Los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH) financian con 25 millones de dólares un programa para evaluar los beneficios de la secuenciación rutinaria del genoma de los recién nacidos
A finales de agosto Javier acudió de urgencias a un hospital de Washington DC quejándose de un intenso dolor en el costado. Tras varias pruebas los médicos detectaron un coágulo taponándole una vena del abdomen. La situación era inusual, podía ser grave, y requería tratamiento lo antes posible. Pero había diferentes incógnitas y para evaluar la terapia más acertada los médicos necesitaban hacer un análisis genético, que tardaría tres días. Lo hicieron, seleccionaron una intervención, y Javier se está recuperando favorablemente. Pero si hubiera tenido su genoma ya secuenciado y almacenado informáticamente, no habría necesitado esa arriesgada espera de tres días.
¿Formará el genoma parte de nuestro historial médico? No pienses en limitaciones económicas, más bien lo contrario. “Actualmente secuenciar el genoma completo cuesta unos $5000 y un máximo de 2 semanas, pero el abaratamiento continúa acelerándose, y dentro de relativamente poco será tan barato y rápido como hacer tests genéticos individuales” me explica Anastasia Wise, epidemióloga del Instituto Nacional de Genómica Humana de EEUU.
Es decir, que en un futuro próximo cuando alguien como Javier (pseudónimo pero caso real) necesite un análisis concreto de ADN, podría aprovechar para secuenciarse el genoma entero y tener la información disponible ante futuros diagnósticos genéticos.
Y si vamos un poco más lejos ¿tendría sentido secuenciar de una vez y de manera rutinaria el genoma de los recién nacidos, para que los médicos pudieran aprovechar su información desde el principio? Justo esto es lo que evaluará el programa del NIH coordinado por Anastasia Wise, que financiará con $25 millones 4 proyectos para analizar los beneficios y limitaciones técnicas, clínicas y éticas de secuenciar el genoma de los acabados de nacer.
En uno de estos proyectos, por ejemplo, se seleccionarán 204 recién nacidos sanos y se dividirán en dos grupos. A unos les realizará la treintena de pruebas convencionales (análisis bioquímicos, genéticos, físicos…) que actualmente se hace a cualquier recién nacido, y a los otros también se les secuenciará el genoma y se pondrá a disposición de los médicos. El principal objetivo será comparar si la información genética realmente conduce a mejores diagnósticos o ofrece algún tipo de beneficio durante los primeros 5 años de vida.
Un experimento idéntico se hará con otros 204 bebés que nacen con algún problema y requieren unidades de curas intensivas, para evaluar si en estos casos, disponer de la información genética aporta ventajas o no.
La lógica dice que sí, pero también podría ser que los médicos no encontraran la información útil, o no supieran interpretarla, o que pasado un tiempo y frente a un problema determinado prefieran repetir un análisis genético concreto que recurrir al genoma secuenciado de manera genérica años atrás. Los investigadores de los 4 proyectos quieren comprobar qué impacto real tiene en la práctica secuenciar el genoma, ver si algunos diagnósticos genéticos son más precisos que las pruebas bioquímicas, construir herramientas de análisis rápido que permitan tener diagnósticos en 50 horas, analizar qué tipo de asesoramiento resulta más útil para los médicos y padres, descubrir limitaciones, y desde luego analizar aspectos éticos, legales y sociales, así como la reacción de los padres a esta información.
Mucha gente dice que prefiere no conocer la información genética. Pero no está claro que en realidad sea así. En los proyectos se comprobará si los padres desean conocer más información de la inmediatamente relevante desde el punto de vista médico, se comparará cómo reaccionan a los datos genéticos vs bioquímicos de significado parecido, se verá si disponer del genoma les genera estrés o se sienten satisfechos pensando que es algo positivo para sus hijos, y al mismo tiempo se comprobará si la percepción de la información genética se asimila o cambia con el tiempo.
El programa es completísimo analizando todo tipo de factores clínicos y éticos, y su objetivo final es tener información sólida para recomendar o no incluir la secuenciación del genoma entre las pruebas rutinarias que se realizan a los recién nacidos. “Son preguntas y situaciones que nos estábamos planteando de manera teórica, pero que empiezan a ser realistas, y debemos tener datos para poder tomar decisiones”, añade Anastasia Wise.
Los resultados tardarán unos años en llegar, y no se sabe qué conclusiones se sacarán. Pero considero que es una noticia tremendamente representativa del avance en medicina genómica y un paso muy significativo hacia la posibilidad de tener nuestro genoma secuenciado.
La semana que viene imparto una clase en Barcelona en el programa d-health, sobre temas candentes de la biomedicina y futuras oportunidades para emprendedores. Estoy convencido que la gestión personalizada de la información genética –y todo lo que lleva a su alrededor- será sin duda una de estas grandes oportunidades.
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