¿Que hay más irreverente que unos skaters exhibiéndose delante de un museo? Probablemente unos skaters que se desplazan en las propias salas de un museo. Así que mientras en Barcelona, una reciente ordenanza municipal prohíbe estas exhibiciones en la plaza del Macba, en Nueva York están teniendo lugar en los espacios del Museum of Moving Images.
Estamos hablando de JODI: Street Digital, una exposición que el centro, ubicado en el emergente barrio de Queens, dedica a los incombustibles Joan Heemskerk y Dirk Paesmans, mejor conocidos como JODI, la célebre pareja belga holandés, que en la ceremonia de entrega de los Webby Awards de 1999, agradecieron el premio con un insolente “Ugly commercial sons of bitches”.
Ya no son los enfants terribles del arte digital, pero siguen desconcertando. En esta ocasión han decidido ofrecer a los visitantes la posibilidad de hacer skating en las salas del museo y para lograrlo han transformados en planchas para skate unos teclados wireless para ordenadores.
La obra, bautizada SK8MONKEYS ON TWITTER, es una instalación que, conectada a la red de Twitter, envía al ciberespacio mensajes incomprensibles, siempre y cuando el performer o visitante que sea, apriete inadvertidamente con el zapato la tecla ‘envío’. Además de la irónica similitud que el inglés otorga a los dos términos skateboard (tabla para skate) y keyboard (teclado), la instalacion remite a una reflexion sobre los infinitos mensajes que se intercambian en la red de Twitter, que a menudo generan una abundancia de información, tan sólo equiparable a su ausencia de contenido.
Pioneros del net.art, Joan Heemskerk y Dirk Paesmans nunca se han rendido a lo previsible y sobre todo a lo evidentemente comprensible. Su trabajo se centra en un análisis de lo que pasa detrás de la pantalla o, mejor dicho, en el mismo código con el que están programados sus proyectos. Se dieron a conocer con páginas imposibles, que llevaban el público a la locura, ofreciendo la sensación de tener la computadora poseída por un virus. Desde la creación de navegadores inverosímiles (WRONG Browser), hasta las modificaciones de videojuegos comerciales (SOD), su trabajo se centra en la manipulación del código fuente, que consiguen someter a su voluntad, obteniendo resultados gráficos fascinantes.
Su firma se aprecia a partir de su misma página web cuya incomprensible pantalla verde y negra, oculta en realidad su manifiesto estético. Encontrarlo no siempre es fácil. Por ejemplo, si se utiliza el comando ‘ver código fuente’ lo que se obtiene no es como en las demás páginas una retahíla de datos en un lenguaje desconocidos para los profanos, sino el dibujo de la anatomía de una bomba en todos sus detalles. Un mensaje que JODI utiliza para invertir y minar desde los cimientos, lo que consideran los roles tradicionales de espectador y programador.
Entre las demás obras de la exposición, comisariada por Michael Connor, destaca la nueva instalación LED Puzzled, una amplia serie de paneles de leds distribuidos horizontalmente a lo largo del espacio para crear extraños efectos luminosos y pulsantes, que remiten a los desechos de las grandes pantallas o los billboards, las caracteristicas publicidades luminosas, de Nueva York después de un hipotética catástrofe.
En la sala se proyectan también los vídeos YTCT (Folksomy), una selección de audiovisuales recopilados en la red, en los que personas anónimas destruyen una infinita variedad de aparatos tecnológicos, desde un iPhone hasta un ordenador. “Lo lamento de verdad para esta tecnología, que tan sólo utilizamos para visualizar informaciones, cuando podríamos hacer mucho más para y con ella”, aseguran los artistas.
En Nueva York se presentan también Arena, A-X, Ctrl-Space y Spawn, cuatro de las 21 modificaciones que componen la serie Untitled Game, creadas a partir de intervenciones sobre el código fuente de Quake, un popular videojuego de la década de 1990. Las intervenciones artísticas, que se pueden descargar de la página del proyecto, son completamente funcionales, aunque la manipulación de los artistas ha transformado por completo las reglas básicas del juego, ofreciendo unos escenarios abstractos donde es complicado aplicar las reglas originales y es imposible interactuar según las funcionalidades habituales. “Nuestra primera equivocación nos enseñó que el error puede ser lo más interesante. Un pequeño olvido de programación puede desencadenar una dinámica imprevisible”, concluyen.
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