¿Qué es más efectivo; repartir gratuitamente redes antimosquitos a los poblados africanos aquejados de malaria, o hacerles pagar un precio mínimo, simbólico, para que las valoren más y terminen utilizando correctamente? (…) ¿Cómo lo puedes averiguar?
Ayer domingo por tarde varios miembros del foro Zorba nos reunimos en club de lectura para debatir el libro “The White Man’s Burden” (la carga del hombre blanco), en el que William Easterly critica agriamente la manera como los países ricos están pretendiendo ayudar a los más pobres. Su queja principal: el dinero se despilfarra y no llega a quien realmente lo necesita. No está solucionando problemas básicos, y nadie asume responsabilidades de lo fatal que se han gestionado billones de dólares en ayuda al desarrollo durante los últimos 60 años. ¿Cómo puede ser que tanto tiempo y dinero después todavía estén muriendo 3.000 niños al día por la picadura de un mosquito? se pregunta Easterly. No es un arrebato simplista de alguien que desconoce las problemáticas intrínsecas de los países africanos. Más bien todo lo contrario; este economista que ha estado toda su vida vinculado a la ayuda al desarrollo, actualmente es profesor de la Universidad de Nueva York, y trabajó durante 16 años en el Banco Mundial antes de que la publicación de su primer libro “The Elusive Quest for Growth” provocara su marcha, más bien acusa a los actuales líderes de ser ellos los que parecen no saberlo.
El principal blanco de sus críticas son los –según él- grandilocuentes y utópicos Objetivos del Milenio impulsados por las Naciones Unidas y dirigidos por Jeffrey Sachs; alguien convencido de que la pobreza extrema en África se puede erradicar con mucho más apoyo económico y una buena estrategia técnica. Sachs y Easterly protagonizan la lucha más encarnizada –instigada más bien por el segundo- sobre cuál es la manera más eficiente de sacar de la pobreza a los más pobres de los pobres (the poorest of the poor).
De Jeffrey Sachs ya hablamos hace meses tras su visita al MIT. Sachs asegura que en su grupo de más de 300 expertos, los científicos saben muy bien cómo mejorar los nutrientes del suelo, los médicos cómo detener la mortalidad infantil, y los hidrólogos cómo hacer llegar agua potable a las comunidades. Se trata de actuar con contundencia y recursos. Debemos mejorar las técnicas agrícolas y fertilizar suelos, proveer agua potable, dar redes contra la malaria a todos los que estén expuestos, antiretrovirales contra el HIV, escuelas con comida gratita a los niños, desparasitamiento anual, proveer de electricidad a hospitales y escuelas... Muchos países africanos están atrapados en un Poverty Trap (trampa de la pobreza), y lo que necesitan es que les demos un Big Push (gran empujón) para sacarles de esta dinámica y que pueda empezar su desarrollo. “Está en nuestras manos”, dice en su libro El fin de la Pobreza; es el gran reto de nuestra generación. Y tras muchos estudios y esfuerzos, sabemos cómo hacerlo. El plan está diseñado, ahora lo que falta es muchísimo más dinero para poder conseguir los Objetivos del Milenio.
William Easterly viene a decir: ¿más dinero todavía? ¿dónde está todo el que ya os habéis gastado en seis décadas? Ha servido para bien poco. ¿Cómo puede ser que 2.3 billones de dólares después todavía haya niños muriendo porque no reciben medicinas que cuestan 12 céntimos? Si fuera tan fácil, ya lo habríais conseguido. ¿Cuándo aceptaréis que vuestro enfoque tradicional de hombre rico que se empeña en hacer grandes planes y decirle al pobre qué es lo que necesita, no funciona? El poverty trap es una leyenda que lleva repitiéndose desde décadas, y los Big Plans utópicos han hecho más mal que bien. Cuando decís “nuestra”, pecáis de la arrogancia inconsciente del hombre blanco que trata al pobre como si fuera un ingenuo que no sabe qué necesita. Salir de la pobreza está en sus manos, no en las tuyas. Sácate de encima esta actitud de mesías que va a salvar el mundo. No busques expertos técnicos de fuera sino a gente dentro del país. Apóyales a que sean ellos mismos quien se ayuden. No impongas planes ni propongas soluciones en su nombre. Ve y pregúntales qué necesitan. Se constructivo y trabaja con un enfoque de abajo a arriba en lugar de con grandes planes top-down.
La ayuda al desarrollo ha solucionado algún problema específico, pero la pobreza sólo puede atajarse trabajando de abajo a arriba, y reformando poco a poco las estructuras sociales, económicas y políticas locales. Estimula el mercado desde la base, sáltate a los gobiernos cuando detectes la mínima corrupción, trabaja a nivel local, con gente local, y no tengas prisa en eliminar la pobreza de golpe, porque las prisas no han funcionado. Y por favor, asegúrate de que el dinero llegue a quien realmente lo necesita.
Desde luego, hay mucha gente y organizaciones trabajando desde esta perspectiva. Dales más recursos a ellos en lugar de gastarlos en burocracia y gobiernos corruptos.
Sé un Searcher (buscador) en lugar de un Planner (planificador), diferencia Easterly en su libro. Los planificadores conciben la pobreza como un problema técnico que sus expertos son capaces de solucionar. Deciden qué es necesario y lo aplican con una mentalidad occidental deciden qué es necesario. Los buscadores averiguan qué necesita la gente, y les ayudan a que ellos lo implanten. Asumen que no hay un plan que pueda eliminar la pobreza, sino que se debe ir construyendo poco a poco.
Aunque te pueda parecer lógica esta visión crítica de William Easterly, y venga apoyada por el innegable hecho de que la fuerte ayuda al desarrollo impulsada desde los años 50 no ha dado los resultados que prometía, su visión también tiene muchas críticas. La principal: hace una caricatura injusta de los Planners y organismos internacionales. Easterly obvia que las cosas han mejorado mucho en los últimos años, los profesionales están mucho mejor capacitados e informados de lo que él deja entrever, y la ayuda al desarrollo cada vez es más eficiente y está evaluada. Sachs argumenta que en realidad no hay debate porque… está haciendo justamente todo lo que Easterly solicita! Además, Easterly habla de cambiar el enfoque y de que los Objetivos del Milenio no sirven para nada, pero no ofrece alternativas. Él mismo reconoce que ese no es su objetivo.
Abstracto, lo se. Si quieres atajar un problema de salud ¿te traes a médicos y tecnología del exterior que salve más vidas en primera instancia, o sigues un proceso más lento que involucre a la gente local desde el principio y sea más eficiente a largo plazo? Si un gobierno es corrupto ¿continuamos trabajando con él o buscamos la manera de saltárnoslo? Si quiero mejorar la producción agrícola ¿traigo expertos y tecnología de fuera o ayudo a que los locales se desarrollen? Si necesitan redes antimosquitos ¿cojo a voluntarios que las repartan gratis, o les hago a ellos partícipes del proceso de distribución y venta? Planteado en términos generales, quizás un Planner se sentirá más inclinado a lo primero y un Searcher a lo segundo, pero la realidad es que a la práctica estas categorías se diluyen y la situación concreta que afrontes marcará cuál es la mejor actuación a seguir. Y aquí es donde puedo sigilosamente colar algo de ciencia que justifique este post.
En el prólogo de su libro Easterly argumenta que regalar redes antimosquitos no es eficiente, porque quien la recibe gratis no le da valor y las termina utilizando para otros fines. En cambio, si las incorporas a su sistema como si fuera otro bien, las subvencionas para que sean muy baratas, y haces que paguen una cantidad módica, conseguirás implantar de verdad su uso. Éste es un punto clave que se podría aplicar a más aspectos, y en el que la posición de Planners y Searchers podría diferir.
Pero, ¿Cómo sabemos quien tiene razón? Lo que dice Easterly parece lógico, pero también podríamos argumentar que ese desinterés por lo gratuito es algo bastante occidental.
Hay gente que se aleja a consciencia de las ideas predeterminadas, y tiene otras herramientas para testar hipótesis: los científicos. También en este blog conocimos a Esther Duflo, economista del Poverty Action Lab del MIT, y pionera en el desarrollo de estudios randomizados que ayuden a guiar las medidas contra la pobreza. Se trata de emular a los estudios clínicos y poner a prueba qué medidas son más efectivas. Coges varias escuelas y a unos alumnos les das libros, a otros desayuno, a otros les desparasitas… les sigues durante un año y ves qué medida a sido más eficiente.
Al grano. Uno de los estudios que hizo el J-PAL comparó dos tipos de intervenciones : dar las redes gratuitas, y hacer pagar un mínimo. Tuvo todos los otros condicionantes bajo control, y observó la evolución de las medidas en diferentes aspectos. En el fondo, el planteamiento es parecido a comparar diversos tratamientos para ver cuál es más eficiente frente a una enfermedad. En el estudio de las redes antimosquitos, no se encontró diferencias en el uso por parte de quienes las habían recibido gratis y los que habían pagado precios bajos. Ambos las utilizaban de maneras parecidas. En cambio, por muy ínfimo que fuera el coste, hacía que menos gente las adquiriera. Esto era consistente con algunas teorías psicoeconómicas explicando que por irrisorio que sea el precio, hay una diferencia enorme entre gratis y casi-gratis. En definitiva, la conclusión final del estudio fue que distribuir redes gratuitamente podía salvar más vidas que hacerlas pagar.
Sería arrogante pretender que, simplemente por tratarse de la aproximación más científica, es lo único que debemos considerar. Es sólo una información más. Estos estudios tienen detractores quejándose de sus altos costes, de si resultan éticos, y de si sus resultados son realmente extrapolables. Pero los randomized trials aplicados a pobreza están en pleno auge. Prometen ser una herramienta tremendamente útil para conocer mejor las problemáticas del mundo en desarrollo, y seguir intervenciones más efectivas para quizás lograr que esta sea realmente la primera generación que erradique la pobreza extrema. Imposible no es.