Apuntes científicos desde el MIT

Apuntes científicos desde el MIT

Este Blog empezó gracias a una beca para periodistas científicos en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en Boston, donde pasé un año aprendiendo ciencia con el objetivo de contarla después. Ahora continúa desde Nueva York buscando reflexiones científicas en otras instituciones, laboratorios, conferencias, y conversando con cualquier investigador que se preste a compartir su conocimiento.

Sobre el autor

Pere Estupinya

. Soy químico, bioquímico, y un omnívoro de la ciencia, que ya lleva cierto tiempo contándola como excusa para poder aprenderla.
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Libros

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En esta nueva aventura científica que recorre desde laboratorios y congresos de medicina sexual hasta clubs de sadomasoquismo o de swingers, Pere Estupinyà nos ofrece la obra más original y completa que ningún autor hispanohablante haya escrito nunca sobre la ciencia de la sexualidad humana.

El ladrón de cerebros La ciencia es la aventura más apasionante que puedas emprender.
En El Ladrón de Cerebros, Pere Estupinyà se infiltra en los principales laboratorios y centros de investigación del mundo con el objetivo de robar el conocimiento de los verdaderos héroes del siglo XXI —los científicos— y compartirlo con sus lectores. El Ladrón de Cerebros

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Plantar pinos en Marte

Por: | 27 de mayo de 2009

Si os cuento que unos científicos están investigando ciertos pinos porque podrían ser plantados en Marte dentro de centenares o miles de años, ¿qué pensaríais? Quizás la primera reacción sería: “¿¿¿¿con dinero de mis impuestos????” Y si se justifican diciendo “es que dentro de un tiempo aquí ya no cabremos…, o tendremos que colonizar otros mundos porque habremos agotado los recursos de la Tierra… y además, en unos pocos millones de años el sol se expandirá y los futuros humanos deberán mudarse a otros planetas…” tal vez el sofoco aumente y repliquéis “¿y tanta prisa tenéis? ¿no se os ocurre nada más prioritario que solucionar?” En esa línea escribí una nota crítica en el rastreador científico sobre un artículo aparecido en el periódico mexicano Universal, que explicaba muy bien el proceso de terraformar Marte y el rol de los pinos del Monte Orizaba, pero no buscaba las cosquillas al proyecto. Tras insinuar un “basta ya de hacer caso a ciegas de todo lo que nos cuenten los científicos, los periodistas no tienen porqué ser siempre sus aliados”, y plantear en tono sarcástico dudas sobre la conveniencia de gastar dinero público en el estudio de los pinitos marcianos, llego a México y me presentan al investigador principal del proyecto. Ups… Tierra trágame… y llévame a otro planeta... Pasos para terraformar Marte Hacer habitable nuestro planeta vecino no es una idea nueva. La NASA lleva años dándole vueltas y financiando investigaciones como las de Rafael Navarro para esclarecer los pasos que lo harían posible. Rafael matiza: “lo primero de todo, antes de plantear cualquier intervención, es saber si existe algún tipo de vida en Marte. Si la hubiera debemos respetarla, estudiarla, y olvidarnos de modificar las condiciones de ese planeta. Pero si dentro de unos años comprobamos que Marte es inerte, entonces sí podemos plantearnos convertirlo en un lugar que pudiera acoger seres vivos”. El primer paso sería calentarlo. Hay varios métodos propuestos (explosiones nucleares, espejos gigantescos que hagan incidir más luz solar…) pero el más factible parece ser introducir en su atmósfera gases que causen un efecto invernadero muy fuerte, calienten rápidamente la superficie del planeta, y derritan el agua que Marte tiene en los polos y su subsuelo. El octafluoropropano es uno de los últimos candidatos para no dejar escapar los rayos de luz solar que rebotan de la superficie de Marte, y Rafael Navarro considera que en sólo 100 años ya tendríamos una temperatura suficientemente alta para abordar la segunda etapa: introducir microorganismos que pudieran sobrevivir en esas condiciones y cuyo metabolismo liberara oxígeno a la atmósfera. Las cianobacterias que oxigenaron la Tierra hace 2000 millones de años podrían ser ideales para esta función, ya que además los microbiólogos están encontrando variedades sobreviviendo en ambientes extremos parecidos a la superficie de Marte en cuanto a aridez, pH, temperaturas y presencia de radiaciones. Esta etapa de oxigenación duraría unos 1000 años, y entonces ya sería viable enviar líquenes, musgos, pastos…, y los pinos que Rafael Navarro investiga en el Monte de Orizaba, por ser los que crecen mayor latitud del mundo. Cuando este ecosistema haya acampado, ya pondremos termitas, otros animales, y al final quizás humanos. Conglomerado de ideas Una de las ventajas de hablar cara a cara con alguien es que te transmite más que palabras. La expresión tan honesta de Rafael cuando le dices “convénceme, porque yo a esto todavía no le veo el sentido” no deja lugar a dudas: sí tiene sentido. No estamos hablando de un capricho de científicos. Lo que ocurre es que no debemos quedarnos sólo con la idea, irrelevante en estos momentos, de la colonización humana de Marte dentro de miles de años. Independientemente de si pueden llegar ser plantados en Marte o no, el Monte de Orizaba cuenta con el bosque de pinos más alto del mundo. Los científicos no terminan de comprender cuáles son las condiciones que les permiten sobrevivir a 4100 metros de altitud. Y esto vale la pena ser investigado. También hay motivos más que justificados para entender la esencia de la vida e investigar sus límites con los microorganismos de ambientes extremos como Río Tinto en Huelva, o el desierto de Atacama en Chile. Rafael Navarro ha recibido este año la medalla “Alexander von Humboldt” por identificar en dicho desierto una región casi análoga a la superficie de Marte, y que está permitiendo a los astrobiólogos de la NASA y la ESA testar nuevas formas de búsqueda de vida en el planeta temporalmente rojo. Da la sensación que la idea de terraformar Marte más bien sea una especie de ejercicio intelectual en el que se aglutinen conceptos y aparezcan nuevas preguntas sobre las características básicas de la vida, cómo se regulan los ecosistemas, investigar desde otro ángulo las propiedades de los gases de efecto invernadero, entender cómo podía ser Marte en el pasado… un útil conglomerado de ideas más que una iniciativa real. Pero cuando a Rafael Navarro le dices “entonces olvidémonos de intentar terraformar Marte en serio, no?” su cara refleja de nuevo un sincero convencimiento, basado en su larguísima trayectoria como astrobiólogo en la preciosa, immensa y vibrante Universidad Nacional Autónoma de México . “No es tan complicado como piensas”, dice, “y los tiempos que te he dado son extrapolaciones con la tecnología actual. En el futuro el proceso podría acelerarse”. De repente, veo que el debate está más cercano de lo que me imaginaba. Ahora sé que sí merece la pena investigar los pinos de Orizaba, pero continúo pensando que plantearse su futura exportación a Marte es empezar la casa por el tejado, y sigue pareciéndome poco más que una distracción pensar que en el futuro la humanidad necesitará colonizar nuevos mundos. Sin embargo, si nos alejamos de este objetivo final, tenemos en cuenta el avance exponencial de la tecnología, y analizamos el proceso pasito a pasito, quizás no estemos hablando de algo tan lejano. En el muy probable caso que dentro de unos pocos años los astrobiólogos nos digan “chavales, aquí no hay nada”, posiblemente alguien presentará una propuesta de proyecto destinada a enviar octafluoropropano, o algún otro gas de efecto invernadero, a la superficie de Marte para intentar calentar su atmósfera y empezar el proceso de terraformación. Suponiendo que no fuera tan costoso económicamente. ¿vosotros lo aprobaríais?

Desde México y sin virus

Por: | 24 de mayo de 2009

Finalmente sí viajé a México. De hecho, os escribo desde Acapulco, donde participo en un seminario sobre comunicación científica, invitado e impecablemente tratado por el Foro Consultivo Científico y Técnológico, y la Sociedad Mexicana de Divulgadores para la Ciencia y la Técnica. Por cierto, ni rastro de la gripe. “Bajo control” es la expresión que más se repite cuando pregunto sobre el estado de la epidemia. “Un éxito” apuntillan los muchos que consideran que el gobierno hizo un excelente trabajo con las drásticas medidas de contención. “No había para tanto, y las consecuencias económicas han sido nefastas” replican otros. “Esto es fácil decirlo a posteriori, pero hace tres semanas nadie sabía cómo podía evolucionar el virus”, contestan científicos y especialistas en salud pública. “Y no bajemos la guardia que en octubre, con la llegada del frío, puede regresar de forma más virulenta”, añaden los cautelosos ante los ladeos de cabeza de los más despreocupados. Mientras, parece que un 26% de mexicanos consideran que la existencia en si del virus fue un mito . Pero en todo caso, sensación generalizada de que todo ya ha pasado. Sea o no cierto. De hecho, hace un par de días levantaron las recomendaciones más estrictas para hacer frente al contagio, entre ellas la de evitar besos. Bueno es saberlo. No dispongo de mucho tiempo entre tanta margarita y una breve estancia Ciudad de México, ni tampoco creo que las interioridades del periodismo científico sea un asunto de máximo interés. Pero permitidme arrojar un par de ideas que aparecieron en la sesión de ayer. Ya os contaré otras historias científicas mejor desarrolladas en próximos posts. ¿Por qué funciona bien el blog? Desde que casi desaparece este blog he estado reflexionando sobre los motivos de su buena aceptación, medidos por vuestra respuesta y por la ocurrencia que el pasado domingo tuvo Victoriano de comprobar cuánta gente estaba suscrita al RSS con el google reader. Me sorprendió comprobar que mucha, y considerablemente más que otros blogs cuya temática a priori debería resultar más exitosa. ¿Cómo es eso? No pretendo ir ni de modesto ni de altivo. Analizo este dato desde la distancia, como un ejercicio de reflexión sobre la comunicación científica. Puede que haya desarrollado una forma amena de transmitir la ciencia, y la selección de temas sea atractiva para un cierto grupo de gente, pero lo mismo y mejor consiguen otros blogs. Éste no es el principal motivo. Lo fundamental es que tenemos una saturación de espacios dedicados a la información deportiva, política y de cotilleo, repartiéndose a sus lectores. En cambio, todo lo contrario ocurre en ciencia. Hay una verdadera sed insatisfecha de contenidos científicos, pero una oferta mucho menor a la demanda. Consecuencia: más gente se aglutina alrededor de este blog. Insisto, no es falsa modestia. Es un dato para solicitar más presencia de ciencia en los medios de comunicación masivos. “La comunicación científica es demasiado importante para dejarla en manos de los científicos” El martes pasado un compañero me envió un texto resumen de unas jornadas de jóvenes investigadores en el que se podía leer la siguiente frase, escrita por un académico teórico de la comunicación científica: “Hacer divulgación no es sencillo. No basta un amplio conocimiento del campo, sino además una cierta formación comunicadora” ¿¿¿cierta??? Quizás por eso tanto científico voluntarioso lleva años quejándose de que ni los medios ni la sociedad les hacen caso… ¿no será que sus amplios conocimientos pero pobre formación comunicadora le convierten en algo aburridísimo e infumable? Indignante… Me recuerda algunas actividades de divulgación científica a las que he acudido, que de malas que eran, quitaban las ganas de repetir a los asistentes. No sólo no cumplían su función, sino que eran contraproducentes. Negativas. Disculpad la agresividad, pero la frase anterior logra irritarme cada vez que la repito, incluido ayer durante el seminario de Acapulco, en el que debatimos largo y tendido sobre la profesionalización de la comunicación científica. Y hoy en el estudio de radio mejor localizado que nunca he visitado (excusa para poner la foto) Mi punto es claro: está muy bien que se dediquen fondos a mejorar las capacidades comunicativas de los científicos, y animarles a que realicen sus proyectos de divulgación. Pero para satisfacer la demanda que comentábamos antes, el verdadero reto es capacitar a muchos más periodistas y comunicadores especializados en ciencia. Profesionales para los que esto no sea una afición sino el principal objetivo de su trabajo. Y apoyar sus proyectos. Las tareas “por amor al arte” tienen varios límites. Si con el enorme potencial que tiene la ciencia, todavía estamos así, es que algo hemos estado haciendo mal… Disculpadme por el desatino y la pobre argumentación, pero me reclaman más margaritas en DF!

Continuemos!!!

Por: | 20 de mayo de 2009

Esto no podía quedar así. Tanto deporte, tanto cotilleo, tanta verborrea, tantos debates repetitivos y cansinos, tanto político mediocre, tantos abogados… y ¿quién transforma el mundo? ¿Quiénes son los verdaderos héroes del siglo XXI?

Científicos e ingenieros integrados en los medios, la cultura y el poder... Ya!!! Y nosotros… ¡no les perdamos la pista! Continuemos rastreando de manera critica la revolución cultural que están protagonizando. Y hagámoslo desde esta misma plataforma, que permite llegar a un público tan amplio, dispar, curioso, participativo y afectuoso como el que ha estado alimentando este blog durante tanto tiempo. Gracias. Sigamos! Queda mucha ciencia por disfrutar.

Fin de la aventura

Por: | 04 de mayo de 2009

Amigos y Amigas, Éste me resulta el post más difícil de los 154 que he escrito en el blog. Tengo un nudo en la garganta. No encuentro las palabras con que agradeceros la compañía que me habéis brindado los últimos casi 18 meses. Simplemente os abrazaría a todos. Compartir mis inquietudes científicas con vosotros se convirtió poco a poco en una experiencia mucho más personal que profesional. Supongo que por esto lo he disfrutado tanto. Ahora El País ha decidido no continuar apostando por el blog, y llega el doloroso momento de la despedida. No voy a maquillarlo. Emprendo con ilusión nuevos proyectos, pero noto una sensación de pérdida terrible. Desconcertante. Poder escribir libremente lo que a uno le apetece, y llegar a tanta gente y tan diversa, es un lujo. Agradezco sinceramente a El Pais la oportunidad de hacerlo, y sobre todo a vosotros el apoyo constante que me habéis transmitido en comentarios, mensajes y visitas. Nunca lo olvidaré. Espero que nos reencontremos pronto. Bien sea aquí, o en otros espacios. Queda mucha ciencia por disfrutar. Un sincero, fortísimo y emocionado abrazo, p e r e

El País

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