Hay fotografía que se echan en falta. La última, la de Osama Bin Laden
muerto por los disparos de la CIA. Y eso que haberla, hayla. Incluso
habrá un vídeo de todo el asalto. No digamos ya de lo que se
desarrolló cuando el helicóptero regresó al
portaaviones.
Según cuentan hoy mis colegas de la sección de internacional, la
operación duró 40 minutos y el presidente Obama,junto con su equipo
de seguridad, siguieron todos los acontecimientos en directo, mientras
el jefe de la CIA, Leon Panetta, les iba narrando los detalles.
Se dice que uno de los agentes fotografió el cadáver y envió la foto a
EE UU para su análisis a través de un programa de reconocimiento
facial, que confirmó que se trataba de Bin Laden. Una de las mujeres
presente en el complejo, que podría ser una de las esposas del
terrorista, identificó en el acto el cadáver.
La Casa Blanca aún no han decidido si publicará o no las fotografías
de la operación, aunque sí ofrecerá las pruebas de ADN que han
confirmado que el cuerpo lanzado al mar desde el portaaviones era el
de Osama Bin Laden, siguiendo la tradición musulmana que exige el
entierro dentro de las 24 horas, y al arrojarlo al mar, evitar la
creación de un santuario para sus seguidores.
Fotografía de Pete Souza. Gobierno de los EE UU.
Como ya es habitual, el genial Pete Souza, el fotógrafo oficial de la
Casa Blanca, hizo una dramática acta de la reunión anterior que ha
salido publicada en todos los medios. La imagen es un discurso
continuo que se desprende de cada una de las caras que aparecen y de
lo que se adivina que están viendo y oyendo. El ambiente es tenso, de
preocupación. Hasta hay un detalle que no se ha pasado por alto, la
Secretaria de Estado, Hilary Clinton, tiene delante un documento (que
parece una fotografía) que ha sido pixelizado para evitar su difusión.
Fotografía de Freddy Alborta. Vallegrande, Bolivia.
Hay una fotografía de la que inevitablemente me he acordado, la del
cuerpo de Ernesto Che Guevara con lo ojos abiertos del fotógrafo
boliviano Freddy Alborta. Está expuesto, en el lavadero de un
hospital, como si se tratase de un trofeo de guerra. Los militares
bolivianos -que lo habían capturado y ejecutado en colaboración con la
CIA el 9 de octubre de 1967-, posan y lo tocan complacidos con su
muerte. En este caso, y a pesar de que su tumba se mantuvo en secreto,
una investigación patrocinada por el gobierno cubano logró encontrarla
y el 12 de julio de 1997 los presuntos restos fueron llevados a Cuba,
donde se veneran como héroe nacional.
Algo que no pasará con Bin Laden, perdido en el fondo del mar.