Si tu lengua materna es el español y alguien te grita “you’re an asshole!” te ofenderá menos que si la misma persona te insulta diciendo “eres un capullo!”.
Y no porque que tardes un poco más a procesar la información en inglés. Aún entendiendo perfectamente y a la primera lo que te están diciendo, nuestra carga emocional asociada a una segunda lengua es mucho menor que a la nativa.
Las variadas implicaciones de esto tan interesantísimo es lo que estudia Albert Costa, director del grupo de Producción del Habla y Bilingüismo de la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona.
Por ejemplo Albert sospecha que si te pillan tras una fechoría y decides inventarte una excusa, aunque domines más el español quizás te será más fácil mentir en inglés. O mejor dicho, emocionalmente te importará menos hacerlo.
Ésta es justo la hipótesis que está investigando
con Jon Andoni Duñabeltia del Basque
Center on Cognition, Brain and Language, realizando pupilometrías de
voluntarios a quienes se les pide mentir en su primera lengua o en otra.
El estudio todavía está en marcha y comprobará si las pupilas se dilatan un poquito más (muestra de mayor impacto emocional) cuando mientes en tu lengua materna que en otra. Novios y novias en relaciones bilingües, tomad nota. Vendedores y compradores, también.
Efectos cognitivos del bilingüismo
Hablando con Albert deduzco que las ventajas o desventajas cognitivas del bilingüismo –que también estudia- le interesan menos y anda un poco harto de que en ciertas regiones sólo le pregunten por ventajas y en otras por desventajas.
Va bastante al grano y concluye que “el hecho de intercalar dos idiomas a diario sí parece fortalecer la capacidad atencional de manera genérica, y hemos visto tanto que contribuye un poco al multitasking como que hay ligeramente más neuronas y conexiones en el cortex cingulado anterior de los bilingües (área del cerebro involucrada en muchas funciones de control de tareas cerebrales, no sólo lenguaje). Pero también hemos visto que los bilingües suelen cometer más pequeños errores de dicción, tienen de media un vocabulario más pobre en cada lengua (en global mucho mayor, desde luego) y la rapidez y domino final es ligeramente menor. Pero son efectos muy pequeños y sujetos a gran diversidad individual”.
Preguntado por si el efecto es el mismo siendo bilingüe catalán-castellano que castellano-inglés, explica que las mejoras en capacidad atencional no dependen tanto de lo cercanas que sean dos lenguas. De hecho catalán y castellano son muy parecidas, lo cual las hace más fáciles de aprender, sin embargo el esfuerzo por discernirlas puede ser mayor que entre alemán y chino. En lenguas similares es más fácil mezclar palabras, y el esfuerzo en no hacerlo puede contribuir más al supuesto fortalecimiento neuronal del control de tareas.
Más interesante todavía es el efecto protector que el bilingüismo puede tener contra la demencia o el Alzheimer. El mensaje es claro: ni aprender varias lenguas ni ejercitar mucho el cerebro previenen la enfermedad. Pero sí se ha observado que a igualdad de daño cerebral, los síntomas son menores en quienes han ejercitado mucho su cerebro. Y estudiar/practicar otra lengua es un ejercicio importante.
Decisiones más lógicas y utilitarias en tu segunda lengua
Pero volvamos a la diferente carga emocional entre las lenguas nativas y las aprendidas de adultos, porque es realmente lo más novedoso científicamente. De hecho Albert Costa tiene unos resultados espectaculares no publicados todavía, que cuando lo haga serán noticia en medios de todo el mundo.
Quizás ya conozcáis el siguiente dilema moral, utilizado en muchos experimentos de psicología: Ves un tren sin frenos que se dirige a atropellar a 5 personas dormidas en la vía. Está frente a una palanca que te permite redirigir el tren hacia una nueva vía donde “sólo” hay una persona dormida. ¿accionas la palanca o no? Más del 90% de vosotros decide cambiar para atropellar una persona en lugar de 5.
Ahora estás sobre un puente y ves el mismo tren sin frenos camino a atropellar a 5 personas dormidas. Tienes frente a ti un hombre obeso que empujado a la vía morirá pero su cuerpo frenará el tren. ¿Lo empujas o no? Aunque el desenlace numérico es exactamente el mismo, el 80% de personas deciden no empujar a nadie a las vías. Emocional y moralmente no es el mismo juicio.
Interesantísimo: Albert ha realizado este dilema moral con más de 700 personas en su lengua materna o en su segunda lengua (tanto españoles que saben inglés como ingleses viviendo en Andalucía), y ha observado que un porcentaje mucho mayor de personas decide empujar al hombre obeso cuando la situación se les plantea en su segunda lengua. Los porcentajes exactos y detalles del estudio aún no se pueden explicar (el artículo científico está enviado pero no publicado todavía), pero es un resultado muy significativo e impactante. Somos más utilitarios con nuestra segunda lengua.
Y por extraño que parezca, también más difíciles de ser engañados por trampas de la intuición. Albert está también utilizando trucos clásicos de behavioral economics en dos lenguas diferentes, para ver si somos más racionales o intuitivos en una lengua u otra.
Te plantean por ejemplo estas dos situaciones: a) Vas a una tienda a comprar una chaqueta que cuesta $125 y una calculadora que cuesta $15 y un cliente te dice “oye, que hay una tienda a 20 minutos caminando donde la misma calculadora cuesta $10 menos”. ¿Irías a comprarla en la otra tienda o no?. b) Vas a una tienda a comprar una chaqueta que cuesta $125 y una calculadora que cuesta $15 y un cliente te dice “oye, que hay una tienda a 20 minutos caminando donde la misma chaqueta cuesta $10 menos”. ¿Irías a comprarla en la otra tienda o no?
En ambas situaciones ahorras lo mismo, pero de media muchas más personas van a la segunda tienda para comprar una calculadora por $5 en lugar de $15, que una chaqueta por $115 en lugar de $125. El pensamiento intuitivo nos hace creer que el ahorro es mayor en el primer caso que el segundo.
Pues bien; Albert explica que este test se ha realizado a personas en diferentes lenguas, y comprobado que el engaño intuitivo es menor en la segunda lengua.
De hecho el efecto desaparece cuando es un cálculo exclusivamente matemático. Ejemplo típico: Si una bola y un bate de beisbol cuestan juntos 1.10 dólares, y el bate de beisbol vale un dólar más que la pelota… ¿Cuánto cuesta la pelota? Va, piénsalo rápido antes de mirar a la siguiente línea…. ¿lo tienes?
La mayoría de personas responden que la pelota cuesta 10 céntimos. Pero no, la pelota vale 5 céntimos: $0.05 (pelota)+ $1.05 (bate)= $1.10. No es una decisión emocional sino un caso clásico de trampa exclusivamente matemática, y cuando lo realizan en lenguas materna o aprendida, los resultados de quienes aciertan o no son idénticos.
Un último ejemplo relacionado con la “aversión a las pérdidas” (loss aversion): Si a varios voluntarios en un estudio les ofrecen apostar 50 euros a doble o nada con una posibilidad del 60% de ganar, más personas apostarán que si ofreces lo mismo a una posibilidad del 40% de perder.
Las palabras “ganar” y “perder” contienen carga emocional y condicionan tu respuesta. En experimentos de “aversión a las pérdidas” más elaborados en los que numéricamente el resultado final siempre es el mismo, se observa claramente que el miedo a perder paraliza más que la opción de ganar. Pero si el experimento se realiza en una segunda lengua, el efecto se reduce y se responde de manera más lógica. Y esto ya ha sido publicado por Keysar et al. “The Foreign Language Effect: thinking in foreign tongue reduces decision biases”. Psychol Sciences, 2012.
Ya sabes, pensar en una segunda lengua tiene menos carga emocional que en tu nativa, te hace más utilitarista, y menos proclive a engaños de la intuición. En algunas circunstancias y profesiones puede ser una ventaja, en otras un inconveniente.
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