El profesor Joan Ramón Barbany (Univ. Barcelona), Venus O’Hara y Pere Estupinyà en el laboratorio de fisiología del ejercicio del Hospital de Bellvitge, observando los registros de Venus mientras se masturbaba hasta alcanzar el orgasmo.
El orgasmo es una reacción fisiológica
tremendamente interesante en la que, más allá de gemidos y espasmos, nuestro
organismo experimenta una serie de sutiles e
involuntarios cambios que pueden ser reconocidos por un observador avispado. Y más todavía si va
armado con equipamiento científico. La clave es asumir que durante
el orgasmo se produce un cambio radical de nuestro sistema nervioso parasimpático al
simpático. Expliquémoslo con calma, que de verdad merece la pena. Al menos para comprender mejor cómo funciona parte de nuestra respuesta sexual.
El sistema nervioso de tu cuerpo puede
clasificarse de varias maneras diferentes. Si lo haces por estructura distinguirás
entre: a) el sistema nervioso central
formado por la médula espinal y el encéfalo (cerebro + cerebelo + bulbos) y b) el
sistema nervioso periférico,
constituido por las fibras nerviosas que comunican piel, músculos y
órganos internos con la médula y el cerebro. Esta comunicación periférica puede darse a su vez en dos direcciones: b1) los nervios
sensoriales envían información desde piel y órganos hacia la columna, mientras que los b2) nervios
motores transmiten al resto de organismo las instrucciones del sistema
nervioso central.
Pero el sistema nervioso también puede
clasificarse en: 1) sistema nervioso
somático que tú controlas conscientemente (por ejemplo la decisión de mover
un brazo), y 2) sistema nervioso autónomo
que regula de manera automática las reacciones y procesos involuntarios de
tu organismo (por ejemplo acelerar el latido del corazón o mover los intestinos).
Este último sistema nervioso autónomo
es el que nos interesa, porque a su vez tiene dos estados muy claramente
diferenciados: El sistema nervioso
autónomo parasimpático (activo cuando tu cuerpo está relajado) y el sistema nervioso autónomo simpático (activo
cuando estás estresado)
Ahora leyendo este post tu cuerpo está
bajo las órdenes del sistema nervioso
parasimpático (relajado): tu ritmo y presión sanguínea son bajas, tus
músculos no están tensos, las funciones digestivas y esfínteres están
distendidos, tienes niveles basales de glucosa en sangre… pero atención: recuerda que
nuestro organismo está diseñado para sobrevivir en la naturaleza expuesto a
peligros y depredadores, y como el resto de animales, tu cuerpo debe estar preparado
para reaccionar en milisegundos si de repente se te tira un león encima (o un
automóvil invade tu calzada).
Esta reacción inmediata de estrés se
consigue con una activación drástica del sistema
nervioso autónomo simpático: los nervios simpáticos toman control de tu cuerpo y dilatan los bronquios para permitir más
entrada de oxígeno, el ritmo cardíaco y la presión sanguínea se disparan para
irrigar todos los músculos, las glándulas suprarrenales segregan adrenalina y
cortisol, las pupilas se dilatan de golpe para obtener mejor visión, el hígado
estimula la producción de glucosa, los esfínteres se contraen, se inhibe la
función digestiva y reproductora... en milésimas de segundo el organismo cambia radicalmente de estado
para hacer frente a la amenaza externa (o interna).
Curiosamente, el orgasmo es un momento
donde también se produce este cambio drástico del modo parasimpático al
simpático. Y esta la base por la que más allá de gritos y movimientos
espasmódicos, podemos intentar distinguir uno fingido de uno real.
Si
no se dilatan las pupilas o enrojecen las mejillas, desconfía
Obvio que a simple vista no podremos percibir
si por la sangre corre más glucosa o menos. Pero la subida extrema de presión
sanguínea durante el orgasmo (puede superar fácilmente los 200 mmHg) rompe pequeños capilares
subcutáneos y produce este característico enrojecimiento de mejillas y parte
superior del pecho tras el acto sexual. También debes notar que el ritmo cardíaco
aumenta mucho más de lo que haría simplemente por el propio ejercicio físico
realizado (que muchas veces es bien poco). Con ojos claros y en un entorno iluminado se debería observar
una dilatación brusca de las pupilas inmediatamente antes del orgasmo. Y aunque
hubieras estado totalmente quieto durante el acto, tu piel estaría más cálida y
habrías segregado un poco de sudor con lo que aumentaría su conductividad eléctrica.
Algunos de estos cambios son más visibles
que otros, pero todos se pueden medir científicamente. Esto es justo lo que
hicimos hace un par de semanas en el laboratorio de fisiología deportiva de la
Universidad de Barcelona con la colaboración de la compañera blogger Venus O’Hara,
durante el rodaje de un programa piloto inspirado en el libro S=EX2, La ciencia del Sexo.
A vuestra izquierda tenéis una de las
pantallas con registros de las constantes vitales de Venus, a quien medimos función
cardíaca y parámetros respiratorios y metabólicos. Primero en reposo (hasta la linea vertical más a la izquierda), durante su
masturbación, y tras el relajamiento posterior.
Si os fijáis en la gráfica, hay
un par o tres de subidas cada vez que estaba a puntito de llegar al orgasmo
pero no lo conseguía (problemas con la música, según
ella). Pero como podéis observar hacia el minuto 35 (justo antes de la
segunda línea de puntos), hay unos picos muy abruptos que coincidieron con los gemidos atenuados por la máscara de Venus. En los registros fisiológicos realmente se percibió una subida espontánea de presión, consumo
metabólico, aceleración cardíaca, y cambios significativos en otros parámetros. Y además de la
sonrisa, tras el experimento su cara y parte superior del pecho también
reflejaban cierto enrojecimiento.
Para ser sinceros, los valores medidos no
cambiaron tanto como estaba propuesto en la bibliografía científica, pero sin
duda sí eran absolutamente significativos, y los investigadores presentes los identificaron
claramente con una activación del sistema nervioso simpático. Venus explicó que
su orgasmo había sido “normal, no de los más intensos”. Es posible que durante
uno más fuerte el cambio hubiera sido más drástico.
Gatillazo
y eyaculación precoz debidas al estrés “simpático”
Pero no te quedes sólo con este aspecto
anecdótico. Conocer la fisiología del orgasmo puede explicar muchas cosas,
entre ellas, el efecto dual del estrés en nuestra respuesta sexual.
Estábamos diciendo que en modo
simpático (estrés) la sangre se dirige a los músculos y se inhiben las
funciones digestivas, excretoras y reproductivas (lo único importante en ese momento
es escapar del león). Éste es precisamente uno de los motivos por los que tras la
eyaculación los hombres pierden la erección: las fibras de nervios simpáticos
como el hipogástrico se encargan de constreñir las arterias del pene y retirar sangre de los cuerpos cavernosos. Y es exactamente por esto que si estás estresado o excesivamente
nervioso antes de empezar el coito, puedes tener un gatillazo y no lograr
una erección por muy excitado mentalmente que estés. Tu sistema simpático te
está traicionando y retirando sangre del pene.
Es más, si a pesar del nerviosismo al
final logras una erección, al estar activas las fibras “simpáticas” (retintín)
es muy posible que el orgasmo aparezca bastante antes de lo deseado. Esta es
la razón también por la que problemas de erección y eyaculación precoz suelen
estar tan asociadas a pesar de parecer antagónicas.
Cuando te dicen que para empezar el acto
sexual debes estar relajado/a, es bastante cierto, al menos en cuanto a miedo o
estrés se refiere. Piensa que los nervios que llegan a tus genitales (pudendo
–sensibilidad- y pélvico –irrigación sanguínea ya sea por contacto o
estimulación mental-) son nervios parasimpáticos. Para que funcionen
correctamente y tengas una erección de pene o clítoris debes estar en este modo
parasimpático (relax). De hecho, por la noche en pleno descanso la actividad
simpática cae en picado y es por lo que se producen erecciones espontáneas.
Ahora bien, una vez empezado el acto, si
quieres alcanzar el orgasmo, tienes que lograr activar como sea el sistema nervioso
simpático. Y aquí curiosamente puedes recurrir a la ayuda del estrés. Aunque
suene paradójico, el estrés puede inhibir la respuesta sexual pero al mismo
tiempo facilita el orgasmo. Es desastroso antes y necesario al final.
Anorgasmia,
sadomasoquismo, y asfixia autoerótica
Hay muchos motivos por los que se puede
no lograr alcanzar el orgasmo. Uno de ellos es no conseguir estimulación
suficiente como para activar este cambio del sistema parasimpático al
simpático.
Piensa en el alcohol sin ir más lejos. El alcohol es un depresor del sistema nervioso central que nos hace sentir
desinhibidos mentalmente, pero que también dificulta la activación de las
fibras simpáticas y hace que el orgasmo sea más costoso de alcanzar. Estando
borrachitos nos cuesta llegar al orgasmo por el mismo motivo que nos cuesta
reaccionar rápidamente ante una amenaza repentina: todo nuestro sistema nervioso está
inhibido.
Pero aún y estando sobrios y relajados, hay muchas personas a quienes les cuesta alcanzar el orgasmo, y
para conseguirlo requieren gritos, forcejeos, decir obscenidades, les atraen situaciones tensas o morbosas como el riesgo de ser vistas, necesitan
una estimulación directa final más fuerte, o realizan cualquier otra acción
“extrema” para incrementar el estrés en la última fase del acto sexual y así
facilitar la activación de las fibras simpáticas. Esta tensión “extra” es la
que requieren para llegar al orgasmo, o para intensificarlo.
De hecho durante la elaboración de S=EX2
he conocido sadomasoquistas que dicen necesitar el juego con el dolor o la
dominancia y sumisión para llegar a tener orgasmos. O personas que utilizan técnicas y pensamientos la mar de peculiares. También la base de la
peligrosa asfixia autoerótica (masturbarse con una bolsa en la cabeza) es
reducir los niveles de oxígeno en sangre para que el cuerpo tenga una brutal
reacción de estrés físico que intensifique la sensibilidad y la respuesta
orgasmática.
Comprender esta fisiología de la respuesta sexual también explica
los peculiares casos de orgasmos espontáneos practicando ciertos deportes (la
tensión muscular puede estimular los genitales y un esfuerzo repentino activar
el sistema simpático), u otros fenómenos más delicados que explicaremos en
próximos posts.
Y sin duda, además darnos pistas para –a
riesgo de recibir un bofetón- consultar tras un bonito encuentro romántico si
el orgasmo fue fingido pues no percibiste suficiente dilatación en las pupilas
y distingues pocos puntos rojos en la parte superior del pecho… (parece claro
que mi libro no trata de consejos de autoayuda, precisamente) ;)
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