Eduardo Madina conversa con Susana Díaz.
Madina y Pedro Sánchez.
El contenido de la caja negra de los avales de los candidatos a secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) es interesante al menos por dos motivos. El primero: permite confirmar retrospectivamente lo que ha ocurrido a partir de la medianoche del 25 al 26 de mayo de 2014, tras la pérdida de casi 2,6 millones de votos. El segundo: despliega el paisaje ante la elección del 13 de julio próximo. Entre uno y otro hay vasos comunicantes que, por el momento, no están en el debate.
En relación al primer punto, ha quedado claro el apoyo vital de Susana Díaz y el partido que dirige, el PSOE de Andalucía, a Pedro Sánchez. Y, al tiempo, claro, su firme y activa voluntad de lograr la derrota de Eduardo Madina. Nada tiene de pecaminoso. Es absolutamente legítimo. Sobre gustos no hay nada escrito.
Pero esta opción de Susana Díaz y el PSOE andaluz tiene, como todo, una explicación. O varias.
Sin embargo, hay una principal. Y es la conducta de Eduardo Madina.
En lo que hemos llamado la tercera vigilia de APR, Alfredo Pérez Rubalcaba, las horas que van de las 12 de la noche a las 3 de la mañana del 26 de mayo, el secretario general del PSOE, ante la vehemente posición de Susana Díaz expresada en conversaciones telefónicas, respaldada por otros dirigentes históricos, por así decir, entrega las primarias abiertas y decide convocar un congreso extraordinario para elegir primero secretario general.
Madina denuncia inmediatamente esta marcha atrás de APR. La discusión en la ejecutiva federal del 26 de mayo es a cara de perro. Madina modifica su oposición y retoma un acuerdo de la conferencia política de 2013 por el cual la elección de secretario general debe hacerse con un nuevo criterio: un militante un voto. Para ello se acuerda en dicha conferencia que el congreso, como es preceptivo, apruebe la nueva metodología.
Pero ya no estamos, el 26 de mayo, en una situación de normalidad. Ahora es la crisis. El criterio de Madina es que en esta nueva situación, donde se viola el acuerdo de primarias abiertas primero, congreso después, hay que anticipar la manera de elegir al secretario general ya pactada en la conferencia política a la imprevista inminente elección.
En la tarde del 26, Rubalcaba hace un gesto bonapartista. A la entrega de las primarias abiertas que ha realizado en la madrugada bajo la presión de Susana Díaz, añade, en lo que es una manera de equilibrar el peso del poder, el apoyo a la aplicación inmediata de la fórmula para que voten los militantes del PSOE. El bonapartismo de Rubalcaba supone colocarse por encima de las facciones en lucha.
Este reequilibrio lejos de resolver pacíficamente la situación termina agravándola. Susana Díaz hace ver que está dispuesta a lanzar sus legiones para hacerse con la secretaría general. Y, detrás de los bastidores, personajes del PSOE intentan persuadir a Madina de que es necesario, frente a la crisis, evitar el enfrentamiento con la secretaria general de la organización territorial más importante, el PSOE andaluz.
Eduardo Madina se mantiene en sus trece. Algunos dicen: titubea. Sí, en efecto, titubea, duda, no sabe por momentos qué es lo mejor. El peso del aparato del PSOE, ahora canalizado en parte a través de Pepe Blanco y Antonio Hernando, es todavía mucho peso. Los dirigentes que actúan como hombres buenos (Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero) le llaman a la responsabilidad.
Con todo, resiste.
Es que, dicen algunos dirigentes, Susana Díaz tiene que vender en Andalucía su entrada en Madrid. Y necesita mostrar que no tiene opción. Es decir: que es la llamada de todo el PSOE la que la convoca. Si tiene que competir con otra candidatura, ya no es lo mismo; es que ya es una decisión donde tiene opción.
Otros dirigentes apuntan: ni así se podía vender. Susana Díaz no ha pasado por las urnas. La situación de Andalucía requiere mucha atención. Hay que ganar las elecciones autonómicas. Sobre todo necesita dedicación, además, cuando se está por modificar el sistema de financiación autonómica; Andalucía necesita el liderazgo territorial de Susana Díaz con dedicación plena, que represente ahora las aspiraciones territoriales desde allí. No desde Madrid.
Pero la obcecación de Madina, su carácter esquivo (estos son los apelativos que el aparato usa contra él), hacen naufragar la entrada triunfal de Susana Díaz, que tiene a mano un argumento impecable: la prioridad es Andalucía.
En este contexto, cobra fuerza Pedro Sánchez, la candidatura solitaria de un aparente corredor de fondo. La renuncia de Susana Díaz a su propia candidatura para hacerse con el control de la secretaría general del PSOE no supone la renuncia a dejar el PSOE con Madina en el timón. Y Pedro Sánchez se convierte así en la opción que respaldará Susana Díaz y el PSOE andaluz frente a Madina. Con toda su fuerza, como ahora vemos.
Esto no habla mal de Pedro Sánchez. No es un estigma para él. Pero sí revela parte del milagro de su meteórico ascenso durante estas semanas.
Los colaboradores de Sánchez dicen que Madina es un hombre de Rubalcaba, que ya desde su lanzamiento, es una operación de Rubalcaba.
Que Madina tenga el apoyo de Elena Valenciano, como lo tiene, no es la prueba de esa operación. Todos los indicios realmente existentes desmienten la versión de que Madina es una pieza que ha movido Rubalcaba.
Los hombres de Madina sostienen que Sánchez es una especie de consejero delegado in pectore de la presidenta de Andalucía.
Que Sánchez sea la carta a la que apuesta Susana Díaz ya es un hecho. Que haya contado con la ayuda de Pepe Blanco y Antonio Hernando y sus muchachos es una realidad.
A partir de los avales, ¿hay partido?
La gente de Sánchez dice que no, que es la crónica de una victoria anunciada.
Los que acompañan a Madina sostienen que de ninguna manera. Que los avales son el resultado de los aparatos que se movilizan. Y que si la gente se moviliza a la hora de votar, los avales pueden quedarse en papel mojado. Que, en fin, puedes sacar más avales (sobre todo si están concentrados en una región) y perder la primarias.
Para ello debería haber una movilización de los militantes. Y, de momento, no se advierte.
Porque todo lo que ha ocurrido y ocurre detrás de los bastidores no es conocido por los militantes. Hemos dicho que entre la fase que se cierra con la marcha atrás de Susana Díaz y el paisaje actual hay vasos comunicantes. Si Madina no se hubiera plantado, si se hubiera avenido a integrarse en el plan de Susana Díaz, nada de lo que estamos viendo hubiese ocurrido, se habría consumado un plebiscito, no una elección. Pedro Sánchez, por ejemplo, hubiera tenido el recorrido que podemos ver a estas horas.
Para movilizar a los militantes de todas las regiones hay que contar lo que pasa. El conocimiento de la caja negra de los avales ayuda. Pero no es suficiente.