"No te deseo ningún mal pero ojalá seas la amiga sin Whatsapp"*

Por: | 16 de enero de 2014

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                                                                                                © Gloria Rodríguez

Hace muchos años me apunté a este grupo de Facebook y ahora como si de una profecía se tratase me he convertido de la noche a la mañana en "la amiga sin Whatsapp". La única. The only one. 

Quedarse sin Whatsapp es caer en desgracia. De repente dejas de existir, te pierdes en el limbo en el que flota la gente sin Whatsapp. Sí, ese limbo existe. Llevo diez días ahí -no es un experimento Antigurú aunque algunos así lo crean-, es que finalmente me han robado el teléfono. Tengo Ipad, ordenador, estoy en Facebook, en Twitter, en Instagram, pero todo da igual. Sin móvil no hay Whatsapp

He intentado ponerme en modo Zen, mística y espiritual, para disfrutar de las ventajas que algunos encuentran en el silencio que lo acompaña a uno a todas partes cuando renuncia -o las circunstancias le hacen renunciar- a la mensajería instantánea, y la verdad, hasta hoy no las he encontrado. No percibo el cielo más azul, no escucho cantar a los pájaros, tampoco disfruto como nunca antes de los pequeños detalles de la vida. Para qué nos vamos a engañar, ahora mismo mataría por tener el síndrome de la vibración fantasma (esa falsa sensación de que te está entrando un mensaje). 

 Y no es que tenga mono de Whatsapp. Eso nunca. Sino que como cualquier ser humano soy un animal social, y mi vida social, como la de muchos homo sapiens de la primera década del siglo XXI que habita el mundo occidental transcurre en Whatsapp. Ya no es suficiente con estar conectado a Internet. Necesitamos un sistema de mensajería instantánea gratuito (o casi) donde también estén todos tus amigos, conocidos y enemigos (o casi). 

Así que me he dedicado a documentar lo que ha quedado de mi vida social después del naufragio. A saber: 

  • Pertenecía de un modo activo y con mayor o menor orgullo a unos seis grupos de Whatsapp con los que interactuaba como promedio tres veces por semana con períodos intermedios de latencia. Me consta que siguen vivos, que durante mi ausencia se siguen dirimiendo asuntos en esas asambleas, pero ignoro lo que se cuece en ellos. Nadie parece recordar que algún día estuve allí. Nadie siente la necesidad de consultarme nada. Simplemente no estoy.  
  • Solía hablar con unos diez amigos de modo individual a lo largo de la semana gracias a Whatsapp. De todos ellos, he vuelto a reanudar la conversación con uno por el chat de Gmail, con otra por mensajes de correo electrónico, con una tercera por mensajes privados de Facebook, con otra por mensajes públicos en el muro de idem, y con un otro par -¡paren rotativas!- por llamadas al teléfono fijo (lo cual supone una muestra infinita de amor). Así que mis interacciones sociales más inmediatas se han visto reducidas en un 40% en diez días sin Whatsapp. Eso sí, he de reconocer que el otro 60% ha dado muestras de tesón y creatividad por mantener el contacto.  
  • Mis conversaciones sin Whatsapp son cortas y se refieren a temas concretos. De hecho no las definiría como conversaciones, son contactos. Se ha acabado la cháchara virtual. Fuera de Whatsapp la gente es increíblemente eficaz y productiva, y va a lo suyo. 
  • No he vuelto a utilizar un emoji. Yo no lo he enviado por razones obvias y nadie me lo ha enviado a mi. Los emojis son los comodines de la comunicación no verbal. Sin ellos estamos perdidos. No hay nada que sustituya al guiño ni a la flamenca de Whatsapp, ninguna palabra puede expresar en su totalidad el significado de la mierda con ojos. Sin emojis estamos más solos que la una, ya lo decía esta señora, Mimi Ito, antropologa cultural de la Universidad de California: "La gran ventajade los emojis es su indefinición. Un emoji no significa nada en concreto pero significa todo, es como el saludo de un amigo desde la acera de enfrente. No tienen otra misión que dar una sensación de acompañamiento virtual continuo en el que nos sentimos cómodos y seguros". 
  • Además en las dos semanas que llevamos de año ya me he quedado fuera de varias conversaciones analógicas que eran la continuación de otras que nacieron y crecieron en Whatsapp, y de las cuales lo ignoro todo. Sí, lo que pasa en Whatsapp se queda en Whatsapp

Algunos expertos anglosajones que se mueven entre el mundo de las redes sociales y la autoayuda hablan de los lazy contacts (los contactos que no requieren mucho esfuerzo) y animan a que las relaciones, sobre todo las sentimentales, se construyan sobre una base más sólida. Es decir, que no se mantengan mucho tiempo en un territorio tan cómodo y protegido para todas las partes. Como lazy communications clasifican la mensajería instantánea como Whatsapp, los chats, los SMS, los likes en Facebook ... y en general cualquier contacto que no requiera dar la cara, permita cierto grado de ambigüedad y, llegado el caso, emprender una retirada más o menos segura. Aquí os dejo un post del blog Baggage Reclaim que cuenta cómo hacer una dieta de este tipo de contactos. (en Inglés)

No es que crea que haya que bajar a la mina para que el contacto con otra persona tenga valor, pero cuando se está en peligro de exclusión social, y cuando uno no tiene Whatsapp lo está, valora mucho que alguien decida salirse de la corriente y buscarse la vida para comprobar si el otro aún mantiene en orden sus constantes vitales. 

Y si al lector que haya llegado hasta aquí le pueda parecer que tengo una relación patológica con la aplicación llamada Whatsapp les dejo varios estudios que aseguran aquí y aquí que no hay nada malo en mantener el 50% de la vida social en servicios de mensajería instantánea. No alteran la vida analógica, y ¡ojo! son útiles para no perder el tiempo con el teléfono. 

Y aunque al hecho de no tener Whatsapp podría buscarle un giro esnob, algo que me haría parecer una persona interesante y con un intenso mundo interior, yo solo quiero volver a tener un teléfono con Whatsapp porque sí, no sé vivir sin Whatsapp, y porque como tantos otros en este país también recuerdo aquel día como uno de los más angustiosos de mi vida:

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* "No te deseo ningún mal pero ojalá seas la amiga sin Whatsapp" es un grupo de Facebook. 

POSDATA: Amigo sin Whatsapp, Amigo caro (Proverbio chino). 

Hay 18 Comentarios

Me llaman mucho la atención las faltas de respeto por parte de quien se cree mejor que quien escribe el artículo.

Me recuerdan a los "culturetas" que presumían de no tener televisión, sino una buena biblioteca. Yo siempre pensé que si no tienes televisión, allá tú, pero que si te crees que eso te hace mejor que los demás o que si tienes televisión no puedes leer (?), eres un snob y un burro redomado.

Con las redes sociales ocurre lo mismo. hay simplemente gente que está atascada al otro lado de la brecha digital y la tecnología supera sus escasas capacidades o, aún peor, que no sabe escribir y lo sabe. Algunas de esas personas tienen una salida fácil, denigrar y sentirse mejores por no tener ellos las competencias tecnológicas o literarias para la comunicación hoy en día.

No uséis lo que no os apetezca emplear, pero no os consideréis mejores que yo. No lo sois. :-/

Asco y tristeza me da ver a donde va la sociedad actual en sus "relaciones sociales". Y sobre todo, la banalización y frivolización de la comunicación interpersonal. Creo que nos estamos convirtiendo en una sociedad estúpida. Y no se trata de odiar o no las nuevas tecnologías. Es sólo un tema de sentido común.

- ¿Tienes whatsapp? -"No". (Interlocutor descolocado). - ¿Por qué no te lo pones? - "Lo tuve y lo quité" (Más descolocado aun).
- ¿Por qué? - "Porque me llegaban chorradas a todas horas, fotos y vídeos que no quería ver, conversaciones de gente que no me interesaban en absoluto, preguntas a las que no quería contestar... hasta que llegó el clímax una nochevieja en la que más de 200 mensajes llegaron, siendo el 99% de ellos absolutamente prescindibles y me dije: basta". (Entonces el interlocutor me da la razón y acto seguido deja de prestarme atención porque le llega un whatsapp que cambiará su vida).

Con mi más sentidos respetos, no había visto un artículo tan pobre y decadente desde hace muchísimo tiempo.

Cierto es que las redes sociales ayudan a estar conectados con los amigos, el problema es confundir "conocidos" (personas que sólo sabes de ellos a través de las redes sociales) con amigos (personas con las que compartes momentos de tu vida)

Si por perder, en este caso, el washap has perdido amistades: va siendo hora de que busques nuevos amigos. Yo no tengo internet en el móvil y sabemos unos de los otros.

Es deprimente el concepto de "relaciones sociales" a los que estamos llegando.

A cualquier cosa llamáis algunos "vida social". No tengo ni Facebook, ni Twitter, ni whatsapp... y creo que tengo bastante más vida social "real" que la mayoría de los que pululan por esas redes...

El articulo es estupendo.
Muy original

Muy gracioso y en parte muy real. Pero como casi todo en la vida es muy relativo. Yo si uso WhatsApp y a diario. También tengo una cuenta en Facebook. Y no gasto más de 15 euros de móvil al mes. Creo que más bien no es una cuestión de tener o no tener. Creo que más bien es una cuestión de saber hacer un uso coherente de todas estas herramientas que a mi, si de algún modo me han facilitado la vida. Yo personalmente a la mensajería instantánea le doy las gracias por poder estar en contacto casi instantáneo con muchos amigos en muchos lugares del mundo.....Gracias al Facebook, que además lo utilizo como herramienta laboral, me ha permitido llegar a muchas personas de una manera inmediata. Por eso creo quetodo depende de como y de que manera utilizamos las herramientas. Bueno, Cómo todo en este mundo.

Me extraña que escribas este reportaje sobre Whatssapp... Creía que las personas que caían en el olvido sólo éramos aquellas que, por el motivo que sea, nos fuimos en su día de facebook.
Yo era bastante activa, con bastantes "amigos virtuales" pero, de repente, me di cuenta de que facebook, estaba demasiado presente en mi vida y en mis cosas... Decidí cancelar mi cuenta.
¿Qué si he caído en el olvido? Si. O al menos no me entero de nada de las cosas que pasan, pero no me importa nada. Llamo y me pongo en contacto con la gente, cuando me apetece y, aunque me pierda muchas cosas: fiestas, conciertos, quedadas, cumpleaños, ahora me siento muchísimo mejor. Y de esto hace ya más de un año. Tuve "mono" las primeras semanas, ahora ya es que me la pela por completo el facebook y todo lo que tenga que ver con el mismo.
Nunca había pensado en que pudiese ocurrir lo mismo con el whatssapp...

eres una fracasada

Sigue así K, que tú sabes mucho.

Joe Jose que profundo eres. Está claro que el whas solo sirve para mandar fotos de gatetes, donde va a parar.

Yo pago 6 euros de móvil y tengo whas que hace que me ahorre una media de otros 10-15 en llamadas intrascendentales que hacía solo para confirmar alguna quedada.

Tambien recibo fotos de gatetes en grupos, dios mío, mis amigos son unos falsos.

Hola Karelia. Te leo y no puedo evitar encontrar algunos paralelismo con tu experiencia.
Verás, yo nunca he tenido Whatsapp. De hecho, no tuve Facebook hasta dos años ha, y porque me presionaron hasta el punto de que cedí para que me dejasen tranquilo. Y no tuve mi primer móvil hasta hace dos años y medio. Y es un mondongo de teléfono que sólo sirve para hablar y SMS. Nada de Internet en el mismo. Al mes gasto cuatro euros en teléfono móvil. Ojo, y soy ingeniero informático con 35 primaveras. Que no soy un monstruo anti-tecnológico, vaya.
A día de hoy, me trae sin cuidado la mensajería por móvil (lógico, nunca la he usado) y me resulta risible ver la clase de conversaciones que la gente mantiene por ella cuando me las enseñan. Bobadas absurdas y superficiales de gente que estaría mejor sin mensajería. No es que yo sea un tío profundo, pero lo que leo es de una imbecilidad suprema. Y ni le cuento las ideas que se me pasan por la cabeza cuando veo a la gente sentada en un bar, en una sala de espera, en el autobús o en un parque, con la cabeza gacha escribiendo en el móvil.
Cuando salgo con gente (porque tengo vida social, aunque no se lo crea) tengo la suerte de haberme quitado de encima a todos los sociópatas, tarugos y piltrafillas que otros tienen que soportar vía mensajería.
Mis amigos, que son muy pocos, son amigos de verdad. De esos que se la jugarían por mí igual que yo me la jugaría por ellos. No de los que te felicitan por tu cumpleaños porque Facebook lo diga.
Soy de los que les encanta tratar las cosas cara a cara y para quien el e-mail sigue siendo algo estupendo.
Por todo ello le digo que, si usted era valorada por sus amistades en base a su vida en Whatsapp, deshágase de esos amigos. Ni son amigos ni son nada. Sólo ruido.
No se trata de que el cielo sea más azul, ni de que la vida tenga mejor sabor. Se trata de que el tiempo es demasiado valioso para desperdiciarlo en chorradas.
Ah, por cierto, a Facebook tengo previsto darle pasaporte este año. Dos años leyendo opiniones que nunca pedí de gente a la que añadí como "amigos" por educación han sido suficientes. A los narcisistas y la gente con complejo de inferioridad que los aguante sus padres o sus psiquiatras.

Karelia, lamento comunicarte que me alegro que te hayas quedado sin WhatsApp, ya que si no hubiera sido así, nos hubiéramos perdido esta divertidísimo columna. Aunque probablemente a ti non te haya hecho tanta gracia, seguramente ninguna... gracias por este buen rato!

Anda tu a saber que ya se el motivo por el cual hay tantas enfermedades psicológicas en estos días, mira como esta la sociedad de estropeada que por no estar con el bendito móvil chateando todo el día se les va la vida, WhatsApp es el foco de estas enfermedades la gente cuando se junta ya ni conversan entre ellos, están todo el rato con el maldito móvil que asco esa aplicación la verdadera esencia de socializar se perdió.

Pues yo debo ser un bicho bien raro, porque mi móvil es prehistórico, no tiene ni cámara de fotos y por supuesto ni conexión a internet, ni watsup, ni nada de nada. Sólo sirve para llamar y para sms. Y sinceramente, después de leer tu artículo espero no tenerlo nunca ;)

Jajajajaja. Tienes toda la razón. MIra, yo aún escribo cartas (sí, sí, cierra la boca, de las de papel, sobre y sello, con pegatinas en el sobre y todo), llamo por teléfono (fijo y móvil), escribo e-mails y mensajes al móvil (si la persona con la que me comunico no tiene "guasap", que haberlas, haylas, y no sólo porque les hayan robado el móvil), tengo Facebook, Twitter, quedo con mucha frecuencia a tomar algo sólo para hablar, y, naturalmente tengo "guasap". O sea, que soy una fan de cualquier tipo de comunicación social y sigo empleándolos todos todos todos... Pero si en algún momento me falla el "Guasap" , yo también me siento perdida cual Robinson en una isla desierta. Oye, y me parece fantástico. ;-)
Besos nube.

Que triste leer esto de verdad, a donde vamos llegar...
Tengo 23 años, llevo ya 1 año sin whatsapp y sinceramente, al final sólo son ventajas. Me da verdadera pena leer este Blog, dice mucho de la sociedad de hoy en día.

Jajaja, buenísimo Karelia, me encantas. Yo soy también de los adictos a las nuevas tecnologías. Oye, a mi no me importaría "guasapearme" contigo ;-) http://xurl.es/9ik46

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Antigurú

Sobre el blog

Agotada de la alta concentración por metro cuadrado de gurús de las redes sociales, en este sitio se levanta un muro de contención: Todos somos torpes y primerizos en la jungla digital. No hay expertos. Eso, al menos, es lo que enseñan en la Universidad de Stanford, donde se ha inventado casi todo y nadie se proclama gurú de nada. Este es, pues, un lugar para reírse de los tropezones en Internet. El viernes abrimos consultorio. Pregunte sin piedad, porque más temprano que tarde todos tendremos nuestro minuto de miseria digital.

Sobre la autora

Karelia Vázquez

es periodista. Escribe en El País Semanal desde 2002, y en Marie Claire, desde 2005. Es la primera española que obtiene una beca J. S. Knight en la Universidad de Stanford (California), que le permitió, entre otras cosas, vivir una temporada en Palo Alto, el Dorado de las nuevas tecnologías, comprar en el mismo supermercado que Mark Zuckerberg y compartir plaza de garaje con los chicos de Facebook. También ir a clases de Clifford Nass, Clay Shirky, Evgeny Morozov y otros -esta vez sí- gurús de la era digital. Es autora del blog “Vivo entre Google y Facebook”, porque así era literalmente. Ha sido cobaya de variados experimentos extremos en Internet, y este blog no pretende ser ni más ni menos, que eso: Un sitio para radicales.

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