La Declaración de Cádiz refleja
el consenso y soslaya terrenos polémicos, y muestra un mínimo común
denominador. Seis ejes temáticos resumen las preocupaciones: la economía; las infraestructuras;
la micro, pequeña y mediana empresa;
la creación de puestos de trabajo decentes;
el fortalecimiento institucional; la
educación y el espacio cultural iberoamericano.
Profundizando esta agenda, destaca la atención prestada a las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES), que contribuyen decisivamente “al crecimiento económico y al desarrollo social”, y a la creación del empleo necesario. Más del 90% de las actividades económicas latinoamericanas responden al retrato de este tipo de empresa, que serían más con la inserción de la imponente actividad sumergida en la economía legal.
Pero para conseguir una mejora de la actividad empresarial se necesitan los irremplazables recursos fiscales para garantizar la inclusión social y la reducción de la pobreza. La generación de empleos “decentes” debe ser propulsada por políticas gubernamentales apropiadas que no queden reducidas a los planes de ajuste, tal como se intenta en Europa.
En el plano interior de la producción, se debe reducir la “dependencia de los productos primarios de exportación y reducir la vulnerabilidad externa”. Obsérvese que esta alusión tiene un cierto aire de la venerable teoría de dependencia. Se debe evitar la actividad comercial basada casi exclusivamente en la exportación de materias primas.
Con referencia a las estructuras políticas nacionales se exige, por una parte, un “fortalecimiento institucional” en la senda del “buen gobierno”. Esa cohesión política garantizaría la coordinación en la lucha contra la “delincuencia organizada transnacional”, amenazas para los ciudadanos y el Estado de Derecho”.
En un foro multinacional,
conviene releer con cuidado las referencias a la integración regional. Por una
parte, se devela una combinación de defensa del “derecho soberano de los estados sobre sus recursos naturales. Al
recordar que este derecho se regula según “su respectiva legislación nacional”,
se hace un guiño cómplice a las recientes nacionalizaciones, pero con reglas claras para las inversiones.
Por
otra parte, el consenso se opone a “políticas
cambiarias que tengan efectos negativos
sobre el comercio internacional”. Por
otro lado, se aboga por evitar el
proteccionismo (aranceles) y acciones que obstaculizan el comercio”. El documento
insiste también en generar las condiciones logísticas para lograr la plena conectividad entre los países. La falta de infraestructuras
internas es un obstáculo imponente para el comercio interregional. El
intercambio inter-latinoamericano es muy reducido en comparación con el
diseñado para la exportación al exterior.
Finalmente, se dedica una
atención tradicional a los aspectos culturales en la generación del llamado “Espacio Cultural Iberoamericano”. Hay
unanimidad en el reconocimiento de la cultura compartida, al tiempo que se
reconoce su diversidad. De ahí que se deba garantizar la necesidad de la libre circulación
de bienes y servicios culturales. Resulta significativo que este aspecto
fundacional haya quedado relegado como suplementario cuando la
“Comunidad/Conferencia/Cumbre” comenzó a adoptar una agenda generalizadora.
Teniendo en cuenta que los
dos miembros ibéricos son al mismo tiempo socios del proyecto europeo, convendría
meditar brevemente sobre el pensamiento de quien inspiró el nacimiento de la
Unión Europea. Se atribuye erróneamente a Jean Monnet el comentario de que “si
tuviera que empezar de nuevo, lo haría con la cultura (no con el carbón y el
acero, y menos con un Mercado Común). Curiosamente, la Cumbre actual comenzó
justificada básicamente en la cultura compartida. El desarrollo progresivo del
proyecto iberoamericano fue incorporando una agenda desmesurada para sus
posibilidades y recursos. Curiosamente, derivó de Comunidad a Conferencia y se
quedó en Cumbre. En lugar de reducir su temática, la fue ampliando.
A partir del año próximo se reunirá cada dos años, alternando con la celebración de la cumbre Unión Europea-Latinoamérica/Caribe (ahora CELAC). Se teme que con la jubilación de Enrique Iglesias como Secretario Iberoamericano, el proyecto sufra de cierta inercia. Si el propio pensamiento de Jean Monnet se oponía a la fundación de instituciones que no tuvieran independencia y presupuesto, se comprende que el ente iberoamericano se haya resistido a su institucionalización. Pero paradójicamente, su agenda depende de la buena voluntad del cumplimiento de sus propios autores nacionales.
¿Cuántas divisiones tiene el Papa?, se podría
preguntar hoy con la sonrisa socarrona de Stalin. La Cumbre deberá, entre otras
urgencias, compaginar las dificultades presupuestarias españolas (que aporta
del 60% de los gastos del ente iberoamericano) con la solicitud de ayuda de
América Latina para capear la crisis. De momento el balance de este año
presenta una línea de crédito de 420 millones de dólares del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) para fortalecer, mientras la Corporación
Andina de Fomento (CAF) apoyará a las pymes con 200 y 300 millones, y ampliará
hasta 1.000 millones las ayudas a la banca. Para evitar los litigios judiciales
costosos, se han puesto los cimientos de un mecanismo de arbitraje entre empresas
privadas.
El balance de la asistencia
a la Cumbre, un indicativo tradicional de su “éxito”, puede parecer positivo ya
que “solamente” faltaron siete presidentes. Pero hay que matizar que de la foto
de familia se escaparon el boliviano Evo Morales
y el ecuatoriano Rafael Correa,
con lo que la total membresía del ALBA no pasó a la posteridad mediática. Otro
guiño iberoamericano al que habrá que prestar atención.
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NO SOMOS MERCANCÍA
Publicado por: STOP PORNONARCOINDIGENISTOCATOLICAPUTALISTA | 19/11/2012 12:13:39