Miguel Mora

Sobre el autor

es corresponsal en París, antes en Roma y Lisboa, fue redactor en la sección de Cultura y la Edición Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1992, y es autor del libro ‘La voz de los flamencos’ (Siruela, 2008).

¿Quién paga esos sondeos, oiga?

Por: | 14 de marzo de 2012

A 40 días de la primera vuelta de las presidenciales, la campaña más larga de la historia de la humanidad ha sufrido enormes sacudidas porque un sondeo de IFOP ha puesto por primera vez en cabeza a Nicolas Le Pen (copyright TWSJ) para el primer turno (que no el segundo). Los nervios socialistas por el sorpasso han durado apenas doce horas, lo que ha tardado otra empresa de sondeos (SOFRES) en sacar una encuesta que eleva otra vez la ventaja de François Mélenchon (razón aquí) a cuatro puntos.

Md0.libe.com

 

El presunto "cruce de las curvas", como lo llaman en París, ha quedado de esa forma reducido a un gatillazo o disparo con retroceso, y de repente los analistas con o sin 'pool' se han quedado tal cual estaban ayer a estas horas. Pero en fin, los periódicos habrán vendido algo más, las radios han podido teorizar sobre curvaturas y tendencias, los asesores y las plumas se han apuntado sus tantos, los demógrafos han salido del armario para reivindicar su neutralidad y defender su honra, los candidatos han hecho como que les daba igual, y así ha pasado un día más y ya queda menos.

La gran pregunta que nadie hace y por tanto nadie contesta es quién demonios paga los sondeos. En teoría los pagan los medios, que para eso los encargan y los publican. O los partidos, que los hacen y no los publican. ¿Harán por cierto las casas de sondeos estudios distintos según el cliente? Inshalah J. J. Toharia lea esto y quiera ilustrarnos un poco.

En cualquier caso, la segunda pregunta, que se da por sobreentendida y tampoco nadie responde, es quién es el editor de cada medio, y la tercera a qué escuela, universidad, grupo de presión, partidito, tribu o clan pertenece el sociólogo que dirige tal o cual encuesta.

Si los medios fueran realmente independientes, la cosa daría igual, porque se supone que el sondeo es una información más, tan profesional, objetiva, inocente o culpable como cualquier otra que se publica. Cada lector sería muy libre de pensar que la encuesta de Libération tiende más a favorecer a Hollande, y que la de Le Figaro beneficia más a Sarkozy, poniendo por delante la limpieza, honorabilidad y profesionalidad de las empresas de encuestas, por supuesto.

El problema, en Francia, es que hay muchísimos editores que no son editores y muchísimas empresas de encuestas que no se sabe bien a quién pertenecen. El espléndido documental Los nuevos perros de guardia explica en hora y media pavorosa que el conflicto de intereses perpetrado por Berlusconi con la prensa y la televisión italianas supone apenas un rasguño a la libertad de información si se compara con el enorme enjuague mediático del pluralista panorama francés.

 

Si los políticos locales no tienen -casi- nada que envidiar a sus pares italianos en actitud monárquica, conciencia de clase, sueldos, impunidad, mala educación (pueden pasar semanas sin que se dignen a devolverte las llamadas o te digan sí o no a una entrevista) y promiscuidad / censura con sus amigotes de la prensa, la melé que forman los editores y los popes del periodismo galo con su clase política y empresarial es digna de un Escocia-Gales del antiguo V Naciones.

Muchos medios, lejos de tener en sus plantas altas a editores -digamos- puros, tienen la cúpula abarrotada de empresarios de armas, ladrillos, hormigón, asfalto, clínicas privadas, productos acuáticos y de secano, frutas, verduras, ganaderías, ropa de señoras talla grande, gente en fin a la que el periodismo le suena -de lejos- como esa cosa que uno puede esgrimir ante el poder político como medida de chantaje o peloteo para defender sus propios intereses -y los de su familia-.

Dirán algunos que esto es parecido en todo el mundo, y seguramente lo es. Pero en Francia el sarkozysmo ha acentuado todo lo posible esta agradable tendencia, y así, cuando Paris Match publica de repente el sondeo que favorece a Sarkozy, muchos piensan que lo que pasa es que Monsieur Fulano, a la sazón gran amigo de Sarkozy, ha ordenado publicar ese sondeo. La sospecha se puede repetir (y se repite) con Le Parisien, Le Journal de Dimanche, Le Point, L'Express, Les Echos y via dicendo, pasando por todo el arco político hasta el otro extremo del pantone.

Los nuevos perros de guardia, que homenajea al gigante Paul Nizan y uno de cuyos guionistas es Serge Halimi, ensayista mordaz y gran firma de Le Monde Diplomatique, es un verdadero filme de terror en el que no se salva ni el apuntador. Los técnicos ultraliberales que siguen pontificando en televisión pese a que jamás acertaron un diagnóstico, los santones que acuden al Parlamento a lamer y ser lamidos por sus señorías, las estrellas catódicas que jamás hacen una pregunta incómoda...

 

La escena cumbre es la entrada a la comida que cada último miércoles (¿o viernes?) de mes se celebra en el mítico Hotel Crillon de la place Concorde. Allí acuden salerosos políticos, ministros, secretarios de Estado, editores, empresarios, espías, periodistas pintones, directores de diarios, teles y radios, asesores diurnos y nocturnos, consejeros especiales y menos, encuestadores con o sin margen de error, en muy santa compaña y todo rigurosamente off the record, para comentar los últimos acontecimientos, ponerse a los pies de sus señoras respectivas (son en un 99% tíos, faltaría plus) y cuidar de que el ganado no se desmande demasiado y La Casta siga controlando esa encantadora perversión llamada democracia.

Para que se hagan una idea concreta del peligro de creer demasiado en los sondeos y en su papel de termómetro de opinión, el estudio que daba por delante ayer a Sarkozy le atribuía el 28,5% de intención de voto contra el 27% a François Hollande. Sarkozy subía un punto y medio tras trasmutarse en una Marine Le Pen histérica ("ayudádme, ayudádme a dar la vuelta a esto", gritaba como si estuviera haciendo una omelette), y Hollande lo perdía pese a haber estado callado como un santo varón. La letra pequeña dice que el margen de error por cada 30% de cacho de intención de voto es de 2,5 puntos. Las entrevistas se hacen por internet. Y la muestra es de 600 personas sobre 40 millones de electores.

Pura ciencia, a gusto del consumidor. El otro sondeo, que parece algo más serio porque entrevista al doble de gente y lo hace por teléfono (¿móvil o fijo, J.J.?), se lo dejo allá arriba para que se solacen con las curvas (y con el corte de pelo de S.: la coiffure no es mía).

(Editado, miércoles a las 16.30). Puntual y solícito, el maestro Toharia ha escrito su iluminadora respuesta sobre los sondeos. Que copio y pego aquí abajo por su indudable interés.

Ah! Los sondeos! Qué tema, sacrebleu!. Para empezar, como bien dejas claro, hay sondeos y sondeos: buenos y razonablemente fiables,  pocos; y malos y manipulados (y con exclusivo ánimo manipulador), muchos. ¿Como distinguir unos de otros? Un primer criterio, el más fácil y obvio, es el reputacional: la credibilidad que merece quien lo firma: ojo, la firma de quien lo hace y se  responsabiliza públicamente de los resultaods, no la firma de quien lo encarga o lo paga! No es probable que un instituto prestigioso y con reconocida trayectoria de honestidad dedica de pronto prestarse a enjuagues o chalaneos (salvo que -todo es posible- sea a cambios de favores que le garanticen su subsistencia si, como es el caso ahora de forma generalizada, se encuentra en situación muy precaria. Pero esto es un supuesto extremo, casi de roman noir). 
  
Segundo criterio: la ficha técnica (como también apuntas tú): debe especificar con claridad (quiero decir, de forma entendible por el común de los mortales) las características técnicas del estudio. Como norma general: un estudio por internet es, hoy por hoy, de muy dudosa fiablidad para el caso de  un sondeo político, incluso si se hace a un panel (es decir, a una muestra pre-seleccionada por la empresa encuestadora, y no a quienes buenamente deseen contestar). Lo usual son los estudios mediante entrevista telefónica, que deben deseablemente incluir -como también apuntas- los teléfonos móviles (¡la cuarta parte de la gente en España, hoy solo tiene móvil!). Esto plantea serias dificultades metodológicas pues no hay guías de teléfonos móviles: hay que marcar números al azar y sale carísimo. Pero no hay otra forma.

Por otra parte el tamaño de la muestra no es lo realmente determinante (¡una prueba más de que en la vida el tamaño no importa tanto!) sino su composición: una muestra relativamente pequeña pero bien diseñada (de modo que constituya un retrato a escala reducida del conjunto de la sociedad) es perfectamente válida y además mucho más barata.
 
Hay, además, un generalizado y persistente malentendido sobre el impacto real de los sondeos publicados sobre el ánimo de los electores: se cree que les condicionan de forma apreciable. El tema lleva decenios siendo investigado y lo que se ha concluido es que: a) solo llegan a una pequeña fracción del electorado (el "público atento", entre el 10% y el 30% según casos y países, que es además el más ideológicamente movilizado y, por tanto, el más impermeable a los datos que van contra sus convicciones); b) en promedio, pueden cambiar el ánimo de un 5% del electorado...pero en direcciones contrapuestas, con lo cual eses impacto por lo general se anula. Es el caso de lo que se conoce como efecto "underdog" o perdedor (los datos del sondeo animan a votar por el que aparece como perdedor a personas que pensaban no votar) y efecto "bandwagon" o ganador (tras el sondeo, un plus de electores -hasta entonces más o menos apáticos- deciden sumarse a la banda que se perfila como ganadora).; c) tratar de manipular una elección con la publicación de sondeos es una empresa disparatada: es un arma de la que no se sabe por qué dirección y con qué efectos va a salir el tiro. Pero el mito de los efectos demoledores o salvadores de un sondeo persiste incólume, gracias sobre todo a la neurosis permanente en que viven los candidatos y, sobre todo, sus asesores políticos y de campaña (a los que, por otra parte, dios bendiga, pues gracias a ellos existimos en parte los institutos de opinión).
 
Y luego -technicalities aparte- queda lo más importante: lo que los sondeos proporcionan son sombras chinescas que hay que interpretar. Lo más que a partir de ellos cabe obtener son estimaciones, no datos incontrovertibles. No puede ser de otro modo pues lo que un sondeo proporciona es solamente lo que dicen que es más probable que acaben haciendo el día electoral aquellas personas que acceden a ser entrevistadas y a contestar esa concreta pregunta ( y a las que suponemos razonablemente representativas del electorado total). De ahí lo de la famosa "cocina". Todos los datos de sondeos son solo eso: estimaciones, es decir, "dictámenes" personales que -a partir de los datos obtenidos- realizan quienes los analizan, en base a su experiencia.

Y queda, por último, lo del margen de error (como también señalas bien tú): todo sondeo debe ser interpretado a la luz del margen teórico de error que su diseño inevitablemente conlleva. Por ejemplo, para una encuesta con 1.000 entrevistas el margen de error (en el 95,5% de los casos: es decir, casi siempre, pero NO siempre) será de +/- 3.2 puntos, para el caso de preguntas referidas a todos los entrevistados y que comproten respuestas disyuntivas simples (tipo si/no). Es decir, si el sondeo nos dice que un 47% bebe vino todos los días, hay que entender que el dato real puede estar entre el 43.8% y el 50.2%: un margen, por tanto, de posible variación ¡de 6,4 puntos! Hay por tanto que tomar con muchos granos de sal esos datos que hablan de una subida de medio punto o de un punto. Y hay que recelar siempre de esas pretendidas ultraprecisiones cientifistas (¡como cuando se dan porcentajes con dos decimales!) como si para estos menesteres dispusiéramos de una blanaza de altísima precisión capaz de captar diferencias de gramos.

 

En el 'pool' de Sarko (pero poco)

Por: | 09 de marzo de 2012

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Sarko and the pool. (foto mía).

-Dicen que viene con retraso, parece que el candidato quiere pararse a ver a la buena gente, ironiza un periodista flaco y amanerado.

-Estamos hartos de la buena gente, siempre nos abuchean, queremos ir a la fábrica de lencería, responde con sarcasmo una periodista rubia y gordita.

El ambiente en el autobús donde viajan los periodistas que siguen la campaña de Nicolas Sarkozy es distendido. Todos se conocen, muchos llevan meses siguiendo al presidente y semanas siguiendo al candidato. Todos hacen bromas, y si se les pregunta casi todos dicen tener la sensación de que la campaña está siendo desastrosa, improvisada y caótica.

Dos autobuses casi enteros viajan detrás del pequeño cortejo presidencial-electoral (un Peugeot azul oscuro y blindado y cuatro furgonetas sin blindar). En uno de los autocares, que va petado, viajan los periodistas poolé, los que forman parte del pool y pueden estar cerca del presidente siempre, en todo momento. En el otro viajan los pringados que no forman parte del pool.

Nada más bajar del tren en Lyon, una manada de 80 o 90 reporteros se ha encaminado hacia los autocares. Y allí los chicos de prensa de Sarko dividen al pelotón. Unos pertenecen a los grandes medios franceses de prensa radio y televisión: van en el autocar uno. Los demás se enterarán de lo que dice el presidente porque se lo cuenten los del pool. O viéndolo en la tele.

Como amigo de Philippe Ridet, he tenido suerte: me ha recomendado a los jefes de prensa (ahora es corresponsal de Le Monde en Roma pero en 2007 hizo la campaña con Sarkozy y este año ha vuelto para escribir un reportaje comparando) y me meten en el bus del pool. Caigo en el último asiento de la última fila, pero es una gran emoción.

Lo malo es que hay otro periodista extranjero, el corresponsal de The Sunday Times. Se llama Mathew, y es un encanto. Gracioso, muy british, elegante. Cuando a las tres y media de la tarde el autocar uno nos deposita en la puerta de la fábrica (al parecer, de lencería), situado en lo alto de un pueblo del Alto Loira azotado por el cierzo del Macizo Central, The Sunday Times comparte su bocata de jamón y queso y su pastel de chocolate con El País. No es que estemos ahorrando, que también, sino que entre la lectura de la prensa y la selección de la especie no ha habido tiempo ni para comprar comida.

Llevamos cuatro horas de viaje y de Sarkozy todavía no hay ni rastro. Pero parece que por fin está al caer, dicen los chicos del pool.

Mientras los guiris zampan, los chicos de prensa del candidato empiezan a nominar a los que van a entrar en la fábrica. "Tú sí, tú no, tú sí. Un solo reportero por medio".

-Nosotros somos prensa extranjera.

-¿Sois dos? Pues solo entra uno. Y el otro va después al café.

Mathew, ese santo, decide que vaya yo "a la lencería y las modelos", y que él irá después al café.

De forma que sintiéndome otra vez un elegido, entro y compruebo que no hay modelos ni braguitas por ningún lado. Resulta que la fábrica era de lencería, pero quebró, y gracias a una gestión de Sarkozy se hizo con ella un grupo de marroquinería, así que las trabajadoras están siendo formadas para trabajar el cuero, y en vez de sujetadores de aro empiezan a hacer monederos y fundas de móvil.

Como es el día de la mujer, y Sarkozy quiere implantar la formación para todos los parados de larga duración, la jornada se dedica a las mujeres salvadas del paro gracias a la formación. El candidato entra, el pool le rodea por todas partes, y empieza a hablar con un grupo de mujeres no paradas gracias a la formación y a su gestión. Mientras dice algunas bobadas sobre su propio reciclaje ("si pierdo cambiaré de oficio, como vosotras"), entre el bosque de piernas veo que mueve el pie izquierdo sin parar, con un tic muy acentuado, e imagino a Mathew perdiéndose este gran detalle muerto de frío, o en el autobús leyendo.

Durante una hora, los del pool entrevistamos a las currantes salvadas, mientras los del no pool esperan en la puerta confiando que en algún momento les dejarán entrar. Entre mesa y mesa de trabajadoras, entrevistamos también al candidato. En estas, me da la mano. Le digo que soy de El País, hace un mueca, coge aire y dice: "Sarkozy presidente", en español. No me está informando, creo, solo es un eslogan.

Sin tiempo ni para preguntarle si no le parece demasiado optimista, se larga metido en el pool.

Cuando acaba la visita, trasmito a Mathew lo que han dicho el candidato y las trabajadoras. Olvido mencionar lo del pie. Pero si el domingo leen su reportaje y el de El País, seguramente verán las mismas citas y nombres en los dos.  

Cuando a toda prisa se va el pool del café, me instalo en el autocar número dos. Va medio vacío, y casi todos son jóvenes periodistas de medios regionales y locales.  

¿Las cosas son iguales en el campo de Hollande?

Desde luego. De hecho, me he animado a escribir este post tras leer este otro de Charline Vanhoenacker, corresponsal de la radio belga RTBF y colaboradora de Le Soir, que cuenta más o menos lo mismo pero mejor.

Si entienden francés, formen parte de este pool y léanlo.

Asi se harán una idea de cómo se cubre la campaña presidencial.

Unos en el pool, y otros mendigando lo que tengan a bien contarles los del pool.

 

 

Sarkozy y Hollande son primos. Los franceses menos.

Por: | 05 de marzo de 2012

Quedan 47 días, y por si nos faltaba algo por ver en esta campaña desabrida y a la yugular, en la que por parte de Sarkozy casi todo consiste en tirarle pullas a Hollande, ahora resulta que los dos favoritos a la victoria en las presidenciales francesa son primos. Lejanísimos, pero primos.
Lo cuenta Rue 89, el sitio de información y participación, que recoge la investigación de un genealogista llamado Jean-Louis Beaucarnot que explora los pedigrís de los políticos franceses y se ha empollado 450 años de árboles genealógicos de los candidatos.
Su ancestro común, Claude Labully-Burty, era un modesto campesino de Saboya que vivió a finales del siglo XVI y principios del XVII y que entre otros descendientes tuvo un pastelero que vivía en la comuna de Saint-Genix-sur-Guiers y que inventó un pastel con forma de seno femenino.
Entre los demás políticos, la gran noticia es que la portavoz de Sarkozy, NKM, desciende de los Borgia. Quizá por eso, el otro día cuando le preguntaron cuánto cuesta el billete de metro, dijo que 4 euros en vez de 1,70.
De todo esto y otras cosas se entera cualquiera si teclea Sarkozy en el recuadro de la búsqueda de twitter y selecciona la lengua francesa y oprime la tecla del punto y aparte. He aquí un ejemplo:

L'arbre généalogique de #Sarkozy et #Hollande, (lointains) cousins rue89.com/rue89-presiden…

Le candidat Sarkozy réhabilite l'identité nationale (en 2007 ya prometió un ministerio de la Identidad Nacional, y parece que volvemos a insistir). lemde.fr/yuSkYH

Pour Closer, Carla Bruni fâchée contre Cécilia. Cette dernière aurait affiché un soutien trop visible à Nicolas Sarkozy. Allons bon... (Bruni cabreada con Cecilia porque ha dado un apoyo demasiado visible a S.)

La lettre tranchante de Bardot à Sarkozy sur le halal. (La carta cortante de BB a Sarkozy sobre la carne halal). bit.ly/zi5835.

#Sarkozy se rendra demain mardi à la Grande Mosquée de Paris pour rendre hommage aux combattants musulmans. (Después de decir que la inmigración puede ser un problema, y de acompañar a Le Pen en el escarpado ejercicio de acusar a los musulmanes de capitalizar el mercado de la carne sacrificada mediante sus ritos bárbaros, toca visitar las tumas de los caídos. Cualquier día se presentan los dos en un bar de ambiente gay a repartir panfletos). bit.ly/yIhLZ3 #NS2012.

Virés du meeting de Sarkozy pour délit de gauchisme (expulsados del mitin de S. por izquierdistas).

 

Así está el patio. Hecho unos zorros -con peregil-. Y lo gracioso es que Sarkozy lleva dos semanas en campaña oficial tratando de desacreditar a Hollande por todas las vías posibles, de robar votos a madame Le Pen prometiendo disparates facistoides a troche y moche, y de movilizar a todos los gobernantes europeos y mundiales (Obama también dijo no) para que le hagan el vacío al socialista y las cosas siguen como el primer día, o peor.

El martes, Libération publicará un sondeo que anticipó el lunes y que indica que el desamor de los franceses por su último presidente sigue profunda y sólidamente anclado en las conciencias.

A la pregunta mensual ¿tiene una opinión negativa o positiva de Sarkozy como presidente de la République?, en el verano de 2007 hubo un 65-66% de respuestas favorables. La caída comenzó aquel otoño con las exenciones fiscales a los ricos. Tras una pequeña remontada en 2009, se instaló sobre el 40%. Ahora las cosas cambian poco: 36% el 6 de enero, 34% el 4 de febrero, 35% el 2 de marzo.

Otro indicador mide los deseos de victoria. Sarkozy tiene un 30% de respuestas positivas, lejos de Hollande (44%), mientras Le Pen salta al 16% de este mes frente al 12% de octubre. Los que estiman que la entrada en campaña de S. ha sido un fracaso son el 53%, frente al 39% que creen que ha sido un éxito.

Pero lo más inquietante para el candidato es que cada vez hay menos indecisos: el 74% asegura haber tomado posición sobre S. y que no la cambiarán. El 24% restante se divide entre los que lo consideran y lo rechazan, con lo que su margen de maniobra es más débil que si Merkel le preguntara de qué color es el caballo blanco de Santiago.

SIn reservas de votos donde beber, qué otras genialidades nos deparará la hasta ahora deprimente y dañina campaña del inquilino del Elíseo es un misterio insondable. Pero pueden ir poniéndose en lo peor porque la desesperación es la madre del disparate. O en fin, la prima.

Ah, y una noticia más: Villepin, el candidato más sexy, tiene ya 420 firmas de alcaldes para presentarse. Casi tantas como Le Pen. Todo son buenas nuevas para S. Pero que nadie lo dé por muerto. Mañana Fabius y él debatirán cara a cara en la tele, e igual la cosa cambia.

 

El País

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