"No tengo Whatsapp pero tengo sentimientos"

Por: | 25 de febrero de 2013

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Imagen de tecnologia.uncomo.com

La vida social en Whatsapp es dura. Un ejemplo: es muy fácil acabar en una pandilla múltiple. Ni siquiera tienes que hacer nada. Un buen día, lo quieras o no, un amigo te agregará a un grupo multitudinario, hiperactivo y con incontinencia verbal, y entonces entrarás en una conversación sin final. Hay que reconocer que a estas alturas lo normal es estar atrapado en más de uno y vivir en una tertulia continua.

Sepa que si aún no ha experimentado estas sensaciones está en verdadero peligro de exclusión social. Hoy la popularidad se mide por el número de grupos de Whatsapp donde se reclame su presencia, y me remito al nombre de un  grupo visto en Facebook: "No te deseo ningún mal, pero ojalá seas el amigo sin Whatsapp".

Para cuantificar el tráfico de la aplicación, diremos que en Noche Vieja se mandaron 18.000 millones de mensajes. Y para tener una referencia, la plataforma de Apple iMessage, mucho más popular en Estados Unidos que Whatsapp,acumula como promedio 1.000 millones de mensajes en un día.  

Queda claro que sobra gente para llevar una vida movida en Whatsapp. Algunos grupos tienen nombres graciosos y, en su día, se crearon con una función concreta que ya nadie recuerda. Los nostálgicos conservan en su teléfono la huella de los grupos ya inactivos como una especie de souvenir de su vida social, y no se puede negar que llevar una de estas tribus en el teléfono hace creer que vas por la vida permanentemente acompañado. Pasemos por alto el efecto visual de llevar un teléfono con vida propia que vibra y se ilumina sin orden ni concierto. Una hiperactividad que acabará favoreciendo incluso a su vida off line. No hay nada más atractivo que alguien reclamado y buscado, con una actividad frenética, al menos en Whatsapp. 

Además, mantener una conversación que nunca acaba te obliga a tener una opinión sobre lo humano y lo divino, porque el mayor pecado en un grupo de whatsapp es el silencio. Esta vida en comunidad crea un verdadero horror vacui y uno ha de charlar de todo y con todos. La peor soledad se experimentará cuando proponga un tema que no triunfe. Digamos que pone un par de comentarios y nadie responde, o lo que es peor, se le ignora de forma manifiesta y se prosigue con la conversación previa. Es el vacío existencial y filosófico, y además, todo queda por escrito. Cuando quiera podrá releer y consultar las evidencias de su torpeza social. 

Pero desde aquí le adelanto que probablemente todo sea fruto de un estado paranoico transitorio. En las pantallas desarrollamos una "lectura eficiente". "En lugar de leer, escaneamos", lo que nos permite saltarnos la tercera parte de la información. En el caso de los chats en tiempo real y, particularmente, de Whatsapp, aquello que ha llegado a la pantalla mientras estamos escribiendo, sencillamente nunca ha sucedido. Así que con un poco de suerte, sus mensajes ignorados llegaron en un momento de distracción colectiva. 

Dicho esto, hay que ser consciente de una práctica cada vez más habitual: la creación de subgrupos a partir del grupo original de Whatsapp. Es decir, si por alguna razón se generan dudas sobre uno de los miembros del grupo, se crea inmediatamente otro nuevo, con una conversación paralela que se centra en comentar la jugada y de la que quedará excluido el sujeto de la discordia. Sí, señores, la vida es dura. En el grupo antiguo se seguirá hablando de generalidades pero la enjundia y la toma de decisiones habrá pasado al nuevo grupo. Toda esta ingeniería social suele acabar mal, casi siempre cuando alguien dice lo que no debe decir en el grupo equivocado y el aludido se da por enterado (también puede hacer como que no pasa nada). 

Y hemos llegado hasta aquí para decir que lo realmente difícil, imposible, casi como conseguir la portabilidad de tu móvil, es intentar salir de uno de estos grupos cuando aún no se le ha declarado en estado vegetativo.

Como el exceso de compañía agota, puede ser que un día usted se quiera salir del grupo. Lo intentará y alguien lo evitará y le volverá a meter al redil. Más de uno lo hará. La sensación es como estar cayendo al vacío y que mucha gente está tirando de su brazo para salvarle. Entonces se sentirá culpable, inventará excusas, dará largas y, en general se hará el sueco para pasar el trance. Hombre, es feo irse sin dar la cara. Pero a veces querrá hacerlo, créame. Mi consejo antigurú es que aguante, silencie el teléfono 8 horas. Si no es suficiente, hágalo por una semana, pero resista, rebusque en sus impulsos más primarios, recuerde que somos gregarios y permanezca en la tribu.

Si tras una semana de tener el grupo en silencio todavía le apetece largarse, aquí le ofrecemos un tutorial para escapar de un grupo de Whatsapp sin que nadie lo note. Reconozco que no me atrevo a ponerlo a prueba pero si usted, querido lector, es de naturaleza temeraria, adelante. Y luego, pásese por aquí a contar cómo es eso de figurar pero no estar en un grupo de Whatsapp. ¿Se convierte uno en un walking dead? 

Y recuerde, pase lo que pase, no salga dando un portazo. Nadie se lo perdonará y se juega su vida social. Mantenga el tipo, trague en seco y sonría (hay múltiples y variados emoticonos para ello) porque Whatsapp es exactamente igual que el resto de su vida. 

* No tengo Whatsapp pero tengo sentimientos es un grupo creado en Facebook. Llevan 9.476 Me gusta.

Hay 29 Comentarios

Ya lo dijo Einstein: "temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo sólo tendrá una generación de idiotas".

Genial. Si no habeis experimentado lo q cuenta el articulo es q sois tecno-sociopatas o marginados digitales :-D

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Yo tengo whatsapp y estoy en algún grupo, dos o tres, pero nadie me ha metido sin preguntarme antes. Quizás el problema no sea el whatsapp sino saber elegir los amigos.

Yo, por no tener no tengo ni smartphone. En ese sentido soy feliz. Paso muchas horas pegado al ordenador por trabajo y por ocio pero con los móviles nunca he podido.
Por la calle me parto de risa observando a la gente acariciando levemente su smartphone con cara "esperando el siguiente whatsapp". En los ojos se les pone un salvapantallas que lo dice. Tienen todos la misma carita de ansia jejejejeje.

Pues yo me he sonreido al leer el artículo y ver tanta verdad en él, estoy en más grupos de los que quisiera, a veces "da miedo" que vean que "te has ido del grupo" porque alguno hay que se ofende, y también estoy en subgrupos... jajajaja pero al menos aprendí a silenciarlos y leerlos sólo cuando me interesa. Hay que tomarse estas cosas con humos y aprender de ellas, whatsapp como todo tiene sus cosas buenas, es rápido, es práctico, es gratis... usémoslo adecuadamente!

asi nos va, mas pendientes del movil que del bolsillo

claro y todo lo que dice twitter es cierto y sobre todo verificable, y apenas se dicen gilip.....es

¡¡¡¡¡¡¡SOIS ESCLAVOS!!!!!

Hola , yo sí tengo wasap hace poco y la verdad que tengo unos 5 contactos y lo utilizo cuando me hace falta y conversaciones cortas , en sitios públicos bus y restaurantes , ni miro el móvil , salvo si me llaman y dependiendo de quien sea lo cojo o no .la mayoría no , tampoco me molestan creo que es un poco de educación y de como funcionan tus contactos de molestar o no hacerlo , yo lo apago por las noches hay gente que ni eso . yo creo que sabría vivir sin él .

Estoy de acuerdo con Diego, y también con algo del artículo, creo que el whatsapp y las redes sociales no son malas, malo es el uso que le damos. Aunque le duela a este periódico y a los periodistas, Twitter se ha convertido en el periódico más independiente y rápido del mundo, cualquier cosa que pasa te enteras a los pocos segundos, y con miles de opiniones parq sacar tu, tu propia conclusión.

Quien quiere tener whatsapp, lo tiene. Quien no quiere estar en un grupo, se va del grupo de whatsapp. Quien quiere usar mucho el whatsapp, lo usa y quien poco, tambien. Los extremos son malisimos y no todos somos asi. Yo tengo whatsapp y lo uso unica y exclusivamente para comunicarme con amigos y poco mas. Es gratuito y no hace daño a nadie, o casi nadie.

Es mejor el trato personal y el alcohol

Vaya tela con el whatsapp

Esto a mi me frustra mucho

Una verdad como un templo

Buen artículo cada día cuesta más tener conversaciones en una reunión de amigos.

No estoy de acuerdo del todo con artículo.

Twitter sin embargo sí que tengo, desde allí puedo ofrecer una falsa imagen de persona cálida y cercana... Es que las ventajas de las redes sociales son la caña pantojera

Yo no tengo WhatsApp, por eso tengo sentimientos y despido a una mujer embarazada.

Arantxa Manzanares

Y quien dice Whatsapp dice Twitter u otras Redes Sociales, donde, además de lo recelos tipo "guasapo", se mide la productividad... por el nº de seguidores. ¡Manda webs!

Me ha gustado mucho tu artículo. Yo tengo whatsapp porque un montón de gente me pidió que me lo hiciera para no tener que llamarme y gastar dinero pero, por suerte, lo uso poco y no me han metido en muchos grupos.

ja...

Eso os pasa por tener sentimientos.

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Antigurú

Sobre el blog

Agotada de la alta concentración por metro cuadrado de gurús de las redes sociales, en este sitio se levanta un muro de contención: Todos somos torpes y primerizos en la jungla digital. No hay expertos. Eso, al menos, es lo que enseñan en la Universidad de Stanford, donde se ha inventado casi todo y nadie se proclama gurú de nada. Este es, pues, un lugar para reírse de los tropezones en Internet. El viernes abrimos consultorio. Pregunte sin piedad, porque más temprano que tarde todos tendremos nuestro minuto de miseria digital.

Sobre la autora

Karelia Vázquez

es periodista. Escribe en El País Semanal desde 2002, y en Marie Claire, desde 2005. Es la primera española que obtiene una beca J. S. Knight en la Universidad de Stanford (California), que le permitió, entre otras cosas, vivir una temporada en Palo Alto, el Dorado de las nuevas tecnologías, comprar en el mismo supermercado que Mark Zuckerberg y compartir plaza de garaje con los chicos de Facebook. También ir a clases de Clifford Nass, Clay Shirky, Evgeny Morozov y otros -esta vez sí- gurús de la era digital. Es autora del blog “Vivo entre Google y Facebook”, porque así era literalmente. Ha sido cobaya de variados experimentos extremos en Internet, y este blog no pretende ser ni más ni menos, que eso: Un sitio para radicales.

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