Fiel al los poemas zen de Lao Tse y a las teorías de Heráclito según el cual todo fluye, Todd McLellan desmonta cualquier cosa y a partir de un artefacto tecnológico obtiene una composición totalmente diferente de la original, aunque haya sido realizadas con todos los mismos materiales y elementos.
Todd McLellan es un artista canadiense que, desde su más tierna edad, manifestó el incontrolable deseo de desarmar sus juguetes. Hasta aquí todo normal, lo extraño es que una vez adulto ha convertido su pasión infantil en Disassembly, un proyecto que mezcla vídeo performance y trabajo fotográfico, en el cual el artista descompone completa y minuciosamente cualquier aparato electrónico que caiga en sus manos. Una máquina de café, un teléfono, una caja registrador o un cortacésped, todo vale, no importa el tamaño del objeto ni los materiales que lo constituyen. McLellan lo desmonta y separa todo, hasta el más pequeño tornillo, y luego expone el resultado como si de un trofeo de caza se tratara, distribuyendo ordenadamente el conjunto de las piezas según una aproximación estética llamativa que finalmente inmortaliza con una instantánea. Lo que al final no hace es recomponer el artefacto. Todo se transforma y todo deviene en un proceso de continuo nacimiento, como en la vida real, donde nada se escapa a su destino.
Algo en la misma línea se presentó en la última edición del festival DEAF, el célebre evento dedicado al arte electrónico y los nuevos medios, que tuvo lugar en Rótterdam hasta el 3 de junio. Se trata de un vídeo, de 45 minutos de duración de Herman Asselberghs, que recoge una acción en la que el artista belga realiza el minucioso y religioso desmontaje de un portátil MacBook Pro nuevo, todavía en su caja de embalaje, al ritmo de la lectura de una carta dirigida a Steve Jobs, el prematuramente fallecido presidente de Apple.
La obra, bautizada Dear Steve, es al mismo tiempo una crítica y una celebración del ordenador portátil, un icono de la economía contemporánea y la cultura globalizada, cada vez más presente en nuestro panorama visual. Según Asselberghs es una paradoja que un aparato como el portátil, que juega un papel tan fundamental en la retórica del trabajo inmaterial, siga pasando casi desapercibido en los ámbitos expositivos. “Sin embargo Dear Steve obviamente es mucho más que un retrato lírico de este icono de lo que Luc Boltanski y Eve Chiapello han llamado el nuevo espíritu del capitalismo”, concluye Asselberghs.
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