebaños de esclavos para la tiranía". Emiliano Zapata dixit. Sin embargo, ¿son los demás los únicos responsables de nuestro comportamiento? Frente a los conflictos políticos, ¿nos mantenemos humanos o somos parecidos a los animales salvajes? ¿Es cierta la natural tendencia de los pueblos a dejarse engañar por sus gobernantes.
Quiero escribir sin tomar partido, pero sin ser equidistante en lo primordial. Me gustaría que mis reflexiones se entendiesen como meditaciones universales, y que no se centrasen únicamente en el contexto que nos ocupa. Todo lo que ha pasado en Catalunya y España debería ser contemplado como una obra de teatro que podria ser representada en cualquier rincón del mundo. Necesito huir de debates concretos. Ir más lejos, más al fondo. Lo único que se le puede pedir a un pensador es que sea profundo. Y eso no se puede exigir, se es profundo, o no, definitivamente. Según Willima Blake “El poeta está siempre del lado de los demonios”.
Mi repuesta frente a los últimos asuntos políticos ha hecho florecer una parte de mí que me inquieta. Es como si los acontecimientos me hubiesen colocado frente a un espejo en el que he visto brotar una parte oscura de mi alma que apenas conocía. Y lo que he encontrado reflejado me avergüenza y entristece. Me he sentido igual de desconcertado y aterrorizado que Lord Henry frente al retrato de Dorian Gray. Ver mi rostro con una mueca agridulce en el espejo ha sido la demostración de lo mal que he procesado los efectos causados por el dolor, el desprecio, y el rencor que he sentido por parte de algunos de mis familiares y amigos. Y de cómo, en vez de actuar de forma contrapuesta, he acabado pareciéndome a aquellos que tanto daño me han hecho. ¿Olvidamos con la rabia y la violencia quiénes somos? ¿Somos violentos porque antes lo fueron con nosotros, o forma una parte intrínseca de nuestro ser? ¿Porqué es tan fácil dejarse llevar por las pasiones, y sin embargo tan difícil aplicar el conocimiento?.
Me he visto obligado a luchar contra los demonios que llevaba en mi interior y que tenía adormecidos. Supongo que tal y como decía Sábato, la creación nace del desajuste entre el hombre y en el mundo. Pero, ¿tenemos todos la capacidad de exorcizar nuestros demonios a través de la creatividad? ¿Podemos encontrar consuelo en nuestra parte más artística? ¿Sería quizás el antídoto para los ismos de cualquier orden? ¿Cultura y sensibilidad van necesariamente unidos? ¿Ahuyenta el conocimiento el mal moral? ¿Puede la razón ser transformada por el egoísmo?.
"El hombre se adentra en la multitud para ahogar el clamor de su propio silencio". Rabindranath Tagore. No estoy diciendo que no debamos combatir por la consecución de un mundo más justo, una sociedad más humana, más equitativa. ¿Quién puede discutir eso? No me gusta simplificar. Sin embargo, sí creo, que entre todos, deberíamos luchar, no solo por cambiar las cosas, sino por no hacerlo desde el odio. Si conociéramos de verdad la realidad humana y social, nos daríamos cuenta de que lo mejor, precisamente es la bondad. Construir desde la bondad y la diferencia. No podremos avanzar nunca, si la gente a la que hemos admirado y querido, la convertimos de golpe en el enemigo. "No pondré ninguna verdad por encima de la vida de un hombre". El otro día me encontré con un ex compañero de profesión cruzando la calle, y le faltó tiempo para mirar los adoquines de la calzada para no tener que cruzarse con mi mirada. ¿Podemos dejar de hablar con una hermano por defender una bandera, sea esta del color que sea? ¿En qué hemos caído, unos y otros? ¿Se puede construir desde el resentimiento? ¿Cómo vamos a sumar desde la indiferencia al otro? Si entre todos no hemos sido capaces de repudiar el discurso del odio, ¿qué ocurrirá con aquellos que no nos importan? El altruismo no supone una renuncia y disolución del yo, sino una apertura interactiva con el otro. ¿Es que no hemos aprendido nada?
"No pondré ninguna verdad por encima de la vida de un hombre" Albert Camus
Sé quién soy y qué necesito para ser feliz. Hablar de compromiso y ecuanimidad no quiere decir solamente que el periodismo deba ser una mera herramienta de lucha política. Debemos acompañar nuestras ideas de sentimientos, corazón y sensibilidad. No debemos contagiarnos de esa enfermedad terrible que significa la indiferencia. Insisto, cada uno tiene sus razones, algunas difíciles de relativizar, sobre lo que se ha hecho mal en los últimos años. Pero eso no significa que debamos dejar florecer lo peor de nosotros mismos. Si hay algo de todo lo que ha ocurrido que detesto especialmente, es observar como los asuntos políticos han permitido que aparezca la sombra de ese monstruo que habita en mí, y por el que siento un terrible desprecio. Esa mácula que me ha aparecido en el alma, no me ha dejado apenas fuerzas para luchar por la sociedad que busco. Una cultura liberadora, guiada por el altruismo, y la voluntad de desarrollo universal de los humanos. Todo lo contrario, me ha hecho más pequeño y más gris.
El Monstruo de la indiferencia
No soy nadie para juzgar la vida de los demás. Y mucho menos sus sentimientos. Sin embargo, algunos de mis amigos y conocidos han sufrido mi distanciamiento. Y yo el suyo. Es como si nos hubiésemos declarado la guerra sin decírnoslo. ¿Puede haber algo más triste? He recibido ofensas por ambos lados. Me han llegado a llamar cloaca humana. Sin embargo, también me he encontrado con amigos que me han ayudado a no generalizar, y a no perder el norte. Me han hecho pensar desde el conocimiento y la calma. Gracias a ellos y ellas, puedo volver a mirarme. No sin antes, y de reojo mantenerme muy alerta para que esa bestia obscura e imposible de controlar resurja en mi interior provocándome esta fatal amargura.
Cuando nuestro odio es demasiado profundo, nos coloca por debajo de aquellos a quienes odiamos. Se pueden ganar batallas, pero jamás se logrará convencer. El principal problema que tenemos como sociedad, es que hemos de ser capaces de sumar más personas libres, y menos feligreses.
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