Miguel Mora

Sobre el autor

es corresponsal en París, antes en Roma y Lisboa, fue redactor en la sección de Cultura y la Edición Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1992, y es autor del libro ‘La voz de los flamencos’ (Siruela, 2008).

¿Salvará Hollande a la torpe Europa?

Por: | 22 de junio de 2012

Llegó la hora de la verdad. Hoy en Roma y la semana próxima en Bruselas, Europa debe anunciar al mundo cómo será dentro de unos años. Si será un mero protectorado alemán, un continente partido en norte y sur (Europa de Arriba y Europa de Abajo), o un grupo de Estados hermanos con iguales deberes que renuncian a algunos derechos para unirse más y caminar juntos.

 

François Hollande es la gran esperanza. Muchos ciudadanos confían en que Francia lidere ese cambio histórico y haga razonar a Alemania. De momento, Hollande ha conseguido que Merkel diga sí a las políticas de crecimiento. Pero, hasta ahora, casi lo único que hemos oído al presidente francés es que quiere que Europa invierta 120.000 millones para relanzar la economía, y que el Estado del bienestar le parece en sí mismo un elemento de competitividad.

 

No parece un proyecto digno del hijo político de Mitterrand y de Delors, pero hasta ahora es verdad que era un presidente sin Gobierno y sin mayoría parlamentaria. Ahora tiene mayoría absoluta, todo el poder posible y cinco años por delante para liderar Europa. Merkel va en el barco contrario: a un año de las urnas, con el Tribunal Constitucional de Karlsruhe soplando en el cogote, y el SPD amenazando su reelección. Obligada, por tanto, a pactar y ceder.

 

El problema es que la debilidad de Francia es extrema. Hollande sabe que casi todas sus promesas electorales dependen de que la locomotora europea eche a andar y tire del vagón francés. Y que precisamente porque el país no crece y no genera empleo está desarmado ante Merkel, que básicamente es la jefa porque es la que tiene la pasta -y el BCE.

 

En realidad, la canciller ha lanzado hasta ahora el reto más europeísta: avanzar hacia la unión política. Hollande se ha limitado a replicar que lo urgente es tapar las grietas. Unión bancaria, supervisión integrada y herramientas de deuda europea para que los mercados sepan que el euro es para siempre. Y ya habrá tiempo de diseñar la Europa del futuro. A ser posible, con el SPD y no con Merkel.

 

Hollande tiene ante sí una responsabilidad más grande que él mismo. Le Monde le pidió esta semana que cambie Europa. Pero para poder hacer eso tendrá que convencer a los franceses de que es preciso ceder más soberanía a Bruselas. En 2005 sus paisanos ya dijeron no al referéndum europeo. Y Hollande tiene la casa llena de votantes antieuropeístas, empezando por Laurent Fabius, su ministro de Exteriores.

 

En una semana sabremos cuánto ha cambiado Hollande a Europa y cuánto está dispuesto a cambiarla. De momento, se agradece su estilo sereno, sus sonrisas y sus apelaciones a la solidaridad y el sentido común. Es bastante más de lo que aportaba Sarkozy. Pero mucho menos que el liderazgo preclaro, valiente y generoso que necesitan hoy 500 millones de europeos desconcertados, asustados y divididos ante las políticas punitivas de Frau Merkel, la chica que nunca bailaba y se quedaba en el rincón zampándose los cacahuetes. Los suyos y los de los demás.

 

Rajoy desata la indignación de Uganda

Por: | 14 de junio de 2012

Por si no bastaba con haber puesto a Frau Merkel al borde del ingreso en el frenopático por su reacción triunfalista al rescate no rescate, el SMS que Mariano Rajoy le mandó a Luis de Guindos y en el que el presidente decía "Aguanta, somos la cuarta economía de Europa, ¡España no es Uganda!", ha suscitado la indignación de los habitantes del país africano.

La cólera ugandesa se da cita en Twitter, donde ha nacido el hashtag #ugandaisnotspain. "El primer ministro español no debe saber que vivir a crñedito es peor que vivir en una república bananera", escribe Rosebell Kagumire, periodista local y autor del hashtag. "¿En serio?", responde y pregunta el embajador de Uganda en Ruanda. "Sepa entonces que hemos reeombolsado todos nuestros programas de ayuda".

Después de que la BBC publicara un cuadro comparativo del Banco Mundial que demuestra que Uganda tiene un 4% de paro y crece al 5% anual, aunque la renta per capita apenas es de 1.250 dólares mientras la española es de 31.800 dólares, la gracia de Rajoy sigue dando la vuelta al mundo.

Hoy, un reportaje en Le Figaro se hace eco del nacimiento del movimiento de los indignados ugandeses, y Rosebell Kagumire, bloguera y periodista, explica con ironía cercana al sarcasmo que el mensaje de Rajoy "es un préstamo del colonialismo".

Maureen Agena, otra bloguera, se siente ofendida: "El mensaje de Rajoy hace pensar que los europeos siguen viendo a los africanos como gente pobre, incapaces de manejarse solos y desesperados. Aunque es verdad que tenemos problemas económicos, no es justo despreciarnos y hacer comentarios tan irrespetuosos. Detesto la arrogancia con la que Rajoy nos compara a España".

El comentario supuestamente jocoso ha molestado también al ministro de Exteriores de Uganda, Henry Oriem, que ha dicho al diario local The Monitor que el SMS revela la ignorancia del jefe del Gobierno español. Y perdonando la vida a don Mariano, ha añadido: "Su ignorancia no merece un incidente diplomático. Su ignorancia no merece ni siquiera que le dediquemos atención".

Esto es lo que se llama, en castellano y quizá también en ugandés, triunfar en todos los frentes.

 

Rajoy debería darle las gracias a Hollande. Hoy mismo.

Por: | 10 de junio de 2012

Hollande_rajoy

Mariano Rajoy y España tienen una deuda (figura literaria) con François Hollande.

El presidente francés, ninguneado por nuestro jefe de Gobierno -y por tantos otros, y otras-, es seguramente el mayor responsable de que el rescate europeo no haya sido tan leonino como el que han sufrido nuestros primos del acrónimo PIGS, grupo en el que permanecemos con toda justicia no porque seamos unos cerdos sino por la mala cabeza de nuestros banqueros y políticos, que no solo han vivido por encima de sus posibilidades (ellos sí que sí) sino que, como pésimos gestores que son y han sido, han prestado y animado a prestar muy por encima de las posibilidades de los Poceros, los Pérez, los Gil y tantos cientos de promotores -trileros y catetos-, sin más oficina que su móvil y sin más currículum que su BMW, y que en las dos últimas décadas han asesinado primero la costa y la naturaleza y después el progreso democrático y cultural del país (España).

Este rescate mouche que como ha escrito Lluis Bassets no dice su nombre en homenaje y al servicio del presidente Rajoy es en gran parte un logro de esta nueva Francia socialista, europeísta de verdad y solidaria sin proclamarlo, que desde el primer minuto ha defendido la soberanía y la autonomía española, su condición de "gran país europeo" y el espíritu realmente unitario de la UE.

Aunque nos duela que nos tengan que ayudar desde fuera, lo cierto es que a los hombres de negro de Montoro los tenemos metidos en casa desde hace tiempo, y hoy ya no es el día de lamentarse sino de imaginar -una vez más, merci- lo que podría haber pasado ayer si Sarkozy, el del Toisón de Oro, hubiese ganado las presidenciales hace un mes.

Rajoy tuvo la brillante idea de ponerse farruco al rechazar la idea de recapitalizar a la banca española desde Europa, lanzada con toda educación y sensatez por Hollande nada más ser elegido, y replicó en un evidente exceso de sarcasmo gallego que quizá el presidente francés conocía datos sobre los bancos españoles que él no conocía (y, la verdad, hoy tendemos a pensar que es verdad).

Después de tamaña chulería, no sería mala idea que hoy, en vez de irse a ver a la Roja a Polonia como un forofo con posibles en busca del subidón, saliese a dar la cara -por una vez- y agradeciese a Hollande en público, y a ser posible con toda la humildad, su gestión, su generosidad y su ayuda.

No conviene olvidar que fue su ministro de Economía y mano derecha, Pierre Moscovici, que por cierto recibió a Luis de Guindos hace unos días, quien insistió más durante la teleconferencia eurogrupal para diseñar un "ajuste fino" y a la carta, distinto a los anteriores, que tuviese en cuenta las tremendas reformas hechas por Madrid y el sufrimiento de sus cinco millones de parados.

Si Moscovici no hubiera estado ahí quizás ahora estaríamos hablando de una intervención a la griega, cosa que Finlandia y Holanda defendían (gracias, chicarrones del norte) y que a Frau Merkel, esa gran aliada de sí misma, no debía parecerle mala cosa porque el viernes corrió a convocar al Eurogrupo a través de Reuters sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo.

Urge, por tanto, un agradecimiento público, señor Rajoy, a monsieur Hollande, y estamos seguros de que la colonia hispana de París y la France, los muchos miles de espagnoles nacidos o venidos que se buscan la vida en esta tierra libre, mestiza, culta y bien educada (no todos son Marine Le Pen ni Claude Guéant, aunque a veces lo parezca por las crónicas), sabrán reconocerle el mérito de ser honesto y de decir -por una vez- la verdad a sus asustados conciudadanos.

Prometemos que no se lo tendremos en cuenta como precedente.

Bastaría inlcuso con que en el descanso del partido salude a Berlusconi y mueva los labios diciendo "Vive la Republique", todos le entenderíamos.

Ayer Affelay dijo "mi puta madre" al fallar un gol con Dinamarca y todos supimos que Europa habla español, digo espagnol.

 

 

Carrière, qué talento

Por: | 08 de junio de 2012

  1317852011_850215_0000000000_sumario_normal

La asociación Espagnolas en París y el Instituto Cervantes han estrenado este 7 de junio en la sala Nouveau Latina de París el documental Carrière, 250 metros. La maravillosa película es de Juan Carlos Rulfo, hijo de Juan Rulfo y director de En el hoyo, se ha producido en México y transcurre en medio mundo: París, Toledo, Michoacán, India, Estados Unidos...

Cuenta la historia de Jean-Claude Carrière, escritor, guionista, dramaturgo y autor de grandes hitos del cine y el teatro, entre otros la adaptación del Mahabbarata para Peter Brook, en el que trabajó durante once años, y una lista de obras maestras firmadas con Luis Buñuel que incluyen Diario de una camarera, La vía láctea, Belle de jour y El discreto encanto de la burguesía.

Carrière estaba en la sala, con sus 81 años, su guapa mujer iraní y su espabilada hija de siete años. Y también estaban el cervantino Enrique Camacho, el pintorazo mexicano Calos Torres, y las actrices Carole Bouquet y Laura del Sol, aquella belleza que bailó con Antonio Gades en Carmen y que casi desde entonces vive en París, actuando y cuidando de su prole y de sus Ngolas -nota para sus fans, sigue tan guapa, o más-.

Al final, Carrière ha tomado el micrófono para responder a las preguntas del público, y ha prolongado  la exhibición de talento y humor que ofrece en la película. "Para ser guionista hay que conocer toda la técnica y los oficios del cine", ha dicho, "porque si alguien te pregunta algo tienes que poder contestarle. El escritor de cine tiene que saber que su texto no es el final de una aventura personal, sino el principio de una aventura colectiva, y que esta puede requerir cambiar, empeorar o suprimir cosas que el autor lleva en su corazón".

Bunuel3

La falta de pretensiones de Carriére, su inteligencia sin pizca de retórica y su sencillez que viaja entre el surrealismo y la lógica más aplastante hacen del documental una joya rara. Rulfo filma con una libertad y una ligereza asombrosas, y el guionista va relatando lugares, memorias y reflexiones en dos textos paralelos: una voz en off en francés que lee en realidad siete (u ocho) ocho cartas-testamento a sus hijas, y los parlamentos improvisados, que hace casi siempre en español.

La primera escena es un llano en brumas, y la segunda una visita de Carriére y su hija al cementerio de su pequeño pueblo natal, Colombières-sur-Orb, de la que surge el título: "Nací a 200 metros, quizá a 250 metros de aquí. Todo empezó aquí, y aquí volveré cuando todo se acabe", dice señalando la tumba de la familia. 

Tras las raíces, el viaje perpetuo: Toledo con la sombra de Buñuel, donde fueron juntos "dos veces por semana durante 20 años", dice exagerando, para rendir tributo al rito de Lorca, Dalí y Buñuel: ver la estatua del cardenal Tavera, contemplar El entierro del Conde de Orgaz, comer siempre lo mismo en el mismo sitio, vomitar en los muros de San Juan de los Reyes "y volver sin habernos dicho nada, como si fuéramos en peregrinación". Esas memorias están contadas en Para matar al recuerdo, publicada por Lumen, donde Carriére rinde homenaje a "Don Luis".

También sale Nueva York, con Milos Forman, en una escena de una ternura infinita, rodada en Central Park, donde los dos confiesan su enamoramiento juvenil de la época hippy y el trío -al parecer no consumado- con la fotógrafa que les sigue retratando hoy con la pasión de entonces.

No faltan México con sus templos prehispánicos y la virgen de Guadalupe, dos caras de la medalla del misterio y la ignorancia, y el hotel de Michoacán donde Buñuel y él trabajaban siempre, hoy en ruinas y abandonado. Y la India y sus "36.000 dioses, para que la gente tenga donde elegir". Y el teatro Bouffes du Nord, de París, donde Carriére pasó los años de "más intensa felicidad". Y la zona cero de Nueva York, para pedir perdón a las nuevas generaciones por haberles dejado en herencia este mundo absurdo con un pensamiento irrebatible: "En el fondo adoramos la destrucción, deseamos la muerte".

En fin, un talento descomunal, una inteligencia de otra galaxia, todo un placer en estos tiempos de estulticia y depresión.

 

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal