Una de las problemáticas más relevantes relacionadas con el net.art es la preservación de unas piezas a riesgo de rápida obsolescencia, debido la vertiginosa evolución de las herramientas informáticas. A lo largo de los años hemos visto que algunas de las obras históricas de los pioneros de la década de 1990, como Olia Lialina o Igor Štromajer, han padecido un acelerado proceso de envejecimiento, que no reside en la caducidad de la obra en sí misma, sino en la transformación de los plugins, herramientas y soportes que actualizamos cada día y que de pronto resultan inadecuados para visualizar correctamente unos archivos antiguos.
A pesar de todo, estas dificultades no han desanimado los conservadores del Whitney Museum de Nueva York, que acaban de poner al día una de las obras más emblemáticas de su colección de net.art, The World’s First Collaborative Sentence de 1994 (...y enalce a la obra original), del creador estadounidense Douglas Davis (1933).
The Sentence ha sido una piedra miliar en la historia del net.art y posiblemente una de las primeras obras de un año clave que, una década después del distópico mundo profetizado por George Orwell, hemos asumido como el año cero. The Sentence, fue un encargo para la exhibición monográfica de Davis en el Lehman College Art Gallery y es una de las tres obras emblemáticas de 1994 que, junto con The Mercury Project de Ken Goldberg y The File Room del español Antoni Muntadas, establecen un eje fundamental que define la génesis del arte en Internet.
The Sentence tomó forma gracias a la colaboración de Gary Weltz y Robert Schneider, ambos profesores del Lehman College y se estructuró como una performance textual y gráfica en la que todo el mundo puede participar a través de Internet. “A pesar de parecer un texto plano, The Sentence ha sido un proyecto visionario que ha anticipado las plataformas contemporáneas destinadas a la edición participativa”, explica al Silicio Christiane Paul, Comisaria Adjunta de New Media Art del Whitney, hablando de un trabajo que estableció precozmente las bases de lo que sería el futuro de la red y de todas las herramientas que han enriquecido la experiencia online. En estos años hemos repetido a menudo que de alguna manera el net.art puede considerarse el más titulado precursor de la web 2.0 y The Sentence lo confirma, estableciendo una de las pautas fundamentales del arte en la red: la idea de trabajo compartido, que se crea de forma colaborativa, rehúye el paradigma de obra estática y da un nuevo significado al concepto de autoría.
Adquirida por los coleccionistas Eugene y Barbara Schwartz, The Sentence fue donada al Whitney en 1995 y desde entonces se mantuvo a disposición del público en la red las 24 horas del día, convirtiéndose en una de las piezas más emblemáticas del Artport, el portal online del museo neoyorquino, que desde 2002 y bajo la dirección de Christiane Paul, se ha convertido en una referencia internacional para la escena digital.
The Sentence, que representa una instantánea de la primera era de Internet y un documento vivo de su evolución, ha crecido y evolucionado a lo largo de una década apareciendo en eventos expositivos internacionales, hasta llegar a contabilizar más de 200.000 contribuciones en 12 idiomas.
Con el tiempo y el desarrollo de los soportes informáticos, The Sentence empezó a tener problemas de funcionamiento hasta que en 2005 el Whitney decidió dejarla inoperativa, congelándola en una versión que no aceptaba nuevas contribuciones y desde entonces hasta ahora sólo pudo ser leída.
“The Sentence se estaba desintegrando”, indica Christiane Paul. “Contenía enlaces inactivos, códigos obsoletos que imposibilitaban su lectura y no se podía seguir añadiendo más contenidos”, explica la comisaria, destacando que además de la presencia de enlaces basura (link rot), los navegadores actuales malinterpretaban los viejos códigos de programación y la visualización de los textos en distintos idiomas generaba caracteres ilegibles.
“Cuando Christiane tocó a mi puerta diciendo que quería discutir sobre los enlaces basura, no tenía idea de que se trataba de un problema de conservación”, comenta Carol Mancusi-Ungaro, Directora Asociada para la Conservación e Investigación del Whitney, que en 2012 dio inicio al proceso de restauración con el apoyo de Paul y un amplio equipo de profesionales. A partir de la pieza original, se aprovechó la posibilidad de reproducir el código informático, que puede ser multiplicado al infinito, para crear dos nuevas versiones, una que ha sido definida “histórica” y otra “funcional o live”.
La versión “histórica” puede visualizarse también con un navegador antiguo y ofrece The Sentence así como se podía experimentar en el momento de su creación, pero los enlaces han sido reemplazados en la medida de lo posible con una versión alternativa de los archivos originales extraídos del sito Internet Archive. La versión “funcional o live” se caracteriza por mantener inactivos los enlaces rotos, en sintonía con la naturaleza efímera de la red y por permitir seguir contribuyendo al texto, devolviendo así a la obra sus funcionalidades originales.
“El proyecto plantea algunas de las principales cuestiones tecnológicas y filosóficas con las que hay que enfrentarse para la conservación de las obras de net.art. ¿Cómo y porqué preservar la naturaleza efímera de la web? La decisión de crear dos versiones del proyecto es una estrategia de preservación inusual, facilitada por el potencial del arte digital para crear copias idénticas. Además este proyecto ofrece un modelo potencial para la preservación de las primeras obras basadas en Internet, que se están deteriorando muy rápidamente”, asegura Christiane Paul.
Consideramos que el problema de la caducidad de los soportes informáticos, mucho más que la obsolescencia programada de las herramientas, impulsada por la industria tecnológica, es una realidad que nos enfrenta a lo que podemos definir una futura extinción cultural. Si en la Piedra de Rosetta todavía podemos leer unos textos de hace más de 2000 años, esto con toda probabilidad no se repetirá con los archivos digitales. Por mucho que digan los expertos en conservación, el usuario corriente de los soportes informáticos, a menudo no consigue ni siquiera abrir los documentos almacenados en su viejo ordenador.
Sin embargo el caso de The Sentence de Douglas Davis nos enseña que, como no podía ser de otra forma, las instituciones saben encontrar una solución para la conservación de las obras valiosas, aunque quizás con el tiempo resulte más viable conservar un retablo románico que la información almacenada en una memoria digital con más de 1000 años de antigüedad.
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Hay 4 Comentarios
El verdadero arte debe ser duradero, y más arte, si cabe cuanto más tiempo tiene.
Publicado por: 104cubes | 10/10/2013 8:37:17
menuda obsesión con la restauración, de net-art y de cualquier otro tipo de obra. mas les valdría ocuparse de pasar a las generaciones futuras aquello que esa obra nos enseño y no la obra en si misma. se restauran obras para que valgan millones o cuelguen en museos vacios y las generaciones futuras no se les enseña a hacer la o con un canuto.
Publicado por: pedro | 07/10/2013 23:55:17
El problema con las obras de arte digitales es como siempre la perspectiva; innumerables obras de arte se han perdido a lo largo de la historia hasta que se ha dominado la técnica tanto de su producción como de su conservación, lo que ocurre es que nosotros sólo conocemos las que han sobrevivido. Con el arte digital ocurrirá lo mismo, sólo se necesita voluntad.
Publicado por: Gema Grueso | 07/10/2013 18:00:01
Ya era hora de que en algún sitio comenzara la restauración "en serio" de obras digitales que marcarán una época. A ver si por aquí se extiende la idea...
Gracias por la info!
Publicado por: Paloma Ctrl | 07/10/2013 13:15:55