Miguel Mora

Sobre el autor

es corresponsal en París, antes en Roma y Lisboa, fue redactor en la sección de Cultura y la Edición Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1992, y es autor del libro ‘La voz de los flamencos’ (Siruela, 2008).

Auschwitz contado con maquetas y marionetas

Por: | 21 de septiembre de 2013

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La compañía holandesa Hotel Modern, fundada en 1997 por las actrices Arlène Hoornwerg y Pauline Kalker y la artista Herman Helle, ha reestrenado en el centro cultural 104 de París su espectáculo Kamp, creado en Rotterdam en 2005 y que desde entonces no ha dejado de girar por Europa.

Llamar espectáculo a la propuesta de estas tres mujeres es seguramente un eufemismo equivocado. Kamp es una reconstrucción muy fiel de un día en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. El campo aparece ante los ojos del espectador reproducido con una gran maqueta hiperrealista, que ocupa toda la escena, realizada en cartón, papel y madera.

En la foto de arriba, tomada después de la función del viernes, Birkenau es la parte de la izquierda, con los barracones de una altura, y Auschwitz la de la derecha. Al fondo está la estación donde llegaban los trenes de la muerte.

La maqueta reproduce en miniatura pero con toda fidelidad la estructura real del campo por dentro y por fuera, desde la puerta con la leyenda "El trabajo os hará libres", hasta el interior de los barracones y de las cámaras de gas. Aunque solo muestra una pequeña parte. "Por ejemplo, solo ponemos un horno crematorio, aunque en Birkenau había al menos seis", explicó una de las actrices tras la función.

El excepcional trabajo de reconstrucción muestra la organización implacable de la "ciudad-máquina" de las SS y explica cómo se desarrollaba la rutina del exterminio. Los trabajos forzados, la llegada de los deportados en los trenes (dos veces al día), la entrega de sus enseres personales, la entrada en las cámaras de gas, los cuerpos acumulados en las fosas comunes o quemados en los hornos. Y también las cenas -líquidas- y las escasas horas de sueño.

Las 3.000 figuras que representan a los prisioneros son muñecos en miniatura, de ocho centímetros de alto, y sus rostros, todos distintos, están inspirados en El Grito de Edward Munch. Durante la función, el espectador puede ver sus cuerpos desnudos, hechos de resina y sin sexo: son como fanstasmas.

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Las tres actrices, vestidas de gris y moviéndose como autómatas por el escenario -deus ex machina-, van introduciendo al espectador en la desolación manipulando algunas marionetas (dos hombres que cortan leña, otro que vierte veneno en una trampilla...) mientras filman la acción con minúsculas cámaras de vídeo. Las imágenes, de un blanco y negro espectral, se proyectan en el muro del fondo.

No hay texto, no hace falta. Solo música y algunos sonidos mecánicos, que acentúan la sensación de estar dentro de una fábrica macabra.

Contar lo incontable, la mayor tragedia, lo demasiado real, con lo mínimo, con lo más pequeño, sin provocar rechazo ni recurrir a la demagogia.

Ese es el perturbador milagro que consigue Hotel Modern, que también ha narrado con marionetas y maquetas la Primera Guerra Mundial.

 

 

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Fillon y Valls ya miran al 2017

Por: | 13 de septiembre de 2013

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La rentrée política francesa de 2013 ha quedado marcada por dos o tres imágenes publicadas por Paris Match. que según los semiólogos, los politólogos y los civiles sin graduación anuncian dos futuras candidaturas a las presidenciales de 2017.

Las primeras fotos (arriba y abajo) son un posado de François Fillon y familia en su castillo manoir (solariego) de Solesmes. El mensaje central, inequívocamente destinado a golpear donde más duele a Nicolas Sarkozy ("Para gobernar bien hace falta ser -o estar- equilibrado"), va acompañado de una puesta en escena digna no ya de un estadista, sino de un monarca. FF con señora, hijos y apegados en plena merendola aristocrática, y (aquí abajo) FF solo ante el peligro y la responsabilidad futura, mezclando maderas nobles y Mac, tradición y modernidad, lozas y plasmas, canas y velocidad.

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La apuesta de Fillon por desmarcarse del populista Copé y por marcar distancias con el arribista e indeciso Sarkozy resulta evidente, pero los analistas más finos han resaltado dos detalles que podrían convertir en clamoroso fracaso el golpe 'people': uno, en Francia presentarse ante el electorado roneando de dinero y de château suele ser muy peligroso, y dos, el peluco que lleva en la muñeca izquierda es tan grande y ostentoso como los que le regala Carla Bruni a Sarko.

Para terminar de arruinar su carrera, el exmoderado FF ha tratado de robar espacio por la ultraderecha a sus grandes rivales de la UMP, y ha dicho que si en las municipales pasan a la segunda vuelta un candidato socialista y otro del Frente Nacional, él pedirá el voto para "el menos sectario", es decir para el que no sea Hollande. Así se construye una candidatura.

La tercera imagen es la del héroe del verano, Manuel Valls, y su esposa, la violinista Anne.

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Ese pedazo de beso, esos ojos cerrados, y sobre todo esa mano poderosa, dominadora, vertical, han constituido el verdadero pistoletazo de salida a la campaña Valls al Elíseo 2017, aseguran los que saben.

Política espectáculo, rapto de amor espontáneo, el aire cinematográfico, la ropa impoluta y vagamente ibicenca, cada pelo en su sitio, la manicura perfecta, la pinza...

El primer policía de Francia, que cada vez que puede recuerda al auditorio que "el ministro del Interior es de izquierdas" porque a veces habla de sí mismo en tercera persona y porque le indigna que se diga que su política de seguridad e inmigración se parece demasiado a la de Sarkozy como para no ser de derechas, ha conseguido que esta imagen para el recuerdo tape en parte su duelo estival con Christine Taubira, la irónica y poética ministra de Justicia, que salió claramente vencedora del pulso que ambos mantuvieron en torno a la Reforma Penal y entre los militantes que acudieron a la tradicional kermesse socialista de La Rochelle.

Metidos de hoz y coz en el gris de París y en el frío otoñal, Fillon y Valls tendrán que ponerse el abrigo y remar a conciencia para lograr sus lejanos objetivos personales. Quedan casi cuatro años para las presidenciales, y eso implica varias docenas de meriendas en el château y algunos cientos de besos acariciando cuellos de cisne.

Claro que, si se piensa bien, hay planes peores...

 


El País

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