
Somos partidarios del arte y las nuevas tecnologías, pero lo que es cierto es que en su mayoría, los museos del mundo siguen interpretando la tecnología tan sólo como un soporte para acercarse a nuevos públicos. Esto significa que su interés no son las obras más vanguardistas, si no las aplicaciones para conectar con los visitantes, que sin embargo desgraciadamente no están renovando el papel del público en relación al arte. Mientras el arte digital premia la participación activa del espectador convertido en usuario, las aplicaciones desarrolladas por los museos están convirtiendo los visitantes en penitentes, que se parecen cada vez más a los fieles en los lugares de culto, aislados de un su entorno y recogidos delante de un libro de oraciones. Si en la calle los transeúntes están más pendientes de lo que acontece en sus smartphones que en derredor, en los museos a menudo se ve el público deambular entre pasillos repletos de apabullantes obras de arte con la cabeza reclinada, absortos delante de los ‘nuevos misales’: tabletas y teléfonos inteligentes. ¡El que esté libre de culpa, que arroje la primera tableta! ...nunca mejor dicho.
Después de seguir a lo largo de 2012 todas las novedades del sector cultural para soportes inteligentes, queremos hacer el punto de la situación en España, recorriendo algunas iniciativas destacadas, empezando por la más reciente que llega de un peso pesado del sector, el Museo Nacional del Prado. Aprovechando el Día del libro, el pasado 23 de abril, el centro madrileño ha lanzado La Guía del Prado, su primera guía digital con vocación internacional en cinco idiomas (a final de mes en ocho), descargable desde el App Store por 9.99 euros. Concebida como una nueva forma de recorrer y disfrutar del Prado, la guía invita a experimentar la colección del centro a través de imágenes en alta definición, que permiten navegar dentro de las 50 obras maestras, como Las Meninas de Velázquez, La Adoración de los pastores del Greco, La Anunciación de Fra Angelico y El lavatorio de Tintoretto, ofreciendo un acercamiento a la obra superior incluso al que se consigue en una visita presencial.
A esto hay que añadir detalles que habitualmente no se pueden apreciar en las salas de exposiciones. Por ejemplo las traseras de trípticos y dípticos, como el Jardín de las delicias, la Adoración de los Magos o el Carro de heno del Bosco, que recientemente formaron parte de la exposición Los trípticos cerrados del Museo del Prado. De grisalla a color.