¿Y si las elecciones del 20-D fueran para las dos columnas del bipartidismo, el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español, un ensayo?
Y si una vez realizado el ensayo final con los resultados conocidos ¿el estreno de la obra se hace con otros dos protagonistas?
En otros términos, ¿y si ambos partidos deciden acudir a nuevas elecciones eligiendo previamente en sus respectivos congresos dos nuevos candidatos?
Tanto Rajoy como Sánchez han obtenido unos resultados históricamente decepcionantes para ambos partidos. El PP, aunque se resiste a hacerlo, tendrá, tarde o temprano, que asumir el resultado del "Rajoy en el país de las maravillas", a saber, las cuantiosas pérdidas en las elecciones europeas, municipales y autonómicas, las andaluzas, catalanas y las generales.
El PSOE ha visto como después de caer al abismo en 2011 el partido y volver a sufrir fuertes pérdidas en las europeas, sigue hundiéndose, incapaz de recuperar el más mínimo afecto de sus antiguos votantes, ni concitarlo en sus feudos tradicionales, durante cuatro años de gestión gubernamental del PP que han sido castigados por la mezcla explosiva de crisis y corrupción.
El pasado lunes 21, con los resultados todavía calientes, los candidatos de ambos partidos han tenido un comportamiento simétrico.
Durante la mañana, Pedro Sánchez anunció por sorpresa en la reunión de su comisión ejecutiva federal que se presentará nuevamente a la elección de secretario general del partido al tiempo que el congreso ordinario, previsto para finales de febrero de 2016, se aplazaba hasta la primavera.
Al analizar los resultados ante los medios de comunicación, Sánchez los calificó de "históricos". Pero no dijo por qué lo eran.
Es decir: por ser los peores de la historia del PSOE.
Por la tarde, Rajoy felicitó en la reunión de su comisión ejecutiva a su equipo de campaña: "Hemos ido de menos a más. No era nada fácil. Tomamos buena nota de su voto e intentaremos defenderlo porque es nuestra obligación. La situación era complicada y hemos conseguido remontar".
Como quiera que José María Aznar, tras apoyar el intento de formar gobierno cual brindis al sol, recordase la necesidad de celebrar, por Estatutos, un congreso "porque nadie puede dudar ya de que la evolución del PP, hasta llegar a estas elecciones, requiere una reflexión profunda", Rajoy replicó: "Me presentaré al Congreso del PP, me veo con fuerzas y ánimo".
La diferencia entre ambos partidos es que mientras Aznar expresa una opinión, que puede contar con mayor o menor simpatía, en el partido Socialista tanto la secretaría general como la candidatura de Sánchez fue concebida como una prueba piloto.
Y la hacedora de esa prueba piloto tiene nombre: la secretaria general del PSOE de Andalucía y presidenta de la Junta de Andalucía.
Los barones o presidentes de comunidades autónomas, todos ahora en posiciones de poder, por un lado, y la secretaria general del PSOE andaluz, por el otro, coinciden en un punto central: la prueba piloto no ha funcionado.
No solo por los resultados.
Con anterioridad, en la reunión del Comité Federal abocado a la aprobación de las listas electorales, ninguno de los secretarios territoriales del partido quiso hablar, tal era el malestar generalizado. La manera autoritaria de confección de esas listas se sumó a los agravios que acumulaban y cuyas señales Sánchez y su dirección ignoraron olímpicamente. Muchos de esos secretarios consideraban que existían rasgos de usurpación cuando no abuso de poder por parte del secretario general.
Y el responsable a ojos de todos ellos, Pedro Sánchez, no solo no reconoce, la noche electoral o al día siguiente, que los resultados han sido muy malos para un partido que desde la oposición debía haber capitalizado el descontento ciudadano, sino que su primer reflejo condicionado ha sido blindarse mediante el aplazamiento del congreso hasta la primavera y el anuncio de que volverá a presentarse.
Un autogolpe.
Y lo que parece más grave, en esta lectura del blindaje, a horcajadas de esos resultados intenta Sánchez su investidura tras el previsible fracaso de los intentos de Rajoy por alcanzarla.
Los llamados barones y Susana Diaz han salido al cruce de este ejercicio de prestidigitación. Por los resultados obtenidos y por la gestión de los mismos.
Pero el problema de fondo es que España ha quedado a merced de dos coaliciones imposibles.
Si Rajoy, como parece, no consigue sacar adelante la suya, resulta muy difícil que Sánchez corra mejor suerte. Y no solo por la falta de apoyo de Podemos. Ni siquiera contando con la desesperación de un partido que, como Ciudadanos, querrá evitar a toda costa la celebración de nuevas elecciones para no correr el riesgo de sufrir un castigo bíblico a raíz de la gran decepción de sus votantes en las horas siguientes al 20-D.
Aquí parece que la investidura lo es todo.
Tanto para Rajoy como para Sánchez se presenta como el equivalente a acudir a las aguas del Jordán con la intención de lavar los errores por los cuales sus votantes les han reprendido el 20-D .
Pero la pregunta es otra: ¿cómo se gobierna este país?
Y en el fondo, lo que hay que resolver para dar una respuesta decisiva, ya que los resultados son los que son, es la fecha de las nuevas elecciones. Más pronto o más tarde.
Las piezas del puzle estaban dispuestas en el PSOE. Fracasada la prueba piloto de Sánchez, la celebración del congreso ordinario a finales de febrero, permitiría consagrar al nuevo líder a tiempo, según los plazos que consumirá el fracaso de las sesiones de investidura, para participar en la nueva contienda electoral.
Porque las primarias a secretario general ya están a tiro de piedra. En la segunda quincena de enero debería empezar la campaña para conseguir avales con vistas a una competencia de cara al congreso a celebrar hacia finales de febrero.
El anuncio de Sánchez de aplazar dicho congreso ha sido encender un reguero de pólvora que se extendió esta semana por las principales federaciones del partido. Sánchez ha venido a decir: aplazamos porque tengo que ocuparme de mi investidura.
Pero esta prórroga solo puede decidirla el comité federal, el máximo órgano del partido entre congreso y congreso (artículo número 1 del reglamento), que tiene la facultad de determinar la política de alianzas (7 i), convocar primarias (7 v) y convocar el congreso federal (artículo 7 w). Por tanto, el anuncio de aplazar la celebración no puede prosperar más que si el comité federal así lo aprueba. De lo contrario, la decisión de hacerlo por parte de la ejecutiva se convierte en papel mojado.
El bipartidismo, a la luz de esta descripción, tiene una nueva oportunidad.
Tras el ensayo del 20-D, puede replantearse, por así decir, el estreno, el verdadero estreno de la obra, en el mes de marzo o abril en nuevos comicios. Con dos nuevos actores o actrices en sustitución de los papeles estelares de Rajoy y Sánchez.
En el PSOE no es ningún secreto quién es la aspirante.
La actuación tan abierta que exhibe Susana Díaz estos días ha llevado a muchos dirigentes de la cúpula del partido a preguntarse qué habrán hablado y pactado Pedro Sánchez y y la secretaria del PSOE andaluz, quien le aupó a la secretaría general, en aquellos días de mediados de julio de 2014.
Pero, en todo caso, mientras en el PP habrá que ver cuál es el futuro de la candidatura de Rajoy tras un fracaso de su investidura, en el PSOE el choque de trenes en las primarias que se avecinan parece ya imparable, más allá del consenso que se pueda alcanzar en las próximas horas sobre lo que se puede y no se puede hacer.