05 marzo, 2008 - 22:00
“¡Vaya caravana, sois muchísimos!” Esta fue la primera expresión a modo de saludo que hizo el presidente del Gobierno al encontrarse con casi 60 personas en un salón del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Hoy se ha producido, por fin, el primero y último encuentro con el candidato socialista. La verdad es que en los primeros minutos se le notó con la guardia alta. No es de extrañar, decenas de periodistas con el cuaderno y el bolígrafo desenfundado no invitaban precisamente a la charla sosegada y mucho menos a la confidencia. Menos mal que tras media docena de observaciones ligeras por nuestra parte fueron relajando el ambiente. No es que Zapatero estuviera tenso, sino que simplemente respondía casi de la misma manera que lo hubiera hecho en una conferencia de prensa. Cuando se enteró que apuntábamos pero no se estaba grabando, todo fue mucho mejor porque se soltó y fue sincero. No nos bailó el agua cuando se le dijo si sería posible que en un futuro debate electoral no hubiera un moderador sino varios periodistas haciendo preguntas. Pues no, lo dijo con toda claridad, a riesgo de caernos antipático. Zapatero cree que el debate es de los candidatos y cuantos menos intermediarios mejor. También reconoció, palmariamente, que en el primero estuvo mucho más nervioso que en el segundo. En la primera edición tuvo momentos de agobio porque no conseguía ajustar el mensaje que quería lanzar con los dos minutos previstos para cada respuesta. En el segundo ya iba muy preparado y los tiempos no se le resistieron. En la pausa de seis minutos la situación fue tensa y fría con Rajoy. Y aquí terminan las consideraciones de tipo personal; después todo fue política. Sí nos pareció sincera su preocupación porque esa victoria en el debate pudiera producir el espejismo de que ha ganado las elecciones del próximo domingo. Por eso horas después casi gritó en Badajoz que las elecciones se ganan con votos. Lo dijo un Zapatero ostensiblemente más delgado que hace un mes. Como un profesional que no se permite la queja, consideró normal que cada noche duerma algo menos de seis horas.