Apuntes científicos desde el MIT

Apuntes científicos desde el MIT

Este Blog empezó gracias a una beca para periodistas científicos en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en Boston, donde pasé un año aprendiendo ciencia con el objetivo de contarla después. Ahora continúa desde Nueva York buscando reflexiones científicas en otras instituciones, laboratorios, conferencias, y conversando con cualquier investigador que se preste a compartir su conocimiento.

Sobre el autor

Pere Estupinya

. Soy químico, bioquímico, y un omnívoro de la ciencia, que ya lleva cierto tiempo contándola como excusa para poder aprenderla.
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Libros

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En esta nueva aventura científica que recorre desde laboratorios y congresos de medicina sexual hasta clubs de sadomasoquismo o de swingers, Pere Estupinyà nos ofrece la obra más original y completa que ningún autor hispanohablante haya escrito nunca sobre la ciencia de la sexualidad humana.

El ladrón de cerebros La ciencia es la aventura más apasionante que puedas emprender.
En El Ladrón de Cerebros, Pere Estupinyà se infiltra en los principales laboratorios y centros de investigación del mundo con el objetivo de robar el conocimiento de los verdaderos héroes del siglo XXI —los científicos— y compartirlo con sus lectores. El Ladrón de Cerebros

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Bio-inspiración: flor de loto y salamanquesas

Por: | 26 de febrero de 2009

A Roberto lo descubrimos en uno de los primeros posts del blog. Ayer le volví a visitar en el laboratorio del departamento de Aeronáutica y Astronáutica del MIT, donde este físico e ingeniero de materiales salmantino realiza su investigación post-doctoral en nanofibras de carbono. Me habló de aerogeles, nanotubos, microfabricación, y de los nuevos materiales que están testando para incrementar la resistencia en los trajes de los jugadores de fútbol americano. Y acordamos que mensualmente nos iría presentando en este blog algunos de los avances tecnológicos que poco a poco se irán implantando en nuestras vidas. Ah! dice que acepta peticiones… Bio-inspiracion: Flor de loto y patas de salamanquesas, por Roberto Guzmán de Villoria Quien se dedica a la ciencia sabe que una de las funciones indirectas del investigador es el dar presentaciones de los proyectos que uno realiza. Se suele ir en traje y dependiendo de la importancia de la ponencia, uno duerme mejor o peor. La mayoría de las veces son lejos de casa e incluso con diferente horario, por lo que lo único que ayuda a despejarse es un poco de café. El problema es cuando lo tomas justo antes de la ponencia y cae una gota en medio de la camisa… Resulta increíble que en pleno siglo XXI, después de la teoría de cuerdas , transmitir electricidad sin necesidad de cables o incluso vender sprays que sirven para enamorar a la gente (esto sigo sin creérmelo), uno tuviera que preocuparse todavía de las manchas de café (es curioso el efecto hipnótico que tiene ese punto en tu camisa blanca durante una presentación. Estad seguros que todos se han dado cuenta, por pequeño que sea). Así que tanta alta tecnología, pero la mayoría de los problemas cotidianos siguen sin resolverse. Bueno, no todos. En este caso la naturaleza nos lleva millones de años de ventaja, con el denominado efecto flor de loto. Este efecto es la capacidad que tienen estas hojas de no mojarse, quedando el agua en forma de gotas en su superficie y resbalando hasta caer, lo que hace que arrastren el polvo o la suciedad, manteniéndose de esta forma siempre limpias. Puede que sea a causa de este efecto por el que en el budismo la flor de loto se asocia a la pureza. Sin embargo no fue hasta los años 70 cuando Wilhelm Barthlot , un botánico que caracterizaba plantas mediante microscopía electrónica, descubrió porqué en algunas el agua se extendía por su superficie y porqué en otras se formaban gotas casi perfectas. Observando la microestructura de las hojas descubrió que aquellas con superficie más rugosa eran las que peor se mojaban. Básicamente lo que ocurre es que las hojas que no se mojan están recubiertas por una estructura formada por micromontículos. Estos micromontículos serían semejantes a las agujas de un colchón de faquir, reduciendo la superficie de contacto con el agua. Si además estos micromontículos están recubiertos por miles de nanopelos, el agua no sólo no moja la superficie, sino que además se desliza por ella, tal y como se ha demostrado recientemente. Lo interesante de esta estructura es reproducirlo artificialmente y así crear superficies repelentes del agua, bien en pinturas, ya desarrolladas por el propio Barthlot, hasta en tejidos ya comercializados, donde diminutas nanofibras son adheridas a la superfice de fibras tradicionales, como el algodón. La presencia de millones de nanoestructuras en una superficie rugosa tiene muchas ventajas además de la hidrofobicidad observada entre la hoja rugosa y la gota de agua. Veamos qué ocurre en el caso de la salamanquesa. Estos animales tienen la increíble capacidad de escalar por todo tipo de superficies, una propiedad muy atractiva para muchas aplicaciones robóticas. Quien haya sido suficientemente rápido de capturar una y observar sus patitas, habrá podido ver que su piel es muy rugosa, recorrida por unas bandas laterales de algo menos de un milímetro de anchura. Cada una de estas bandas está compuesta por unos pelillos, pudiendo llegar al medio millón por patita. A su vez cada uno de estos pelillos está formado por una especie de cucharillas diminutas, del orden de nanómetros. Toda esta estructura de nanocucharillas flexibles hace que la patita de una salamanquesa pueda tener un billón de puntos de contacto. Sin embargo el mecanismo de adhesión no es tan obvio. En un principio se pensó que podría ser por fuerzas capilares (las mismas que hacen que el agua sea “succionada” por una servilleta), pero se comprobó que estructuras similares en ausencia de humedad también se adhieren eficazmente. Otra opción también descartada sería un posible mecanismo de activación muscular (para quien tenga curiosidad, ya se ha probado que una salamanquesa muerta también se queda pegada al techo de un laboratorio). Hay que subrayar que la adhesión de estos animales es muy eficiente. Se ha comprobado que, si estuvieran en contacto todas las nanocucharillas a la vez, se podrían colgar hasta 120 kilos . El mecanismo principal al que se atribuye la adhesión de sus extremidades son las fuerzas de Van der Vaals . Aunque son fuerzas muy débiles y sólo efectivas a distancias muy cortas (del orden de nanómetros, 10E-9 m), el tener billones de esas nanocucharillas en contacto con una superficie hace que este efecto se multiplique espectacularmente. La principal ventaja de la estructura de nanocucharillas de la salamanquesa es su adaptación a la microrugosidad de cualquier superficie (incluso el vidrio más liso está lleno de microvalles y micromontañas a escala microscópica), de forma análoga a las cerdas del cepillo de dientes que se adaptan a los recovecos de las muelas. A raíz de estas observaciones, el Instituto Max Planck decidió analizar la adhesión de distintos animales con capacidad de escalar, como moscas o arañas, concluyendo que a mayor masa del animal más nanoestructuras por unidad de área necesita. Evidentemente el campo de aplicación de este descubrimiento es amplísimo, aunque para ello hay que reproducir primero este efecto en un laboratorio y posteriormente en un producto comercial. Se han llegado a hacer nanopilares de plástico (polipropileno) aunque sólo un área muy pequeña (varios centímetros cuadrados). El problema de estos pilares es que enseguida se llenan de suciedad, por lo que es necesario que sean repelentes al agua y reusables. Se han hecho algunos experimentos con nanotubos de carbono y parece que se están consiguiendo prometedores avances. Posibles aplicaciones podrían surgir en campos desde la automoción (como el coche de la imagen, aunque es una miniatura en este caso) hasta la medicina, en el caso de pilares plásticos para cerrar incisiones en cirugía sin utilizar ningún pegamento. Las superficies autolimpiables o las adherentes son sólo ejemplos en los que la naturaleza ha inspirado dos nuevas tecnologías, aparentemente similares. Otras nuevas se han creado o están surgiendo adaptando soluciones que la naturaleza ha encontrado millones de años atrás, constituyendo una disciplina que se denomina bio-inspiración. Y a quien le interese este tema, y en particular las salamanquesas, un vídeo que muestra otra cualidad de estos animales también muy interesante para la robótica.

El paso del tiempo en tu rostro

Por: | 23 de febrero de 2009

Cada verano en la localidad estadounidense de Twinsburg (literalmente “el pueblo de los gemelos”) se reúnen centenares de parejas de hermanos que nacieron con exactamente la misma información genética. También suelen aparecer por el evento algunos investigadores con ánimo de reclutar a aquellos que hayan seguido vidas bastante diferentes, y así poder analizar cuál es el peso relativo del ambiente y del ADN en asuntos como la predisposición a enfermedades, capacidades cognitivas, o tendencia a comportamientos específicos. En un curioso estudio , una serie de cirujanos plásticos buscaron gemelos de edad adulta cuyos rasgos físicos les distinguieran ostensiblemente, e intentaron entender qué factores ambientales habían influido para que uno de los pareciera más viejo que el otro. Los investigadores reunieron 186 parejas de hermanos y les hicieron rellenar un extenso test donde contestaban aspectos relativos al estilo de vida que habían llevado. Luego tomaron fotografías de sus caras controlando al máximo aspectos como el maquillaje, la luz o la expresión, y las pasaron a un equipo de expertos que debía indicar la edad que cada rostro aparentaba. Contrastando las diferencias en la edad facial de los hermanos gemelos con sus experiencias acumuladas, llegaron a las siguientes conclusiones: Mantente delgado de joven, pero no te obsesiones de mayor: En los menores de 40 años, el hermano más delgado presenta una apariencia más juvenil, pero a partir de los 40, y sobre todo en los mayores de 55, el hermano con unos quilos de más tenía una calidad de pelo superior y rellenaba mejor las arrugas de su cara. En la imagen de arriba la mujer de la derecha tenía más peso corporal que su hermana de la izquierda. La “mala” vida te envejece (casi siempre): Según el estudio, el aspecto del gemelo que fumó durante más tiempo era el más envejecido, y por cada 10 años de cigarrillos tu cara gana dos años y medio de edad. El efecto observado del consumo de alcohol fue menor, pero aquellos que habían evitado las bebidas alcohólicas durante gran parte de su vida se veían más jóvenes que sus hermanos. Respecto al estado civil, las mujeres divorciadas parecían de media 1.7 años mayores que sus gemelas casadas, solteras, o viudas. Y si uno de los dos había tomado en algún momento antidepresivos, su rostro se veía significativamente más envejecido. Protégete del sol: Los científicos analizaron en detalle este factor y comprobaron que era decisivo en la edad percibida. Los hermanos que no solían utilizar protección solar, o que realizaban habitualmente actividades en ambientes exteriores tenían una piel más deteriorada, con menos elasticidad y arrugas más marcadas, que les añadía años a su rostro (como en la fotografía de la derecha). En el apartado de metodología los autores del artículo explican que los principales rasgos faciales utilizados para “medir” la edad de las fotografías fueron: grosor de las arrugas, grado de descenso de los pómulos, calidad del pelo, orientación circular de la órbita de los ojos, líneas en la frente, en los costados de la boca, grado de plegamiento del labio superior, y acumulación de grasa por debajo de la barbilla. Las conclusiones del estudio no son del todo inesperadas, pero resulta sugestivo que para mantenerte joven, a partir de cierta edad en verano quizás es más recomendable quedarte tomando unas tapas en el chiringuito que tostarte al sol...

Tu libertad es una ilusión del cerebro

Por: | 18 de febrero de 2009

Imagínate en una cafetería inmers@ en una conversación apasionante sobre ciencia. Estás absort@ escuchando las explicaciones de tu contertulio, y de golpe tu cerebro decide mandar una señal a tu brazo para que se mueva hacia la taza de café, la acerque a tu boca, la incline al tiempo que tus labios conforman un beso, aspiras un pequeño sorbo del líquido que contiene, y la vuelves a dejar sobre la mesa. Entonces tu compañero te pregunta: “¿has cogido la taza de manera consciente? ¿Habías decidido que ese momento era el momento en que te apetecía tomar el café? ¿o ha sido un proceso totalmente automático?” Tú no tienes ningún reparo en decirle que no, que no eras consciente, que ha sido uno de los centenares de procesos automáticos que realizamos continuamente sin pensar previamente en ellos. ¡Faltaría más que debiéramos andar pendientes de decidir cuando respirar, modificar nuestra posición en la silla, o cambiar de marcha mientras conducimos! “Ok, estoy absolutamente de acuerdo”, responde él. “Pero ahora olvídate de nuestra conversación anterior, concéntrate sólo en la taza de café, y durante el próximo minuto elige meticulosamente las tres veces que vas a darle un sorbo. Hazlo cuando tú quieras hacerlo.” Le sigues la corriente, y pasado el minuto te pregunta “¿has tomado la decisión de manera libre ahora?”. Tu contestas un contundente “claro! Esta vez sí que lo he pensado antes!”, y casi te ofendes cuando el rarito de tu amigo replica “No. La percepción de voluntad es una ilusión que crea el cerebro con posterioridad a que otros procesos inconscientes hayan mandado la orden de coger la taza de café a la zona motora de tu córtex prefrontal” Suena extraño, pero un experimento muy parecido hizo en los años 80 Benjamin Libet , en lo que representó la primera amenaza testada científicamente al free will o libre albedrío. Libet pidió a una serie de voluntarios que realizaran una serie de acciones con su brazo mientras registraba la actividad eléctrica de diversas áreas de sus cerebros y el momento exacto en que ellos creían que tomaban la decisión. Los resultados indicaron que ciertas zonas del córtex prefrontal relacionadas con la planificación de acciones motoras se activaban medio segundo antes de que los individuos fueran conscientes de su elección. Inicialmente los datos de Libet fueron tomados con escepticismo y aparecieron varias críticas al planteamiento metodológico de su experimento, pero desde entonces y con mejores técnicas han sido replicado en numerosísimas ocasiones. Una de las últimas, en este artículo de Nature Neuroscience que me envió un lector del blog (gracias José Luis), el cual explica el descubrimiento de otras áreas del cortex parietal que se activan hasta varios segundos antes de que seamos conscientes de la decisión que nuestro subconsciente ya ha tomado por nosotros. La abrumadora conclusión es que nuestros actos están muchísimo más predeterminados por mecanismos cerebrales involuntarios de lo que nos creemos. No tenemos dudas al afirmar que el comportamiento de una hormiga es puramente mecánico, o que una rana hambrienta se mueve sólo por instintos, o que el cerebro de un gato es un órgano que gestiona de manera automática e irreflexiva las entradas y salidas de información. En cambio, nosotros tenemos libre albedrío, nuestros movimientos no están tan predeterminados, no somos robots al servicio de nuestro subconsciente, el cual además nos deja tranquilos inventándose una ilusión para hacernos creer que sí tenemos cierta capacidad de control... No exageremos, quizás menos de lo que nos pensamos, pero algo sí debemos tener, no? Puede, pero de momento la neurociencia no lo ha encontrado. En este muy recomendable artículo titulado “La fisiología del free will” el investigador Mark Hallett del NIH hace una revisión de todos los estudios y bibliografía científica acumulada hasta el año 2007 y concluye que “no hay ninguna evidencia de que el free will sea una fuerza en la generación de movimiento. La sensación de libertad existe, pero no es la causa del movimiento sino una percepción posterior. Los movimientos se generan inconscientemente, y la ilusión de voluntad llega después”. Angustioso. Un resumen de las dos opciones a considerar sería el siguiente: a) La voluntad (free will) como fuerza generadora de movimiento: Decisión consciente ==> Mecanismos del cerebro motor ==> Movimiento b) La voluntad como percepción: Mecanismos del cerebro motor ==> Movimiento ==> Decisión consciente En el caso del control del movimiento, la neurociencia está demostrando que la opción b) es la que más se ajusta a la realidad, aunque la mayoría pensemos que debe tratarse de limitaciones tecnológicas, porque obviamente la a) tiene que ser la correcta. Pero reflexionemos un momento desde una perspectiva más filosófica. La opción a) efectivamente es la más lógica, pero tiene unas ligeras connotaciones dualistas: parece implicar la existencia de algo más allá de la actividad del cerebro que le dijera a las neuronas lo que deben hacer. Y hoy en día esta explicación más espiritual está ya bastante descartada. Entonces, ¿nos toca aceptar que nuestras acciones están mucho más programadas de lo que nos pensamos, por todo lo que va acumulándose en el subconsciente de programación genética, experiencias, influencias sociales, aprendizaje, traumas, estímulos subliminales…? La neurociencia parece indicar que si. No sólo Mark Hallett aborda científicamente esta cuestión sobre el determinismo en nuestra conducta que hasta hace poco quedaba reservado a los filósofos. En el texto “Neurología de la autoconciencia” V.S. Ramachandran describe el free will como otra sensación generada por el cerebro para sobrevivir, como la sensación de unidad entre todas nuestras impresiones y creencias, de continuidad en el tiempo, o de un cuerpo propio que nos contiene. En “La neurociencia del free will” Laurence Tancredi interpreta los últimos estudios científicos como una clara erosión a la dicotomía mente/cerebro. Y en una revisión más conciliadora titulada “Implicaciones de los avances en neurociencia para la libertad de voluntad” , la bioética Hilary Bok reconoce un mayor grado de determinismo en nuestro comportamiento del que nos creemos, pero opina que esto no excluye de ninguna manera que sí mantengamos capacidad de decisión y responsabilidad sobre nuestras acciones más complejas. La amiga con quien tomé un café el fin de semana pasado tampoco quedó muy convencida de que toda una serie de mecanismos inconscientes fueran los verdaderos responsables de dirigir su brazo hacia la taza, antes incluso de que ella tuviera la sensación de haberlo decidido. Y tampoco pareció gustarle, cuando me explicaba los motivos racionales por los que eligió continuar viendo a su último dating, que le dijera que se dejara de historias, porque su subconsciente ya había decidido que ese chic@ le gustaba mucho antes de su riguroso análisis de pros y contras a plena consciencia. Y malo si no era el caso. Y es que después de tanto ataque neurocientífico al free will yo sigo convencido de que sí tenemos libertad hacer lo que queramos, pero… ¿podemos decidir lo que queremos?

7 eslabones perdidos de la evolución

Por: | 14 de febrero de 2009

El gran problema que tenía Charles Darwin cuando publicó “El origen de las especies por selección natural” era no poder demostrarla con fósiles de animales extintos que explicaran el paso de los peces a los anfibios, de los reptiles a los pájaros, o de los mamíferos terrestres a las ballenas. Con motivo del 200 aniversario del nacimiento de Darwin, la revista National Geographic ha seleccionado los 7 fósiles que muestran las transiciones entre especies más relevantes hallados desde la publicación de su teoría de la evolución. Tiktaalik El pez que se preparó para colonizar la Tierra. El Tiktaalik tenía branquias y escamas como cualquier otro pez, pero también algunas características de los futuros animales terrestres: un cuello flexible, costillas, pulmones primitivos; y sus aletas se habían convertido en extremidades con articulaciones y una especie de dedos que le permitía soportar su peso y caminar fuera del agua. Un fósil de hace 375 millones de años que fue descubierto en 2004 en el Ártico canadiense representa el eslabón entre los peces y los primeros anfibios que se adentraron en el mundo terrestre. Archaeopteryx Un dinosaurio al que le salieron alas En los últimos 20 años se han encontrado varios fósiles que demuestran que los pájaros descienden directamente de los dinosaurios, pero el primer resto fósil que lo sugirió fue éste encontrado en 1861, sólo dos años después de la publicación del Origen de las especies, y que fue utilizado reiteradamente como defensa de la teoría de Darwin. Los huesos datados en 150 millones de años pertenecían a un animal idéntico a los dinosaurios, pero con cola, pelvis, articulaciones y brazos alados muy parecidos a los pájaros actuales. Amphistium El pez plano bizco Una de las características de los peces planos modernos es que tienen los ojos asimétricos. Estos peces nadan como de lado, y sus ojos están desplazados hacia la parte de su cara que queda arriba (foto). Pero todos los fósiles antiguos de peces planos que se habían encontrado hasta el momento tenían los ojos simétricos a ambos lados de la cabeza. Esta falta de ejemplares intermedios era uno de los argumentos utilizados por los partidarios del diseño inteligente para refutar la teoría de la evolución, asegurando que los ojos no pueden cambiar de posición de la noche a la mañana. Cuando en el 2008 se encontró el Amphistium de hace 50 millones de años, cuyos ojos estaban a medio camino entre la posición actual y la de los peces planos más primitivos, los creacionistas empezaron a buscar otros “argumentos”… Ambulocetus El mamífero que regresó a los océanos La transformación progresiva de los mamíferos terrestres a las modernas ballenas es una de las transiciones más bonitas de la historia de la evolución. Hay varias especies intermedias, pero el fósil de Ambulocetus descubierto en Pakistan en 1992 quizás es el más representativo. Se trata de un cuadrúpedo que vivió hace 50 millones de años con una cabeza muy similar a la de las ballenas, y cuyas palmas de manos y pies ya estaban adaptadas para nadar dentro del agua. Darwin propuso que los osos podían ser los mamíferos que empezaron a surcar los mares hasta convertirse en ballenas, pero análisis genéticos recientes sugieren que sus antepasados fueron una especie de hipopótamos primitivos. El niño de Turkana En 1984 cerca del lago Turkana en Kenia se encontró el esqueleto de un niño cuyo cuerpo tenía una proporción parecida a la nuestra actual, pero su cabeza considerablemente más pequeña. Era un ejemplar de los homo ergaster que vivieron hace 1.6 millones de años. Para los expertos el niño de Turkana es quizás el fósil más intermedio en la evolución de la especie humana, ya que las especies de hominidos más antiguas se podrían considerar primates que caminan erguidos, y las posteriores son ya claramente muy próximos a nuestros ancestros directos. Eohippus El primer caballo Cuando Darwin presentó su teoría de la evolución no pudo acompañarla con ejemplos claros de fósiles en los que se visualizara la transición de una especie a otra. Junto con el dinosaurio alado, el Eohippus (actualmente denominado Hyracotherium) descubierto en 1867 en el sur de Estados Unidos significó la primera gran prueba que respaldaba su teoría, ya que claramente se trataba de un eslabón entre algo parecido a un zorro y los caballos actuales. Thrinaxodon Medio reptil, medio mamífero El Thrinaxodon vivió durante el período Triásico hace 245 millones de años, y es uno de los muchos ejemplos de especies con características mixtas de reptiles y mamíferos. Todavía mantenía escamas y las hembras ponían huevos, pero ya poseía los bigotes exclusivos de los mamíferos, sangre caliente, y se cree que pelo corporal. Para algunos científicos representa el estadio intermedio más representativo entre estos dos grandes grupos.

Origen Evolutivo de la Paciencia

Por: | 12 de febrero de 2009

Buscando la referencia al artículo de Marc Hauser sobre los macacos resentidos que comentamos en este post , encontré otro que también da juego para divagar acerca del mono que todos llevamos dentro. La pregunta “¿hay algo fundamental que diferencia a los humanos del resto de los animales?” siempre suscita interesantes conversaciones. Hasta hace unos días yo tenía una respuesta que me parecía original: “La paciencia!! Los homínidos somos los únicos que no sucumbimos a la recompensa inmediata si intuimos que la espera o el sacrificio nos reportará un beneficio mayor en el futuro. El resto de impulsivos animales no tienen esta capacidad de extrapolación y autocontrol, sin embargo nosotros mantenemos esta actitud hasta el sinsentido.” De hecho, esta hipótesis ya venía avalada por varios experimentos. En uno , a monos tamarinos y marmosetes les daban a escoger entre un poco de comida inmediata o una cantidad mayor en el futuro, y casi siempre se quedaban con la opción rápida. En cambio, cuando a los miembros de esa especie que se coloca en la cima de la evolución les ofreces una cantidad económica ahora, o el doble dentro de un tiempo, la mayoría piensa y decide esperar. Conclusión: la paciencia es una propiedad básicamente humana. ¿Seguro? Al grupo de Marc Hauser no le encajaban un par de aspectos: 1- ¿qué ocurriría si en lugar de tamarindos y marmosetes los experimentos se hicieran con primates más cercanos evolutivamente a nuestra especie? 2- ¿y si a esos sofisticados humanos les dieran a escoger comida en lugar del moderno dinero? Podéis imaginar la respuesta: continuamos siendo muy monos. En un primer estudio diseñaron un sistema que permitía a bonobos y chimpancés entender que podían escoger entre 2 uvas de inmediato o 6 con un retraso de un par de minutos. Era la misma metodología que se había utilizado con los tamarindos, pero como indica la figura contigua, los resultados fueron muy diferentes. Bonobos y chimpancés exhibían un grado de paciencia nunca vista hasta el momento en el reino animal. Luego realizaron un segundo estudio en el que comparaban la disposición de chimpancés y humanos a esperar por una cantidad de comida mayor. Sorprendentemente los estudiantes universitarios que participaron en la investigación eran más impacientes que los chimpancés, y soportaban peor la tentación de comer lo antes posible. En un tercer experimento quisieron comprobar si los humanos respondíamos de manera muy diferente ante los premios basados en comida o en dinero. Los resultados indicaron que estamos dispuestos a esperar mucho más por recompensas monetarias futuras: Somos muy humanos para el dinero, pero muy monos para la comida. Está claro que el dinero es intercambiable por otros productos, no ofrece la misma satisfacción inmediata, y se puede guardar más tiempo que los alimentos. Quizás eso influye en la diferencia de actitud. También se observó un efecto curioso en marmosetes y tamarinos: dentro de lo poco que ambos esperaban, los marmosetes –que se alimentan de vegetales- tenían más paciencia que los tamarinos, cuya dieta incluye insectos que requieren cazarse con acciones rápidas. Puede haber diversas interpretaciones, pero la conclusión del estudio es que la capacidad de tomar decisiones pensando en el futuro es un rasgo evolutivo que apareció antes de la llegada de los homínidos. Y como ilustra Mikel Urmeneta , en ciertos contextos nuestros parientes más cercanos son incluso más pacientes que nosotros y reciben mayor recompensa. Además, somos muy racionales con algo como el dinero que nuestra mente más primitiva no entiende, pero cuando nos ponen delante unos estímulos más primarios, parece que no hayamos evolucionado tanto como nos creemos… ¿Alguien se atreve a aventurar algo en lo que seamos fundamentalmente diferentes del resto de animales? PD: Mil gracias de nuevo a Mikel por la fenomenal ilustración, y feliz 200 cumpleaños a Charles Darwin.

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