Fotograma de Mujeres al borde de un ataque de nervios
¿Nunca se ha preguntado qué hace la gente que no hace nada en las Redes Sociales?
Los que están pero no están. Aquellos que no parecen haber sucumbido a la obsesión de los ciudadanos de este siglo,según el profesor de la Universidad de Stanford Clifford Nass. A saber “crear contenidos y exhibirlos”. Muchos tienen cuentas en varias redes sociales. Lo hicieron porque tocaba pero no levantan la voz, nada se sabe de ellos. Pero ahí están, queridos lectores, y sí que hacen, miran, admiran o desprecian nuestra hiperactividad digital. Son los cotillas de Internet.
Y no pasa nada, no hay que avergonzarse por ello. Mirar la vida de los otros (sin ser visto) engancha. Y, digámoslo cuanto antes, cualquiera de nosotros es susceptible en un momento dado de convertirse al reconfortante ejercicio de la portería on line.
Pasar, mirar y cotillear son algunos de los tantos placeres que Internet proporciona sin coste alguno. Además, el voyeurismo pasivo nos trae recompensas, según sostienen algunos investigadores. Tomas Chamorro-Premuzic, profesor de Psicología de los Negocios en la University College London (UCL), asegura que Facebook, por ejemplo, nos iguala en términos de chismorreo.
“Los tímidos e introvertidos consiguen la misma información que los que cuelgan muchas fotos y hablan constantemente sobre sus vidas. Facebook ha triunfado porque es el sitio donde el exhibicionista se conecta con el voyeur”, explica el profesor vía email, y agrega: “Otras redes sociales como Linkedin permiten conocer (previo pago) cuando alguien ha visitado tu perfil pero Facebook tiene infinitas maneras de impedir que esto suceda, y por ello es el sitio ideal para mirar sin ser visto”.
Es un hecho: la tecnología se ha puesto definitivamente del lado del cotilleo. Desde las aplicaciones de geolocalización hasta los buscadores. Concretamente, Google, responsable de esa gran práctica que es googlear a las personas como primer gesto de acercamiento social. Y ya se sabe que lo que salga en la primera página de Google va a misa.
El término chismorrear se dignifica y se cambia por monitorizar cuando es una empresa la que emplea las artes de portería para espiar a la competencia o para conseguir información de un empleado.Siempre ha sido así, hemos sido cotillas desde el inicio de los tiempos. Lo único que ha cambiado es que ahora estamos protegidos y podemos chismorrear de un modo global y estructurado.
Dedicamos varias horas al día a averiguar detalles mínimos de vidas que, en teoría, no nos interesan. Lo vivimos como un reto. Internet nos ha hecho creer firmemente que todo se puede saber, y que tenemos derecho a toda la información, siempre que seamos capaces de encontrarla. Es totalmente humano.
El antropólogo Robin Dunbar, profesor de Antropología Evolutiva de la Universidad de Oxford y creador del número de Dunbar (que asegura que el cerebro humano está diseñado para relacionarse solo con 150 personas) reconoció en una entrevista que el 65% de una conversación lo dedicamos a “chismorrear sobre nuestros conocidos”. Según este experto, no lo podemos evitar porque cotillear nos supone muchas ventajas sociales: “El cotilleo nos une y cohesiona como grupo, y nos permite socializar”. Palabra de antropólogo.
La Gossip tendencia (la tendencia al chisme) fue examinada en un estudio sobre Facebook y su impacto en la productividad promovido por Psych Research. Los investigadores buscaban las razones por la que tantas personas se conectaban a las redes sociales en horario laboral y comprometían su productividad por asuntos aparentemente triviales.
Su primera conclusión fue que los beneficios psicológicos del chismorreo eran similares a los de las Redes Sociales. A saber: “Permiten crear vínculos para ser considerado parte de un grupo”. “Los humanos siempre vivieron en tribus y evolucionaron como criaturas colectivas, lo interesante del cotilleo es que no solo cubre la necesidad de fortalecer el lazo con el grupo, sino también la de ser el primero en saber y compartir con los demás”, escriben los autores del estudio.
El profesor Chamorro-Premuzic, que formó de la investigación, dice que es la primera vez que se explora el papel psicológico del chismorreo como conector de personas: “Si criticamos juntos a alguien, automáticamente nos sentiremos más unidos porque creeremos que compartimos los mismos valores”. Justamente un grupo creado en Facebook hace unos años describía la plenitud de ese sentimiento, se llamaba “El glorioso instante en que descubres que os cae mal la misma persona”. Hasta hoy había conseguido 138.026 Me gusta.
Lo que sí es exclusivo del cotilleo digital, es que nos iguala y protege. Si siempre el cotilla ha estado señalado y mal visto, ahora es muy difícil identificarlo. Entre otras cosas, porque todos, aún los más extrovertidos y activos en las Redes Sociales, tenemos momentos de portera, incluso más de uno al día. Y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.
“Las Redes Sociales ayudan a los tímidos y reservados a compartir chismorreos sobre los demás. Es uno de los elementos más positivos de estos sitios: la gente que jamás se atrevería a acercarse a otros para comentar intimidades o desvelar información sobre terceros, encuentra la confianza suficiente para hacerlo, explica el profesor.
En su opinión no hay grandes diferencias cuando examinas una conversación on line entre dos personas. Es imposible saber quién es el extrovertido y quién, el tímido. La única cosa que está clara es que ambos son igual de cotillas.