Apuntes científicos desde el MIT

Apuntes científicos desde el MIT

Este Blog empezó gracias a una beca para periodistas científicos en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en Boston, donde pasé un año aprendiendo ciencia con el objetivo de contarla después. Ahora continúa desde Nueva York buscando reflexiones científicas en otras instituciones, laboratorios, conferencias, y conversando con cualquier investigador que se preste a compartir su conocimiento.

Sobre el autor

Pere Estupinya

. Soy químico, bioquímico, y un omnívoro de la ciencia, que ya lleva cierto tiempo contándola como excusa para poder aprenderla.
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Libros

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El ladrón de cerebros La ciencia es la aventura más apasionante que puedas emprender.
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La conclusión general de la encuesta que la revista Nature ha realizado a 1000 científicos sobre qué han dado de si estos 10 primeros años tras la presentación del primer borrador de la secuencia del genoma humano el 26 de junio de 2000 es: “hemos avanzado mucho en investigación básica, pero poquísimo se ha trasladado a la práctica médica. Hemos acumulado una enorme cantidad de información, y también vemos que interpretarla es más complejo de lo que pensábamos. La revolución pronosticada hace 10 años no ha llegado todavía; pero justo está empezando y en la próxima década sí esperamos que los descubrimientos tengan importante impacto clínico”.

Uno podría pensar: “¿Cómo vamos a confiar en vuestros augurios para la próxima década, tras reconocer que no cumplisteis las expectativas que anunciasteis 10 años atrás?”. Hay motivos para confiar que esta vez sí algo grande se aproxima.

El primero, que las expectativas no cumplidas no son tanto las que en su momento expresó la comunidad científica, como las que se inflaron al ser transmitidas a la sociedad. Pero lo más importante: se acerca el momento en que la información genética deje de estar en manos de los cuidadosos científicos, y se expanda por las consultas médicas o el disco duro de tu ordenador. “Me sorprendería mucho que dentro de 10 años, tu y yo –o cualquiera que tenga acceso al sistema sanitario- no tuviéramos nuestro genoma secuenciado. Los beneficios de conocer esta información serán enormes, y el coste se está desplomando”. Esta frase me dijo textualmente hace dos semanas Francis Collins, actual director del NIH y ex líder de la iniciativa pública del Proyecto Genoma Humano, durante una entrevista que le hice para El Mundo.

A continuación os transcribo dicha entrevista. En ella Collins asegura que sin la iniciativa privada de Venter el mapa del genoma se hubiera completado igualmente, que la existencia de patentes genéticas es un escollo a superar, que en realidad la medicina personalizada ya ha llegado, y que la actitud proactiva de los pacientes solicitando conocer su genoma es lo que podría marcar el verdadero punto de inflexión.

En una de esas preguntas que no encajan dentro de una entrevista formal le consulté: “Si supiera todo lo que sabe, pero en lugar de ser director del NIH fuera un inversor de riesgo privado, ¿apostaría su dinero a una empresa relacionada con la secuenciación del ADN?”. Su respuesta fue: “Sin duda! Invertiría en analizar genomas de células cancerígenas y proponer tratamientos específicos

“LA MEDICINA PERSONALIZADA HA LLEGADO”

(entrevista a Francis Collins publicada en el suplemento Eureka de El Mundo)

Pere E.– ¿Estamos cerca de la medicina personalizada basada en la información genética?

Francis Collins.– Ya estamos inmersos en ella. Si en tu historial familiar hay antecedentes de cáncer de colon, ya puedes analizar tus genes para saber si estás en riesgo. Es sólo un ejemplo. En los últimos 10 años, hemos conocido las bases moleculares de más de 1.000 enfermedades raras, y localizado centenares de genes implicados en otras comunes, como la diabetes o el cáncer.

(*) Comentario: Francis Collins es bien consciente de las dificultades que tienen enfrente: falta poder de computación y software bioinformático, la información genética es más compleja de lo esperado, y capacitación de expertos y personal sanitario, entre otros. Pero se muestra optimista al ver el ritmo ascendente de los progresos. Y sobre todo, porque la misión –y recursos- que tiene como director del NIH es clara: trasladar todos estos esfuerzos de ciencia básica a la práctica clínica. En otoño se publicará un plan de ruta para marcar las pautas a seguir en esta dirección.

P.– ¿Es el cáncer el gran reto?

F. C.– El gran reto y la gran esperanza, y refleja perfectamente qué significa la medicina personalizada. El cambio más importante llegará con los tratamientos personalizados: si sufres un cáncer, veremos qué subtipo concreto de error genético lo provoca, y usaremos fármacos específicos en función de qué esté fallando.

(*) Comentario: Este punto es importante. Tras comprobar la enorme complejidad y cantidad de genes involucrados en patologías comunes como diabetes, cáncer o problemas coronarios, la idea de conocer tu predisposición a enfermedades está perdiendo fuerza. Hay demasiados matices. El impacto se prevé en el diagnóstico más certero y desarrollo de tratamientos y fármacos más específicos a cada subtipo de cáncer o problema coronario.

P.– ¿Sacamos el máximo provecho de esa información?

F. C.– Todo no. Pero, sin duda, cada vez más. Ya hay mucha mujeres que evitan la quimioterapia después de un cáncer de mama porque, analizando la mutación que lo causó, sabemos que no reaparecerá. Sólo con esto, el año pasado ahorramos, además de muchísimo sufrimiento, 100 millones de dólares. Y ya encuentras más de un centenar de fármacos que avisan en sus etiquetas que debes conocer tu información genética antes de utilizarlos. El Plavix (clopidogrel), contra las enfermedades coronarias, es el segundo medicamento más recetado de EEUU, pero a un tercio de nosotros no nos sirve de nada porque debido a una alteración genética nos falta un enzima imprescindible para metabolizarlo.

P.– Con la rápida caída del coste de la secuenciación, ¿será más efectivo tener todo nuestro genoma secuenciado de una vez?

F. C.– Sin duda. Me sorprendería mucho que dentro de 10 años, tú y yo no tuviéramos nuestro genoma secuenciado. Los beneficios serán enormes. Secuenciar un genoma con alta precisión cuesta 10.000 dólares; dentro de tres o cuatro años, costará 1.000.

(*) Comentario: le pregunté si, siguiendo este espíritu práctico, veía cercano un escenario en que a los recién nacidos, entre otras pruebas, también se les secuenciara de manera rutinaria su genoma para disponer desde el principio de toda su información genética. Contestó que a largo plazo sí, pero a medio no porque antes se deben aclarar ciertos aspectos éticos.

P.– ¿Serán los pacientes el motor de la medicina personalizada?

F. C.– Cada vez más pacientes desean saber qué está ocurriendo en sus cuerpos, y asegurarse de recibir el mejor tratamiento. La buena noticia es que la genética es bastante directa: sabiendo un poco de herencia, estadística y cómo interpretar los riesgos se le puede sacar un partido abismal.

(*) Comentario: Mi apuesta personal es que cuando la secuenciación baje de 1000 dólares, será la actitud proactiva de algunos individuos lo que marcará –con todos los riesgos e incertidumbres que pueda conllevar- un punto de inflexión. Querremos ser dueños de nuestra información genética, y buscaremos activamente interpretarla. Francis Collins se mostraba dubitativo sobre este punto, pero sí reconoció que podría estar cercano el día en que un paciente entrara con su genoma secuenciado en la consulta del médico, le pidiera que lo interpretara, y el doctor se quedara pensando “no tengo ni idea, pero deduzco que es el momento de espabilarme y aprender genética”

P.– En EEUU, hay genes patentados por compañías privadas...

F. C.– Cuando no había suficiente información, se decidió conceder patentes a genes humanos. Es muy cuestionable que esto haya beneficiado a la población. En el diagnóstico, desde luego que no, porque los precios son exageradamente altos, y mucha gente no puede acceder a una información tan valiosa como saber si tienes las mutaciones BRCA 1 y 2 relacionadas con el cáncer de mama, que son las patentes que ha intentado invalidar el juez Sweet. Veremos si el recurso prospera, pero no está claro.

P.– En el Proyecto Genoma Humano, garantizar que la información fuera pública se convirtió en una lucha frente al esfuerzo privado dirigido por Venter.

F.C.– La diferencia entre el esfuerzo privado y el público no era la tecnología, que era muy parecida, sino saber si esto iba a ser una información abierta, sin patentes y disponible para todos o iba a ser un producto comercial en manos de una compañía. Los historiadores dirán: «Menos mal que el sector público se salió con la suya e impuso su modelo».

P.– ¿Fue beneficiosa la presión ejercida por el sector privado?

F. C.– Realmente, no. Esa carrera ayudó a que los medios prestaran más atención. Pero, científicamente, no creo que influyera. Nos metió presión y forzó a tener un primer borrador mucho más rápido: el que presentamos hace ahora 10 años. Pero el genoma completo lo hubiéramos finalizado igualmente en el año 2003, aunque no hubiera existido ninguna compañía privada.

El pasado miércoles estuve en una charla en el NIH sobre su Programa de Enfermedades no Diagnosticadas. La mayoría de los pacientes sobre los que investigan sufren mutaciones extrañísimas, algunas en las que sólo hay un caso documentado en todo el mundo. Uno de los mensajes transmitido fue quem sin la comparación con el mapa completo del genoma humano publicado en 2003, este trabajo sería imposible. Un “inconveniente” que tiene la investigación en biomedicina, respecto otras ciencias, es que los científicos nos anticipan con bastante detalle sus planes. Hay muchos más pequeños avances ya previstos, que grandes descubrimientos inesperados. La progresión es lenta, y no genera sorpresas ni cambios de paradigmas. Sólo nos damos cuenta cuando observamos en perspectiva temporal. Francis Collins insistió en que la medicina personalizada no llegará de un día para otro. Será un goteo constante de conocimientos y aplicaciones clínicas concretas. Y en este sentido, ya ha empezado.

Rascando donde no pica en México

Por: | 21 de junio de 2010

Estoy en México (Torreón) para participar mañana lunes en un evento TED.

Las conferencias TED tienen un lema muy claro: “ideas que vale la pena difundir”. Nacieron hace más de 20 años como un evento anual realizado en California, en el que durante 4 días una cincuentena de conferenciantes –buena parte de ellos científicos- expresan durante un máximo de 18 minutos sus “ideas que vale la pena difundir”. El expresidente Clinton, Bill Gates, los fundadores de Google, premios Nobel, o los más destacados investigadores, educadores, artistas, músicos, economistas, ingenieros, cocineros, empresarios, filósofos, activistas, diseñadores… todos han pasado por este evento central de TED en California. Es una concentración de conocimiento impresionante. Antes de sentirte tentado a asistir, debes saber que la entrada cuesta 6.000 dólares. Pero no desesperes; puedes seguir estas suculentas “ideas que merece la pena difundir” en los videos íntegros que TED cuelga en su web.

Te recomiendo que eches un vistazo a la lista de conferenciantes y temas, y mires algunas charla (muchas tienen subtítulos en español). Pero lo que más te recomiendo es que no elijas una cuya temática ya conozcas. Eso ya lo sabes. Mi consejo es que “rasques donde no te pica”; que abras tu mente, la mantengas receptiva, y te dejes seducir por lo que no conoces todavía. Tú ya sabes cuales son tus intereses; déjate embaucar por nuevas ideas que quizá aún no habías considerado. Explora. Es más estimulante.

“Rascar donde no pica” es el título de mi charla, el motor de la mayoría de posts de este blog, y la idea que expresaré en TEDxLaguna; uno de los eventos satélites que TED co-organiza por todo el mundo.

Sería genial compartir cuales serían vuestras “ideas que vale la pena difundir” (desde luego, de ninguna manera restringidas al ámbito de la ciencia) si participarais en TED. O qué momento recordáis como más satisfactorio tras haber rascado donde no os picaba. Yo en la charla explico algunos de los míos, cuyo gozo siempre se vio ampliado gracias a compartirlos en este blog.

Todavía recuerdo el poco caso inicial que le hice a una neurocientífica cuando tras preguntarle que era lo último de lo último en neurociencia, me dijo entusiasmada “los canales de rhodopsina!”. Creo que respondí algo parecido a “ya estamos… los científicos siempre con esta desconexión entre el detalle insignificante que os interesa a vosotros, y las preguntas sencillas que a los no-científicos nos intrigan…”. Fue gracias a este auto-impuesto “Pere; acuérdate de rascar donde no pica. Si esta chica te dice esto será por algo”, que descubrí cómo unos canales iónicos descubiertos en los 80 en las membranas de algas que dejaban pasar iones positivos al recibir luz azul, fueron trasplantados a cultivos de neuronas en 2005, e insertados en 2007 en el córtex motor derecho de unos ratones que empezaban a dar círculos como locos cuando recibían luz azul. Boquiabierto me quedé al ver el video, otro de un gusano c.elegans que hacía lo contrario con luz amarilla, y descubrir que la optogenética se estaba vislumbrando como una herramienta poderosísima para activar y desactivar grupos neuronales a voluntad.

Éste fue uno de los “rascar donde no pica” más técnicos, pero preguntando sólo a Internet entendí por fin qué pasaba dentro de mi cuerpo cuando me resfriaba. Como escribí en este post, recuerdo empezar a dolerme la garganta y sorprenderme que tanta licenciatura en bioquímica y tanto MIT, pero no tenía ni idea de por qué al cabo de unos días estaría moqueando.

No terminaríamos nunca de citar curiosidades halladas en el estudio del comportamiento humano; pero mañana explicaré que –contrariamente a lo que muchos economistas consideraban hace unos pocos años (algunos todavía)-, los humanos no somos maximizadores racionales de beneficios: si me hubieran pagado una cantidad simbólica por la charla de TED (nadie cobra), a diferencia de lo que “por lógica” podríamos pensar, posiblemente le hubiera dedicado menos esfuerzo. El dinero en ocasiones compite, no añade, en motivación a voluntarios sinceros. ¿Pondríais más esmero al cocinar una paella si vuestro invitado insistiera en pagaros 15 euros por su plato? Pensado racionalmente sí (tienes un aliciente añadido). Sentido emocionalmente no (¿me está diciendo que mi plato de paella cuesta 15 euros?).

Imposible también de olvidar los dos días que me pasé aprendiendo a interpretar imágenes del Universo, cuando descubrí que la Supernova de una foto que me mostraron tenía 13 años luz de diámetro, que el sistema solar entero sería un punto indistinguible dentro de ella, y que en realidad la fotografía era una composición de imágenes de tres telescopios espaciales diferentes: el Spitzer captaba los infrarrojos emitidos por el polvo a 10ºC alrededor de la explosión, las estrellas amarillentas a 10.000ºC que se distinguían al fondo de la imagen era luz visible recogida por el Hubble, y los diferentes colores de la supernova en sí eran brutales colisiones atómicas a 10 millones de ºC emitiendo Rayos-X captados por el Chandra. ¿Qué más me perdía cuando observaba las imágenes astronómicas sin profundizar en ellas? Empecé a rascar, y cada vez picaba más…

Guardo el “rascar donde no pica” de resultado más inspirador para el final de mi charla mañana. Os lo contaré junto a las otras “ideas que vale la pena difundir” compartidas por el resto de ponentes.

Gracias Ernesto por la excelente organización y por los chilaquiles con frijoles.

Y gracias de nuevo Roberto y Lourdes por la hospitalidad, quesadillas, asado de borrego, tacos, guacamole, papaya, las victorias, chiles… y excursión por los parajes desérticos de Durango al encuentro de fósiles, pinturas rupestres, arañazos, y amistad.

Entre el sol, los cactus, y vuestras salsas, en México no hace falta rascar mucho para sentir todo tipo de picores… ;)

Origen de los temblores: desajuste entre cerebro y médula espinal

Por: | 17 de junio de 2010

Si levantas una mano y la pones tensa frente a tu cara, posiblemente en alguno de tus dedos notarás un ligero temblor. No te preocupes; es normal.

La actividad eléctrica generada en tu cerebro por miles de neuronas mientras caminas, lees, o duermes, produce un potencial eléctrico que puede ser registrado en forma de ondas cerebrales. Cada tipo de onda cerebral tiene una frecuencia diferente (oscilaciones por segundo). En concreto, las neuronas motoras encargadas de dirigir tus movimientos oscilan a una frecuencia de 10 ciclos por segundo. Éste es el temblor mínimo que deberías tener. Casi imperceptible.

Ocurre que si estás emocionado, cansado, nervioso, con hambre o con miedo, tu cuerpo segrega adrenalina y ese temblor se acentúa. Pero continúa siendo un temblor fisiológico normal y corriente.

Otra cosa es el temblor llamado “esencial” característico de la vejez, o provocado por enfermedades neurológicas como el Parkinson o la esclerosis múltiple. Aquí ya hay alteraciones implicadas, y empieza a tener sentido estudiar científicamente el origen del temblor.

Eso es lo que hace el investigador Malagueño Jose Luis Vega en la Universidad de Newcastle, quien contactó con nosotros ofreciéndose a explicarnos en el blog el descubrimiento que su grupo ha hecho sobre el origen de este tipo de temblor esencial.

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“Lo raro es que no temblemos todavía más”, por Jose Luís Vega

El temblor es un movimiento involuntario de tipo oscilatorio que se repite en tus brazos o piernas, y que en condiciones severas puede convertirse en una pesadilla a la hora de realizar actividades tan simples como ponerse una camisa o beber una taza de té. Es por eso que en el grupo de Control Motor de la Universidad de Newcastle investigamos los temblores. Pero mi director el profesor Stuart Baker partió de un planteamiento diferente: “¿por qué la mayoría de personas y animales no tiemblan todo lo que deberían?”

Para responder a esta pregunta, llevamos a cabo un estudio en el que entrenamos a "macacos" a mover su dedo índice lentamente hacia atrás y hacia delante. Este tipo de movimiento intensifica el temblor fisiológico (el normal que todos los primates experimentamos) comprendido entre 8 y 12 ciclos por segundo. Una vez entrenados, insertamos microelectrodos móviles en la corteza motora primaria y médula espinal de los animales, y procedimos al registro extracelular de las neuronas del cerebro y de la médula responsables del control del movimiento de los músculos del cuerpo, y por tanto del movimiento del dedo en estudio. Lo que nos encontramos fue que, tanto la actividad eléctrica de las neuronas registradas en esa área del cerebro (unas 300), como la actividad de las otras cientos de neuronas registrados en la médula espinal, presentaban una actividad rítmica a la misma frecuencia que el temblor. Sin embargo, y esto es lo más importante, las oscilaciones de ambos tipos de neuronas estaban fuera de fase unas respecto a las otras. En otras palabras, cuando la onda en el cerebro presentaba la máxima amplitud, la onda en la médula espinal se encontraba en su punto más bajo. Y viceversa. Esto significaba que la ondas registradas en el cerebro se cancelaban con las ondas registradas en la medula espinal. Y eso, es lo que hacía reducir la intensidad del temblor.

Ante los tremores esenciales (patológicos), la hipótesis que barajamos es que el circuito de neuronas de la médula espinal podría no funcionar correctamente y no contrarrestar la actividad cerebral. De esta manera las oscilaciones cerebrales no se cancelarían y aparecerían los temblores no deseados.

En otras enfermedades neurológicas como la esclerosis múltiple o el parkinson, puede que el problema sea una producción de oscilaciones anormalmente altas en determinadas regiones del cerebro. La buena noticia es que, incluso en estos casos, este circuito neuronal que hemos identificado en la medula espinal podría reducir las altas oscilaciones contribuyendo a una mejora del temblor. Y para ello empezaremos a ensayar en pacientes con dispositivos portátiles inalámbricos.

Este hallazgo es importante, pues nos hace pensar que el temblor es el resultado de complejas interacciones entre múltiples circuitos neuronales dentro del cerebro y la médula espinal. Nuestro reto es comprender con mayor claridad estas rutas nerviosas (cerebro - medula espinal) y sus interacciones para tratar de entender los temblores, tanto fisiológicos como patológicos, y poder desarrollar nuevas estrategias para diagnosticar y tratar estos temblores por medio de dispositivos portátiles inalámbricos. El ligero temblor fisiológico que percibimos los individuos sanos se debe a que esta cancelación de las oscilaciones del cerebro por parte de las neuronas de la médula no es perfecta, aunque muy atenuada.

Por tanto, "una mayor comprensión sobre cómo funciona este circuito en la medula espinal nos ayudaría a controlar este tipo de oscilaciones anómalas, y reducir los temblores de los pacientes mejorando así sus vidas", palabras de Stuart Baker.

Estimulación cerebral profunda (Deep Brain Stimulation) Actualmente, con la técnica de estimulación cerebral profunda (DBS), se están haciendo progresos para intentar reducir los temblores mas severos como el temblor esencial o el temblor "parkinsoniano" cuando los fármacos no dan el resultado esperado. El temblor esencial se produce cuando el paciente realiza un movimiento voluntario o trata de mantener una postura (ej. manos enfrente del cuerpo). Es el que se intensifica con la vejez, y de ahí su nombre de "temblor senil". El "parkinsoniano", sin embargo, esta englobado dentro de la categoría de temblores en reposo. En la DBS, la zona del cerebro que se estimula depende mucho del problema que se quiera resolver. Para el temblor esencial la estructura que está dando resultados se encuentra en el tálamo, en el llamado núcleo ventral interno. En el caso del temblor del parkinson la zona estimulada es el núcleo subtalámico o el globo pálido interno, pues hay evidencias que estos núcleos se acoplan entre si debido a la falta de dopamina que presentan los enfermos de Parkinson. Concluyendo, este nuevo hallazgo nos hace pensar en una futura técnica como la DBS, pero ahora estimulando la medula espinal para que sea ella la que haga de filtro a los temblores no deseados.

Jose Luis Vega

Las dos ciencias de España, vistas por la revista Science

Por: | 11 de junio de 2010

“España no ha visto el crecimiento científico y productividad que otros países Europeos como Inglaterra o Alemania han disfrutado. Las subvenciones han sido pequeñas, y su sistema académico y de investigación ha sido asolado por una cultura burocrática invadida de funcionarios públicos con ningún incentivo para la excelencia. Pero los tiempos en España están cambiando.”

Esta es la frase que se puede leer en un artículo publicado hoy mismo en la revista Science sobre el estado de la investigación científica española. Revisemos qué comunica esta prestigiosa revista a la comunidad científica internacional.

El cambio a que se refiere es la reciente aparición de un nuevo tipo de institutos de investigación que “han incrementado el reclutamiento de científicos extranjeros, el retorno al país de investigadores españoles, y creado un sentimiento de entusiasmo en que España va en buen camino hacia tomar un papel importante en la escena científica internacional. Aunque todavía haya mucho que hacer”.

Antes de citar los últimos recortes debidos a la crisis, recordemos de dónde venimos. Es importante tenerlo en cuenta.

El artículo explica que según la Ministra Cristina Garmendia, España ha pasado del puesto número 30 al noveno en ranking mundial de publicaciones científicas, representando el segundo crecimiento más rápido del mundo después del de China.

Sabemos –y refleja perfectamente este reportaje reciente en El Pais- que el problema español no está en la cantidad de publicaciones sino en su calidad y generación de patentes. El artículo no lo esconde, pero aún así, “cuando uno mira en perspectiva histórica España está en una buena dinámica de mejora sólida”, explica el actual secretario general del Consejo de Investigación Europeo Andreu Mas-Colell. Mas-Colell reconoce que la inversión todavía es escasa, pero asegura que “el ritmo al que crece (del 0.6% del PIB al 1.35% en 20 años), sí es remarcable”. Desde su dilatada experiencia, pide a la comunidad científica que tras 5 años incrementando un 25% el gasto público en ciencia, intenten resistir un par de años de recortes debidos a la crisis económica. Pero también advierta al gobierno de lo frágil que es el sistema científico en España, y asegura que para mantener el nivel “es imprescindible que la política científica sea selectiva, y ponga recursos en las instituciones que ya han demostrado que pueden competir internacionalmente”. La solución radica en concentrarse en la excelencia; la palabra de moda en la ciencia española.

Parece que se están fraguando dos caras de la investigación en España. Por un lado, el artículo no deja muy bien parada a la Universidad, diciendo que “está saturada de funcionarios centrados en la enseñanza en lugar de hacer investigación original”, y que en muchas de ellas se trabaja en “condiciones primitivas”. También se queja que en el CSIC los proyectos tienen una financiación cada vez más pequeña; insuficiente para generar resultados que lleguen a tener impacto y competir a nivel internacional.

Por otro lado, el texto alaba a este nuevo modelo de centros que trabajan con total independencia, evalúan constantemente a los científicos en función de sus resultados, atraen hasta un 65% de investigadores internacionales, se les ofrecen equipamientos técnicos y laboratorios de primer nivel, y “están contribuyendo a la metamorfosis nacional”. El artículo de Science escoge como un ejemplo de este tipo de nuevas instituciones al Centro de Regulación Genómica (CRG) dirigido por Miguel Beato en Barcelona. A pesar de tener un presupuesto modesto de 12 millones de euros y escasos 10 años de vida, el CRG se sitúa en primer lugar de España y vigésimo del mundo en número de citaciones científicas. Miguel Beato habla claro: “La mentalidad del funcionario fue –y todavía es- el primer obstáculo para la ciencia española”. En un centro como el CRG, los investigadores son evaluados cada cierto tiempo para decidir su continuidad. Incluso en ciertas posiciones hay una salida forzosa tras nueve años. En el País Vasco también están funcionando con gran éxito centros impulsados a nivel regional por su propia fundación Ikerbasque. En ese modelo en cambio, “sí ofrecemos estabilidad laboral, porque es más difícil atraer científicos internacionales”, explica el científico Nicola Abrescia, añadiendo que “eso no implica que te relajes, porque ves que están haciendo una gran inversión en ti, y eso te motiva a avanzar. Es una región en dinamismo, con gran potencial, y dentro de un tiempo será un centro internacional de excelencia”.

El secretario de estado en investigación Felipe Pétriz busca otra fuente de empuje a la ciencia española: fortalecer la relación entre el sector industrial y la I+D pública. La búsqueda de innovación empresarial debe ser uno de los motores de la investigación financiada por el estado. ¿Cómo? Dos prioridades: Una, el sistema debe promover que los investigadores concentren sus esfuerzos en resolver problemas planteados por compañías. Y dos, se deben crear canales para que las empresas financien proyectos que ellos consideren interesantes. Sin duda, la pobre aportación de capital privado a la ciencia española es uno de los problemas más serios a atajar en el nuevo modelo de investigación científica en España. El otro, abrir el sistema. Andreu Mas-Colell concluye que “la cuestión es si queremos hacerlo o no (conseguir objetivos ambiciosos). La clave es reformar el sistema de investigación para hacerlo más abierto de lo que es ahora. El número de centros de investigación que contratan a líderes de todo el mundo es todavía pequeño. La mayoría de posiciones están sobre un sistema cerrado y tradicional, y hay un límite a lo que se puede conseguir de esta manera”.

Regresando al optimismo por el aparente cambio, el investigador austriaco del CNIO Erwin Wagner opina que “la falta de tradición científica en España es una ventaja, porque la gente aquí está muy motivada. Es algo nuevo, y están entusiasmados”. ¿Habrá dos ciencias en España, una en peligro de decadencia pero otra en plena emergencia, y no nos habíamos dado cuenta?

Tú le explicarás genética a tu doctor

Por: | 06 de junio de 2010

Karen tenía 40 años cuando le diagnosticaron cáncer de pecho. El tumor medía escasos 2 cm y estaba en un estadio muy inicial, por lo que fue suficiente realizar una lumpectomía y extirpar sólo una pequeña parte del seno. Le aplicaron unas dosis de radioterapia, y quedaba decidir si se sometía a quimioterapia para minimizar el riesgo de una futura reaparición. Consultó a tres oncólogos, y los tres le recomendaron que debido a la temprana edad en que apareció su cáncer, era conveniente realizar una quimioterapia agresiva. Karen aceptó, y empezó a mentalizarse de los terribles efectos secundarios que le esperaban. Pero unos días antes de empezar el tratamiento recibió la llamada de su hermano, quien había visto en televisión un reportaje sobre un test genético que servía para predecir el riesgo de reaparición de los diferentes subtipos de cáncer de mama. El test se basaba en identificar qué genes concretos estaban alterados, o silenciados, y permitía dar una información mucho más específica de la que se lograba al mirar una célula tumoral bajo el microscopio.

Karen consultó a su cirujano, quien desconocía el test, pero aceptó enviar una muestra del tumor extraído de Karen a un laboratorio para ser analizada. Los resultados indicaron que el cáncer específico que había sufrido Karen tenía poquísimas posibilidades de reaparecer. Consultaron de nuevo a oncólogos, y con la información genética en sus manos, decidieron ahorrarse el mal trago de pasar por quimioterapia y sustituirla por una más benevolente terapia hormonal.

Éste es uno de los casos reales que explica Francis Collins (líder del proyecto Genoma Humano y actual director del NIH) en el capítulo “El futuro ya ha llegado” de su nuevo libro “The language of Life”, donde analiza las repercusiones de esta inminente explosión de la medicina personalizada.

Otro caso: En 1979 Jack falleció mientras dormía durante unas vacaciones en Wyoming. Tenía 20 años, era un chico sano, y tras exhaustivos análisis los doctores no lograron encontrar ningún indicio sobre por qué su corazón se detuvo en medio de la noche. Doce años más tarde, su hermana Sharon murió también en similares circunstancias. Doris, la desesperada madre de Jack y Sharon, necesitaba una explicación. Empezó a recopilar historiales médicos familiares, y descubrió que un primo lejano también había fallecido mientras dormía a los 45 años, y que en algunos electrocardiogramas realizados a miembros de su familia los cardiólogos habían detectado que un intervalo llamado QT era ligeramente más largo de lo normal. El “long QT syndrome" es una condición extraña que se extiende por ciertas familias y está asociada a la muerte súbita, pero las diferencias entre un intervalo QT normal y otro peligroso que los médicos pueden ver en un electrocardiograma son tan ínfimas, que era imposible identificar quien está a riesgo y quien no. Pero hace unos años los científicos encontraron varios genes relacionados con el “Síndrome del QT largo”. En concreto, la mutación que estaba presente en algunos miembros de la familia de Doris era la del gen HERG, involucrado en el transporte de sodio en la membrana de las células del músculo cardíaco. Tras analizar a la mayoría de familiares, 37 de ellos –incluida la propia Doris- tenían la mutación que ofrecía una ligera predisposición a la muerte súbita.

¿Querrías conocer tú esa información y vivir con el temor constante de que cualquier día podrías no despertar? Depende. Depende de si puedes hacer algo al respecto o no. Y en el caso del “Síndrome del QT largo” padecido por la familia de Doris, un tratamiento con fármacos betabloqueadores reduce enormemente el riesgo de complicaciones. Los familiares de Doris que poseen la mutación se están medicando, y tienen desfibriladores en su casa por si en un momento determinado sufren un paro cardíaco. El QT síndrome aumenta el riesgo de uno de cada 4000 estadounidenses, y las muertes pueden suceder de noche descansando o durante el día ante esfuerzos desmesurados o situaciones emocionalmente intensas. Esto último es lo que ocurrió en una familia de Virginia, cuando una hermana colapsó mientras corría jugando en la nieve, y otra falleció momentos más tarde al enterarse de la noticia. Análisis posteriores descubrieron que ambas tenían mutaciones en los genes responsables del “Long QT syndrome". Cuando muy pronto todos tengamos acceso a la información que alberga nuestro genoma, casos como estos estarán cada vez mejor controlados.

¿Cuándo la medicina personalizada florecerá con todo su potencial? ¿Qué obstáculos tendrá que vencer? ¿Cuáles son sus límites? ¿Cómo será el proceso de implantación, y qué transformaciones requerirá? Estoy leyendo el libro de Collins, porque mañana atiendo al prometedor workshop “Genoma Humano: una década de descubrimientos, la creación de un futuro más sano”. Organizado por el Human Genome Institute del NIH, contará con la presencia del propio Francis Collins junto a una quincena de genetistas, que intentarán responder estas y muchas otras preguntas sobre cómo gestionar y poner en práctica la avalancha de información genética que nos viene encima. Twittearé desde el encuentro, y escribiré un resumen en el blog con las ideas más importantes. Pero hablando de ideas, que siempre resultan más interesantes que los datos, las historias de Karen y Doris sugieren una primera reflexión: En estos momentos iniciales en que los descubrimientos científicos se suceden de manera exponencial, pero en que el sistema sanitario todavía no ha implantado la información genética en todo su potencial, y algunos profesionales de la salud no han dado el paso de aprender lo acontecido en genética en los últimos 5 años ¿tomarán los pacientes informados la iniciativa? ¿acudirán a su doctor con información genética específica sobre su patología, solicitando un test genético determinado? ¿serán ellos los verdaderos motores de la transformación? La actitud menos pasiva del paciente hacia su diagnóstico no es un fenómeno nuevo, pero la llegada de la era de la información genómica personalizada podría exacerbarlo sin precedentes.

Auguro que será uno de los asuntos más importantes –si no el que más- en la comprensión pública de la ciencia de los próximos 5 o 10 años. Su gran potencial sólo podrá ser explotado cuando profesionales y pacientes estén bien preparados para comprender el lenguaje del genoma y el sentido exacto de sus palabras.

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