Miguel Mora

Sara Baras y el arte palíndromo de Cádiz enamoran en París

Por: | 09 de enero de 2013

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Sara Baras, en Japón (2005). Foto: Cristóbal Manuel.

Sara Baras cerró ayer dos semanas de sesiones dobles, ovaciones y entusiasmo en París. Su último espectáculo, La Pepa, ha llenado durante 20 días el Théâtre des Champs Elysées, que coproduce los espectáculos de la bailaora desde hace casi una década. En la avenida Montaigne, enfrente de donde solía cenar Carmen Amaya en los años cuarenta -y donde la legendaria artista gitana llenó de flores la casa del señor que una noche pagó la cuenta de toda la compañía-, la bailaora de San Fernando ha resucitado su romance con los parisinos, que anoche la despidieron de pie y en algunos casos entre  lágrimas, ignorando, o tal vez no, que La Pepa, aparte de ser el homenaje de Baras a la República Independiente de Cádiz, parte de una de las más humillantes derrotas francesas de la historia.

Tras un parón de casi dos años para ser madre, el baile palíndromo de Sara Baras surge en medio de la crisis económica y moral de Europa como una destilación de las clásicas virtudes gaditanas: optimismo, vitalidad, hondura y el arte bien ejecutado y mejor arrematao. La maternidad ha dado a su baile un aire más pausado, un perfil más hondo, y la pérdida de fibra no ha quitado furia ni velocidad a su zapateado meteórico. La calma y el tiempo le permiten gustarse, templar y pararse más y mejor que antes.

 

A los 40, la madurez se demuestra andando, y los paseos de transición y las escobillas lentas ofrecen ahora los mejores momentos de un baile que siempre ha bebido del virtuosismo natural y de una técnica impecable. Las metralletas (amplificadas, ¡ay¡) de sus pies siguen electrizando al público -lo que quizá le lleve a abusar algunas veces-, pero su braceo sigue siendo una belleza, las manos son flamencura pura y los molinetes a lo Carmen Amaya en las alegrías finales rozan la perfección y son de una plasticidad infrecuente.

La entrega, la honestidad, la elegancia, la pincelada del cadereo corralero, el compás y la afición permanecen intactos, o quizá mejorados, aunque quizá doña Pilar López reprocharía a Baras algunas concesiones al efectismo y la búsqueda abundante del aplauso, eso que la maestra de la ética y la estética del flamenco definía como el "Viva Cartagena" y que resumía, exagerando un poco, asín: "Ahora los bailaores paran setenta veces la música para que la gente aplauda. La paran tantas veces, que cuando llega la vez 24 y se acaba el baile de verdad, la gente se queda tan tranquila porque ya no sabe si tiene que aplaudir o no".

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  Foto: René Robert.

Al acabar la función, Baras sacó a su niño al escenario para el fin de fiesta. Se ve ya que ahí hay bailaor para rato: la criatura, de año y medio, todavía no habla, pero ya salta y zapatea como una fiera. "Yo le digo que no dé patadas por bulerías, que le dé patadas al balón a ver si sale futbolista, pero no hay forma", contaba Baras en el camerino, mientras la compañía festejaba el éxito con champán.

¿Moraleja? Con el jamón, la Roja y las clementinas, el flamenco sigue siendo el valor más seguro para exportar la tan cacareada y tan depauperada Marca España. Hace unos días, la compañía de Antonio Gades ha terminado de reventar la taquilla en el Palacio de Congresos -diez días de triunfo, con visita de Laura del Sol incluida-, y en febrero llegará el turno de Israel Galván con la criticada y jaleada Lo Real en el Théâtre de la Ville.

 

La pregunta política del día es: ¿serán conscientes los gobernantes que administran nuestra ruina del potencial del flamenco? ¿Cuántas veces habrá asistido Mariano Rajoy a un espectáculo de flamenco? ¿Sabrá quizá quién es Camarón de la Isla? ¿Y el ministro Wert? ¿Podría distinguir entre una soleá y unas bulerías? Antes de españolizar a los pobres niños catalanes, igual vendría bien que nuestros españolazos gobernantes se flamenquicen un poco...

Por cierto, que Sara Baras está a punto de anunciar un gran proyecto cinematográfico con Barcelona como telón de fondo... Todavía no se puede contar, pero en cuanto se pueda, se hará. Si es que alguien no mete antes la tijera, claro...

En fin, que perdón por la larga ausencia a los fieles que todavía leían este blog, y que ahí les dejo con doña Carmen Amaya bailando por alegrías en Estados Unidos (1944), y con don Antonio Gades bailando la farruca en las Ramblas (1963, el año que murió Amaya). Disfrútenlo con salud, y feliz 13.

 

 

 

 

 

 

Hay 6 Comentarios

http://nelygarcia.wordpress.com. Mis felicitaciones a la bailaora, que con su arte y entrega, fascina al público parisino.
http://www.facebook.com/nely.garcia.

Feliz año nuevo, Miguel y gracias por este regalo.

Grande edior,
su pasion por el arte flamenco se agradece, desde Morente hasta Baras, sus resenhas siempre son un soplo de aire fresco,
Un saludo

Merci, monsieur Tur! Nada como un lector francés para detectar errores y erratas y sobre todo para decirlo!

Hola, es "Théâtre des Champs Elysées" y "avenue Montaigne". De nada ;-)

Yo la vi el 31 de diciembre y estuvo muy bien. Valio la pena acabar El 2012 con un espectaculo de calidad.

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Sobre el autor

es corresponsal en París, antes en Roma y Lisboa, fue redactor en la sección de Cultura y la Edición Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1992, y es autor del libro ‘La voz de los flamencos’ (Siruela, 2008).

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