Apuntes científicos desde el MIT

Apuntes científicos desde el MIT

Este Blog empezó gracias a una beca para periodistas científicos en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en Boston, donde pasé un año aprendiendo ciencia con el objetivo de contarla después. Ahora continúa desde Nueva York buscando reflexiones científicas en otras instituciones, laboratorios, conferencias, y conversando con cualquier investigador que se preste a compartir su conocimiento.

Sobre el autor

Pere Estupinya

. Soy químico, bioquímico, y un omnívoro de la ciencia, que ya lleva cierto tiempo contándola como excusa para poder aprenderla.
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En esta nueva aventura científica que recorre desde laboratorios y congresos de medicina sexual hasta clubs de sadomasoquismo o de swingers, Pere Estupinyà nos ofrece la obra más original y completa que ningún autor hispanohablante haya escrito nunca sobre la ciencia de la sexualidad humana.

El ladrón de cerebros La ciencia es la aventura más apasionante que puedas emprender.
En El Ladrón de Cerebros, Pere Estupinyà se infiltra en los principales laboratorios y centros de investigación del mundo con el objetivo de robar el conocimiento de los verdaderos héroes del siglo XXI —los científicos— y compartirlo con sus lectores. El Ladrón de Cerebros

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Excitación Genital Permanente

Por: | 31 de mayo de 2013

 

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Pequeños quistes benignos en la zona sacra de la columna podrían provocar el enigmático y tormentoso Síndrome de Excitación Genital Permanente (PGAD). Imagen: Resonancias magnéticas de mujeres afectadas por PGDA (Komisaruk et al)

Una mujer me acaba de explicar que muy a menudo siente excitación genital espontánea sin estar viviendo ninguna situación morbosa ni pensamientos eróticos. Dice que su libido despierta fácilmente ante fantasías o la mínima caricia de su pareja, pero que más allá de este “origen normal”, varias veces durante el día y especialmente si está enfadada o tensa en el trabajo, empieza a notar como un “calor” muy localizado en la zona genital que le provoca necesidad de satisfacción física. De hecho asegura que en ocasiones debe ir al baño a tocarse.

Ella se define como hipersexual pero no lo ve como ningún problema. Dicha excitación repentina no es constante, lo puede controlar fácilmente, y tampoco le genera mayores inconvenientes más allá de algún que otro imprevisto.

No es el primer caso de chica que me explica algo parecido, y no puedo evitar pensar que podría ser un grado menor (y de ninguna manera patológico) del misterioso Desorden de Excitación Genital Permanente o Persistent Genital Arousal Disorder (PGAD), que el investigador Barry Komisaruk está quizás a punto de comprender.

Excitadas por un quiste en la columna

La Excitación Genital Permanente es un desorden muy poco frecuente, pero de efectos tormentosos. Las mujeres que lo sufren notan una excitación constante en los genitales, casi al borde del orgasmo, que sólo pueden aplacar durante algunos minutos mediante la masturbación. En realidad es una sensación absolutamente molesta y nada placentera que puede durar horas, días, semanas o años en los casos más extremos, y que ha llegado a provocar suicidios entre las desesperadas afectadas.

Komisaruk
Barry Komisaruk analizando imágenes de fMRI en la Rutgers University
No es ninguna broma ni desde luego un mito. Su existencia está muy bien demostrada, pero aunque se ha estudiado bastante, la etiología del PGAD continúa sin conocerse. Se han propuesto causas psicológicas, consumo de fármacos, hipersensibilidad nerviosa… sin embargo se han bloqueado los nervios sensoriales del clítoris y la excitación genital se mantiene. Era un completo enigma, hasta el reciente trabajo de Komisaruk.

 

Cuando el pasado febrero visité a Barry en su laboratorio de la Rutgers University me explicó que meses antes había conocido un mujer con PGDA que tenía unos quistes benignos llamados de Tarlov en la zona sacra de la espina dorsal, justo desde donde sale el nervio pudendo, que es el nervio que recibe la sensibilidad de los genitales.

“Inmediatamente pensé que estos quistes podrían irritar o pinzar la raíz del nervio pudendo, y estar hiper-activándolo de manera que estuviera enviando información constante al cerebro”, me dijo Barry.

Pgad paperKomisaruk contactó con una asociación de afectadas por PGAD, les explicó su hipótesis, y les pidió que quienes pudieran le enviaran resonancias magnéticas de esa área de la columna vertebral. 18 de ellas respondieron, y para gran sorpresa de Barry, 12 tenían ente 1 y 3 de estos quistes benignos.

Los quistes de Tarlov son relativamente comunes. Generalmente no causan ningún problema, y se calcula que los tienen entre un 1-9% de la población. Sin embargo entre las mujeres con PGAD analizadas por Komisaruk la presencia de quistes era del 66.7%. La muestra del estudio es pequeña y no se puede obviar que había 6 mujeres con PGAD sin ningún rastro de quistes de Tarlov. Pero los resultados son muy notables y sí refuerzan la hipótesis de Barry, que fue publicada el pasado setiembre en la revista científica Journal of Sexual Medicine.

Pgad posterBarry me explicó que en estos momentos algunas de estas mujeres se están sometiendo a una operación para quitar sus quistes, y que si tras la cirugía desaparece la excitación sexual permanente, será la prueba definitiva de que en realidad sí estaban asociados al trastorno.

Eso no querrá decir que los quistes sean la única causa del PGAD, pero sí dará mucho peso a la hipótesis de que la Excitación Genital Permanente se produce por una hiperactivación de nervios en la zona genital, que puede tener diferentes orígenes, pero que poco tendrá que ver con causas “psicológicas”.

Quien sabe si la mujer hipersexual que cuando está tensa o enfadada siente excitación genital involuntaria, tiene también un pequeño quiste de Tarlov o simplemente la alteración nerviosa general le hace sobre-activar este nervio pudendo. Y quien sabe si algo contrario ocurre en algunas personas anorgásmicas o con problemas de excitación física. Quizás en algunos pocos casos, las diferencias podrían tener un origen más físico que psicosocial.

No hay la más mínima duda de que la mente y factores socioculturales influyen de manera determinante sobre nuestra sexualidad. Muchísimo. Lo que más. Por descontado. Pero quizás se ha abusado un poco en esto de que “en el sexo todo está en la mente”. No sólo, y por suerte la nueva medicina sexual está ampliando su visión hacia una perspectiva biopsicosociológica, que de ninguna manera subestima los aspectos psicológicos y emocionales, pero contempla también la fisiología de nuestro cuerpo e intenta por fin utilizar una aproximción científica al estudio de algo tan importante y complejo como es la sexualidad humana. La ciencia no está aquí para sustituir (nunca lo lograría), sino para complementar. El conocimiento siempre suma, nunca resta.

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Cómo distinguir un orgasmo fingido

Por: | 27 de mayo de 2013

 

Barbany venus pere copy
El profesor Joan Ramón Barbany (Univ. Barcelona), Venus O’Hara y Pere Estupinyà en el laboratorio de fisiología del ejercicio del Hospital de Bellvitge, observando los registros de Venus mientras se masturbaba hasta alcanzar el orgasmo.

 

El orgasmo es una reacción fisiológica tremendamente interesante en la que, más allá de gemidos y espasmos, nuestro organismo experimenta una serie de sutiles e involuntarios cambios que pueden ser reconocidos por un observador avispado. Y más todavía si va armado con equipamiento científico. La clave es asumir que durante el orgasmo se produce un cambio radical de nuestro sistema nervioso parasimpático al simpático. Expliquémoslo con calma, que de verdad merece la pena. Al menos para comprender mejor cómo funciona parte de nuestra respuesta sexual.

El sistema nervioso de tu cuerpo puede clasificarse de varias maneras diferentes. Si lo haces por estructura distinguirás entre: a) el sistema nervioso central formado por la médula espinal y el encéfalo (cerebro + cerebelo + bulbos) y b) el sistema nervioso periférico, constituido por las fibras nerviosas que comunican piel, músculos y órganos internos con la médula y el cerebro. Esta comunicación periférica puede darse a su vez en dos direcciones: b1) los nervios sensoriales envían información desde piel y órganos hacia la columna, mientras que los b2) nervios motores transmiten al resto de organismo las instrucciones del sistema nervioso central.

Pero el sistema nervioso también puede clasificarse en: 1) sistema nervioso somático que tú controlas conscientemente (por ejemplo la decisión de mover un brazo), y 2) sistema nervioso autónomo que regula de manera automática las reacciones y procesos involuntarios de tu organismo (por ejemplo acelerar el latido del corazón o mover los intestinos). Este último sistema nervioso autónomo es el que nos interesa, porque a su vez tiene dos estados muy claramente diferenciados: El sistema nervioso autónomo parasimpático (activo cuando tu cuerpo está relajado) y el sistema nervioso autónomo simpático (activo cuando estás estresado)

Simpatico parasimpaticoAhora leyendo este post tu cuerpo está bajo las órdenes del sistema nervioso parasimpático (relajado): tu ritmo y presión sanguínea son bajas, tus músculos no están tensos, las funciones digestivas y esfínteres están distendidos, tienes niveles basales de glucosa en sangre… pero atención: recuerda que nuestro organismo está diseñado para sobrevivir en la naturaleza expuesto a peligros y depredadores, y como el resto de animales, tu cuerpo debe estar preparado para reaccionar en milisegundos si de repente se te tira un león encima (o un automóvil invade tu calzada).

Esta reacción inmediata de estrés se consigue con una activación drástica del sistema nervioso autónomo simpático: los nervios simpáticos toman control de tu cuerpo y dilatan los bronquios para permitir más entrada de oxígeno, el ritmo cardíaco y la presión sanguínea se disparan para irrigar todos los músculos, las glándulas suprarrenales segregan adrenalina y cortisol, las pupilas se dilatan de golpe para obtener mejor visión, el hígado estimula la producción de glucosa, los esfínteres se contraen, se inhibe la función digestiva y reproductora... en milésimas de segundo el organismo cambia radicalmente de estado para hacer frente a la amenaza externa (o interna).

Curiosamente, el orgasmo es un momento donde también se produce este cambio drástico del modo parasimpático al simpático. Y esta la base por la que más allá de gritos y movimientos espasmódicos, podemos intentar distinguir uno fingido de uno real.

 

Si no se dilatan las pupilas o enrojecen las mejillas, desconfía

Obvio que a simple vista no podremos percibir si por la sangre corre más glucosa o menos. Pero la subida extrema de presión sanguínea durante el orgasmo (puede superar fácilmente los 200 mmHg) rompe pequeños capilares subcutáneos y produce este característico enrojecimiento de mejillas y parte superior del pecho tras el acto sexual. También debes notar que el ritmo cardíaco aumenta mucho más de lo que haría simplemente por el propio ejercicio físico realizado (que muchas veces es bien poco). Con ojos claros y en un entorno iluminado se debería observar una dilatación brusca de las pupilas inmediatamente antes del orgasmo. Y aunque hubieras estado totalmente quieto durante el acto, tu piel estaría más cálida y habrías segregado un poco de sudor con lo que aumentaría su conductividad eléctrica.

Algunos de estos cambios son más visibles que otros, pero todos se pueden medir científicamente. Esto es justo lo que hicimos hace un par de semanas en el laboratorio de fisiología deportiva de la Universidad de Barcelona con la colaboración de la compañera blogger Venus O’Hara, durante el rodaje de un programa piloto inspirado en el libro S=EX2, La ciencia del Sexo

Registro venusA vuestra izquierda tenéis una de las pantallas con registros de las constantes vitales de Venus, a quien medimos función cardíaca y parámetros respiratorios y metabólicos. Primero en reposo (hasta la linea vertical más a la izquierda), durante su masturbación, y tras el relajamiento posterior.

Si os fijáis en la gráfica, hay un par o tres de subidas cada vez que estaba a puntito de llegar al orgasmo pero no lo conseguía (problemas con la música, según ella). Pero como podéis observar hacia el minuto 35 (justo antes de la segunda línea de puntos), hay unos picos muy abruptos que coincidieron con los gemidos atenuados por la máscara de Venus. En los registros fisiológicos realmente se percibió una subida espontánea de presión, consumo metabólico, aceleración cardíaca, y cambios significativos en otros parámetros. Y además de la sonrisa, tras el experimento su cara y parte superior del pecho también reflejaban cierto enrojecimiento.

Para ser sinceros, los valores medidos no cambiaron tanto como estaba propuesto en la bibliografía científica, pero sin duda sí eran absolutamente significativos, y los investigadores presentes los identificaron claramente con una activación del sistema nervioso simpático. Venus explicó que su orgasmo había sido “normal, no de los más intensos”. Es posible que durante uno más fuerte el cambio hubiera sido más drástico.

Gatillazo y eyaculación precoz debidas al estrés “simpático”

Pero no te quedes sólo con este aspecto anecdótico. Conocer la fisiología del orgasmo puede explicar muchas cosas, entre ellas, el efecto dual del estrés en nuestra respuesta sexual.

Estábamos diciendo que en modo simpático (estrés) la sangre se dirige a los músculos y se inhiben las funciones digestivas, excretoras y reproductivas (lo único importante en ese momento es escapar del león). Éste es precisamente uno de los motivos por los que tras la eyaculación los hombres pierden la erección: las fibras de nervios simpáticos como el hipogástrico se encargan de constreñir las arterias del pene y retirar sangre de los cuerpos cavernosos. Y es exactamente por esto que si estás estresado o excesivamente nervioso antes de empezar el coito, puedes tener un gatillazo y no lograr una erección por muy excitado mentalmente que estés. Tu sistema simpático te está traicionando y retirando sangre del pene.

Es más, si a pesar del nerviosismo al final logras una erección, al estar activas las fibras “simpáticas” (retintín) es muy posible que el orgasmo aparezca bastante antes de lo deseado. Esta es la razón también por la que problemas de erección y eyaculación precoz suelen estar tan asociadas a pesar de parecer antagónicas.

Venus pereCuando te dicen que para empezar el acto sexual debes estar relajado/a, es bastante cierto, al menos en cuanto a miedo o estrés se refiere. Piensa que los nervios que llegan a tus genitales (pudendo –sensibilidad- y pélvico –irrigación sanguínea ya sea por contacto o estimulación mental-) son nervios parasimpáticos. Para que funcionen correctamente y tengas una erección de pene o clítoris debes estar en este modo parasimpático (relax). De hecho, por la noche en pleno descanso la actividad simpática cae en picado y es por lo que se producen erecciones espontáneas.

Ahora bien, una vez empezado el acto, si quieres alcanzar el orgasmo, tienes que lograr activar como sea el sistema nervioso simpático. Y aquí curiosamente puedes recurrir a la ayuda del estrés. Aunque suene paradójico, el estrés puede inhibir la respuesta sexual pero al mismo tiempo facilita el orgasmo. Es desastroso antes y necesario al final. 

Anorgasmia, sadomasoquismo, y asfixia autoerótica

Hay muchos motivos por los que se puede no lograr alcanzar el orgasmo. Uno de ellos es no conseguir estimulación suficiente como para activar este cambio del sistema parasimpático al simpático.

Piensa en el alcohol sin ir más lejos. El alcohol es un depresor del sistema nervioso central que nos hace sentir desinhibidos mentalmente, pero que también dificulta la activación de las fibras simpáticas y hace que el orgasmo sea más costoso de alcanzar. Estando borrachitos nos cuesta llegar al orgasmo por el mismo motivo que nos cuesta reaccionar rápidamente ante una amenaza repentina: todo nuestro sistema nervioso está inhibido.  

Pero aún y estando sobrios y relajados, hay muchas personas a quienes les cuesta alcanzar el orgasmo, y para conseguirlo requieren gritos, forcejeos, decir obscenidades, les atraen situaciones tensas o morbosas como el riesgo de ser vistas, necesitan una estimulación directa final más fuerte, o realizan cualquier otra acción “extrema” para incrementar el estrés en la última fase del acto sexual y así facilitar la activación de las fibras simpáticas. Esta tensión “extra” es la que requieren para llegar al orgasmo, o para intensificarlo.

De hecho durante la elaboración de S=EX2 he conocido sadomasoquistas que dicen necesitar el juego con el dolor o la dominancia y sumisión para llegar a tener orgasmos. O personas que utilizan técnicas y pensamientos la mar de peculiares. También la base de la peligrosa asfixia autoerótica (masturbarse con una bolsa en la cabeza) es reducir los niveles de oxígeno en sangre para que el cuerpo tenga una brutal reacción de estrés físico que intensifique la sensibilidad y la respuesta orgasmática.

Comprender esta fisiología de la respuesta sexual también explica los peculiares casos de orgasmos espontáneos practicando ciertos deportes (la tensión muscular puede estimular los genitales y un esfuerzo repentino activar el sistema simpático), u otros fenómenos más delicados que explicaremos en próximos posts.

Y sin duda, además darnos pistas para –a riesgo de recibir un bofetón- consultar tras un bonito encuentro romántico si el orgasmo fue fingido pues no percibiste suficiente dilatación en las pupilas y distingues pocos puntos rojos en la parte superior del pecho… (parece claro que mi libro no trata de consejos de autoayuda, precisamente) ;)

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El Punto-G es el clítoris interno

Por: | 11 de mayo de 2013


Clit pene
El punto-G podría ser una zona del interior de la vagina desde donde se alcanza la estructura interna del clítoris, órgano que es mucho más similar al pene de lo que pensamos y que también crece internamente durante la excitación sexual

 

La búsqueda científica del punto-G tiene aspectos casi cómicos. En 2012 La revista Journal of Sexual Medicine publicó una revisión de 96 artículos peer-reviewed sobre el punto-G, la fisiología de los genitales femeninos, la eyaculación femenina y el orgasmo vaginal, y una de las conclusiones fue: “las encuestas demuestran que la mayoría de mujeres sí creen que el punto-G existe (…) pero medidas objetivas han fracasado en aportar evidencias fuertes y consistentes de la existencia de un lugar anatómico que pudiera estar relacionado con el punto-G. (…) Quizás el punto-G no se ha estado investigando correctamente”.

Es decir, que cuando más allá de conversaciones de bar o esa acientífica costumbre de referenciar siempre en función de experiencias personales, los investigadores realizan encuestas amplias y metodológicamente rigurosas, un porcentaje alto de mujeres dice tener un área en la parte frontal de la pared vaginal a unos 2-4 cm de la entrada que -cuando están excitadas y en diferente grado depende de la mujer- resulta más sensible que el resto de la vagina. Otra cosa es que los científicos se pongan de acuerdo en qué diantre es fisiológicamente el tan esquivo punto-G… 

La búsqueda científica del Punto-G

El médico alemán Ernst Grafenberg fue el primero quien en los años 50 sugirió la existencia de “una área erótica de 1-2 cm en el interior de la vagina que inducía orgasmos por estimulación mecánica directa”. Sus hipótesis pasaron desapercibidas hasta 1982 cuando tras varios estudios la sexóloga Beverly Whipple publicó con su colaborador John Perry el best seller “El punto-G y otros descubrimientos sobre la sexualidad humana”.

Desde entonces la ciencia occidental (en la India ya hacía siglos que hablaban de zonas más sensibles en el interior de los genitales femeninos) empezó a buscar qué podía haber en esa parte frontal de la vagina que ofreciera un placer más intenso.

Primero hicieron análisis anatómicos para ver si encontraban alguna especie de órgano o estructura interna específica que pudiera ser el punto-G. Pero no descubrieron nada.

Luego con estudios histológicos analizaron si esa área de la pared vaginal tenía más concentración de terminaciones nerviosas que pudieran ser responsables de la mayor sensibilidad. Tampoco.

Posteriormente algunos autores sugirieron que las glándulas de Skene (glándulas situadas cerca de la uretra de origen común con la próstata masculina e involucradas en la eyaculación femenina), podrían ser contactadas presionando desde el interior de la vagina y ser las causantes del placer. Pero estudios fisiológicos lo descartaron entre otras cosas por no tener suficientes receptores sensitivos.

Tal fue el fracaso el la búsqueda anatómica del punto-G, que algunos científicos empezaron a declarar que el punto-G era “un mito de la ginecología moderna” (Hines TM, 2001).

Entrevistada para el libro "S=EX2", Beverly Whipple reconoce que “quizás el problema haya sido el nombre de punto, que nos hace pensar en una especie de botón mágico cuyo contacto directo genera más placer. Nosotros nunca dijimos que fuera una unidad anatómica independiente, sino simplemente un área de la pared vaginal con más sensibilidad que el resto. Y eso es incontestable, por mucho que los investigadores no sepan identificarla.”

La ciencia iba un poco perdida, hasta que en 2009 la francesa Odile Buisson publicó una hipótesis realmente interesante: el punto-G no era más que una zona de la vagina desde donde contactar indirectamente con el clítoris interno.

Screen Shot 2013-05-11 at 5.25.24 PMEl clítoris de la mujer es mucho más grande y parecido al pene de lo que pensamos (ambos vienen de la misma estructura embrionaria, sólo que el pene crece y sale hacia fuera y el clítoris se desarrolla por dentro). La parte externa que vemos del clítoris es sólo su glande -equivalente al glande masculino-, y por dentro tiene un cuerpo mayor con cuerpos cavernosos y esponjosos que como el pene también se hinchan durante la excitación sexual. Mediante detallados sonogramas, Odile Buisson demostró que cuando el clítoris está erecto sus partes internas quedan muy cerca de la vagina, y sugirió que esto podría ser la explicación a la mayor sensibilidad.

Screen Shot 2013-05-11 at 12.16.01 AMOtros estudios con imágenes de ultrasonidos encontraron diferencias en el grosor del espacio uretrovaginal entre mujeres que tenían orgasmos por contacto en el punto-G y las que no. Uniendo todos estos datos, Buisson concluyó que el punto-G sería la zona de la vagina desde donde ejerciendo presión –y favorecido por un espacio uretrovaginal estrecho- se podrían alcanzar la parte interna del clítoris.

Los orgasmos exclusivamente vaginales son menos frecuentes, pero sí existen

La hipótesis de Buisson es la más aceptada hasta la fecha, y algunos la han interpretado asegurando que en realidad todos los orgasmos femeninos son clitorianos, ya sea por estimulación externa directa o interna a través del punto-G. No es del todo acertado.

Cierto que la mayoría de orgasmos “vaginales” durante la penetración lo son por contacto indirecto con el clítoris interno, pero hay varias evidencias de que el orgasmo exclusivamente vaginal sí existe.

La primera sería que muchas mujeres definen ambos tipos de orgasmos como muy diferentes. El clitoriano sería más localizado y el vaginal más “corporal”. Esto no invalida necesariamente la hipótesis anterior, puesto que las terminaciones nerviosas que llegan al glande y cuerpo de penes y clítoris son diferentes. A los glandes sólo llega el nervio pudendo mientras que al cuerpo lo hace también el pélvico, y eso podría explicar las diferentes sensaciones.

Sin embargo estudios recientes introduciendo sensores térmicos en las vaginas han observado mayor sensibilidad de la pared anterior que la posterior sin necesidad de realizar presión alguna, y también recientemente el italiano Emmanuelle Jannini ha sugerido la existencia de una zona más gruesa y con más terminaciones nerviosas en la pared vaginal anterior, que en lugar de punto-G él prefiere llamar complejo clito-uretro-vaginal (CUV). Además por otra parte sabemos que algunas mujeres tienen orgasmos “no genitales” por estimulación de pechos u otras áreas del cuerpo, sin que el clítoris esté involucrado.

Pero quizás los datos más concluyentes son los de Barry Komisaruk con escáneres de resonancia magnética funcional, mostrando que se activan dos zonas diferentes de la corteza sensorial del cerebro cuando una mujer estimula su clítoris o el interior de la vagina. Esto indica que hay diferentes nervios recibiendo la señal del clítoris y de la vagina, y que en algunas mujeres la estimulación sólo de estos últimos puede conducir al orgasmo.

Screen Shot 2013-05-11 at 11.51.58 AMDe hecho Barry Komisaruk ha investigado con mujeres con lesión medular sin sensibilidad en clítoris ni entrada de la vagina, debido a que la lesión es por encima de la salida del nervio pudendo y pélvico, pero que sí tienen sensibilidad en áreas vaginales más internas y en el fondo del cuello del útero. Allí llegan el nervio hipogástrico (que sale de la columna vertebral a una altura superior) y el nervio vago (que no pasa por la médula espinal y transmite información al cerebro de órganos internos como riñones, hígado, estómago, pulmón o útero). Según ha publicado Komisaruk algunas de estas mujeres discapacitadas sin sensibilidad clitorial han alcanzado orgasmos estimulando zonas más profundas de la vagina, siendo la evidencia más fuerte hacia la distinción entre ambos tipos de orgasmos.

Cierto que en realidad muchos de los orgasmos “vaginales” en realidad son “clitorianos internos”, pero varios estudios indican (además de las experiencias de millones de mujeres) que los exclusivamente vaginales también pueden existir.

 

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