Amores Imaginarios

Sobre el blog

El componente humano primordial debería ser el del reconocimiento del otro. Sin los demás no podríamos existir. Por lo tanto, disfrutemos de “otros mundos” y que esa diferencia –en vez de aislarnos- sea el camino para conseguir un mundo más justo, menos convencional y más libre. En este blog rendimos homenaje a algunas de las más significativas creaciones humanas que han marcado nuestra existencia: libros, películas, autores, canciones, etc. y que han estimulado nuestra (mi) necesidad de pensar, sentir y gozar. Al mismo tiempo, es un espacio que indaga sobre la realidad humana e intenta contribuir a la reflexión y al aprendizaje.

Sobre el autor

Josep Giralt Josep Giralt. Trabajó en Canal Plus, en el Congreso de los Diputados y como fotoperiodista en América Latina, África y Asia. Coautor del libro Sentir Etiopía, (RBA), compatibiliza su trabajo como periodista en una Fundación con el de colaborador en tertulias de actualidad en Ràdio Barcelona-Cadena Ser. Anteriormente dirigió durante cuatro años el espacio Películas incómodas en Com Ràdio. Ha publicado artículos y entrevistas en El País, Avui, y El Mundo, entre otros. Su frase: "No sirvo ni para seguir ni para conducir", de Nietzsche; su película: Rocco y sus hermanos, de Visconti. Sus libros: Los ensayos, de Montaigne y Conversaciones, de Cioran.

Aceptar el infierno

Por: | 15 de febrero de 2018

 

Emile Cioran decía que un libro que no provoca una herida, es un proyecto fallido. Ocurre lo mismo con el periodismo. Debe inducir algún tipo de cambio. El deber de un buen periodista es informar, informar desde la humildad, de manera que ayude a la humanidad a no perpetuar los mismos clichés, a ser menos arrogantes, y a tener una menor predisposición al odio y mayor a la comprensión.

Lo que escribimos debe servirnos para aumentar nuestro propio conocimiento, y también el del otro. Pero sobre todo debemos hacerlo desde la verdad, -indignados si es necesario-, pero jamás sintiéndonos superiores a nadie. Debemos conocer para comprender, y debemos comprender para tomar buenas decisiones y actuar. Aunque nos parezca incómodo, o políticamente incorrecto cuando de lo que hablamos es de temas delicados o dolorosos como son los abusos sexuales y explotación de menores por parte de miembros de algunas organizaciones humanitarias. Siempre he creído que no es un fenómeno generalizado, lo que no quita su enorme gravedad. Cuando Tagore se enfrentaba ante un grave problema que no había sabido predecir decía: “Leemos mal en el mundo y después decimos que nos engaña.”

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Malawi-Josep Giralt

Las últimas noticias relacionadas con las orgias de personal de Oxfam-Gran Bretaña ponen la carne de gallina. Llevo más de veinte años trabajando en organizaciones no gubernamentales. He viajado durante mucho tiempo por América Latina, África y Asia.  Lamentablemente no soy lo suficientemente ingenuo como para creer que estas aterradoras prácticas no pueden producirse dentro del mundo de las ONG. ¿Hay algo más obsceno que aprovecharse de la vulnerabilidad de los más débiles?. En realidad, no están junto a ellos para luchar por su dignidad? ¿Cómo pueden caer tan bajo? ¿Cómo consiguen dormir después de abusar de alguien tan indefenso y golpeado por la vida? Sin embargo, sigo creyendo que nadie se hace malvado de repente.

Tal y como menciona Rafael Vilasanjuan en su espléndido artículo “La ayuda y el sexo”: “No podemos evitar todas las conductas depravadas, pero desde la distancia intuyo al menos tres errores. El primero fue ocultar al público la evidencia conocida internamente y no tomar medidas drásticas, aunque salieran a la luz. El segundo, un error igual de grave, sería confundir a toda la organización por la conducta depravada de algunos trabajadores –afortunadamente se cuentan con las manos- y el temor a hacerlo público”.

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Anantapur-Josep Giralt

Nadie puede defender lo indefendible. No creo que nadie tenga el valor de hacerlo. Se han de perfeccionar los códigos de conducta para evitar que se repitan casos, y también y no por ello menos importante, debemos reflexionar sobre qué nos está pasando y cuestionar de una vez por todas los mecanismos y consecuencias que ejerce el poder. 

En definitiva, eso es de lo que estamos hablando. Sea este un poder económico, político o social. Solo desde una posición de dominio se pueden vulnerar los derechos y la dignidad de los más débiles. Como señala Vilasanjuan: “Deberíamos recordarles a todos los que quieren utilizar este escándalo sobre Intermón-Oxfam, que Gran Bretaña es el principal vendedor de armas a países como Arabia Saudí, que las utiliza sin control masacrando a población civil en Yemen. Sin desviar la gravedad de lo ocurrido. Si hay que recortar empecemos por ahí. ¿O es que esto no escandaliza?

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Yo incluso iría más lejos. Y no se trata, una vez más de la mezquina estrategia del ventilador. ¿Somos acaso conscientes de que la mayor parte de los abusos sexuales a menores en el primer mundo están protagonizados por personas del entorno más inmediato de las víctimas? Todos los que abusan utilizan su posición de poder para lograr sus objetivos, estén estos donde estén. Según algunos jueces, existe "una desproporción entre las posiciones de abusadores y abusados, que determina una conducta de presión moral sobre la parte débil".

Insisto, no quiero infravalorar lo ocurrido. Sin embargo, no olvidemos que una investigación llevada a cabo por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades [Centers for Disease Control and Prevention (CDC) Atlanta, USA, estima que en su país aproximadamente uno de cada seis niños y una de cada cuatro niñas son abusados sexualmente. Aproximadamente, el 30% de los perpetradores de abuso sexual son miembros de la familia. Esta situación, ¿nos enfurece de la misma forma que la espantosa conducta de miembros de algunas organizaciones? ¿Pedimos aquellos que quieren tener hijos un código de conducta?, ¿Qué hacemos cuando el enemigo está en casa?

Tanto las víctimas sobre el terreno en el que trabajan las organizaciones no gubernamentales, como las de los países ricos sufren para siempre las consecuencias de estos delitos: intranquilidad de por vida que se manifiesta en episodios de depresión y ansiedad, por no hablar de los que no pueden vivir bajo el peso de las circunstancias y se quitan la vida. Muerte provocada por una paulatina pérdida de autoestima, hipersensibilidad, incapacidad para olvidar lo vivido y bloqueo emocional.

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Otras consecuencias son el miedo a la afectividad, miedo a la figura masculina y en algunos casos alteración del desarrollo de la sexualidad. Hace muchos años conocí a una mujer de la alta sociedad que me dejaba como detalle mis pasteles favoritos en la puerta de casa. Durante tiempo sufrió de un bloqueo emocional y de una indolencia que me disgustaba. Un día me confeso que era violada por una de sus hermanos sistemáticamente. Eso sí, la familia tenía un palco en el Liceo y eran venerados por medio Barcelona. Es un caso similar al que nos cuenta Dalmau en una de las mejores biografías que he leído nunca “Los Goytisolo”. En el libro se revela cómo el abuelo abusaba de Juan Goytisolo. Era un secreto a voces, que jamás se atrevió nadie a mencionar en voz alta. Le dejaron a solas con aquel hombre enfermo, hasta que tuvo la posibilidad de volar para no regresar nunca más. Aquel suceso condicionó su existencia.

Me entristece pensar en el desastre que estos hechos pueden suponer para intermón-Oxfam, o para otras organizaciones. El trabajo que realizan sobre el terreno es imprescindible. Supongo que como todos, aprenderán de los errores de gestión y comunicación que se hayan cometido. Sin embargo, deberíamos evaluar con la misma vara de medir a todos aquellos que abusan de su poder con los más débiles. Y deberíamos empezar por nosotros mismos, y con nuestra forma de enfrentarnos a unos hechos de los que prácticamente no queremos hablar. Es un tema muy incómodo, que genera mucho rechazo, también por parte de los propios profesionales.

Humanité

No puedo dejar de preguntarme, ¿dónde habrán aprendido el abuso de poder y salvajismo aquellos miembros de las ONG que han sido descubiertos? ¿Dónde aprendieron a ser malas personas? ¿en África?, ¿durante el terremoto de Haití? ¿En una guerra? ¿No se trataba en realidad de salvar vidas? Las malas prácticas, el incalificable error que han cometido no lo aprendieron de sus víctimas. Lo asimilaron en nuestro mundo. En nuestras casas, con nuestras familias, amigos, universidad o trabajo. No los disculpa, pero de algún modo nos condena a todos.

Deberíamos evaluar con la misma vara de medir a todos aquellos que abusan de su poder con los más débiles.

“El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio”. Italo Calvino, el final de “Las ciudades invisibles”.

Guerras

No podemos caer en la simple condena sin antes examinarnos. Debemos hacernos preguntas antes los enigmas y complejidades del ser humano. Condenemos la maldad, e intentemos acabar con ella, aunque sea desde dentro. Todo se reduce siempre al poder.

“Los poderosos tienen los mismos guardianes y cerrojos. Políticos de cualquier ideología, delincuentes de guante blanco, mafiosos, capitanes de empresa, banqueros, divos del espectáculo, cardenales y papas de Roma, a todos los iguala un mismo guardaespaldas cuyo criterio es indispensable para aprender la última filosofía: cómo ser libre detrás de una puerta blindada". Manuel Vicent dixit.

No podemos caer en la simple condena sin antes examinarnos.

Las ONG son cada vez más necesarias, y no solo por la calidad profesional y humana de la mayoría de su plantilla. Parte de los mejores especialistas y amigos que me he encontrado en mi trayectoria profesional han sido y son miembros de la Fundación Vicente Ferrer, Médicos sin Fronteras, Manos Unidas, Ayuda en Acción, Fundació Barça, e Intermón –Oxfam. Son necesarios para abrir esas puertas blindadas de las que habla Manuel Vicent. Han conseguido cambiar millones de vidas logrando un extraordinario impacto social, aportando futuro a sus destinatarios, trabajando muy duramente. No se merecen que ahora sean recordados por unos hechos que a la mayoría de sus integrantes les repugna y entristece.

Estamos esperrando

Necesitamos más personas libres y menos feligreses

Por: | 29 de noviembre de 2017

¿Quién de nosotros, durante estos últimos meses no ha tenido la desgracia de sufrir más de una noche de insomnio, o una crisis de ansiedad? Es imprescindible hablar de las cosas que nos duelen. Todo en nuestra vida debería ser una lucha contra la neutralidad. Contra nuestra propia neutralidad. Aquella que no nos examina y provoca nuestra abulia y parasitismo. La que debería enfrentarnos a la peor versión de nosotros mismos. Lo real sucede cuando uno se golpea. “La ignorancia y el oscurantismo en todos los tiempos no han producido más que rebaños de esclavos para la tiranía".  Emiliano Zapata dixit. Sin embargo, ¿son los demás los únicos responsables de nuestro comportamiento? Frente a los conflictos políticos, ¿nos mantenemos humanos o somos parecidos a los animales salvajes? ¿Es cierta la natural tendencia de los pueblos a dejarse engañar por sus gobernantes.

Ser-mi-pesimista

Quiero escribir sin tomar partido, pero sin ser equidistante en lo primordial. Me gustaría que mis reflexiones se entendiesen como meditaciones universales, y que no se centrasen únicamente en el contexto que nos ocupa. Todo lo que ha pasado en Catalunya y España debería ser contemplado como una obra de teatro que podria ser representada en cualquier rincón del mundo. Necesito huir de debates concretos. Ir más lejos, más al fondo. Lo único que se le puede pedir a un pensador es que sea profundo. Y eso no se puede exigir, se es profundo, o no, definitivamente. Según Willima Blake “El poeta está siempre del lado de los demonios”.

Mi repuesta frente a los últimos asuntos políticos ha hecho florecer una parte de mí que me inquieta. Es como si los acontecimientos me hubiesen colocado frente a un espejo en el que he visto brotar una parte oscura de mi alma que apenas conocía. Y lo que he encontrado reflejado me avergüenza y entristece. Me he sentido igual de desconcertado y aterrorizado que Lord Henry frente al retrato de Dorian Gray. Ver mi rostro con una mueca agridulce en el espejo ha sido la demostración de lo mal que he procesado los efectos causados por el dolor, el desprecio, y el rencor que he sentido por parte de algunos de mis familiares y amigos. Y de cómo, en vez de actuar de forma contrapuesta, he acabado pareciéndome a aquellos que tanto daño me han hecho. ¿Olvidamos con la rabia y la violencia quiénes somos? ¿Somos violentos porque antes lo fueron con nosotros, o forma una parte intrínseca de nuestro ser? ¿Porqué es tan fácil dejarse llevar por las pasiones, y sin embargo tan difícil aplicar el conocimiento?.

Reconozcas

Me he visto obligado a luchar contra los demonios que llevaba en mi interior y que tenía adormecidos. Supongo que tal y como decía Sábato, la creación nace del desajuste entre el hombre y en el mundo. Pero, ¿tenemos todos la capacidad de exorcizar nuestros demonios a través de la creatividad? ¿Podemos encontrar consuelo en nuestra parte más artística? ¿Sería quizás el antídoto para los ismos de cualquier orden? ¿Cultura y sensibilidad van necesariamente unidos? ¿Ahuyenta el conocimiento el mal moral? ¿Puede la razón ser transformada por el egoísmo?.

"El hombre se adentra en la multitud para ahogar el clamor de su propio silencio". Rabindranath Tagore. No estoy diciendo que no debamos combatir por la consecución de un mundo más justo, una sociedad más humana, más equitativa. ¿Quién puede discutir eso? No me gusta simplificar. Sin embargo, sí creo, que entre todos, deberíamos luchar, no solo por cambiar las cosas, sino por no hacerlo desde el odio. Si conociéramos de verdad la realidad humana y social, nos daríamos cuenta de que lo mejor, precisamente es la bondad. Construir desde la bondad y la diferencia. No podremos avanzar nunca, si la gente a la que hemos admirado y querido, la convertimos de golpe en el enemigo. "No pondré ninguna verdad por encima de la vida de un hombre". El otro día me encontré con un ex compañero de profesión cruzando la calle, y le faltó tiempo para mirar los adoquines de la calzada para no tener que cruzarse con mi mirada. ¿Podemos dejar de hablar con una hermano por defender una bandera, sea esta del color que sea? ¿En qué hemos caído, unos y otros? ¿Se puede construir desde el resentimiento? ¿Cómo vamos a sumar desde la indiferencia al otro? Si entre todos no hemos sido capaces de repudiar el discurso del odio, ¿qué ocurrirá con aquellos que no nos importan? El altruismo no supone una renuncia y disolución del yo, sino una apertura interactiva con el otro. ¿Es que no hemos aprendido nada?

"No pondré ninguna verdad por encima de la vida de un hombre" Albert Camus

Sé quién soy y qué necesito para ser feliz. Hablar de compromiso y ecuanimidad no quiere decir solamente que el periodismo deba ser una mera herramienta de lucha política. Debemos acompañar nuestras ideas de sentimientos, corazón y sensibilidad. No debemos contagiarnos de esa enfermedad terrible que significa la indiferencia. Insisto, cada uno tiene sus razones, algunas difíciles de relativizar, sobre lo que se ha hecho mal en los últimos años. Pero eso no significa que debamos dejar florecer lo peor de nosotros mismos. Si hay algo de todo lo que ha ocurrido que detesto especialmente, es observar como los asuntos políticos han permitido que aparezca la sombra de ese monstruo que habita en mí, y por el que siento un terrible desprecio. Esa mácula que me ha aparecido en el alma, no me ha dejado apenas fuerzas para luchar por la sociedad que busco. Una cultura liberadora, guiada por el altruismo, y la voluntad de desarrollo universal de los humanos. Todo lo contrario, me ha hecho más pequeño y más gris.

Monstruo

El Monstruo de la indiferencia

No soy nadie para juzgar la vida de los demás. Y mucho menos sus sentimientos. Sin embargo, algunos de mis amigos y conocidos han sufrido mi distanciamiento. Y yo el suyo. Es como si nos hubiésemos declarado la guerra sin decírnoslo. ¿Puede haber algo más triste? He recibido ofensas por ambos lados. Me han llegado a llamar cloaca humana. Sin embargo, también me he encontrado con amigos que me han ayudado a no generalizar, y a no perder el norte. Me han hecho pensar desde el conocimiento y la calma. Gracias a ellos y ellas, puedo volver a mirarme. No sin antes, y de reojo mantenerme muy alerta para que esa bestia obscura e imposible de controlar resurja en mi interior provocándome esta fatal amargura. 

Shaw

Cuando nuestro odio es demasiado profundo, nos coloca por debajo de aquellos a quienes odiamos. Se pueden ganar batallas, pero jamás se logrará convencer. El principal problema que tenemos como sociedad, es que hemos de ser capaces de sumar más personas libres, y menos feligreses.  

 

Forges

 

El Monstruo que hay en nosotros

Por: | 03 de septiembre de 2017

“Cambiar de alma, cómo? -Eres tú quien debe descubrirlo”.

 Fernando Pessoa

 

Ramblas
Les Rambles de Barcelona- Agost 2017 

Nos han educado para que las emociones sean un asunto privado, y para que procuremos vivirlas en el fuero íntimo sin abrumar con ellas a los demás. Pero ya se sabe, establecemos reglas para los otros, pero hacemos excepciones con nosotros mismos. Necesito explicarme, y que eso me sirva de base para entender el mundo. Hago mío lo que veo. No conozco otra herramienta mejor. No me salva, pero ayuda a comprenderme más, a mí mismo y a los demás. ¿Significa esto que conocer las respuestas vaya a hacerme más feliz?

Hace muchos años tuve un hermano, el mejor hermano del mundo. El amor que nos tuvimos es el que ha logrado que su figura no se difumine en un mar de ausencias y silencios. Aquellos a quienes les debemos algo no siempre lo saben. Y si por suerte se enteran, probablemente ignoren en qué forma nos influyeron. Mi hermano me ayudó a ser mejor persona. Sin embargo, no podemos apreciarnos si alguien no nos recuerda lo importante que fuimos.

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Cuando éramos unos niños, y los dos hermanos regresábamos del cine nos poníamos a explicar la película al mismo tiempo. Pero mi forma de narrar la trama era de una vehemencia superlativa, por lo que mi hermano mayor acababa renunciando a la parte de protagonismo que le correspondía; se daba media vuelta y desaparecía en silencio. Mis recuerdos no son un producto de la fantasía, -a la que a menudo recurro buscando destellos de felicidad-, ni de la lógica necesidad de buscar refugio en la infancia. Como decía Nietzsche: “la escritura, el pensamiento y la visión del mundo, proceden fundamentalmente de nuestra autobiografía”.

Le recuerdo estirado en el suelo, con aquellas largas y escuálidas piernas, construyendo el fuerte donde colocaba estratégicamente a los soldados que aguardaban el ataque de los indios. Cuando todo estaba organizado, yo pasaba por detrás sigilosamente, y con la palma de la mano derribaba a todo el escuadrón de soldados de golpe. Dejaba aquel campamento como si hubiese pasado por encima un meteorito. ¿Cómo es posible que nunca me levantase la mano, o como mínimo buscase la protección de nuestros padres y hermana? Al contrario, cuando nuestra madre intentaba alcanzarme para darme una buena reprimenda, él se interponía entre nosotros dos y le rogaba firmemente que no me zurrase.

Fuerte

Lo que finalmente me desmontó para siempre, fue un día en el que encolerizado le cerqué contra la pared y le pegue con los puños. Es la única vez que he tenido un comportamiento tan violento, y ni siquiera soy capaz de recordar el motivo. Mientras le sacudía, él mantenía los brazos en forma de cruz para amortiguar los golpes. De repente, y cuando ya no me quedaban fuerzas, me miró fijamente y me dijo. “¿Ya has acabado?”. En realidad todo acto de bondad es una demostración de poder. Es así realmente como se ganan las batallas.

"En realidad todo acto de bondad es una demostración de poder. Es así realmente como se ganan las batallas".

Tuvimos la enorme suerte de tener una infancia feliz. Nos quisieron mucho y durante muchos años. Mi hermano fue siempre el favorito de mi abuelo materno. Y creo de corazón que se lo merecía. Todo cambió cuando nació nuestra hermana pequeña con parálisis cerebral. Cada uno de los hermanos fuimos asumiendo el dolor, la responsabilidad y la culpa como pudimos. Pero lo que no sabíamos entonces es precisamente lo rápido que se puede llegar a olvidar lo fundamental. La única que no se olvidó nunca de lo que significábamos fue nuestra hermana mayor. Ella nació con una sensibilidad especial, es escritora de cuentos, sobrada de ingenio e imaginación.

LLuis y Helvia

 LLuís y Helvia Giralt

A lo largo de 2017, el mundo ha asistido a unos 390 ataques terroristas en 53 países, que le han costado la vida a unas 3.215 personas, de acuerdo con un informe publicado por la Universidad Austral. A raíz del atentado terrorista en Barcelona, y del clima complicado que estamos viviendo en Catalunya, se me han acumulado infinidad de incertidumbres y mucha tristeza. ¿Qué habría pasado si uno de nosotros dos hubiese sido una de las víctimas de las Ramblas? ¿Toda esta distancia, estos años de alejamiento y de soledad agridulce, habrían valido la pena? ¿Puede llegar la política a ser más importante que el dolor y la empatía que deberíamos haber compartido los dos hermanos durante todos estos años?

Banderas

No quiero hacer un análisis simplista de la historia de nuestro país. La realidad es mucho más compleja. El mundo es una máquina enmarañada constantemente en marcha y que no se desmonta con un simple destorllinador. Quisiera ir mucho más lejos. ¿Puede una idea política alejarte de lo que más quieres? Mi abuela nunca quiso ir a votar. No lo entendí entonces, ni lo comparto ahora. Pero fue tanto el horror que sufrió durante la Guerra Civil Española, que perdió para siempre la confianza en los políticos. Toda su familia se quebró por completo y para siempre. Algunos hermanos estaban en el bando de los nacionales, y otros con la República. Nunca volvieron a dirigirse la palabra. Cada guerra es una destrucción del espíritu humano. Antes de hablar deberíamos detenernos a ver. ¿No hemos aprendido nada del dolor de nuestra propia gente?

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¿Puede una idea política alejarte de lo que más quieres?

Poco a poco mi hermano y yo nos hemos ido distanciando. Olvidándonos de quiénes somos, de dónde venimos. Nadie mejor que nosotros conoce el material del que estamos hechos. A medida que va pasando el tiempo, me voy sintiendo más cercano a mi abuela. ¿Compensan las batallas cuando se llevan por delante lo más importante?

Somos frágiles, y al mismo tiempo estúpidos. Ocurre lo mismo en todas las partes del mundo. No es nada nuevo. El odio hacia el individuo se encuentra en todos los que comulgan con ese ideal de un universal en el que se disuelven las individualidades: ideologías religiosas y totalitarias, utópicas y comunitarias, tradicionalistas y populistas. En nombre de Dios y del Estado, de la Patria y de la Nación, los conductores de hombres nos han manipulado y exigido al mismo tiempo.  ¿Nos hemos dejado moldear a su antojo?. ¿De qué han servido tantas disputas?. ¿No hay nada en las leyes y en las mentalidades que nos ayude a reivindicar una identidad que no se amolde a lo establecido?

¿No hay nada en las leyes y en las mentalidades que nos ayude a reivindicar una identidad que no se amolde a lo establecido?

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No se pueden abrir heridas y pretender que se cierren solas. Es así aquí, y en cualquier pueblo de la tierra. Cuando éramos unos adolescentes recuerdo a mi hermano salir de casa con una bandera más grande que él mismo. Nunca compartí esa pasión por nada, salvo por el cine y los libros. Sin embargo, sí recuerdo haber tenido una nefasta e imperceptible conducta de superioridad. Una manera indirecta de infravalorar sus sentimientos, de ridiculizar sus símbolos. Nunca alcancé a comprenderlos, ni siquiera a respetarlos. Me ocurre con todos, no solo con los propios. No me han emocionado nunca los himnos, ni las banderas. ¿Pero puede uno menospreciar la identidad de nadie? ¿Sus sentimientos?. No se puede tener ninguna influencia sobre aquellos a quienes uno tiene un subyacente desprecio. No he sabido hacerlo bien. Convencido de tener la razón, he ridiculizado planteamientos contrapuestos a los míos. Aunque fuesen los de mi propio hermano. ¿Qué seré capaz de hacer con alguien a quien no quiero? No estoy diciendo que actuando de otra forma el resultado sea un mundo fantástico y sin problemas. Un universo donde iremos cogidos de las mano, un lugar donde no existirá la pobreza, ni la exclusión social, ni los sufrimientos. Hablo de no olvidar nunca que la otra persona a la que estás agrediendo es un ser humano. Si olvidamos ese derecho tan básico las reglas morales reservadas para las personas ya no las aplicaremos. Y ya no nos importará nada de lo que suceda a continuación.

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Para deshumanizar al semejante hace falta una actitud irracional y de soberbia que convierta al otro en una cosa, no en un ser humano. No vemos personas, vemos enemigos. Estos últimos años han sido tan duros, que apenas me importa de qué bando venga la propaganda. No podemos demonizar al que no piensa igual. ¿Cuál será sino el siguiente paso? ¿Hasta qué punto pueden las ideas desactivar la piedad instintiva en los seres humanos? Cuando de pequeño agredí a mi hermano, y él me miró a los ojos diciéndome: ¿Has acabado?, tenía que haber aprendido la lección para siempre. No deberíamos olvidar que hay un Mr Hyde en cada uno de nosotros; lo importante es impedir que se den las condiciones que ese monstruo necesita para salir a la superficie. Solo depende de nosotros que le dejemos salir o no.

 






 

Los años perdidos

Por: | 30 de julio de 2017

  Campos de trigo

© Mario Cobos

Todas las emociones fundamentales sobre las que nos sustentamos tienen sus raíces en el amor que nos proporcionaron en la niñez. La infancia forja el carácter y también el destino. Tal y como decía Ana María Matute "A veces la infancia es más larga que la vida".  Puede ser nuestro paraíso perdido y también nuestro infierno.

"A veces la infancia es más larga que la vida" Ana María Matute

La rama familiar que corresponde a mi padre era de un pueblo del interior. Como casi todos los niños de los años setenta, pasé las vacaciones de mi infancia brincando como Kevin,  -el gamusino de Up-,  junto a mis hermanos y primos por los campos de trigo en busca de nuestro “Shangri-La” particular. En invierno hundíamos los pies en la nieve, y sentíamos algo inquietos cómo los cristales de hielo crujían bajo la suela de nuestros zapatos. Los fines de semana ganábamos la batalla a la quietud del domingo y paseábamos por las calles de adoquines de piedra camino del cine. Allí nos esperaban Fu Man Chú, Los Simios de Charlton Heston, Louis de Funés y las películas de vaqueros de serie B. Todo era distinto a la ciudad, los olores, el color rojizo de la tierra, la luz, los sonidos, la gente, y el transcurrir del tiempo.

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El paisaje de nuestra infancia es un presente del pasado. Todo parecía más primitivo, pero al mismo era más genuino y estimulante. 

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                                                                                                                                          Santpedor, 1970

Mi padre solo tuvo una hermana. No se movió nunca del pueblo. Cuidó de sus padres, marido e hijos. No hubo otra opción, y no creo que tuviese oportunidades para decidir otro tipo de vida. Cualquier otra idea que no fuese el trabajo no entraba en su cabeza. Las dudas, caprichos, y la locura, eran cosa de las novelas y las películas. Esa fue su vida. Y amar a los suyos. Mi padre ocupaba un lugar reverencial en aquella reducida lista. 

De pequeño yo era bastante contrario a los reglamentos e imposiciones. Pero en aquella casa, me sentí muy libre. A ellos les debo haber vivido parte de los momentos más felices de mi vida. Siempre he creído, como señalaba Vázquez Montalban que la patria de cada uno es la infancia, en el sentido moral.

"La patria de cada uno es la infancia, en el sentido moral". Manuel Vázquez Montalbán

Para desayunar hervían la leche y nos la servían en unas enormes tazas blancas de loza. Qué extraña es la infancia y la memoria. Ahora mismo podría dibujar los cazos y las enormes vasijas de leche que iban a buscar cada madrugada. Me sentaba en la mesa del comedor, apartaba a un lado la mitad del mantel de hule, y me ponía a dibujar para toda la familia. En una milésima de segundo había conseguido la atención y admiración de mis tíos y primos. Esbozaba auténticos garabatos, pero a sus ojos parecían obras maestras.

Lecheras

Con su educada sencillez me hacían sentir el artista más importante del mundo. Mi tía me exhibía siempre como un dechado de virtudes. En mi interior siempre pensé que aquella admiración se debía a que no era una mujer muy viajada. Su mundo era muy reducido. No supe comprender entonces lo mucho que iba a añorarla. Al cabo de los años, y cuando perdimos contacto, me aferré a aquellos recuerdos para seguir queriéndola. Fue aquella una época muy dura.

Plaça Garn 1970

Santpedor 1970, Plaça Gran 

Generalmente la felicidad no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días. Y entre esas “pequeñas cosas”, los afectos ocupan un lugar primordial. No sé qué pensamiento auténtico tenía sobre nosotros, pero al fallecer mi padre dejamos de estar en su lista de
prioridades.

La mayoría de las personas tendemos a la estrechez en lo que al alcance de nuestra mirada se refiere. Solemos recluirnos en nuestro interior y nos olvidamos de las auténticas necesidades de los demás. En realidad, saber mirar es el secreto. Pero, ¿qué implica conocer la verdad? ¿Tenemos derecho a exigir de los demás lo que no saben, o no pueden darnos? Nunca se puede pedir a nadie que cambie un sentimiento.

Nunca se puede pedir a nadie que cambie un sentimiento. 

Aparentemente mi tía era muy sencilla. Sin embargo, su simplicidad encubría un rompecabezas de complejidad. Había mucho que asumir, interiorizar y digerir. Todos deberíamos hacerlo, pero se suele pagar un precio muy alto. Y no todos somos tan valientes. No hablo de culpables, hablo del laberinto que hay en cada uno de nosotros. 
Podemos imaginarlo todo, predecirlo todo, salvo hasta dónde podemos llegar.

Estuvimos 20 años sin saber nada de ella. Uno de los momentos más emotivos que recuerdo fue durante un entierro. Estábamos en el cementerio, yo me había situado detrás de unos setos, ya que necesitaba estar solo. De repente vi como subía la empinada cuesta del camposanto muy lentamente hasta donde yo me encontraba. El corazón me latía a mil por hora. Llevábamos mas de dos décadas sin hablar. No me atrevía a mirar a ningún lado. De repente sentí su presencia y escuche una voz que decía, ¿No piensas darme un beso? 

Sant Pere de Santpedor

Sant Pere de Santpedor

Amo como ama el amor. No conozco otra manera de hacerlo. ¿Cómo no dárselo? Le habría dado mil veces, mil besos. ¿Cómo no abrazarme a ella?. Fue como si nos hubiésemos visto el día anterior. Todo el cariño, los cuidados, y el orgullo que sentía por nosotros y del que presumía a los cuatro vientos, surgió de nuevo con la misma intensidad de antes. No quedaba espacio para las recriminaciones, ni el rencor. Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida. En lo único que pensé entonces, es que no existe la victoria final para los años perdidos.

No existe la victoria final para los años perdidos.

Nada nos consume más rápidamente que el resentimiento. No pretendo que esto sea un ajuste de cuentas, ni una reflexión sobre un asunto privado de familia. Escribo porque creo que en lo particular se encuentra lo universal. Y también para definirme, es un diálogo conmigo mismo. Es una forma de hablar con aquellos a los que admiro y quiero, vivos y muertos. Al mismo tiempo me da placer, aunque no tenga la certeza de que sirva para algo.

Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida

¿Qué sentido tienen ahora aquellos años perdidos? Con el tiempo recuperamos la relación, pero nunca hablamos de nada que pudiera hacernos daño. Ahora desde la ventana donde escribo, veo el banco donde solía sentarse desocupado, y no puedo dejar se sentir una enorme tristeza. Qué papel tan importante pueden llegar a tener los tíos en nuestro tejido sentimental. Qué poco tiempo nos quedó, tras largos años de silencio para podérselo decir.  

Tiweta
Estamos unos días en la que fue su casa. En el valle más grande de los Pirineos. Una gran planicie, repleta de prados verdes cruzados por riachuelos y torrentes, y protegido por la sierra y montaña del Cadí. Llevo dos semanas de vacaciones, y siento su alegría cada vez que disfruto del paisaje, de la luz y la calma.

Poble

© Raquel Artiles

¿Qué hubiese conseguido negándole un abrazo? ¿De qué sirve el orgullo? Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente llegará como la de todos, mi partida. Puede ser la más feliz o la más amarga de mis horas. Toda dependerá de que en mis sueños vuelva a encontrarme cobijado por el cariño de aquellos que creyeron en mí, mucho más que yo mismo.

 

Duermen bajo las olas...


Allá en el fondo,
todas las palabras que dijimos
y de las cuales ya no guardamos recuerdo,
duermen bajo las aguas.
Duermen aquellas que no supimos decir
y esperan su turno para salir a flote.
Las cartas que hemos roto, las no recibidas
y las veces que hemos dicho adiós.
La pena que sentimos y que ahora,
al recordarla, nos parece pequeña.
La risa o el llanto que no llegó a brotar.
La amistad que buscamos en el momento difícil
y que resultó más débil que nosotros, más falta de ayuda.
La persona a quien quisimos consolar y nos sirvió de consuelo...
Todo duerme allí, en ese fondo" ( Carmen Kurtz).

 

  

Dedicat a la memòria del meu padrí Josep Guixà Vall i la Rosalìa Puiggrós Sala.

 

El áspero olor de la pobreza

Por: | 20 de junio de 2017

 


No creo en la providencia, ni en los milagros, ni en lo sobrenatural. Ya me cuesta bastante trabajo entender algunas cuestiones terrenales como para detenerme en aquello que no se puede demostrar. Sin embargo, sí creo en una vida basada en el ejemplo, la vocación y la empatía. “Aporofobia” el libro de Adela Cortina que trata sobre la pobreza me ha hecho pensar en Vicente Ferrer y su legado. En su último trabajo la filósofa ha creado un concepto que antes no existía, “Aporofobia”: "Me pareció que había que construir un verbo que definiese el rechazo que siente la sociedad hacia las personas pobres”. Para caracterizar la pobreza, Adela Cortina la ha considerado desde una perspectiva no sólo económica, sino también social. “Ser pobre implica con frecuencia mala salud, violencia y muchos otros problemas. Enfermedades mentales, adicción al alcohol, a las drogas o una esperanza de vida más corta que el resto de la población son algunas de las contrariedades implícitas en la falta extrema de recursos". 

 

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Cristina García Rodero



¿Cuántos ejemplos podríamos nombrar de personas que han dedicado su vida a combatir la pobreza? No hablo de campañas orquestadas por el poder, con ilustres personalidades y sus sustanciosos donativos, ni de sus moralinas burocráticas que se repiten de un tirón como viejos catecismos. No hablo de populismo de manual. Hablo de seres humanos para los que la lucha por la dignidad de las personas ha sido su principal objetivo. Todos podemos ser muy solidarios, pero pienso en algo muy distinto. Hablo de compartir el áspero olor de la pobreza, su soledad, su infinita incomprensión y abandono. ¿Por qué hay tan poca ejemplaridad en el paisaje social?

 

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Cristina García Rodero

 

La figura de Vicente Ferrer nunca me interesó demasiado. Nos pasamos la vida juzgando a los demás desde el desconocimiento. Y sobre todo tendemos a generalizar. Y generalizar siempre es equivocarse. Un pasado jesuita y algunos prejuicios más hicieron que no me parase a admirar la figura de un ser humano irrepetible. Y así nos va. Vicente Ferrer detestaba los honores y los premios. Y también las generalizaciones. La Guerra Civil le inmunizó de por vida contra los sectarismos, politiqueos y dogmas. A partir de entonces puso toda su energía es combatir la pobreza extrema. No se fiaba ya de grandes proclamas. “No tengo fe en la sociedad, pero sí en las personas”. El horror vivido en la contienda le asestó una herida que solo pudo ir cerrando a medida que fue dándole la vuelta a los espantos sufridos en la guerra: “Ayudar a que la felicidad embarque en la vida de los demás es ayudar a que también desembarque en la nuestra”.

Generalizar

El cooperante comprendió muy pronto que no hay mayor beneficio social para todos que la magnitud cooperativa, que se nutre de la bondad y la justicia. ¿Puede existir mejor legado? Pasado un tiempo del campo de concentración y la guerra, VF se puso a estudiar Derecho. “No sé si me gustará esto de ser abogado. No me veo capaz de defender a uno si sé que es culpable. No lo podré hacer”. En una ocasión asistió a un intento de desahucio. Era una propiedad privada y no pagaban. Cuando Vicente entró en la casa, le dijo al guardia: “¡Vámonos! la necesitan más que nosotros.

 

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Cristina García Rodero

 
La obediencia ciega puede ser más peligrosa que la desobediencia. El mismo hombre que se negó a dejar a una familia en la calle, consiguió años después, con enorme voluntad y titánico esfuerzo, impulsar en la India un programa de desarrollo único, y que a día de hoy cuenta con más de tres millones y medio de personas destinatarias. Seres humanos que han recuperado su alma y que han dejado atrás la oscuridad de las sombras. Vicente y Anna Ferrer entendieron muy pronto que la pobreza es la falta categórica de libertad.

El modelo de desarrollo de la Fundación Vicente Ferrer es de carácter expansivo. No se trata de una ayuda provisional. Se trabaja siempre sobre la idea de la constancia, generando y manteniendo vínculos allí donde son necesarios. Nacemos solos y morimos solos. Es la condición humana, la soledad. Pero cuando alguien te quiere, te salva de la tragedia. Independientemente de las recompensas que uno tenga en su vida, si no hay amor y justicia no hay nada.

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Cristina García Rodero

 

“Es la fobia hacia el pobre la que lleva a rechazar a las personas, razas y etnias habitualmente sin recursos”. Adela Cortina dixit. ¿Quién de nosotros tiene la certeza absoluta de que en algún momento no se puede decantar la balanza y pasar a ser nosotros las sombras de las que hablaba Vicente? Para él las diferencias de lenguas y costumbres no significaron nada. Carecía de prejuicios y de orgullo racial. Para Vicente Ferrer solo había una historia: la de la humanidad.

 

Para Vicente Ferrer solo había una historia: la de la humanidad.

 

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Cristina García Rodero


“Todos los seres humanos somos aporófobos. Identificarse con el grupo y desconfiar del extraño fue durante mucho tiempo una forma de defenderse de la amenaza de otros grupos tribales. Pero también dentro del propio grupo surge el rechazo al pobre porque rompe las reglas de cohesión interna basadas en dar y recibir. Los pobres no pueden dar, luego nada se espera de ellos”. Vicente Ferrer nos enseñó que no podremos confiar en la humanidad, sino aprendemos antes que hay que controlar la estrecha y claustrofóbica geografía del yo, y acabar con el individualismo competitivo y narcisista. La eficacia de una organización como la de la FVF se suele medir, en la perspectiva convencional, por los logros visibles que se pueden contabilizar. Pero hay otro trabajo que es muy difícil de cuantificar. El trabajo de ayudar a sentir y pensar. La sensibilidad ética de Vicente y Anna Ferrer son la constatación de que en la vida un ejemplo vale más que mil palabras.

  

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Identidad Boomerang

Por: | 30 de abril de 2017

 

El otro día encontré dentro de un libro un pequeño papel doblado que decía: “La identidad es una resonancia”. Estaba con unos amigos y no se me ocurrió otra cosa que preguntarles qué interpretación podían darme. Lo que en un principio estaba pensado como una simple lluvia de ideas, acabo en una encendidísima discusión. La teoría que yo defendía era que las identidades son como un eco, y que por consiguiente corremos el riesgo de acabar escuchando solo nuestra propia voz. Hablé también de mi absoluta desconfianza en las masas. Cuando las personas no tenemos suficientes herramientas de juicio y nos limitamos a seguir nuestras esperanzas, es cuando se siembran las semillas de la manipulación política. Tal y como señala Ruiz Zafón, “Nada nos hace creer más que el miedo, la certeza de estar amenazados. Cuando nos sentimos víctimas, todas nuestras acciones y creencias quedan legitimadas, por cuestionables que sean. Nuestros oponentes, o simplemente nuestros vecinos, dejan de estar a nuestro nivel y se convierten en enemigos”.

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Por el contrario, entiendo que es precisamente el contacto y la apertura con otras realidades y culturas, la que va haciendo grande la propia. El reverso, a mi entender es quedarse aislado en un espacio que se retroalimenta, y que finalmente se empobrece. Es lo que yo llamo “Identidad Boomerang”.

Como casi siempre, no calibré el daño que estaba haciendo con mis hipótesis. Suelo venirme arriba cuando advierto que mi interlocutor se enciende como la pólvora. Me gusta sentir que algo se mueve bajo sus pies. Sin embargo, me parece muy vanidoso pensar que mi función en la vida es hacer tambalear los cimientos de nadie. Podemos pensar sin necesidad de que nos dañen, y además deberíamos saber hacerlo con humor. En cualquier caso, hay temas mucho más delicados que otros, y en los que se necesita unas dotes y diplomacia extraordinarias. Las que peor manejamos son aquellas que nos afectan emocionalmente, y que por consiguiente racionalizamos mal. De todos modos, lo que me suscitó más preguntas fue el punto sobre la manipulación de las masas. ¿Perdemos el criterio cuando formamos parte del grupo?, ¿germinan las ideas mejor en soledad?, ¿Puede una mayoría tener razón por el hecho de ser mayoría? ¿Es cierto que la forma en que nuestro cerebro toma decisiones es diferente cuando estamos solos a cuando actuamos en grupo? ¿Qué hace que algunas personas sean más propensas a disolver su personalidad entre la multitud?

“Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es locura ni utopía, ¡SINO JUSTICIA!".

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Me entristezco cuando veo lo fácil que resulta convocar a millones de personas para defender banderas, religiones, y equipos de fútbol, y lo difícil que es conseguir el mismo resultado cuando se trata de defender derechos sociales. ¿Qué hace que los sentimientos patrióticos, religiosos o deportivos sean primordiales para la mayoría de los ciudadanos? ¿Qué afecta realmente más a nuestras vidas, la corrupción, los recortes sociales, la extrema pobreza, o la renovación del mejor jugador de fútbol del mundo? Como señaló Miguel de Cervantes, estamos hablando de algo más grande que nosotros mismos: “Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es locura ni utopía, ¡SINO JUSTICIA!".

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Por razones que no vienen al caso, y de las que no me siento excepcionalmente orgulloso, en la escuela aprendí que no se puede confiar demasiado en los grupos. En mis primeras aulas me enseñaron que se necesita una extraordinaria fortaleza interior para mantenerte a flote. Una vez que te sientes atacado por tu círculo, cambia tu psicología para siempre. A menudo me pregunto si la crueldad en la infancia está directamente relacionada con lo que se aprende en casa, o se trata principalmente de una cuestión de carácter. La única certeza que conservo de aquella etapa es que, tanto los niños como los adultos, nos pasamos la vida buscando la aprobación del resto con el fin de sentirnos parte del rebaño. Nadie quiere ser la oveja negra. Alguien debería enseñarnos que una persona valiente, también es aquella que establece una base firme con el dolor que otros le han ido causando.

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En definitiva, ni de niño consiguieron adiestrarme. También aprendí entonces que el silencio da consentimiento, y que todos cambiamos nuestras prioridades cuando hay un “nosotros” y un “ellos”. Y que en nuestra “casa” todo nos está permitido. Ahora vivimos inmersos en una constante perorata desinformativa a gran escala, en la que la mayoría de la población es conducida como un rebaño camino del matadero. Pero el destino es avanzar o no, porque por lo general la mayoría de las vidas pueden llegar a ser estériles. En gran medida depende de nosotros mismos. Se necesita mucha valentía para ser libre. Y el precio a pagar suele ser extremadamente grande.

Para manipular eficazmente a la gente, lo principal es hacerles creer que nadie les manipula. Todos y todas deberíamos ser conscientes y razonar: ¿por qué pensamos como pensamos? ¿de dónde vienen nuestras ideas?, ¿cómo se han conformado? ¿tienen una parte más emocional o racional? ¿de qué fuentes nos hemos nutrido? ¿somos lo que queremos ser? ¿Nos hemos construido a nosotros mismos o somos el resultado de lo que quieren los demás? ¿quiénes somos?


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“Exageráis la hipocresía de los hombres. La mayoría piensa demasiado poco para permitirse el lujo de poder pensar doble", Marguerite Yourcenar dixit. Para que esta frase de Yourcenar no se convierta en una generalización, debemos saber primero qué pasos debemos dar y tomar plena conciencia de cuáles son las técnicas de manipulación empleadas sobre nosotros, y de qué mecanismos disponemos para combatirlas. Un proverbio hindú dice: “El trabajo del pensamiento se parece a la perforación de un pozo: el agua es turbia al principio, mas luego se clarifica”. 

En el mundo hay multitud de causas por las que luchar y hay que tomar alguna como propia". Vicente Ferrer

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Siempre hay alguien que nos dice lo que debemos hacer, ya no existe el silencio, en todas partes hay ruido; pero si no nos construimos a nosotros mismos, ¿cómo van a importarnos los demás? ¿Si no “somos” qué destino nos espera? Debemos empezar de una vez por todas a dirigir el camino que queremos tomar. Necesitamos de esa vitalidad misteriosa que nos impulse a hacer algo. Hemos sido educados para pensar poco y consumir mucho. Lo menos frecuente en este mundo es saber vivir. La mayoría de la gente existimos, eso es todo. Y no podemos permitírnoslo. “En el mundo hay multitud de causas por las que luchar y hay que tomar alguna como propia". Vicente Ferrer

 

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Las 10 estrategias de manipulación según Chomsky 
 

 

 

Sé que huelo a pólvora 

Por: | 30 de marzo de 2017

Existe un dicho valenciano que reza, “Si es tan bueno, tan bueno: para el caldo”. Se refiere a la inutilidad de la bondad como cualidad humana. Durante años he tenido que escuchar como si se tratase de una característica sobrenatural, “Sufres porque eres muy sensible”. Cuando uno lleva tiempo oyendo la misma monserga, solo puede acabar haciéndose algunas preguntas. He llegado a la conclusión de que se trata de ir por la vida de puntillas y desapasionadamente, no crear problemas y sobre todo no evidenciar el dolor, ni las dificultades. La gente quiere ser feliz, y a ser posible, pensar poquito.

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La base de un cerebro sano debería ser la bondad, no el egoísmo, ni los intereses particulares. La cooperación y amabilidad deberían ser innatas. Séneca a pesar de toda su complejidad y contradicciones señalaba: “No puede hallarse ningún exilio dentro del mundo, pues nada que está dentro del mundo es ajeno al hombre. […] Es el alma quien nos hace ricos; ella nos sigue al exilio y, en medio de las soledades más ásperas, cuando encuentra cuanto es bastante para sostener al cuerpo, ella misma abunda y disfruta de sus propios bienes”. ¿Qué nos ha pasado por el camino para que acabemos haciendo justo lo contrario? ¿Cómo permitimos que personalidades con problemas psíquicos significativos asuman el poder? ¿Por qué soportamos un mundo cada vez más injusto y gris, y responsabilizamos a los demás de este retroceso? ¿Podemos ser felices mirando siempre a otro lado? ¿En eso consiste la vida, en no saber mirar?, ¿en no querer saber?

Nerón y Séneca

Nerón y Séneca

No es que tenga una visión equivocada o idealista del mundo, es que creo fervientemente que no se puede ser feliz siendo una mala persona. Sostengo la teoría de que la mayoría de los actos repudiables que cometemos, son fruto directo de nuestra infelicidad e indolencia. Manuel Rivas en su brillante libro “Rumbo a las estrellas con dificultades” evoca una de las mejores frases de Vicente Ferrer: “Sé que huelo a pólvora”. Tal y como recuerda el autor, el cooperante poseía un obturador en su mirada que se activaba cuando detectaba “el sueño de una sombra”. Él fue capaz de reivindicar el alma de los más desprotegidos. “Los que hablan teóricamente de la pobreza desconocen su efecto inmovilizante”. Les ayudó a sentir y pensar. Y como resultado perdieron el miedo a hablar.

El cooperante poseía un obturador en su mirada que se activaba cuando detectaba “el sueño de una sombra”

Existen dos maneras de entender la vida. Y normalmente tienen que ver con la forma en que sobrellevamos el sufrimiento. Lo que creemos que somos, y la verdad. Frank Underwood, (House of Cards), el personaje de ficción más cínico, sagaz y cruel de los últimos años, y ejemplo alarmante de lo que representa el poder afirma: “Hay dos clases de dolor: el dolor que te hace fuerte y el dolor inútil, es decir el dolor que solo provoca sufrimiento. No tengo paciencia con las cosas inútiles”. ¿Es que acaso el dolor puede provocar otra cosa que no sea sufrimiento? ¿Por qué creería Underwood que Vicente Ferrer dedicó su vida a construir un mundo más justo, más humano, más habitable?

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La táctica del poder es: “Si quieres ganar tienes que estar dispuesto a dar golpes bajos”. Esta forma de funcionar ha encontrado su espacio y lamentablemente ha venido para quedarse. Adam Smith, el padre de la economía moderna suponía que cada individuo se caracterizaba por su egoísmo y rapacidad naturales, empujado por deseos vanos e insaciables. Ahora solo existe una regla, cazar o que te cacen.

Cuando intento comprender el porqué de tanta deshumanización, me viene a la memoria la leyenda mitológica del anillo de Giges. Narra la historia de un un pastor que encontró en el fondo de un abismo un caballo de bronce con un cuerpo sin vida en su interior. Este cuerpo tenía un anillo de oro y Giges decidió quedarse con él. Lo que no sabía es que era un anillo mágico, y que cuando le daba la vuelta, se volvía invisible.

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El anillo de Giges, corrupción y bondad

¿Quién de nosotros podría resistirse a la tentación de conseguir todo lo que quisiéramos y actuar de manera injusta mientras parecemos justos a los ojos del mundo? Esta leyenda sostiene que todas las personas por naturaleza somos deshonestas. Sólo somos justos por miedo al castigo de la ley, al que dirán o para obtener algún favor. Por consiguiente, ¿si pudiéramos ser invisibles y solo tuviésemos una opción, pensaríamos antes en nuestro propio beneficio, o en hacer justicia?  

Séneca estaba convencido de que el sumo bien y la felicidad no sólo residen en el alma del hombre, sino que la fundan y engrandecen. Sin duda, cultivar la bondad es mucho más efectivo que centrarse en uno mismo. Sin embargo, el orden injusto del mundo nos demuestra todo lo contario. “Vivís como si fuerais a vivir siempre, nunca recordáis vuestra fragilidad, no observáis cuánto tiempo ha pasado ya. Lo perdéis como si dispusierais de un depósito lleno y rebosante, cuando puede que precisamente ese día dedicado a un hombre o una cosa sea el último”. El filósofo cordobés sostenía la idea de que no se debe posponer la lucha por un mundo más justo. Coincide de nuevo con la filosofía de la acción de Vicente Ferrer.

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Séneca y Vicente Ferrer no fueron personalidades de obediencia estoica, ni fueron pensadores pasivos, ni tan siquiera voceros de una doctrina determinada. Su serenidad era de ascendencia pragmática. Ninguno de los dos disimuló nunca su aversión natural hacia la vida vulgar, ajustada exclusivamente a normas convencionales y utilitarias sin aspiraciones más nobles. Intentaron cada uno a su forma, y desde su propia plataforma dejarnos un legado que nada tiene que ver con el que imponen los Frank y Claire Underwood de turno. “Hay que disfrazarse bien y ser hábil en fingir y disimular. En esto consiste el éxito. Todo lo demás son estupideces”.

De nuevo riqueza y pobreza, guerra y paz, explotadores y humillados. Empatía o indolencia. ¿Por qué sentir acaba incomodando incluso a nuestra propia gente? ¿Por qué tener alma y humanidad puede convertirse en una amenaza constante?

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El objetivo y el bien supremo de toda existencia sería poseer el rigor de un espíritu inquebrantable. 

El objetivo y el bien supremo de toda existencia sería poseer el rigor de un espíritu inquebrantable. Que no exista anillo posible que pueda hacer tambalear nuestra conciencia y voluntad. ¿Qué es lo mejor, lo más excelso, de lo humano?, la razón, y por ende la justicia. “Por eso es tan necesario un nuevo internacionalismo, una mundialización de la justicia. Al final somos lo que soñamos, somos los que hacemos”. Vicente Ferrer dixit.

 

 

 

Una isla en un mar cerrado

Por: | 27 de febrero de 2017

 

Hay situaciones en la vida que te rompen. Que te dejan como suspendido en el aire sin asidero posible. Es como salir de tu propio cuerpo y sentir que flotas en el espacio, inerte y alejado del mundo. La semana pasada tuve esa terrible sensación. Y cuando esto ocurre, uno tiene que luchar contra sus demonios y conseguir que la razón y la inteligencia puedan más que la derrota. Me siento incómodo ante estas situaciones en las que el intercambio emocional es abierto y franco. No puedo evitar sentirme cohibido y desarmado ante el despliegue de emociones. No me gusta sentirme frágil.  

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"Stop violence against women".

Los hombres estamos acostumbrados a que en los momentos de crisis emocional, sean las mujeres las que normalmente cojan las riendas para solucionar o aliviar las preocupaciones. Las hemos relegado al papel de lubricante social. Y así nos va. Marilyn Monroe decía que cuando entraba en una habitación y miraba a los ojos de las personas, reconocía inmediatamente a los que habían sido huérfanos como ella. Comentaba que era la infinita e imperecedera tristeza de su mirada lo que les delataba. Esto me hace pensar en un proverbio árabe que dice: “Quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación”.

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Criados en un cultura patriarcal impregnada de fundamentalismos y mercancías, el concepto de “normalidad” ha influido y conformado nuestra manera de hacer y sentir. Durante años aspiré a encontrar un agujero lo suficientemente confortable como para poder reptar dentro y rendirme por entregas hasta lograr ser uno más. Pero las circunstancias y mi propia naturaleza no me lo han puesto fácil. Y cuando momentáneamente y por fin me he sentido “normal” he descubierto que no hay ningún goce en ello, y que además también se puede estar muy solo. Si adaptarme significa la idea de dejar de ser libre y esconderme de mis responsabilidades, elijo ser otra cosa. Terminar con este concepto aburridísimo de homo normalis, sería el primer paso para acabar con la desigualdad y la violencia.

Y cuando momentáneamente y por fin me he sentido “normal” he descubierto que no hay ningún goce en ello, y que además también se puede estar muy solo

Todo aprendizaje tiene una base emocional. Es lógico pensar que los sentimientos, el cuidado, la empatía es mayoritariamente femenina. No podemos ir de ingenuos preguntándonos, ¿por qué siempre son ellas las que resuelvan los temas emocionales? ¿por qué hablar de sentimientos sigue siendo patrimonio de las mujeres? Incluso en aquellas sociedades más desarrolladas emerge el homo sapiens y todos los grotescos convencionalismos que llevamos agazapados en nuestro interior. Sin embargo, tras siglos de sufrimiento y limitación, millones de hombres y mujeres persisten todavía en esa anticuada y castradora idea de lo que supone ser un hombre. Incluso algunas normas, preceptos y leyes siguen constituyendo un atentado contra la libertad y desarrollo de las mujeres. Y pese a ello, sigue sin parecernos grave.

Marido y mujer

Los hombres hemos sido opresores, pero también rehenes. Hemos pasado por la vida de puntillas, sometidos a unos estereotipos que seguimos manteniendo por miedo a perder el poder y una masculinidad que solo sirve para alimentar la ficción. Los mitos construidos sobre nuestra identidad nos han impedido la satisfacción de muchas de nuestras más elementales necesidades, la elección de los comportamientos, de los sentimientos e incluso, de nuestra propia sexualidad y vida. Las relaciones, la comprensión, el amor, no pueden alcanzar su plenitud sin la capacidad de sentir. Y si no sentimos, ¿cómo nos van a importar los demás? ¿cómo vamos a entender el sufrimiento ajeno? Si nos incomoda que nos consideren principalmente hombres sensibles, antes que protectores, ¿a qué mundo aspiramos? ¿cómo es posible que nos hayamos dejado guiar por aquellos que tienen una idea primitiva, ordinaria y estricta de la identidad? ¿Es que acaso su modelo ha funcionado? Y si es así, ¿para quién, y en qué mundo?

¿Qué acto soporta la repetición eterna sin convertirse en condena?

El otro día, sin que apenas nada concreto anunciase la tormenta que se avecinaba, me acabe rompiendo. Me encontré a mi hermana pequeña (tiene parálisis cerebral) en su silla de ruedas, con la mirada triste y llorando en silencio. Me la lleve a su habitación para estar solos, y una vez allí rompí a llorar como un niño pequeño. ¿Qué acto soporta la repetición eterna sin convertirse en condena? Al verme apenado me dijo: “No llores, que ya tengo bastante”. Sus palabras me acabaron de hundir. Una vez más, sentí por ella toda la admiración y ternura que soy capaz de profesar. Y pensé que paradójicamente, de la persona que más he aprendido, y la que más ha influido en mi vida, ha sido de la más vulnerable. La misma persona a quién la sociedad consideraría menos “normal”. De hecho todavía hay gente que se refiere a las personas con capacidades diferentes como subnormales. No deberíamos juzgar nada por el aspecto, sino por la evidencia. No hay mejor regla para ir por la vida. ¡Cuánto deberíamos aprender de aquello que ignoramos!

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Le debo a mi hermana el no ser una isla en un mar cerrado.

¿Qué nos hace ser lo que somos, seamos hombres o mujeres? ¿Qué nos construye o define? Si la sensibilidad es mayoritariamente femenina, yo le debo a mi hermana el no ser una isla en un mar cerrado. A ella le debo lo que soy. El modelo masculino al uso siempre ha estado lleno de miserias y dependencias. Nuestro equilibrio e independencia se basan básicamente en tener cubiertas las necesidades afectivas. Necesitamos sentirnos amados, y sin embargo no queremos parecer “débiles” o excesivamente sensibles. Asociamos la sensibilidad, la empatía y la ternura al mundo femenino u homosexual. Esto muestra una vez más un desconocimiento absoluto del ser humano, donde uno puede encontrar desde el ser más empático, al más insubstancial y peligroso. Hasta qué punto son primitivos los instrumentos de la psicología social y de la psicología colectiva. Los convencionalismos nos entienden de límites éticos.  Es muy agotador tener que aparecer siempre como triunfadores, y dar de nosotros mismos una imagen fuerte, segura y brillante. En el fondo es algo horrible, los juicios no suelen refutarse. 

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En definitiva, el proceso de adquisición de la identidad masculina pasa por la renuncia del mundo de los afectos. Y de la represión de los aspectos relacionados con este mundo, a cambio del poder social. Es triste, pero en general la sociedad y la familia nos sigue prefiriendo muy machos. Stalin, Franco, Pinochet, Fidel Castro, Margaret Thatcher y Donald Trump son algunos de los ejemplos de cómo de haber incorporado la sensibilidad y el afecto verdadero a sus vidas, el destino de millones de personas habría sido otro. La rudeza y crueldad es y ha sido siempre un verdadero lastre. Aquello que reprimimos es lo que nos convierte en monstruos.

 

 

 

Transformación o decadencia

Por: | 31 de enero de 2017

 

Me encuentro en plena crisis creativa. La victoria de Trump, y la disparatada audiencia del Reality de las Campos me han dejado vacío y desorientado. Tengo que hacer verdaderos esfuerzos para creer en algo. Envidio aquellos que creen ciegamente en su dios, en su patria o en ellos mismos. Estoy hasta el gorro de mis contradicciones, sin embargo en el único lugar en el que me encuentro seguro es en tierra de nadie.

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No me conmueven los himnos, el poder, las masas, ni en consecuencia los ismos. No creo en las etiquetas ni en las definiciones. Nada resulta sencillo y fácil. No me identifico con los valores de la derecha, y sin embargo tengo que batallar conmigo mismo contra el conservador que llevo dentro. Defiendo las ideas de la izquierda, pero he tenido la oportunidad de cruzarme con alguno de sus paladines, y puedo asegurar que están más a la derecha que el propio Berlusconi. Ocurre lo mismo con algunos compañeros de profesión. Reivindican unos derechos profesionales que deberían ser inamovibles y obligatorios, para instantáneamente dejar de hacerlo en cuanto se encuentran con su nombre y cargo en la puerta de su nuevo despacho. He visto a muchos periodistas convertirse en mera propaganda política asegurándose de esta manera un futuro prometedor. En cualquier rincón del mundo, ser un asalariado y un vocero del poder resulta muy fructífero.

Estoy muy cansado de lidiar con egos. Harto de ver gente gris que se cree superior. De tener que ir con cuidado para no ofenderles y de mirarme en el espejo y comprender que yo tampoco voy a ningún lado. Qué cómodo y fecundo sería encontrarse con gente que suma y que no aspira principalmente a salvar su pellejo. Gente con dudas, con empatía, con ganas de aprender de la vida y de los demás. Personas que comprenden que las cosas no suceden sin más, y que en esta inútil e impetuosa carrera al éxito, (en realidad todos somos frágiles y mortales) la meta es para todos la misma.

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Posiblemente, el misterio de nuestra vida lleva implícito aprendizaje y maduración. Nuestra libertad, es tener una actitud u otra, ante lo que se nos presenta interior o exteriormente. Somos nosotros quienes impulsamos personalidades que con el tiempo pueden llegar a convertirse en Trump, Putin, o en Múgica, Casaldaliga o Vicente Ferrer. Entre todos construimos el mundo que tenemos. ¿Qué nos conecta a la vida y a lo que somos?, ¿Cuáles son las consecuencias de nuestra acción o de nuestro silencio? 

¿Cuáles son las consecuencias de nuestro acción o de nuestro silencio?

La sociedad sigue sin priorizar la sensibilidad, la humanidad y la generosidad como algo imprescindible para el bien común. Robert Mussil, autor de la novela El hombre sin atributos, profetizó que el hombre moderno, el hombre atrapado por la estadística, es un hombre sin atributos, cuyo destino es no tener otra cualidad más que la cifra, es decir la de un hombre cuantitativo. En consecuencia, la única salvación está en nosotros mismos. Si esperamos que la redención venga desde fuera, no encontraremos la salida real. Solo atravesando nuestros propios miedos y oscuridad podremos acceder a la verdadera luz. Debemos pensar sobre qué tipo de sociedad y mundo necesitamos y actuar con valentía. La palabra "coraje" etimológicamente viene de corazón, que quiere decir tener el corazón valiente. 

Debemos pensar sobre qué tipo de sociedad y mundo necesitamos y actuar con valentía. La palabra “coraje” etimológicamente viene de corazón, que quiere decir tener el corazón valiente.

 

Pobres no

 

Dejémonos de imposturas, y postureo. Abandonemos de una vez la idea de parecer lo que no somos. No podemos engañar a los demás, ni a nosotros mismos durante largo tiempo. Solo nosotros podemos decidir si transformación o decadencia. Lo que hay fuera de nuestra vida y lo que hay dentro está en relación, incluso podría decirse que forman una unidad. No en vano Jung dijo que lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino. Y así nos va.

Vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no debe dejar de ser ciudadano y combatiente. La indiferencia y la abulia pueden acabar en parasitismo. No podemos permitirnos la indiferencia. Las consecuencias de seguir mirando a otro lado pueden ser devastadoras.


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Todos podemos llegar a cometer atrocidades, por acción, o por omisión. El poder solo se sube a la cabeza cuando encuentra un cerebro vacío, y lamentablemente son muchos los factores que hacen que la independencia, la libertad y la ética se hayan convertido en algo baladí. Deberíamos estar cansados de observar la decadencia y resquebrajamiento de la democracia.  Democracia que nos ha sido robada por las elites políticas y empresariales. Con nuestra connivencia.

Todos podemos llegar a cometer atrocidades, por acción, o por omisión.

Pero lo que ignora el establishment y sus adeptos, es que aún queda gente anónima que puede ser tan resistente como el bambú. Se la puede doblegar, pero mantienen sus principios y firmeza interior de forma inquebrantable. Y nunca se dejaran contagiar de esa enfermedad terrible que es la indiferencia. A estas alturas ya deberíamos saber cuánto influye la política, la bondad y la empatía en nuestros destinos individuales.



Piensa

 

 

 

¿Qué nos está permitido decir?

Por: | 30 de noviembre de 2016

 

¿Qué nos está permitido decir? En cada familia existen determinadas emociones que pueden ser consideradas peligrosas. Se ocultan tras la mampara y todos respetan esa especie de acuerdo no expresado verbalmente. Todos sus miembros pretenden esconder su existencia, pero siempre hay algo que permanece en la superficie, y que nos recuerda, que en cualquier momento podemos colisionar con la punta del iceberg. Sin embargo, siempre hay grados en la impostura, y a menudo tienen que ver con la inmensidad y magnitud del drama. Todos escondemos algo que nos duele, pero algunos somos más conscientes de las ficciones que nos sostienen. Pero no hay nada peor que encontrarse con aquellos que de forma engreída presumen y se pavonean de contar con una familia y una vida ejemplar, sin fisuras. Tal y como decía Shakespeare, “hay más tragedia en la vida de un hombre que en toda mi obra”. Hay que saber mirar para entender que con mucha frecuencia la verdad se enmascara y que tras el esplendor del oro y la plata se ocultan infinitas miserias. Lamentablemente hay para todos. Cuanto antes admitamos nuestra vulnerabilidad y provisionalidad, más posibilidades tendremos de comprender la complejidad de la naturaleza humana y los problemas que puedan surgir. En definitiva, somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin responsabilidad quizás no deberíamos existir. 

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Vanessa Redgrave (1937)

Lo más importante de nuestras vidas, aquello que más amamos se nos escapa de las manos.

Hace poco más de un mes me llamó una doctora al trabajo para comunicarme que mi madre necesitaba tiempo para recuperarse de la operación, que requería de cuidados específicos y que no podía regresar a casa. Me sugirió que hablase con la asistenta social para encontrarle una plaza en una clínica de transición. Convocaron una reunión de urgencia (tenían prevista su salida de inmediato) para hablar de nuestra situación familiar. Enseguida reconocí la figura de mi madre en el pasillo cogida del brazo de una enfermera. Caminaba pausadamente y parecía fatigada. De golpe me encontré con la imagen de una anciana que recordaba a mi abuela, y que sin embargo era mi madre. Aquello que está siempre camuflado en mi conciencia brotó haciéndome el mismo daño que una cuchilla. Lo seres humanos somos por naturaleza olvidadizos. La angustia y el miedo a perderla me dejó paralizado. A menudo, lo más importante de nuestras vidas, aquello que más amamos se nos escapa de las manos. Fue como ver desaparecer su figura de un lienzo, gradualmente y para siempre. Uno tiene la sensación que hacerse mayor es cuando los recuerdos pesan más que las esperanzas.

Lessing

Doris Lessing (1919-2013)

Cuando llegué me estaban esperando dos asistentas en un pequeño despacho. Una asumía el rol de policía buena y la otra descaradamente el de poli mala. Me interrogaron sobre los ingresos de mi madre y sobre mi trabajo y el de mis hermanos. Expliqué que los tres trabajamos y que ninguno podía hacerse cargo de ella durante la jornada laboral. ¿Quién va a cuidarla hasta que regresemos del trabajo? Fue entonces cuando llegó la cuestión referente a mi hermana pequeña (padece parálisis cerebral): “Lo que tienen que hacer usted y sus hermanos es tranquilizar a su madre y decirle que su hermana siempre estará atendida”. Miré fijamente a los ojos de la poli mala y contesté: “¿De verdad cree que puedo tranquilizar a una mujer de 84 años que ya no puede valerse por si misma, sobre el futuro de su hija dependiente? ¿Es usted capaz de imaginar qué cosas le estarán pasando ahora mismo por la cabeza? Esta calma de la que usted habla ya no es posible. A mi madre solo le queda tiempo para certezas.

No rentable

Sentado en aquella silla y frente aquellas dos sanitarias, tuve la impresión de que el futuro inmediato de mi madre dependía de mis palabras: “Mi hermana está en un centro para personas con discapacidad severa. Han sufrido los mismos recortes que ustedes, estoy convencido de que conocen muy bien de lo que estoy hablando. Antes de llegar a esta lamentable situación, los fines de semana trabajaban ocho cuidadoras, ahora solo la mitad. Un sábado de agosto fui a verla, como hago cada fin de semana y me la encontré en un pasillo, con todo el pelo enmarañado y con vómitos hasta el cuello. No pude culpar a nadie, es imposible que esto no suceda con ella, o con cualquier otro interno. ¿Siguen pensando que puedo calmar a mi madre? Sabemos perfectamente que es una enorme suerte tenerla en esa residencia. Costó muchísimos años y mucho dolor tomar la decisión de dejarla allí para siempre. En mi familia, tanto por acción como por omisión, estamos todos dañados. Necesito que lleven a mi madre a otro hospital hasta que pueda recuperarse. Pero no me pidan de nuevo que hable con mis hermanos o que trate de tranquilizarla. Estamos emocionalmente saturados”.

 “El mayor esfuerzo de la vida es no acostumbrarse a la muerte”. Elías Canetti

Solo los dioses tienen la certeza sobre lo invisible, así como sobre lo mortal; a los hombres solo nos ha sido concedido el conjeturar. Llevo veinte años matando a mi madre. Creyendo que de mucho repetirlo, el momento no me cogerá por sorpresa. Es una pésima estrategia. Tal y como decía Elías Canetti, “el mayor esfuerzo de la vida es no acostumbrarse a la muerte”. Sin embargo hay momentos en los que es necesario olvidar determinadas experiencias vividas si queremos avanzar. Otra cosa, es si somos capaces de hacerlo, porque uno no recuerda y olvida lo que quiere, sino lo que puede. Al final, la vida de cada uno de nosotros es lo que uno hace con lo que le sucede.

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Se pronostica que de aquí al año 2050 la cantidad de ancianos que no pueden valerse por sí mismos se multiplicará por cuatro en los países en desarrollo. Verdaderamente el capitalismo no tiene nada que ver con el deseo de mejorar la condición humana. La economía dominante mira solo a la producción y el consumo, despreciando todo aquello que no sirve a la lógica utilitarista del mercado. El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe y ya está aquí. Lo creamos nosotros mismos. Según Joan Carles Melich existen dos maneras de no sufrirlo. “La primera es fácil para muchos, aceptar el infierno y volverse parte de él. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos; buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo dudar y darle espacio”. No creo que exista mayor soledad en el mundo que la de saber que no importamos a nadie. Vivimos en un sistema que funciona sin pensar en las personas: ¿Para qué gastar dinero en un ámbito condenado a no ganar beneficios? ¿Para qué destinar fondos en los más vulnerables, si jamás aportarán un tangible rendimiento económico?

Se pronostica que de aquí al año 2050 la cantidad de ancianos que no pueden valerse por sí mismos se multiplicará por cuatro en los países en desarrollo.

Mientras escuchaba las explicaciones de las dos asistentas sobre la situación de la Sanidad Pública, no pude dejar de pensar en la cantidad de gente mayor que no tiene recursos y que se siente abandonada por su familia y por el Estado. ¿Cuántas de estas personas no se encontrarán solas y sin ayuda? A menudo, cuando me siento al límite pienso en situaciones más aciagas que la nuestra, con el fin de no perder la perspectiva. Los libros también me sirven de asidero. Las palabras son para mí como el sol para las plantas.  Sin ellas, sin su significado, no soy nada. Sin embargo tengo miedo al día en que los libros ya no me sean suficiente.

Arbol

Tengo miedo al día en que los libros ya no me sean suficiente. 

 Charles Trenet (1913-2001) y Dalila (1933-1987)

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