Esta misma mañana he caminado varios kilómetros selva amazónica a través, por un pseudocamino abierto a machetazos por el indígena huaoraní Huinari Ahua, alias “Juan”. El recorrido era necesariamente remoto y de difícil acceso, porque debíamos llegar a la apartada cámara de infrarrojos con sensores de movimiento y temperatura que la investigadora ecuatoriana Julia Salvador había dejado un mes atrás con el objetivo de fotografiar todos los animales que por allí pasaran. Guiados por un GPS, durante la ruta ví pisadas de venado, excrementos de tapir, señales de felinos en los árboles, áreas donde habían dormido unos medianos puercos llamados pecarís, agujeros guaridas de armadillos, y decenas de insectos de tamaño jurásico, miles de mosquitos, ranas bien alimentadas, y algunos pájaros. Pero salvo unos monos bebeleche rojizos y de gracioso morro blanco, ninguno de los mamíferos o reptiles que tras tantos documentales uno desea encontrar en la selva. Por eso, cuando al regresar a la estación científica Yasuní de la Universidad Católica del Ecuador, Julia y yo empezamos a visionar las secuencias de fotografías que a ráfagas de 10 la cámara había estado tomando cada vez que detectaba la presencia de un animal, me abalancé sobre la pantalla cuando de golpe apareció un oso hormiguero gigante. Era el quinto o sexto animal que veíamos tras un puerquito, algunos pájaros, y un poco impresionante venado. Después aparecieron ocelotes, armadillos, un tapir, más pájaros, y un perro selvático. Y Julia me mostró espectaculares fotos de pumas, un felino llamado jaguarundi, una pareja de osos hormigueros en actitud cariñosa, tortugas, grupos de pecarís de collar, más pájaros, una especie de nutria de tierra llamada cabeza de mate, un roedor de nombre guatusa, y otro llamado guanta que resulta ser el más grande del mundo. Pero el oso hormiguero fue el animal que hizo saltar la chispa de la emoción, y darme cuenta que más que los datos científicos, lo que me motiva a escribir un post es compartir emociones científicas.
Y la ciencia llega después de la observación; analizando de manera metódica y objetiva los datos recolectados. El proyecto de Julia Salvador y la holandesa Yamannah Tjon, repartiendo decenas de cámaras por diferentes localizaciones de la selva amazónica del Parque Nacional del Yasuní, tiene varios objetivos. Uno es analizar la composición global de vertebrados en este santuario de la naturaleza, entre los espacios con más biodiversidad por hectárea del mundo. Otro es fijarse específicamente en la distribución y patrones de actividad de ocelotes. Y otro es analizar cómo afecta la construcción de carreteras por las petroleras a la pérdida de grandes felinos. Por la fragmentación de áreas y colonización que inevitablemente conllevan, las carreteras y su “efecto de borde” son el gran problema de la selva. En un estudio anterior, Julia demostró que en las áreas de Yasuní relativamente cercanas a carreteras, aunque todavía remotas, la presencia de jaguares se había reducido drásticamente.
Petróleo contra la biodiversidad
La principal dieta de los jaguares son estos puerquitos llamados pecarís, que también ejercen una función fundamental como dispersores de semillas en la selva. Los pecarís desde siempre han tenido otro depredador, las poblaciones nativas de huaoranis y otros indígenas. Pero hasta hace algunos años, su caza era sostenible. Los huaoranis los capturaban para alimentarse ellos. Todo cambió con la llegara al parque de las petroleras y la construcción de carreteras. A pesar de estar prohibido, los huaoranís aprovechan la facilidad de acceso para cazar pecarís, monos, y otros animales exóticos de la selva, para venderlos cada sábado en el mercado de Pompeya a los restaurantes de la zona que quieran ofrecerlos en sus menús a turistas o visitantes. Es una actividad ilegal conocida por todos en la zona. Pero ninguna autoridad acude al mercado a detenerla. Antes de indignarte, debemos preguntarnos ¿Con qué legitimidad vamos a pedir a los Huaoranís que no cacen pecarís ni sobreexploten los recursos de su selva, y a la población local que se lucre ofreciendo su carne, si somos nosotros los que facilitamos esta situación extrayendo petróleo del Yasuní que servirá para alimentar nuestros coches?
Yasuní ITT: si la biodiversidad es un bien para todo el mundo, que todo el mundo pague para protegerla
Y en una situación análoga, ¿por qué alguien de Barcelona o San Francisco va a pedir al gobierno de Ecuador que deje el petróleo bajo tierra protegiendo la selva y sus habitantes, pero a costa de sacrificar el desarrollo económico de su necesitada población? Bajo este planteamiento nació en 2007 la pionera iniciativa Yasuní ITT: Ecuador se compromete a no perforar más espacio de selva amazónica, si la comunidad internacional le compensa con unos 3.000 millones de dólares. Es bastante, pero menos de lo que se obtendría de las abundantes reservas de petróleo que alberga su selva. Planteado como un proyecto novedoso y que en caso de funcionar podría convertirse en un referente en la protección de espacios naturales, la iniciativa tuvo una buena acogida inicial. Pero con el tiempo se fue desinflando, y ya se acerca la fecha final: El gobierno ecuatoriano ha anunciado que si antes del 31 de diciembre de 2011 no recoge el dinero solicitado, pasará al “Plan B”, y concederá más permisos de explotación a las compañías petroleras en las de momento áreas protegidas del Yasuní. Significaría la destrucción de uno de los espacios más biodiversos del mundo.
Todo el mundo quiere preservar el bosque. Hasta el trabajador sentado a mi lado en el avión hacia Coca , cuyo 95% eran hombres que viajaban para trabajar en las plataformas petrolíferas de la zona, me dijo que era mucho mejor mantener la naturaleza intacta. Pero preguntado sobre qué cree que ocurrirá, responde como la mayoría de gente que he consultado: sin duda en 2012 habrá plan B.
No culpemos de ello sólo al escaso interés de la comunidad internacional. Me faltan fuentes por consultar, pero el rumor generalizado es que la iniciativa Yasuní ITT, sobre todo desde la entrada hace poco más de un año de la nueva comisión negociadora y su criticada directora Ivonne Baki, no ha estado del todo bien gestionada. Se han gastado ya casi tantos millones como se han recolectado, y el proyecto se ha debilitado simbólica y políticamente. La actitud del gobierno ecuatoriano parece que tampoco ha sido la idónea. El presidente Correa exige el pago de la cantidad solicitada para preservar la riqueza natural de Yasuní, pero no tolera que nadie desde fuera de Ecuador le insinúe cómo tiene que invertir este dinero. Una posición totalmente lícita y que da muchos votos, pero que ha generado desconfianza en la comunidad internacional. España tiene la excusa de la crisis para recortar sus donaciones. Y Alemania anunció su marcha atrás hace pocas semanas. Se comenta que el verdadero motivo es que tanto Alemania como otras instituciones no quieren regalar tal cantidad de dinero sin una garantía de cómo será invertido, y de que en caso de cambiar de líderes políticos no se reactive el proyecto de explotar el petróleo de Yasuní. El gobierno de Correa rehúsa cualquier condicionante.
Es un tema complejo. Sin duda, el planteamiento de que si queremos exigir a Ecuador que no extraiga el petróleo de su selva amazónica debemos compensarle por ello, es totalmente válido. Y debemos reivindicar la ayuda internacional para que en 2012 no se llegue al “plan B”. Pero no falta quien rumorea que los estudios de exploración y planes de explotación ya están realizados, y que la voluntad oculta de parte del gobierno ecuatoriano es que sí se otorguen más permisos a petroleras, pudiendo echar culpas fuera. Hay muchos factores a considerar, y desentrañarlos queda lejos de las pretensiones de este blog. De momento. La relevancia del asunto lo merece la provocación y riesgo de equivocarse. Ahora me despido que mañana me espera Tiputini, y antes esta noche recolección de anfibios con la postdoc peruana Alejandra Trilio, quien entre otras cosas estudia cómo se diferencian los cantos de dos especies de ranas.
No lo tomes como algo superfluo; son dos especies que están divergiendo en estos mismos momentos (en tiempo geológico), y el canto como motor reproductor, junto con la preferencia de los murciélagos por las ranas que utilizan dos tonos en lugar de uno, son factores claves en esta generación de biodiversidad. Además, dicha investigación está financiada por la National Science Foundation de EEUU como parte de un proyecto de neurociencia que entre otras cosas analizará el cerebro de ranas hembras para ver cómo escogen entre un canto u otro. Tan curioso como descubrir que no todos los renacuajos metamorfosean en ranas.
Los dos machos que tengo entre mis dedos son muy parecidos. Por el momento sólo se diferencian por el canto. Alejandra irá viendo cómo y por qué factores se van diversificando.
Ojalá algún día nos lo cuente, y Julia pueda continuar observando jaguares en Yasuní.
Agradecimientos: Gracias Rosalía Arteaga y Fundación Fidal, por invitarme al VI programa Iberoamericano de periodismo científico celebrado en la Escuela Superior Politécnica del Ejército en Quito, y permitir que disfrute unos días extra visitando la selva amazónica, Galápagos, y las maravillas de este pequeño pero diverso y espléndido país.
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