Apuntes científicos desde el MIT

Apuntes científicos desde el MIT

Este Blog empezó gracias a una beca para periodistas científicos en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en Boston, donde pasé un año aprendiendo ciencia con el objetivo de contarla después. Ahora continúa desde Nueva York buscando reflexiones científicas en otras instituciones, laboratorios, conferencias, y conversando con cualquier investigador que se preste a compartir su conocimiento.

Sobre el autor

Pere Estupinya

. Soy químico, bioquímico, y un omnívoro de la ciencia, que ya lleva cierto tiempo contándola como excusa para poder aprenderla.
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Libros

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En esta nueva aventura científica que recorre desde laboratorios y congresos de medicina sexual hasta clubs de sadomasoquismo o de swingers, Pere Estupinyà nos ofrece la obra más original y completa que ningún autor hispanohablante haya escrito nunca sobre la ciencia de la sexualidad humana.

El ladrón de cerebros La ciencia es la aventura más apasionante que puedas emprender.
En El Ladrón de Cerebros, Pere Estupinyà se infiltra en los principales laboratorios y centros de investigación del mundo con el objetivo de robar el conocimiento de los verdaderos héroes del siglo XXI —los científicos— y compartirlo con sus lectores. El Ladrón de Cerebros

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Animales de laboratorio en el metro

Por: | 28 de septiembre de 2008

El metro está llegando a “Metro Center”, una las estaciones más concurridas de Washington DC. Salgo del vagón y me encuentro de frente con un cartel de la asociación protectora de animales PETA (Gente para el Tratamiento Ético de los Animales) quejándose de los mataderos, las cadenas de fast food, y los laboratorios. Continúo caminando, y a escasos 20 metros aparece un cartel de otra asociación llamada Centro para la libertad del consumidor en el que leo: “Ratas de laboratorio vs niños enfermos: ¿sabes que PETA está utilizando tu contribución para boicotear la investigación contra el Sida y el cáncer de mama, sólo porque utilizan animales de laboratorio?”. Curioso… No hago mucho caso, pero me giro y en el andén de en frente veo otro anuncio de la misma organización resaltando una frase de Ingrid Newkirk , directora de PETA : “aunque la investigación con animales produzca la cura del Sida, estaremos en contra de ella.” Reacción inmediata: “esto es pasarse!”. Apoyo incondicional a todo lo que suponga humanizarnos, procurar un trato más ético a los animales, denunciar atrocidades que sin duda se están realizando, y avanzar siempre hacia más derechos en lugar de menos. Pero… ¿incondicional? ¿a todo? Mujer, tampoco nos excedamos. Puede ser loable plantarle cara a la industria peletera, pero pretender vetar de cuajo la experimentación animal en biomedicina es intolerable. Si la directora de una organización realmente promueve algo tan radical, quizás sí pierda un poco de credibilidad… Lo primero que hago al llegar a casa es comprobar que efectivamente ha dicho esta frase y no está sacada de contexto. Parece que sí la pronunció, junto con otras del mismo estilo. Lo segundo es visitar las webs de PETA y la asociación ConsumerFreedom . La cosa se complica… me da la impresión que el contenido de la segunda es mucho más dudoso, manipulado y extremista que el de la primera. Algo me dice que la realidad se sitúa en algún punto intermedio entre ambos planteamientos. ¿voy a escribir yo un post sobre un asunto tan complejo sin investigar más a fondo? Pues sí, así no perdemos la frescura de la anécdota del metro y podemos empezar a intercambiar opiniones sobre los límites éticos de la experimentación animal. Además, lo que realmente me apetece exponer es una asociación de ideas que he tenido mientras recordaba mi experiencia con ratas durante mis tiempos de aprendiz de científico. Decapitar ratas a destajo Recuerdo perfectamente unas prácticas de mi licenciatura de bioquímica en las que nos tocaba sacrificar ratas. Las cogíamos con firmeza, metíamos su cabeza en una guillotina, y la cortábamos de cuajo. Inclinábamos el cuerpo decapitado, recogíamos en un vaso de precipitados la sangre chorreando de su cuello, y nos apresurábamos a extraer el hígado y congelarlo inmediatamente en nitrógeno líquido. Para los experimentos que íbamos a realizar necesitábamos recoger mucha sangre y una muerte rápida que no afectara los niveles de ciertas proteínas y metabolitos. No me consideréis un desalmado insensible, siento empatía por los animales y abogo por evitar su sufrimiento injustificado, pero confieso que en ese momento no me pareció nada injustificado. Ahora me doy cuenta que estaba siendo víctima de algo parecido al experimento de Stanley Milgram sobre la obediencia a la autoridad. En este famoso experimento se ve como personas normales participando en un estudio son capaces de infringir dolor a otras simplemente porque el protocolo lo exige. Las imágenes causaron un gran revuelo, porque demostraron que gente normal y corriente se deja llevar por las exigencias del procedimiento y la autoridad del director, y continúa suministrando dolorosas descargas eléctricas a otros voluntarios inocentes a pesar de oír sus reiterados lamentos. Me atrevo a sugerir que los científicos que investigan con animales de laboratorio también padecen un efecto parecido al revelado en el experimento de Milgram. Ayer mismo estuve con una investigadora del Instituto Nacional de Cáncer de EEUU. Ella inyecta células tumorales en los ratones, deja que crezcan los tumores, luego suministra fármacos sólo a algunos, y mira si evolucionan diferente respecto los controles. Le pregunté cuantos ratones utilizaba al año. “Yo sólo unos 150”, contestó. “¿Sólo?” “sí, no es mucho. Una compañera mía en estos momentos dispone de unos 800 exclusivamente para sus experimentos. Mi laboratorio se gasta el 15% de su presupuesto en ratones. Mucha gente utiliza más de 1000 cada año”. "Utiliza…" creedme que dicha investigadora es una persona sensible, le encanta la naturaleza y siente un gran respeto por los animales. Pero de nuevo, no tiene ni el mínimo conflicto interior a la hora de trabajar con ratones. Considera que son imprescindibles como modelos de enfermedades. ¿siempre? Chasco en la neurociencia Este artículo publicado el pasado agosto en nature pone el dedo en la llaga: La mayoría de fármacos contra enfermedades neurodegenerativas como la esclerosis y el alzheimer que han funcionado en ratones, no tienen ni el mínimo efecto en estudios preliminares con humanos. Hay dos tipos de explicaciones, y las ambas son radicales por diferentes motivos. La primera es la más obvia: el modelo no sirve, el cerebro de ratón es demasiado diferente al humano, lo que han estado haciendo miles de científicos no lleva a ningún sitio. Parece preocupante, pero la segunda explicación también se las trae: Muchos experimentos publicados en revistas científicas están mal hechos. A veces las muestras son demasiado pequeñas y no están diseñados con suficiente rigor. La presión por publicar induce a vacíos metodológicos, quizás alguna que otra distorsión de los resultados, y oídos sordos a diferencias básicas entre ratones y humanos respecto las características fisiológicas de la enfermedad. Además, los resultados negativos no se publican. Uf! Es un tema serio, y también candidato a ser tratado más a fondo en posteriores entradas del blog…, pero no puedo resistirme a retomar el hilo de los carteles del principio del post y terminar con un toque gracioso mostrándoos la foto que tomé el año pasado en la ciudad de Buffalo, durante un viaje con amigos por el norte de Estados Unidos. Cuando en una parada de autobús leí el cartel: “Cuando fumas, también lo hace tu mascota”, hice dar media vuelta al conductor para cerciorarme que efectivamente se trataba de una campaña alertando que los animales de compañía también eran fumadores pasivos. Insólito, pero cierto.

Estrés asesino, por el gran Sapolsky

Por: | 25 de septiembre de 2008

Un comentario habitual entre los turistas que visitan Nueva York por pocos días es “me encanta, es muy estimulante, pero no podría vivir aquí… me estresaría!”. Tú les cuentas que la ciudad cambia de cara cuando la disfrutas con tiempo, pero sabes que en el fondo están experimentando algo parecido a subir una montaña rusa: tres minutos es excitante, te vigoriza, disfrutas, te sienta bien… pero nadie soportaría tres horas seguidos de subidas y bajadas atolondradas. Como dice el gran Robert Sapolsky , un poco de estrés es bueno, nos pone alerta y nos permite salir airosos de situaciones conflictivas. Pero el estrés continuado es devastador. Y no se refiere sólo a ir corriendo a todos sitios, sino también a la capacidad que brinda un cerebro evolucionado de estar preocupados constantemente. Un cuerpo desequilibrado Vivir sin nada de estrés es utópico, todos los animales necesitamos que en algún momento nuestro cuerpo segregue de golpe adrenalina y glucocorticoides para acelerar nuestro ritmo cardíaco, dirigir energía hacia los músculos, incrementar nuestra atención y rapidez mental, e inhibir las funciones metabólicas que en momentos de riesgo no son imprescindibles como la digestión, el crecimiento y la reproducción. El mecanismo por el que actúa el estrés es uno de los más ancestrales que compartimos con el resto de animales, La diferencia es que mientras un león y una cebra sólo se estresan unos minutos al día cuando uno persigue al otro, nuestra especie es la única que puede generar esa misma reacción fisiológica y extenderla indefinidamente con sólo pensar en la hipoteca, la presión laboral, proyectar preocupaciones futuras, sueños frustrados… y muchísimos otros factores psicosociales. Sapolsky y otros científicos han demostrado que los episodios de estrés prolongado afectan a tu memoria porque destruye neuronas de tu hipocampo, deprime el sistema inmunológico, aumenta la presión arterial, cambia la distribución de grasas en tu cuerpo, afecta a los telómeros de tu ADN causando envejecimiento prematuro, altera tu ciclo menstrual, causa disfunción eréctil, e incrementa el riesgo de enfermedad cardiaca. En los humanos, y en otros primates sociales como los babuinos. El Gran Sapolsky Robert Sapolsky es uno de los mejores científicos comunicadores que conozco. Lo descubrí gracias a la videoconferencia que hicimos en REDES desde su laboratorio de Stanford. La claridad de su mensaje, pero también su desparpajo casi irreverente nos entusiasmó tanto que programamos una nueva entrevista en persona pocos meses después. Maravillosa de nuevo. Desde entonces le sigo la pista y me declaro un fan suyo. Sus libros y artículos son para mi un referente en comunicación científica, un ejemplo de que los científicos pueden utilizar un lenguaje natural y desenfadado para comunicar sus resultados al gran público. Quizás por eso National Geographic le escogió como protagonista principal del documental "Estrés asesino" que presentaron ayer en su sede central de Washington DC, y cuya posterior charla de Robert Sapolsky tuve la suerte de presenciar previo pago de 18 dólares.

Babuinos perversos como modelo para estudiar humanos Robert Sapolsky lleva 30 años combinando sus investigaciones neurocientíficas en Stanford con el estudio de babuinos en Kenia. Para él se han convertido en un buen modelo para investigar los efectos del estrés social y prolongado. Sus babuinos no tienen depredadores naturales. Sólo invierten 3 horas al día buscando comida, y el resto se dedican a fastidiarse entre ellos. Constituyen grupos muy jerarquizados, con al menos 5 rangos diferentes, y siguen pautas de comportamiento parecidas a los humanos. Cuando un macho increpa a otro de una categoría inferior, éste se enfada, y su reacción es ir a descargarse con otro babuino por debajo de su rango. En el documental Sapolsky dice “llevo 30 años estudiándolos, pero confieso que no me caen bien. Son extremadamente crueles entre ellos, y se inflingen una cantidad de estrés psicológico enorme”. Sapolsky ha estado tomando muestras de sangre de los babuinos para analizar su estado de salud y las hormonas relacionadas con el estrés en función de la jerarquía social que ocupan. Sus conclusiones son claras: cuanto más bajo estás en el rango, más estresado te encuentras y peor es tu salud. Estos resultados son consistentes con un estudio parecido que Michael Marmot realizó con funcionarios británicos. Contrariamente a lo que se suele pensar, el más estresado no es el jefe sino los cargos inferiores. La falta de control es un factor directamente relacionado con el aumento de estrés. Según dijo Sapolsky ayer en el turno de preguntas, lo peor es tener responsabilidad y poca autonomía. Es decir, si algo falla sabes que la culpa será tuya a pesar de que tus superiores no te otorgan libertad para tomar decisiones. ¿Os suena? Atajar el estrés de raíz Sapolsky también apunta que esta terrible capacidad de estresarnos por motivos psicológicos también puede ser utilizada a nuestro favor: “podemos pensar: este trabajo infravalorado no es lo más trascendente, lo que realmente me importa es ser el capitán de mi equipo de béisbol, o formar parte de un grupo en mi parroquia”. Nuestra capacidad de abstracción mental puede conducirnos a más estrés, pero también puede jugar a nuestro favor si sabemos utilizarla correctamente. Sapolsky es muy crítico con las “presiones absurdas” que genera el estilo de vida estadounidense, y cuando le cuestionan si es necesario para ir avanzando contesta: “no compensa”. Las maneras de reducir tal presión psicológica ya las sabemos: ni dejes que te estresen ni estreses tú a nadie, mantén unas relaciones sociales satisfactorias, y cambia de perspectiva y prioridades. Alguien le preguntó por la meditación. Contestó con cierta ironía que no lo había investigado porque los babuinos son malos meditadores, pero que no tiene sentido ir 20 minutos a meditar después de comer si luego regresas 5 horas a tu trabajo angustioso. Parece que nuestra especie es tan inteligente que puede estresarse por motivos psicosociales, pero no lo suficiente como para saber cómo evitarlo.

Provechos científicos de las pruebas de armamento nuclear

Por: | 21 de septiembre de 2008

Las centenares de bombas atómicas que explotaron durante las pruebas de armamento nuclear en los años 50 dejaron “algo” en la atmósfera que los científicos están aprovechando para identificar cadáveres, estudiar la regeneración celular, detectar falsificaciones, o solucionar crímenes al más puro estilo CSI . ¿Os suena la técnica del Carbono 14 utilizada para la datación de restos fósiles? El principio básico es el siguiente: La interacción de los rayos cósmicos con la atmósfera genera isótopos de Carbono-14 (átomos de C con 2 neutrones de más en el núcleo). Éstos se combinan con el oxígeno para formar CO2, que se incorpora a las plantas mediante la fotosíntesis y a los animales cuando se las comen. Al final la proporción de isótopos de C-14 respecto Carbono "normal" (C-12) en animales y plantas es la misma que existe en la atmósfera, una cantidad que se ha mantenido relativamente constante en los últimos miles de años. Pero al morir el tejido orgánico deja de incorporar nuevos átomos de C-14, y de hecho empieza a perderlos poco a poco porque el C-14 es un isótopo inestable y se va desintegrando a un ritmo que los científicos conocen perfectamente. Si analizas la cantidad de C-14 que queda en un determinado fósil sabrás su edad aproximada. La sensibilidad de esta técnica sólo permite analizar muestras con una antigüedad máxima de 60.000 años, y que tengan como mínimo varios miles de años. Pero… Se ve que como consecuencia de las más de 500 bombas atómicas que Estados Unidos y la Unión Soviética hicieron explotar en tierra firme durante sus tests en la década de los 50, los niveles de C-14 en la atmósfera se multiplicaron notablemente. Cuando en 1963 se prohibieron las pruebas nucleares en la atmósfera (continuaron haciéndose bajo tierra), los índices de C-14 empezaron a bajar poco a poco, encontrándose todavía ahora más altos de lo que estaban antes de las explosiones: Hace un tiempo unos científicos ingeniosos pensaron: Si los animales y plantas hemos estado incorporando diferentes cantidades de C-14 atmosférico durante los últimos 60 años… ¿podríamos aprovechar esta variabilidad para algo? Vaya si lo están aprovechando… ¿Quién murió antes? En 1992 la policía austriaca descubrió los cadáveres de dos hermanas que llevaban años fallecidas en su casa sin que nadie se hubiera enterado. Por motivos económicos y de seguros de vida cuantiosos había mucho interés en saber cuál había muerto antes. Los investigadores Walter Kutschera y Eva María Wild tuvieron una idea: si pudieran medir la cantidad de C-14 presente en algún material orgánico de los que se renuevan constantemente, y compararlo con los niveles históricos de C-14 en la atmósfera, quizás podrían averiguar el momento de su defunción. Funcionó. Kutschera y Wild concluyeron que una hermana había fallecido en 1988 y la otra en 1989. ¿Se renuevan las neuronas? En 2001 la joven neurocientífica australiana Kirsty Spalding viajó a Suecia para investigar sobre la formación de nuevas neuronas. Al poco tiempo su jefe se enteró del caso de las hermana austriacas y le propuso la siguiente línea de investigación: Para saber si en una determinada zona del cerebro nacen nuevas neuronas o no, podemos medir la cantidad de C-14 que tienen. Si no se regeneran, habrá la misma proporción que en el momento del nacimiento, y si se forman nuevas neuronas deberíamos encontrar niveles diferentes. Kirsty pasó una temporada visitando mataderos hasta poner a punto la técnica con cerebros de caballo (necesitaba animales que vivieran bastante tiempo y tuvieran cerebros grandes). Cuando tuvo el procedimiento controlado, lo aplicó en humanos y demostró que en determinas zonas del neocórtex y del área visual no se generaban nuevas neuronas en edad adulta, algo que resultaba muy difícil de averiguar con otras metodologías. Actualmente Kirsty Spalding es una de las principales expertas en esta metodología que se sirve del C-14 originado durante las explosiones atómicas. Identificación tras la tragedia del Tsunami El devastador tsunami del 2004 en el océano índico mató a más de 200.000 personas, entre ellas unos 500 turistas suecos. Según el médico forense Henrik Druid algunos de los cadáveres estaban en tal estado que no podía distinguirse ni siquiera si se trataba de un adolescente o de una persona mayor. La edad es un dato importantísimo en la identificación de cuerpos, y para intentar averiguarla Henrik Druid recurrió a las técnica que Spalding había desarrollado en el Instituto Karolinska de Estocolmo. La tarea parecía sencilla: El esmalte de los dientes es permanente, por tanto sabiendo la cantidad de C-14 que contenían y comparándola con los datos históricos de C-14 en la atmósfera se podía averiguar el momento en que salió cada pieza. Se aplicó la técnica a los cuerpos todavía no identificados de 6 víctimas del tsunami y se predijo su edad con un margen de error de 1 año. La policía sueca y también la canadiense están interesados en esta técnica como herramienta de investigación criminal. Henrik Fruid asegura que muy pronto oiremos hablar de casos resueltos con esta metodología, pero el rango de aplicaciones va mucho más lejos. Un grupo australiano realizó un estudio en el que logró identificar la añada de unos vinos muy preciados embotellados entre 1958 y 1997, científicos de los Institutos Nacionales de Salud de US la utilizan para estudiar la regeneración de células beta pancreáticas, e investigadores californianos pueden saber si el marfil confiscado provenía de elefantes cazados antes o después de la prohibición de cazarlos, y si un cuadro supuestamente anterior al 1940 se trata en realidad una falsificación moderna. Si el lienzo tiene niveles elevados de C-14, algo falla… En la vertiente más científica Spalding y su jefe Jonas Frisén han desarrollado un ambicioso programa para investigar a fondo la regeneración celular en diferentes tejidos humanos. Pero en ciertos experimentos les tocará apresurarse un poco…, se calcula que en 2020 los niveles atmosféricos de C-14 volverán a ser los mismos que habían antes de los tests con armamento nuclear.

Fiesta pija para recolectar ADN

Por: | 15 de septiembre de 2008

Son las 19:30 de la tarde. Estoy en un autobús que por 25 dólares me llevará de Nueva York a Washington DC. Las 4 horas que dura el viaje dan de sobra para leer el New York Times de este domingo 14 de septiembre. Voy sorteando las noticias sobre Sarah Palin… e incluso alcanzo el suplemento de “Estilo”; ¡Sorpresa! En plena portada de un suplemento de moda de toda una edición de domingo del New York Times aparece una noticia sobre una recolecta de ADN. No es broma, la compañía 23andMe ha organizado una fiesta para que los invitados de la alta sociedad neoyorquina puedan escupir en un recipiente y un mes después recibir un informe genético personal sobre el origen de sus antepasados, predisposición a ciertas enfermedades comunes, y detalles curiosos como si tu cuerpo metaboliza rápido la cafeína o no. En total son 89 los marcadores genéticos asociados a diferentes rasgos relacionados con la salud que esta compañía fundada por Linda Avey y Anne Wojcicki está rastreando. Aunque ellas reconocen que la información obtenida todavía no es tremendamente relevante y más bien se trata bien de un divertimento, entre los invitados a la fiesta el artículo del NYT transcribe frases del estilo “Si mi marido tuviera un gen que hiciera peligrar seriamente a mi hijo en el parto quizás adoptaríamos”, “quiero averiguar porqué tengo pecas”, “me hizo extremadamente feliz saber que tenía pocas posibilidades de obesidad” (Ivanka Trump , hija de Donald Trump), “me tranquilizó saber que un gen asociado al corazón venía de mi madre, que tiene 99 años; mi padre murió a los 67 de un ataque cardíaco”, “en principio no cortaría con un novio aunque descubriera que no somos compatibles genéticamente, pero depende de lo que salga”. Es la tercera vez que mencionamos esta compañía en el blog (1 , 2 ). Estuve a punto de hacerlo la semana pasada cuando leí que 23andMe había rebajado la tarifa de sus análisis a 399 dólares (280 euros), un precio asequible por la mayoría de bolsillos. Pero que los tests de ADN se expandan por los suplementos de moda en medio de noticias de zapatos, matrimonios, o búsqueda de tu ligue en google , merece sin lugar a duda posponer el post que tenía preparado para hoy y trasnochar un poco a cambio. Me atrevo a aventurar que estas navidades más de uno regalará análisis genéticos. Como decíamos en diciembre del 2007 “El futuro ha llegado ”. En ese momento no me inspiré en los intereses comerciales de una compañía como 23andMe, sino en las palabras recibidas directamente de un genetista como Eric Lander , director del Broad Institute del MIT y posible futuro premio Nobel. La síntesis del razonamiento esgrimido en ese post era: Hace unos pocos años los chips de ADN bajaron radicalmente de precio. Esto facilitó sobremanera los estudios en busca de marcas genéticas que predispongan o protejan frente a trastornos de la salud. Gracias a ello, en los últimos 2 años se han encontrado muchísimos polimorfismos genéticos asociados a enfermedades comunes. Ahora ya empieza a tener sentido utilizar estos mismos chips baratos para cotejar los genes que pueden influir en tu predisposición a la diabetes, obesidad, enfermedad coronaria, cáncer… o si se quiere, tendencia genética a la infidelidad . Dentro de un tiempo el médico te hará esos análisis de manera rutinaria junto al colesterol, niveles de azúcar, presión arterial u otros factores de riesgo, pero en estos momentos ahora se están avanzando compañías como Navigenetics , DeCODEme , o 23andMe. Esta última además, utilizando estrategias de expansión muy elaboradas, como la fiesta en Nueva York, o las plataformas de redes sociales que están promoviendo en Internet para predispuestos a la soriasis, o el grupo de metabolizadotes lentos de cafeína, o la comunidad del gen ACTN3 mutado. Los beneficios que nos puede aportar conocer la información escrita en nuestros genes son y serán abismales, pero todo indica que estamos en las vísperas de una moda en que se mezclarán intereses comerciales con desconocimiento a la hora de interpretarla. Frases como las anteriores de los invitados a la fiesta y noticias como la del gen de la infidelidad indican que todo el mundo va a exagerar el valor de esta información genética, y que será necesario mucha divulgación para entender qué significa realmente tener un 15% más posibilidades de sufrir enfermedad coronaria, o comportamiento infiel , y el peso relativo de este riesgo comparado con fumar, o estar a disgusto con tu pareja.

Pérdida de biodiversidad por capricho

Por: | 11 de septiembre de 2008

Esta fotografía tomada en 1957 muestra a turistas exhibiendo el resultado de sus pescas en la costa de Florida cuando los primeros barcos empezaron a ofrecer tal actividad.
No era una exageración, en 1958 los turistas continuaban fotografiándose orgullosos con sus trofeos a bordo del Greyhound.
En 1983 las piezas ya no resultaban tan espectaculares…
Y en 2007 ni se molestaban en aparecer en la foto…
Dicen que una imagen vale más que mil palabras… éste no será el caso más extremo de pérdida de biodiversidad causada por la actividad humana, pero quizás pocos resultan tan flagrantes y fáciles de ilustrar. Las fotografías forman parte de un artículo del Smithsonian Magazine dedicado a los océanos . En él se cita una nueva disciplina llamada Ecología Marina Histórica, que utiliza imágenes como las anteriores, recortes de periódicos, e incluso menús de restaurantes para intentar averiguar datos sobre el pasado de los ecosistemas marinos, algo mucho más complicado que en los terrestres. En el estudio que se realizó a partir de los archivos de la biblioteca pública de Key West (Florida) se comprobó que en esa zona del Golfo de Méjico había menos peces, eran más pequeños, y varias especies habían desaparecido. Si los turistas dejaran de pescar podrían pasar dos cosas: que con el tiempo el ecosistema se reestableciera, o que ya estuviera tan dañado que nunca volviera a recuperar las especies que en él habitaban. La verdad, quizás lo que ocurra en este caso concreto no es lo más relevante. Hay situaciones mucho más dramáticas de pérdidas irreparables como son los valiosísimos arrecifes de coral. En la misma revista se narra la expedición científica a Kiribati , un conjunto de islas del Pacífico donde quedaba uno de los pocos arrecifes de coral todavía inexplorados. Los biólogos marinos explican que la diversidad de especies que encontraron era abrumadora, muchísimo mayor de lo que pensaban que podía llegar a existir. El descubrimiento reflejó de nuevo el enorme daño que estamos causando a los arrecifes de coral, y la necesidad urgente de preservar esos delicados paraísos naturales. Este año el archipiélago de las Islas Phoenix en Kiribati se ha convertido en el área marina protegida más extensa del mundo. De nuevo una imagen vale más que mil palabras… En medio de las negociaciones, cuando los científicos mostraron fotografías submarinas a las autoridades locales, se ve que el ministro de pesca dijo “No teníamos ni idea que había tanta vida allí abajo”.

El País

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