A 40 días de la primera vuelta de las presidenciales, la campaña más larga de la historia de la humanidad ha sufrido enormes sacudidas porque un sondeo de IFOP ha puesto por primera vez en cabeza a Nicolas Le Pen (copyright TWSJ) para el primer turno (que no el segundo). Los nervios socialistas por el sorpasso han durado apenas doce horas, lo que ha tardado otra empresa de sondeos (SOFRES) en sacar una encuesta que eleva otra vez la ventaja de François Mélenchon (razón aquí) a cuatro puntos.
El presunto "cruce de las curvas", como lo llaman en París, ha quedado de esa forma reducido a un gatillazo o disparo con retroceso, y de repente los analistas con o sin 'pool' se han quedado tal cual estaban ayer a estas horas. Pero en fin, los periódicos habrán vendido algo más, las radios han podido teorizar sobre curvaturas y tendencias, los asesores y las plumas se han apuntado sus tantos, los demógrafos han salido del armario para reivindicar su neutralidad y defender su honra, los candidatos han hecho como que les daba igual, y así ha pasado un día más y ya queda menos.
La gran pregunta que nadie hace y por tanto nadie contesta es quién demonios paga los sondeos. En teoría los pagan los medios, que para eso los encargan y los publican. O los partidos, que los hacen y no los publican. ¿Harán por cierto las casas de sondeos estudios distintos según el cliente? Inshalah J. J. Toharia lea esto y quiera ilustrarnos un poco.
En cualquier caso, la segunda pregunta, que se da por sobreentendida y tampoco nadie responde, es quién es el editor de cada medio, y la tercera a qué escuela, universidad, grupo de presión, partidito, tribu o clan pertenece el sociólogo que dirige tal o cual encuesta.
Si los medios fueran realmente independientes, la cosa daría igual, porque se supone que el sondeo es una información más, tan profesional, objetiva, inocente o culpable como cualquier otra que se publica. Cada lector sería muy libre de pensar que la encuesta de Libération tiende más a favorecer a Hollande, y que la de Le Figaro beneficia más a Sarkozy, poniendo por delante la limpieza, honorabilidad y profesionalidad de las empresas de encuestas, por supuesto.
El problema, en Francia, es que hay muchísimos editores que no son editores y muchísimas empresas de encuestas que no se sabe bien a quién pertenecen. El espléndido documental Los nuevos perros de guardia explica en hora y media pavorosa que el conflicto de intereses perpetrado por Berlusconi con la prensa y la televisión italianas supone apenas un rasguño a la libertad de información si se compara con el enorme enjuague mediático del pluralista panorama francés.
Si los políticos locales no tienen -casi- nada que envidiar a sus pares italianos en actitud monárquica, conciencia de clase, sueldos, impunidad, mala educación (pueden pasar semanas sin que se dignen a devolverte las llamadas o te digan sí o no a una entrevista) y promiscuidad / censura con sus amigotes de la prensa, la melé que forman los editores y los popes del periodismo galo con su clase política y empresarial es digna de un Escocia-Gales del antiguo V Naciones.
Muchos medios, lejos de tener en sus plantas altas a editores -digamos- puros, tienen la cúpula abarrotada de empresarios de armas, ladrillos, hormigón, asfalto, clínicas privadas, productos acuáticos y de secano, frutas, verduras, ganaderías, ropa de señoras talla grande, gente en fin a la que el periodismo le suena -de lejos- como esa cosa que uno puede esgrimir ante el poder político como medida de chantaje o peloteo para defender sus propios intereses -y los de su familia-.
Dirán algunos que esto es parecido en todo el mundo, y seguramente lo es. Pero en Francia el sarkozysmo ha acentuado todo lo posible esta agradable tendencia, y así, cuando Paris Match publica de repente el sondeo que favorece a Sarkozy, muchos piensan que lo que pasa es que Monsieur Fulano, a la sazón gran amigo de Sarkozy, ha ordenado publicar ese sondeo. La sospecha se puede repetir (y se repite) con Le Parisien, Le Journal de Dimanche, Le Point, L'Express, Les Echos y via dicendo, pasando por todo el arco político hasta el otro extremo del pantone.
Los nuevos perros de guardia, que homenajea al gigante Paul Nizan y uno de cuyos guionistas es Serge Halimi, ensayista mordaz y gran firma de Le Monde Diplomatique, es un verdadero filme de terror en el que no se salva ni el apuntador. Los técnicos ultraliberales que siguen pontificando en televisión pese a que jamás acertaron un diagnóstico, los santones que acuden al Parlamento a lamer y ser lamidos por sus señorías, las estrellas catódicas que jamás hacen una pregunta incómoda...
La escena cumbre es la entrada a la comida que cada último miércoles (¿o viernes?) de mes se celebra en el mítico Hotel Crillon de la place Concorde. Allí acuden salerosos políticos, ministros, secretarios de Estado, editores, empresarios, espías, periodistas pintones, directores de diarios, teles y radios, asesores diurnos y nocturnos, consejeros especiales y menos, encuestadores con o sin margen de error, en muy santa compaña y todo rigurosamente off the record, para comentar los últimos acontecimientos, ponerse a los pies de sus señoras respectivas (son en un 99% tíos, faltaría plus) y cuidar de que el ganado no se desmande demasiado y La Casta siga controlando esa encantadora perversión llamada democracia.
Para que se hagan una idea concreta del peligro de creer demasiado en los sondeos y en su papel de termómetro de opinión, el estudio que daba por delante ayer a Sarkozy le atribuía el 28,5% de intención de voto contra el 27% a François Hollande. Sarkozy subía un punto y medio tras trasmutarse en una Marine Le Pen histérica ("ayudádme, ayudádme a dar la vuelta a esto", gritaba como si estuviera haciendo una omelette), y Hollande lo perdía pese a haber estado callado como un santo varón. La letra pequeña dice que el margen de error por cada 30% de cacho de intención de voto es de 2,5 puntos. Las entrevistas se hacen por internet. Y la muestra es de 600 personas sobre 40 millones de electores.
Pura ciencia, a gusto del consumidor. El otro sondeo, que parece algo más serio porque entrevista al doble de gente y lo hace por teléfono (¿móvil o fijo, J.J.?), se lo dejo allá arriba para que se solacen con las curvas (y con el corte de pelo de S.: la coiffure no es mía).
(Editado, miércoles a las 16.30). Puntual y solícito, el maestro Toharia ha escrito su iluminadora respuesta sobre los sondeos. Que copio y pego aquí abajo por su indudable interés.